sábado, 31 de julio de 2010

Lección 6: Ampliación de la fe / Para el 7 de agosto de 2010


Lee Para el Estudio de esta Semana:
Romanos 5.

Para memorizar: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios". Rom. 5:1, 2

PABLO HABLÓ de la justificación, o aceptación de parte de Dios, porque solo su justicia puede darnos el derecho de estar con el Señor. Ampliando esta verdad, Pablo muestra que la salvación es por fe y no por obras, ni aun para alguien tan “justo” como Abraham. Pablo mira el cuadro completo del pecado, el sufrimiento y la muerte, y ve que la solución se encuentra solo en Cristo.
Por la caída de Adán, el hombre afrontó la condenación, la separación y la muerte; y por la victoria de un hombre, Jesús, todo el mundo puede tener una nueva posición ante Dios ya que, por la fe en Jesús, todos los pecados y su castigo pueden ser perdonados.

Pablo contrasta a Adán con Jesús, y muestra cómo Cristo vino para deshacer lo que hizo Adán, dado que Jesús puede rescatar a las víctimas del pecado de Adán, que tienen fe. El fundamento de todo es la cruz de Cristo y su muerte sustitutiva, que abrió el camino para que todos, judíos o gentiles, fueran salvos por Jesús, quien justifica a todos los que lo aceptan.

Este es un tema digno de ser ampliado, porque es la base de toda nuestra esperanza.


JUSTIFICADOS
Domingo 1º de agosto

Lee Romanos 5:1 al 5. Resume el mensaje de Pablo. ¿Qué puedes obtener de él para ti mismo?

“Justificados” es literalmente “habiendo sido justificados”. El verbo griego presenta la acción como completada. Hemos sido declarados justos no por obras de la ley, sino porque hemos aceptado a Jesús. La vida perfecta de Jesús, su perfecta observancia de la ley, nos ha sido acreditada. Al mismo tiempo, todos nuestros pecados han sido puestos sobre Jesús.

Dios considera que Jesús cometió esos pecados, no nosotros, y de ese modo somos exceptuados del castigo que merecíamos. Ese castigo recayó sobre Cristo, en favor nuestro, para que nunca tuviéramos que afrontarlo nosotros mismos. ¡Qué noticia más gloriosa para el pecador!

La palabra griega traducida “gloriamos” en el versículo 3 es la misma del versículo 2. Las personas justificadas se pueden regocijar en las pruebas porque tienen confianza en Jesús. Confían en que Dios hará todo para su bien. Consideran que es un honor sufrir por causa de Cristo. (Ver 1 Ped. 4:13.)

Nota también la progresión que se observa en los versículos 3 al 5.

1. Paciencia. La palabra griega traducida así, hupomoné, significa “resistencia constante”. Esta es la resistencia que la tribulación desarrolla en aquel que mantiene la fe y tiene la esperanza en Cristo, aun en medio de las pruebas y sufrimientos que pueden hacerle la vida miserable.

2. Prueba. La palabra griega traducida así es dokimé que significa “la cualidad de ser aprobado” y, por ello, “carácter”, o mejor, “carácter aprobado”. El que soporta pacientemente las pruebas desarrolla un carácter aprobado.

3. Esperanza. La resistencia y la aprobación generan esperanza, la esperanza en Jesús y en la salvación. Si nos aferramos a Jesús con fe, arrepentimiento y obediencia, podemos esperar todo de él.

¿Qué es lo que más esperas en tu vida, más que otra cosa? ¿Cómo puede esa esperanza cumplirse en Jesús? ¿Puede hacerlo? Si no, ¿estás seguro de poner tanta esperanza en ello?


DIOS BUSCA AL HOMBRE
Lunes 2 de agosto

Lee Romanos 5:6 al 8. ¿Qué se dice aquí acerca del carácter de Dios, y por qué nos da tanta esperanza?

Cuando Adán y Eva transgredieron los requerimientos divinos, Dios comenzó la reconciliación. Desde entonces, Dios ha provisto un camino de salvación e invita a los hombres a aceptarlo. “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gál. 4:4).

Romanos 5:9 dice que podemos ser salvos de la ira de Dios por Jesús. ¿Cómo entendemos esto?

La sangre en las puertas de los israelitas en Egipto protegió a los primogénitos de la ira que cayó sobre los primogénitos egipcios. Así también la sangre de Jesús garantiza que quien ha sido justificado y retiene esa condición será protegido cuando la ira de Dios destruya, finalmente, el
pecado al final de la historia.

Algunos dicen: ¿Cómo un Dios amante tiene ira? Pero es por causa de su amor que existe esta ira. ¿Cómo Dios, quien ama al mundo, no tendrá ira contra el pecado? Si fuera indiferente, no se preocuparía de lo que ocurre aquí. Mira a tu alrededor y verás lo que el pecado ha hecho a la creación de Dios. ¿Cómo no estaría Dios airado por tanto mal y devastación?

¿Qué otras razones se nos dan para regocijarnos? Rom. 5:10, 11.

Algunos comentadores ven en el versículo 10 una referencia a la vida que Cristo vivió sobre esta tierra, durante la cual desarrolló un carácter perfecto que ahora ofrece acreditarnos. Aunque esto es ciertamente lo que realizó la vida perfecta de Jesús, Pablo parece enfatizar que Cristo, después de morir, se levantó otra vez y vive para siempre (Heb. 7:25).

Como Jesús vive, nosotros estamos salvados. Si hubiese permanecido en la tumba, nuestras esperanzas habrían perecido con él. El versículo 11 continúa dando las razones que tenemos para gozarnos en el Señor.


SORBIDA ES LA MUERTE
Martes 3 de agosto

La muerte es nuestro máximo enemigo. Dios creó al hombre con la intención de que viviera para siempre. Con pocas excepciones, los seres humanos no quieren morir; los que quieren morir lo hacen solo por angustia y sufrimiento personales. La muerte va en contra de nuestra naturaleza más básica porque fuimos creados para vivir para siempre. No era el plan que conociéramos la muerte.

Lee Romanos 5:12. ¿Qué describe Pablo aquí? ¿Qué explica esto?

Los comentadores han discutido más sobre este pasaje que sobre la mayoría de los otros. Tal vez la razón sea, como dice el Comentario bíblico adventista (t. 6, p. 525), que los comentadores han “tratado de usarlo para propósitos que no son los de Pablo”. Ellos discuten en qué forma pasó el pecado de Adán a su posteridad.

¿Comparten los descendientes de Adán la culpa del pecado de él o son culpables ante Dios por sus propios pecados? Aunque muchos han tratado de obtener respuesta a esa pregunta a partir de este texto, ese no es el problema que Pablo está analizando. Él enfatiza lo que ya había afirmado: que “todos pecaron” (Rom. 3:23). Necesitamos reconocer que somos pecadores, pues solo así nos daremos cuenta de nuestra necesidad de un Salvador. Aquí Pablo trata de lograr que sus lectores se den cuenta de cuán malo es el pecado y el daño que trajo a este mundo por medio de Adán. Luego muestra que Dios ofrece en Jesús el único remedio para la tragedia de este mundo.

No obstante, este texto solo nos habla del problema, la muerte en Adán, y no la solución, la vida en Cristo. Lo más glorioso del evangelio es que la muerte ha sido sorbida por la vida. Jesús pasó por los portales de la tumba y rompió sus ataduras. Él dice: “[Yo soy] el que vivo, y estuve muerto; y he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apoc. 1:18). Como Jesús tiene las llaves, el enemigo ya no puede retener a sus víctimas en el sepulcro.

¿Cuál ha sido tu experiencia con la realidad y la tragedia de la muerte? ¿Por qué, frente a un enemigo tan implacable, podemos tener una esperanza en algo mayor que nosotros mismos o mayor que cualquier cosa que este mundo pueda ofrecer?


LA LEY DESPIERTA LA NECESIDAD
Miércoles 4 de agosto

Lee Romanos 5:13 y 14. ¿Qué dice Pablo aquí?

La frase “antes de la ley” es paralela a la afirmación “desde Adán hasta Moisés”. Se refiere al tiempo transcurrido desde la creación hasta el Sinaí, antes de la introducción formal de las reglas y leyes del sistema israelita, que incluían, por supuesto, los Diez Mandamientos.

El pecado existió antes del Sinaí. La mentira, el homicidio, el adulterio y la idolatría ¿no eran pecaminosos hasta entonces? Por supuesto que sí.

¿Cuáles son algunos textos que revelan la realidad del pecado antes del Sinaí?

Es cierto que antes del Sinaí el hombre tenía una revelación limitada de Dios, pero sabía suficiente para ser tenido por responsable. Dios es justo y no castigaría a nadie injustamente. Antes del Sinaí la gente moría. La muerte pasó a todos. Aunque no habían pecado contra un mandamiento revelado explícitamente, de todos modos habían pecado. Tenían revelaciones de Dios en la naturaleza, y por no responder a ellas eran tenidos como culpables. “Las cosas invisibles de él [...] se hacen visibles desde la creación del mundo [...] de modo que no tienen excusa” (Rom. 1:20).

¿Con qué propósito se reveló Dios mismo más plenamente en la “ley”? Rom. 5:20, 21.

La instrucción dada en el Sinaí incluía la ley moral, aunque ella había existido antes de eso. Sin embargo, esta fue la primera vez, según la Biblia, que esta ley fue escrita y proclamada.

Cuando los israelitas se compararon con los requerimientos divinos, descubrieron que estaban lejos de alcanzarlos. Es decir, el pecado abundó.

De repente se dieron cuenta de sus transgresiones. Esta revelación los ayudaría a ver su necesidad de un Salvador y los llevaría a aceptar la gracia ofrecida por Dios. La verdadera religión del Antiguo Testamento no era legalista.


EL SEGUNDO ADÁN
Jueves 5 de agosto

“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Rom. 5:18, 19). ¿Qué contraste se nos presenta aquí? ¿Qué esperanza se nos ofrece en Cristo?

De Adán recibimos la sentencia de muerte. Sin embargo, Cristo vino y pasó por el terreno donde cayó Adán, soportando toda prueba en lugar del hombre. Él redimió el desgraciado fracaso y la caída de Adán y, como nuestro sustituto, nos puso en una buena relación con Dios. Por eso, Jesús es el “segundo Adán”.

“El segundo Adán era un ser moral libre, responsable por su conducta. Rodeado por influencias intensamente sutiles y engañosas, estuvo en una condición mucho menos favorable que el primer Adán para vivir una vida sin pecado; sin embargo, en medio de los pecadores, resistió toda tentación a pecar y mantuvo su inocencia. Siempre estuvo sin pecado” (“Comentarios de Elena G. de White”, CBA 6:1.074).

¿De qué modo se contrastan los actos de Adán y de Cristo en Romanos 5:15 al 19?

Considera las ideas opuestas aquí: muerte/vida, desobediencia/obediencia, condenación/justificación, pecado/justicia. ¡Jesús vino y revirtió todo lo que Adán había hecho! También es fascinante que la palabra don aparezca cinco veces en los versículos 15 al 17. ¡Cinco veces! El punto es sencillo: Pablo enfatiza que la justificación no se gana; es un don. Es algo que no merecemos. Como todos los dones, tenemos que buscarlo y aceptarlo. En este caso, lo pedimos por la fe.

¿Cuál es el mejor don (regalo) que alguna vez recibiste? ¿Qué lo hizo tan bueno, tan especial? ¿De qué modo el hecho de que fue un don, a diferencia de algo que hayas ganado, te hizo apreciarlo mucho más? No obstante, ¿cómo puede siquiera compararse ese don con lo que tenemos en Jesús?


PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Viernes 6 de agosto

Lee “Ayuda en la vida cotidiana”, El ministerio de curación, pp. 372-374; Mensajes selectos, t. 1, pp. 449, 450; “La tentación y la caída”, Patriarcas y profetas, pp. 34-37; y, si tienes acceso a la SDA Encyclopedia, lee el artículo “Justification”, t. 1, pp. 839-841.

“Muchos están engañados acerca de la condición de su corazón. No comprenden que el corazón natural es engañoso más que todas las cosas y desesperadamente impío. Se envuelven con su propia justicia y están satisfechos con alcanzar su propia norma humana de carácter” (MS 1:376).

“Hay gran necesidad de que Cristo sea predicado como la única esperanza y salvación. Cuando la doctrina de la justificación por la fe fue presentada [...] llegó a muchos como el agua que recibe el viajero sediento. El pensamiento de que nos es imputada la justicia de Cristo no debido a ningún mérito de nuestra parte, sino como una dádiva gratuita de Dios, pareció un pensamiento precioso” (MS 1:422).

“Las pruebas constituyen parte de la educación en la escuela de Cristo, para purificar a los hijos de Dios de las escorias terrenales. Porque Dios está dirigiendo a sus hijos, se presentan las experiencias angustiosas. Las pruebas y los obstáculos constituyen métodos elegidos por él como disciplina y condiciones para el éxito. Aquel que lee el corazón de los hombres conoce sus debilidades mejor que ellos mismos. Ve que algunos tienen cualidades que, dirigidas correctamente, pueden ser usadas para el adelantamiento de su obra” (HAp 432).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR

1. ¿Cómo te ha sostenido tu fe en grandes pruebas? ¿Qué aprendiste de ellas acerca de ti y de Dios? ¿Qué aprendiste que puede ayudar a otros que estén pasando por momentos difíciles?

2. Piensa en la realidad de la muerte, cómo afecta a la vida y el significado de la vida. Escritores y filósofos han lamentado la falta de sentido último de la vida porque termina en la muerte. ¿De qué modo, como cristianos, les respondemos? ¿Por qué la esperanza que tenemos en Jesús es la única respuesta para esa falta de sentido?

3. Así como la caída de Adán nos impuso una naturaleza caída, la victoria de Jesús nos ofrece la promesa de vida eterna si la aceptamos por fe. Con esta provisión, ¿qué retiene a la gente de pedirla? ¿Cómo podemos ayudar a quienes buscan comprender mejor lo que Cristo ofrece y lo que hizo por ellos?





Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos" / Edición para Adultos

Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don F. Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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miércoles, 28 de julio de 2010

Lección 5: La Justificación y la ley / Comentario de Alejandro Bullón



Comentario del Pr. Alejandro Bullón
Nació en Perú, estudió y se graduó de Teología en el Seminario de la Unión Peruana. Trabajó diez años en su país como consejero de jóvenes, y luego fue invitado a continuar el desarrollo de dicho ministerio en el Brasil. Actualmente es evangelista de la
Voz de la Esperanza. Ex secretario de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana de los Adventistas del Séptimo Día, y evangelista para toda América del Sur. Ha escrito varios libros, tales como "Conocer a Jesús es todo", "La crisis existencial", "Tú eres mi vida" y "Vuelve a casa hijo".



Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos".

Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don F. Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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martes, 27 de julio de 2010

Lección 5: La Justificación y la ley / Comentario de Doug Batchelor



Comentario del Pr. Doug Batchelor.

Director y principal orador del ministerio "Amazing Facts". Desde la Iglesia Central Adventista del Séptimo Día de Sacramento, California, de la cual es su senior pastor.




Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos".
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don Neufeld

Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin

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sábado, 24 de julio de 2010

Lección 5: La Justificación y la ley / Para el 31 de julio de 2010


Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 15:6; 2 Samuel 11, 12; Romanos 3:20-23, 31; 4:1-17; Gálatas 3:19; 1 Juan 3:4.

Para memorizar: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”. Romanos 3:31

ROMANOS 4 llega al fundamento de la doctrina de la salvación por la fe sola. Al usar a Abraham –modelo de santidad y virtud– como un ejemplo de alguien que necesitó ser salvado por gracia, sin las obras de la ley, Pablo no dejó lugar para entenderlo mal. Si las buenas obras y observancia de la ley no eran suficientes para justificarlo ante Dios, ¿qué esperanza tienen los demás? Si tuvo que ser por gracia para Abraham, tiene que ser lo mismo con todos, judíos y gentiles.

En Romanos 4, Pablo revela tres etapas en la salvación: 1) la promesa de bendición divina (promesa de la gracia); 2) la respuesta humana a esa promesa (respuesta de fe); y 3) la declaración de justicia acreditada a los que creen (justificación). Así fue con Abraham, y así es con nosotros.

Recordemos que, para Pablo, la salvación es por gracia; se nos da, sin ser merecedores. Sería una deuda si la mereciéramos, y si es deuda no sería un don. Y como somos caídos, la salvación debe ser un don.

Para mostrar que la salvación es por la fe sola, Pablo cita Génesis 15:6: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Aquí está la justificación por la fe al comienzo de la Biblia.


LA LEY ESTABLECIDA
Domingo 25 de julio

Lee Romanos 3:31. ¿Qué enfatiza Pablo aquí? ¿Por qué eso es importante para nosotros como adventistas?

Aquí Pablo afirma enfáticamente que la fe no anula la ley de Dios. Aun los que guardaron las leyes en el Antiguo Testamento nunca se salvaron por ellas. La religión del Antiguo Testamento, y la del Nuevo, siempre fue por la gracia de Dios dada a los pecadores por la fe.

Lee Romanos 4:1 al 8. ¿Cómo nos muestra esto que, aun en el Antiguo Testamento, la salvación era por fe y no por las obras de la ley?

Leemos en el Antiguo Testamento que Abraham fue contado como justo porque “creyó a Dios”. O sea, el Antiguo Testamento mismo enseña la justificación por la fe. Por ello, decir que la fe “anula” (en griego katargéo, “vuelve inútil”, “invalida”) la ley es falso: la salvación por la fe es una parte integral del Antiguo Testamento. En todo el Antiguo Testamento se enseña la gracia. Por ejemplo, el ritual del Santuario era una representación de cómo se salvaban los pecadores, no por sus propias obras, sino por la muerte de un sustituto en lugar de ellos.

Además, ¿cómo se puede explicar que David fue perdonado después de su sórdida aventura con Betsabé? Ciertamente no fue el guardar la ley lo que lo salvó, porque él violó varios principios de la ley que lo condenaban por numerosas faltas. Si David iba a ser salvado por la ley, entonces no hubiera sido salvo de ningún modo.

Pablo presenta la restauración de David al favor divino como un ejemplo de justificación por fe. El perdón fue un acto de la gracia de Dios. Este es otro ejemplo del Antiguo Testamento de justificación por fe. Aunque muchos llegaron a ser legalistas en el antiguo Israel, la religión judía siempre fue una religión de gracia. El legalismo era una perversión de ella, no su fundamento.

Medita en la caída y la restauración de David (2 Sam. 11, 12; Sal. 51). ¿Qué esperanza puedes obtener de esa triste historia? ¿Qué lección nos da sobre cómo deberíamos tratar en la iglesia a los que han caído?


GRACIA O DEUDA
Lunes 26 de julio

El problema que Pablo trata aquí es más que solo teología. Llega al corazón de la salvación y de nuestra relación con Dios. Si uno cree que debe ganar la aceptación, y alcanzar cierta norma de santidad antes de ser justificado y perdonado, entonces sería natural mirar hacia su interior, y considerarse a uno mismo y sus acciones. La religión se centraría totalmente en uno mismo, que es lo último que necesitamos.

En contraste, si uno acepta la gran noticia de que la justificación es un don de Dios, del todo inmerecido, ¡cuánto más fácil y natural es que nos concentremos en el amor de Dios y su misericordia en vez de centrarnos en el yo!

Y al fin, ¿quién reflejará mejor el amor y el carácter de Dios: el que está absorbido en sí mismo o el que está centrado en Dios?
Lee Romanos 4:6 al 8. ¿De qué manera amplía Pablo el tema de la justificación por fe?

“El pecador debe ir a Cristo con fe, aferrarse de sus méritos, poner sus pecados sobre Aquel que los lleva y recibir su perdón. Debido a esto vino Cristo al mundo. Así se imputa la justicia de Cristo al pecador arrepentido que cree. Llega a ser miembro de la familia real, hijo del Rey celestial, heredero de Dios y coheredero con Cristo” (MS 1:252).

A continuación, Pablo explica que la salvación por fe no era solo para los judíos, sino también para los gentiles (Rom. 4:9-12). En realidad, Abraham no era judío; vino de antepasados paganos (Jos. 24:2). La distinción gentiles-judíos no existía en ese tiempo. Cuando Abraham fue justificado (Gén. 15:6) no era circuncidado. Así, Abraham llegó a ser el padre de los incircuncisos y de los circuncisos, así como un gran ejemplo que Pablo usó para enfatizar la universalidad de la salvación. La muerte de Cristo fue para todos, sin tomar en cuenta su raza o nacionalidad
(Heb. 2:9).

Considerando la universalidad de la Cruz y lo que la Cruz nos cuenta acerca del valor de cada ser humano, ¿por qué el prejuicio racial, étnico o nacional es tan horrible? ¿Cómo podemos reconocer la existencia del prejuicio en nosotros mismos y, por medio de la gracia de Dios, eliminarlo de nuestras mentes?


LA PROMESA Y LA LEY
Martes 27 de julio

“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe” (Rom. 4:13).

En este versículo se contrastan “promesa” y “ley”. Pablo procura establecer una base en el Antiguo Testamento para su enseñanza de la justificación por la fe. Encuentra un ejemplo en Abraham, a quien los judíos aceptaban como su antecesor. La aceptación o justificación había venido a Abraham separada de la ley. Dios prometió a Abraham que sería “heredero del mundo”. Abraham creyó esta promesa; es decir, aceptó lo que ello implicaba. Como resultado, Dios lo aceptó y actuó por medio de él para salvar al mundo. Esto es un buen ejemplo de cómo la gracia actuó en el Antiguo Testamento, y sin duda por eso Pablo lo usó.

Lee Romanos 4:14 al 17. ¿Cómo muestra Pablo aquí que la salvación por la fe era central en el Antiguo Testamento? Ver también Gálatas 3:7 al 9.

Es importante recordar, como dijimos al comienzo, a quiénes les escribe Pablo. Estos creyentes judíos estaban sumergidos en la ley del Antiguo Testamento, y muchos creían que su salvación descansaba en cuán bien guardaban la ley, aun cuando eso no era lo que enseñaba el Antiguo
Testamento.

Al procurar corregir esta idea errada, Pablo alega que Abraham, aun antes de que la ley fuera dada en el Sinaí, recibió la promesa, no por obras de la ley (lo que era difícil, ya que la ley –la Torah y el sistema ceremonial– todavía no existía) sino por fe.

Si Pablo aquí se refería solo a la ley moral, que existía aun antes del Sinaí, el punto es el mismo. ¡Tal vez aún más! Procurar recibir las promesas de Dios por medio de la ley, dijo él, hace que la fe quede anulada hasta ser inútil. Esas son palabras duras, pero su punto es que la fe salva y la ley condena. Está tratando de enseñar que buscar la salvación exactamente a través de aquello que conduce a la condenación es en vano porque todos, judíos y gentiles, hemos violado la ley y, por lo tanto, todos necesitamos lo mismo que Abraham: la justicia salvadora de Jesús acreditada a nosotros por la fe.


LA LEY Y LA FE
Miércoles 28 de julio

Como vimos ayer, Pablo mostró que el trato de Dios con Abraham demostraba que la salvación había venido por medio de la promesa de gracia y no por medio de la fe. Por lo tanto, si los judíos deseaban ser salvos, tendrían que abandonar la confianza en sus obras para ser salvos y aceptar la promesa hecha a Abraham, cumplida ahora con la venida del Mesías. Es lo mismo para todos los que piensan que sus “buenas” obras son todo lo que hace falta para ser justos ante Dios, ya sean judíos o gentiles.

“El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, fundamento de toda religión pagana, ahora había llegado a ser el principio de la religión judía. Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el pecado” (DTG 26). ¿Qué significa esto? ¿Por qué esta idea de que podemos salvarnos mediante nuestras obras nos deja abiertos al pecado?
¿De qué modo Pablo explica la relación entre la ley y la fe en Gálatas? Gál. 3:21-23.

Si hubiera habido una ley que pudiera impartir vida, ciertamente habría sido la ley de Dios. Y, no obstante, Pablo dice que ninguna ley, ni siquiera la de Dios, puede dar vida, porque todos han violado esa ley, y así todos son condenados por ella.

Pero la promesa de fe, más plenamente revelada por medio de Cristo, libera de estar “bajo la ley” a todos los que creen; es decir, los libra de ser condenados y abrumados por tratar de ganar la salvación por medio de ella. La ley llega a ser una carga cuando es presentada sin fe, sin gracia: porque sin fe, sin gracia, sin la justicia que viene por la fe, estar bajo la ley significa estar bajo la carga y la condenación del pecado.

¿Cuán central es la justificación por la fe en tu caminar con Dios? O sea, ¿cómo puedes asegurarte de que no queda borrosa por otros aspectos de la verdad hasta el punto en que pierdes de vista esta enseñanza vital? Después de todo, ¿cuán buenas son esas otras enseñanzas sin ésta?


LA LEY Y EL PECADO
Jueves 29 de julio

Hay quienes dicen que en el Nuevo Pacto la ley ha sido abolida y citan textos para demostrarlo. La lógica de esa afirmación no es sólida, ni lo es su teología.

Lee 1 Juan 2:3 al 6; 3:4; y Romanos 3:20. ¿Qué dicen estos textos acerca de la relación entre la ley y el pecado?

Hace algunos siglos, Jonathan Swift escribió: “Pero ¿dirá algún hombre que si las palabras beber, mentir y robar fueran eliminadas del idioma inglés y los diccionarios, por un decreto del Parlamento, nos despertaríamos a la mañana siguiente sobrios, honestos, justos y amantes de la verdad? ¿Sería esto una consecuencia razonable?” (Jonathan Swift, A Modest Proposal, p. 205).

Del mismo modo, si la ley de Dios ha sido abolida, ¿por qué todavía es pecado mentir, asesinar y robar? Si la ley de Dios se cambió, también debería cambiar la definición de pecado. Si se elimina la ley de Dios, entonces los pecados deberían ser eliminados; pero ¿quién puede creer esto? (Ver 1 Juan 1:7-10; Sant. 1:14, 15).

La ley muestra qué es el pecado. El evangelio señala el remedio para ese pecado: la muerte y resurrección de Jesús. Si no hay ley, no hay pecado; entonces, ¿de qué somos salvos? El evangelio solamente tiene sentido en el contexto de la ley y de su permanente validez.

Algunos dicen que la cruz anuló la ley. Eso es irónico, porque la cruz muestra que la ley no puede ser cambiada. Si Dios no cambió la ley antes de que Cristo muriera, ¿por qué lo haría después? ¿Por qué no eliminó la ley en cuanto la humanidad pecó, para ahorrarle el castigo que trae la violación de la ley? Así Jesús no hubiera tenido que morir. La muerte de Cristo muestra que si la ley se hubiera podido cambiar, debería haberse hecho antes de la cruz. Nada muestra más la permanente validez de la ley que la muerte de Jesús, que ocurrió porque la ley no podía cambiarse. Si se la hubiese podido cambiar, ¿no habría sido esa una mejor solución al problema del pecado?

Si no hubiera ninguna ley divina contra el adulterio, ¿causaría ese acto menos dolor y heridas a las víctimas que lo sufren? ¿Cómo nos ayuda esto a comprender por qué la ley de Dios todavía está en vigencia? ¿Cuál ha sido tu experiencia con las consecuencias de violar la ley de Dios?


PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Viernes 30 de julio

Lee “Cristo el centro del mensaje”, Mensajes selectos, t. 1, 454, 455; “El llamado de Abraham” y “La ley y los dos pactos”, Patriarcas y profetas, pp. 117-120; 378-380; “El Sermón del Monte”, “Controversias” y “Consumado es”, El Deseado de todas las gentes, pp. 272-275; 560, 561; 710-712).

“En aquella época de castas [...] Pablo presentó la gran verdad de la fraternidad humana, declarando que Dios ‘de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra’. A la vista de Dios, todos son iguales” (HAp 196).

“A fin de que el hombre fuera salvado y se mantuviera el honor de la ley, fue necesario que el Hijo de Dios se ofreciera a sí mismo como sacrificio por los pecados. El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros. [...] Su muerte muestra el admirable amor de Dios por el hombre y la inmutabilidad de su ley” (MS 1:282).
“La justicia es obediencia a la ley. La ley demanda justicia y, ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador” (MS 1:430).

“Si Satanás puede tener éxito en conducir a los hombres a valorar sus propias obras como obras de mérito y justicia, sabe que puede vencerlo con sus tentaciones. [...] Pinta los postes de tu puerta con la sangre del cordero del Calvario, y estarás seguro” (Elena G. de White, R&H, 3 de septiembre de 1889).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR

1. ¿Por qué es tan importante comprender la salvación por la fe sola, sin las obras de la ley? ¿De qué errores puede protegernos ese conocimiento? ¿Qué peligros afrontan quienes pierden de vista esta enseñanza bíblica?

2. ¿Qué razones puedes dar para aceptar la validez de la ley de Dios, aun cuando sabemos que su obediencia no nos salva?

3. Por causa de la cruz todos los hombres somos iguales. ¿Por qué hay cristianos que olvidan esta verdad importante y son culpables de prejuicios raciales, étnicos o nacionales?

4. Como pecadores justificados, hemos recibido la gracia y el favor inmerecido de Dios, aunque hemos pecado contra él. ¿Cómo debería esto impactar sobre cómo tratamos a otros? ¿Cuánta gracia y favor tenemos hacia quienes nos han dañado, y no merecen nuestra gracia y favor?





Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos" / Edición para Adultos

Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don F. Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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Lección 5: La Justificación y la ley / Notas de Elena G. de White


La Justificación y la ley
Sábado 24 de julio

Los pecadores deben enfrentar un juicio: deben responder al cargo de transgredir la ley de Dios. Su única esperanza es aceptar a Cristo como su sustituto, porque él ha redimido a la raza caída de la maldición de la ley, habiendo llevado sobre sí mismo la maldición del pecado. Solamente su gracia es suficiente para librar al transgresor de su penalidad. Y todos los que por la gracia de Cristo son obedientes a los mandamientos de Dios, pueden gozar de libertad.

"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". "A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar en este tiempo su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados". "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado" (Romanos 5:1; 3:25; 4:7, 8) (Atlantic Union Gleaner, 19 de agos-to, 1903).

En su escuela, Cristo nos brinda una lección tras otra para enseñamos que no debemos confiar en nuestros méritos sino en los suyos mediante su justicia. Las condiciones de la salvación son presentadas de diversas maneras para que las diferentes mentes reciban las impresiones correctas y no sean engañadas. El arrepentimiento y la fe son las condiciones para que la salvación sea provista. Abraham fue justificado por la fe, pero una fe que llevó a la obediencia. Todos los que creen en la verdad presente deben ser hacedores de la Palabra y mostrar el espíritu perdonador que es indispensable para recibir el perdón divino. El pecador que es perdonado y aceptado mediante Cristo, también perdonará a su hermano con toda sinceridad y de buena voluntad (Signs of the Times, 14 de febrero, 1895).


La ley establecida
Domingo 25 de julio

Sin la gracia de Cristo, el pecador está en una condición desvalida; no puede hacerse nada por él; pero mediante la gracia divina se imparte al hombre poder sobrenatural que obra en la mente, el corazón y el carácter. Mediante la comunicación de la gracia de Cristo, el pecado es discernido en su aborrecible naturaleza y finalmente expulsado del templo del alma. Mediante la gracia, somos puestos en comunión con Cristo para estar asociados con él en la obra de la salvación. La fe es la condición por la cual Dios ha visto conveniente prometer perdón a los pecadores; no porque haya virtud alguna en la fe que haga merecer la salvación, sino porque la fe puede aferrarse a los méritos de Cristo, el remedio provisto para el pecado. La fe puede presentar la perfecta obediencia de Cristo en lugar de la transgresión y la apostasía del pecador. Cuando el pecador cree que Cristo es su Salvador personal, entonces, de acuerdo con la promesa infalible de Jesús, Dios le perdona su pecado y lo justifica gratuitamente. El alma arrepentida comprende que su justificación viene de Cristo que, como su Sustituto y Garante, ha muerto por ella, y es su expiación y justificación. "Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia" (Romanos 4:3-5). La justicia es obediencia a la ley. La ley demanda justicia, y ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre, y Dios recibe, perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama como ama a su Hijo. De esta manera, la fe es contada como justicia y el alma perdonada avanza de gracia en gracia, de la luz a una luz mayor. Puede decir con regocijo: "No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna" (Tito 3:5-7)... Muchos se extravían porque piensan que deben trepar hasta el cielo, que deben hacer algo para merecer el favor de Dios. Procuran mejorar mediante sus propios esfuerzos, sin ayuda. Esto nunca lo pueden realizar. Cristo ha abierto el camino al morir como nuestro sacrificio, al vivir como nuestro ejemplo, al llegar a ser nuestro gran Sumo Sacerdote. Él declara: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida" (Juan 14:6). Si mediante algún esfuerzo propio pudiéramos avanzar un paso hacia la escalera, las palabras de Cristo no serían verdaderas. Pero cuando aceptemos a Cristo, aparecerán las buenas obras como fructífera evidencia de que estamos en el camino de la vida, de que Cristo es nuestro camino y de que estamos recorriendo el verdadero sendero que conduce al cielo (Fe y obras, pp. 103-105)


Gracia o deuda
Lunes 28 de julio

"Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado" (Romanos 4:7,8).

Bien pueden nuestros corazones volverse a nuestro Redentor con la más perfecta con-fianza cuando pensamos en lo que ha hecho por nosotros siendo aún pecadores. Por la fe podemos descansar en su amor. "Al que a mí viene", él dice, "no le echo fuera" (Juan 6:37).

Sería algo terrible estar delante de Dios, vestidos con la ropa del pecado, con su ojo que escudriña cada secreto de nuestras vidas. Pero mediante la eficacia del sacrificio de Cristo podemos aparecer delante de Dios puros y sin mancha, habiendo sido expiados y perdonados nuestros pecados. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiamos de toda maldad" (1 Juan 1:9). El pecador redimido, ataviado con las vestiduras de la justicia de Cristo, puede estar en la presencia de un Dios que odia el pecado, hecho perfecto por los méritos del Salvador.

Solamente por la fe en el nombre de Cristo puede ser salvo el pecador... La fe en Cristo no es obra de la naturaleza, sino la obra de Dios en las mentes humanas, realizada en la misma alma por el Espíritu Santo, que revela a Cristo, como Cristo reveló al Padre. La fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven. Con su poder justificador y santificador, está por encima de lo que los hombres llaman ciencia. Es la ciencia de las realidades eternas. La ciencia humana a menudo es engañosa, pero esta ciencia celestial nunca induce a engaño. Es tan simple que un niño puede entenderla, y sin embargo los hombres más sabios no pueden explicarla. Es inexplicable e inconmensurable, y está más allá de toda expresión humana.

¡Qué amor inenarrable manifestó el Salvador hacia los hijos de los hombres! No solo quita el estigma del pecado, sino también limpia y purifica el alma, y la viste con el ropaje de su propia justicia, el cual no tiene mancha y ha sido tejido en el telar del cielo. No solo quita la maldición del pecador, sino también lo pone en unidad con él mismo y dirige sobre él los brillantes rayos de su justicia (En lugares celestiales, p.51).

La excelencia natural –o religión innata como se la llama– que algunos pueden imaginar que poseen, no tiene ningún peso en la balanza de Dios, porque todos han pecado y están destituidos de su gloria. Los que se creen sabios en su propia opinión deben llegar a comprender su necesidad de la sabiduría divina. Hay una realidad que debe quedar clara en nuestras mentes: El ser humano es una oveja perdida y sin la ayuda divina no puede volver al redil. Solo hay Uno que puede buscarlo y traerlo nuevamente a la santidad y al favor divino: Jesucristo nuestro Redentor. Y sin embargo, ciego, degradado y miserable como está, puede ser redimido si él acepta a Jesús como su Salvador personal y recibe su ayuda para volver a ser leal a Dios (The Youth 's Instruc-tor, 27 de agosto, 1896).


La promesa y la ley
Martes 27 de julio

El Hijo de Dios es el centro del gran plan de redención para todas las dispensaciones. Es el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo y el Redentor de todos los caídos hijos e hijas de Adán durante todo el tiempo de gracia que se le brinde a la humanidad. "En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4: 12). Cristo es la realidad, la luz que sustituye las sombras de las dispensaciones pasadas. Cuando Cristo murió, las sombras y los símbolos cesaron; pero la ley de Dios –por cuya violación se hizo necesario el plan de salvación– fue magnificada y engrandecida. El evangelio de las buenas nuevas trajo gozo a Adán, Noé, Abraham y Moisés, porque les presentó la promesa de un Salvador que vendría; pero el cristiano tiene una luz aún más clara y gloriosa, porque puede contemplar su entrada al Edén que Adán perdió. Los que vivieron antes de la llegada de Cristo, miraban con su fe puesta en el futuro; pero lo que requería fe para ellos, para nosotros ya es seguridad, porque sabemos que Cristo vino como había sido anunciado por los profetas. Y sin embargo, es tan esencial para nosotros tener fe en el Redentor que vino a la tierra para morir como nuestro sacrificio, como era esencial para los antiguos creyentes aceptar al Redentor que estaba representado por las ofrendas y sacrificios (The Bible Echo, 15 de julio, 1893).

El evangelio de las buenas nuevas no debía ser interpretado como algo que permite que los hombres vivan en continua rebelión contra Dios; transgrediendo su ley justa y santa. Los que pretenden entender las Escrituras, ¿por qué no pueden ver que el requisito de Dios bajo la gracia es exactamente el mismo que impuso en el Edén: perfecta obediencia a su ley? En el juicio Dios preguntará a los que dicen ser cristianos: ¿por qué afirmasteis creer en mi Hijo pero continuasteis transgrediendo mi ley? ¿Quién exigió esto de vuestras manos: hollar mis reglas de justicia? "Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los cameros". El evangelio del Nuevo Testamento no es la norma del Antiguo Testamento rebajada para llegar hasta el pecador y salvarlo en sus pecados. Dios pide obediencia de todos sus súbditos, obediencia completa a todos sus mandamientos. Ahora, como siempre, de-manda perfecta justicia como el único título para el cielo. Cristo es nuestra esperanza y nuestro refugio. Su justicia solo es atribuida al obediente. Aceptémosla por fe para que el Padre no encuentre ningún pecado en nosotros. Pero los que han quebrantado la santa ley no tendrán derecho a pedir esa justicia. ¡Ojalá pudiéramos contemplar la inmensidad del plan de salvación como hijos obedientes de todos los requerimientos de Dios, creyendo que tenemos paz con Dios por medio de Jesucristo, nuestro sacrificio expiatorio! (Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1072).


La ley y la fe
Miércoles 28 de julio

Nuestra aceptación delante de Dios es segura solo mediante su amado Hijo, y las buenas obras no son sino el resultado de la obra de su amor que perdona los pecados. Ellas no nos acreditan y nada se nos concede por nuestras buenas obras por lo cual podemos pretender una parte en la salvación de nuestra alma. La salvación es un don gratuito de Dios para el creyente, que solo se le da por causa de Cristo. El alma turbada puede hallar paz por la fe en Cristo, y su paz estará en proporción con su fe y confianza. El creyente no puede presentar sus obras como un argumento para la salvación de su alma.

Pero, ¿no tienen verdadero valor las buenas obras? El pecador que diariamente comete pecados con impunidad, ¿es considerado por Dios con el mismo favor como aquel que por la fe en Cristo trata de obrar con integridad? Las Escrituras contestan: "Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas". El Señor en su providencia divina y mediante su favor inmerecido, ha ordenado que las buenas obras sean recompensadas. Somos aceptados únicamente mediante los méritos de Cristo; y los hechos de misericordia, las obras de caridad que hacemos, son los frutos de la fe y se convierten en una bendición para nosotros, pues los hombres serán recompensados de acuerdo con sus obras. La fragancia de los méritos de Cristo es lo que hace que nuestras buenas obras sean aceptables delante de Dios, y la gracia es la que nos capacita para hacer las obras por las cuales él nos recompensa. Nuestras obras en sí mismas y por sí mismas no tienen mérito. Cuando hayamos hecho todo lo que podamos hacer, debemos consideramos como siervos inútiles. No merecemos el agradecimiento de Dios, pues solo hemos hecho lo que era nuestro deber hacer, y nuestras obras no podrían haber sido hechas con la fortaleza de nuestra propia naturaleza pecaminosa (Comentario bíblico adventista, tomo 5, p. 1096).

La ley exige completa obediencia durante toda la vida humana, por lo tanto la obediencia actual no puede expiar ni un solo pecado pasado. Por otra parte, sin un corazón renovado por la gracia de Cristo no podemos obedecer la ley divina. Nuestros corazones son malos por naturaleza y no pueden producir cosa buena. "¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie" (Job 14:4). Todo lo que el ser humano puede hacer sin Cristo está contaminado con egoísmo y pecaminosidad. Aquel que está tratando de alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está intentando lo imposible. Es verdad que nadie puede ser salvado en la desobediencia, pero sus obras provienen de Cristo quien obra en él tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. Si el ser humano pudiera salvarse por sus propias obras, tendría algo de lo cual regocijarse, pero no puede hacerlo, puesto que es solamente por la gracia de Cristo que puede recibir el poder para realizar buenas obras (The General Conference Bulletin, 5 de marzo, 1895).


La ley y el pecado
Jueves 29 de julio

Es sofistería de Satanás la idea de que la muerte de Cristo introdujo la gracia para ocupar el lugar de la ley. La muerte de Jesús no modificó ni anuló ni menoscabó en el menor grado la ley de los Diez Mandamientos. Esa preciosa gracia ofrecida a los hombres por medio de la sangre del Salvador, establece la ley de Dios. Desde la caída del hombre, el gobierno moral de Dios y su gracia son inseparables. Ambos van de la mano a través de todas las dispensaciones. "La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron" (Salmo 85: 10).

Jesús, nuestro Sustituto, aceptó cargar por el hombre con la penalidad de la ley transgredida. Cubrió su divinidad con humanidad y de ese modo llegó a ser el Hijo del Hombre, un Salvador y Redentor. El hecho mismo de la muerte del amado Hijo de Dios a fin de redimir al hombre, muestra la inmutabilidad de la ley divina. ¡Cuán fácilmente, desde el punto de vista del transgresor, Dios podría haber abolido su ley, proveyendo así una vía por la cual los hombres pudieran salvarse y Cristo permanecer en el cielo! La doctrina que enseña libertad, mediante la gracia, para quebrantar la ley, es un engaño fatal. Todo transgresor de la ley de Dios es un pecador, y nadie puede ser santificado mientras vive conscientemente en pecado.

La condescendencia y la agonía del amado Hijo de Dios no fueron soportadas para concederle al hombre libertad para transgredir la ley del Padre y no obstante sentarse con Cristo en su trono. Fueron para que mediante los méritos de Jesús, y el ejercicio del arrepentimiento y la fe, hasta el pecador más culpable pudiera recibir perdón y obtener fortaleza para vivir una vida de obediencia. El pecador no es salvado en sus pecados, sino de sus pecados (Fe y obras, pp. 29, 30).

Pero siempre es el propósito de Satanás invalidar la ley de Dios y tergiversar el verdadero significado del plan de salvación. En consecuencia, ha originado la falsedad de que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario tenía el propósito de liberar a los hombres de la obligación de guardar los mandamientos de Dios. Ha introducido en el mundo el engaño de que Dios ha abolido su constitución, desechado su norma moral, y anulado su ley santa y perfecta. Si él hubiera hecho esto, ¡qué terrible precio habría pagado el Cielo! En vez de proclamar la abolición de la ley, la cruz del Calvario proclama con sonido de trueno su inmutabilidad y carácter eterno. Si la ley hubiera podido ser abolida, y mantenido el gobierno del cielo y la tierra y los innumerables mundos de Dios, Cristo no habría necesitado morir. La muerte de Cristo iba a resolver para siempre el interrogante acerca de la validez de la ley de Jehová. Habiendo sufrido la completa penalidad por un mundo culpable, Jesús se constituyo en el Mediador entre Dios y el hombre, a fin de restaurar para el alma penitente el favor de Dios al proporcionarle la gracia de guardar la ley del Altísimo. Cristo no vino a abrogar la ley o los profetas, sino a cumplirlos hasta en la última letra. La expiación del Calvario vindicó la ley de Dios como santa, justa y verdadera, no solamente ante el mundo caído sino también ante el cielo y ante los mundos no caídos. Cristo vino a magnificar la ley y engrandecerla (Fe y obras, p. 122).

La obediencia a la ley de Dios es la condición de la salvación. Muchos declaran que al dar su vida para redimir a la raza humana, Cristo abolió la ley de Dios. Pero fue justamente porque la ley divina no podía ser abolida que Cristo murió como víctima de las transgresiones del mundo. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). La muerte de Cristo en la cruz del Calvario es la evidencia más fuerte que se puede dar al mundo de que la ley divina es inmutable (Review and Herald, 5 de septiembre, 1907


Para estudiar y meditar
Viernes 30 de julio

Mensajes selectos, tomo 1, pp. 454, 455; Patriarcas y profetas, pp. 117-120; 378-380; El Deseado de todas las gentes, pp. 272-275; 560, 561; 710-712.





Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos" / Notas de Elena G. de White
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don Neufeld

Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin

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Lección 5: La Justificación y la ley / Edición auxiliar para Maestros


Texto Clave: “¿Que, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios". Romanos 4:1, 2

Enseña a tu clase a:

Saber explicar por qué la comprensión de la fe en las provisiones de Dios para nuestra justicia fueron el fundamento de una relación correcta con él a lo largo de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Sentir las bendiciones de la justificación por la fe.
Hacer un abandono de nuestras obras como medio de salvación.


Bosquejo de la lección

Saber: La fe de Abraham

A. ¿Por qué fue Abraham, el padre de los circuncidados e incircuncisos, contado como justo? ¿Cuál es la importancia de saber que este acto de contar su fe como justicia ocurrió mucho antes de la distinción entre judíos y gentiles, la promulgación de la ley en el Sinaí o la muerte de Cristo en la cruz?
B. ¿Por qué la justificación por la fe, en vez de la justificación por la observancia de la ley, fue una creencia vital para todas las personas en todas las épocas?

II. Sentir: Las bendiciones de la justificación

A. Aunque David pecó gravemente, ¿cómo pudo Dios perdonarlo?
B. ¿Cuáles son las bendiciones que vienen por la justificación por la fe? (Rom. 4:6-8).

III. Hacer: Abandonar el yo por Cristo

A. Por cuanto la ley no da vida ni justicia, sino solo distingue entre la justicia y el pecado, ¿qué hacemos para llegar a ser justos y tener la vida eterna?
B. ¿Cómo han de relacionarse con la ley aquellos que son salvos por el sacrificio de Cristo?

Resumen: Todas las personas de todas las épocas afrontaron la misma necesidad de abandonar todo esfuerzo de procurar su salvación siguiendo reglas o ritos. La salvación solo viene al permitir que Dios nos haga justos mediante la sangre de Jesucristo que fue derramada en nuestro favor.


Paso 1 ¡Motiva!

Ciclo de aprendizaje

Concepto clave para el crecimiento espiritual: Dios es la fuente de la justicia en su ley y de la gracia manifestada en la muerte expiatoria de Jesucristo que nos salva del pecado.

Solo para los maestros: En esta lección, analizamos y exploramos la relación entre la ley de Dios y su gracia.

Imagínate que estás en una escuela que ofrece solo una de dos calificaciones: aprobación o desaprobación. El único problema sería que para aprobar necesitas la nota máxima en cada prueba, cada examen, cada monografía. Aun una respuesta equivocada, una sola, arruinaría tus posibilidades de aprobar. En otras palabras, podrías tener todas tus respuestas correctas, en cada ocasión, pero si te equivocaras en la última pregunta del último examen, obtendrías la misma nota de desaprobación que alguien que respondió mal a todas las preguntas de todos los exámenes.

En un sentido, así es la salvación. Necesitamos una calificación absolutamente perfecta para salvarnos, una santidad absolutamente perfecta, una obediencia absolutamente perfecta a la ley de Dios. Cualquier cosa menos que eso conduce a una nota de desaprobación. El santo más maravilloso que tuviera la falla más mínima de carácter está en la misma situación que el criminal más degenerado y malvado. Sin una justicia absoluta, estamos perdidos.

Pero, supongamos que en esa escuela hubiera un alumno que no solo obtuviera una nota perfecta, sino que ofreciera compartirla contigo. Es decir, su calificación perfecta sería tuya, la única manera en que podrías aprobar. En un sentido, eso es el evangelio. Ninguno de nosotros tiene una nota de aprobación. Todos hemos fallado en más de una pregunta, sin duda, porque todos hemos violado la ley. Solo Jesús tiene una justicia perfecta, y la buena noticia del evangelio es que él ofrece esa justicia perfecta a todos los que la piden por fe.

Considera: La ley de Dios proviene de su justicia, su bondad y su gracia. Por lo tanto, ¿por qué no tiene sentido que sencillamente la eliminara, como creen muchos cristianos?


Paso 2 ¡Explora!

Comentario de la Biblia

I. Abraham (Repasa con tu clase Gén. 15:6; y Rom. 4.)

Como humanos tendemos a poner a otros humanos sobre un pedestal, ¡a veces literalmente! Esta tendencia es cierta en la manera en que los cristianos consideramos a los personajes bíblicos y a otros grandes héroes de la fe. Lo que olvidamos es que ellos son héroes de fe. Son lo que son porque tuvieron fe en lo que Dios podía hacer por medio de ellos y en favor de ellos, no porque nacieron con un gen especial de santidad que a todos los demás nos falta.

Considera a Abraham. Abraham es reverenciado por tres religiones mundiales que concuerdan en muy pocas otras cosas. En el mundo antiguo, aun los paganos consideraron a Abraham como un personaje digno de respeto. El emperador romano pagano Alejandro Severo (que gobernó del 222 al 235 d.C.), en forma totalmente equivocada, incluyó en su capilla privada bustos de Abraham, de Moisés y de Jesús, junto con los de Orfeo y Apolonio de Tiana.

No obstante, ¿en qué residió la grandeza de Abraham? “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” afirma Romanos 4:3, citando Génesis 15:6.

Abraham necesitaba que la justicia le fuera acreditada a él porque no era justo por sí mismo. Cometió errores. Algunas veces basó sus decisiones en la cobardía y la incredulidad. Por ejemplo, repasa Génesis 12:10 al 20, donde niega que Sarai era su mujer y permitió que ella fuera llevada por el faraón como una de sus concubinas, y repitió el mismo error con Abimelec en Génesis 20. Y además está su decisión, en Génesis 16, de ayudarle a Dios a cumplir la promesa que Dios le había hecho de darle un hijo. O sea, una mirada detallada revela que la vida de Abraham estuvo tan plagada de fracasos como la de cualquiera de nosotros, y los de él están registrados en las Escrituras.

Tampoco el linaje de Abraham fue especialmente santo, aunque el pueblo judío del tiempo de Pablo se enorgullecía mucho por ser del linaje de Abraham. Abraham fue descendiente de Noé, como lo fueron todos los demás habitantes de la tierra. Aunque los muy malvados antediluvianos habían muerto sin dejar herederos, los descendientes de Noé pronto mostraron que tenían un gran talento para traicionar y chasquear a Dios. Estos fueron los antepasados de Abraham.
Ni la predisposición de Abraham a la bondad y la santidad, ni su herencia fueron cosas que lo hicieron especialmente notable, pero Abraham fue especial, como cualquiera de nosotros puede ser especial, porque creyó que Dios podía cambiarlo, obrar por medio de él y bendecir al mundo por su medio. Él creyó a Dios, Dios lo aceptó como justo y lo hizo capaz de ser justo.

Considera: Así como Dios quería que Abraham bendijera a todo el mundo a pesar de sus fallas personales, Dios quiere bendecir a todo el mundo por medio de todos nosotros. ¿De qué manera la historia de Abraham te inspira a creer en Dios como Dios cree en ti?


II. Por gracia, por medio de la fe (Repasa con tu clase Rom. 4:13-16; y Efe. 2:8.)

Gracia y fe son palabras que generalmente se encuentran muy cercanas en el Nuevo Testamento. Efesios 2:8 nos dice que “por gracia sois salvos por medio de la fe”. La fe es la única forma en que podemos llegar a Dios. Pero aun la fe sería inútil si Dios primero no nos hubiera alcanzado. El acto de Dios de alcanzarnos es un acto de gracia, un favor inmerecido. En el Antiguo Testamento la palabra que generalmente se ha traducido como gracia se refiere a la consideración o el favor de una persona hacia otra, a menudo sin motivo o razón aparente. Usada teológicamente en el Nuevo Testamento, significa lo mismo, excepto que Dios es quien nos ve y nos ama sencillamente por lo que él es y hace.

Además de la gracia, está la ley de Dios. Dios nos dio los mandamientos, y todo lo que tenemos que hacer es obedecerlos. Después de todo, son solo diez. Tratamos de hacerlo con mucha energía. Pero la realidad es que, sin Dios, no tenemos la capacidad de obedecer aun esas diez verdades sencillas.

¿Puede Dios sencillamente dejar a un lado todos o algunos de los requerimientos de la ley? No sin comprometer su justicia y su santidad. Pero Dios puede extendernos más gracia, y lo hace; eso lo percibimos y recibimos mediante la fe. Por causa de la vida perfecta y del sacrificio expiatorio de su Hijo, Dios nos considera como participantes de la justicia de Jesús.

Considera: ¿Cómo ejercitamos el don de la fe que Dios nos da para recibir su gracia salvadora?


Paso 3 ¡Explora!

Solo para los maestros: Anima a tus alumnos a usar estas preguntas para pensar acerca de la relación entre la gracia y la ley de Dios.

Preguntas para reflexionar:

1. Muchas personas, en el tiempo de Pablo, estaban confundidas acerca de la relación entre la ley y la gracia. Algunos creían que era necesario obedecer la ley a fin de ser dignos de recibir la gracia. Otros aun pensaban que era posible obedecer la ley sin referencia a la gracia, recibiendo la salvación como una cuenta a cobrar, por así decirlo. ¿Cuál es la relación correcta entre la gracia y la ley?

2. Una de las razones de que la ley no puede ser cambiada o abolida es que los principios que están detrás de ella representan la voluntad y el carácter de Dios y son, por lo tanto, eternamente válidos. ¿Cómo describirías esos principios en dos o tres frases?

3. ¿Por qué la creencia de que uno llega al cielo o logra la salvación por medio de las buenas obras todavía está tan generalizada, aun en círculos cristianos?

Preguntas de aplicación:

1. Aun con el conocimiento de que somos salvos por la gracia, tendemos a obsesionarnos con nuestras propias realizaciones. ¿Cuáles son los peligros de esta obsesión? ¿Cómo podemos volver a la idea correcta?

2. Aunque Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento enfatizan con claridad la universalidad de la salvación por Cristo, ¿cómo –aun en la iglesia cristiana– todavía levantamos barreras que son equivocadas?

3. Abraham creyó la promesa de Dios, y la señal de esa creencia fue la circuncisión. ¿Cuáles son las señales externas por las cuales indicamos nuestra creencia hoy?


Paso 4 ¡Aplica!

Solo para los maestros: Esta semana hemos aprendido que la ley de Dios todavía es válida por causa de la salvación del pecado que recibimos en Jesucristo, y no a pesar de ella.

La ley de Dios no es arbitraria. Podemos ver esto especialmente en los Diez Mandamientos, que resumen las reglas para la conducta humana hacia Dios y hacia los demás. Aun el creyente que cree más firmemente que la ley fue anulada en el Nuevo Testamento no desearía vivir en una sociedad en la cual las personas ignoraran los principios involucrados en los Diez Mandamientos, o los consideraran opcionales.

Escribe uno o más de los Diez Mandamientos en una pizarra o en un papel grande. Pide a uno de los miembros de la clase que lo lea en voz alta. Pregunta qué principio podría estar detrás de ese mandamiento, y de qué manera uno podría aplicarlo.






Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos" / Edición Auxiliar para Maestros de Escuela Sabática.

Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don F. Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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lunes, 19 de julio de 2010

Lección 4: Justificados por la fe / Comentario de Doug Batchelor



Comentario del Pr. Doug Batchelor.

Director y principal orador del ministerio "Amazing Facts". Desde la Iglesia Central Adventista del Séptimo Día de Sacramento, California, de la cual es su senior pastor.




Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos".
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don Neufeld

Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin

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domingo, 18 de julio de 2010

Lección 4: Justificados por la fe / Comentario de Alejandro Bullón



Comentario del Pr. Alejandro Bullón
Nació en Perú, estudió y se graduó de Teología en el Seminario de la Unión Peruana. Trabajó diez años en su país como consejero de jóvenes, y luego fue invitado a continuar el desarrollo de dicho ministerio en el Brasil. Actualmente es evangelista de la
Voz de la Esperanza. Ex secretario de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana de los Adventistas del Séptimo Día, y evangelista para toda América del Sur. Ha escrito varios libros, tales como "Conocer a Jesús es todo", "La crisis existencial", "Tú eres mi vida" y "Vuelve a casa hijo".



Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos".

Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don F. Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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sábado, 17 de julio de 2010

Lección 4: Justificados por la fe / Para el 24 de julio de 2010


Lee Para el Estudio de esta Semana: Romanos 3:19-28.

Para memorizar: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”. (Rom. 3:28)

LLEGAMOS AHORA al tema básico de Romanos: la justificación por la fe. El transgresor llega ante el juez y es condenado a muerte por sus transgresiones. Pero un sustituto toma los crímenes de él sobre sí, dejándolo sin culpa y –por aceptar al sustituto– el juez no solo lo libera, sino lo considera como inocente del crimen que lo llevó a la corte. Es que el sustituto –que tiene un registro perfecto– ofrece al criminal perdonado su propia observancia perfecta de la ley. Así, el culpable queda como si nunca hubiera transgredido la ley.

Nadie dice que la persona era inocente. Al contrario, es claramente culpable. La buena noticia es que, a pesar de su culpa, es perdonada.

Cada uno de nosotros es el criminal. Jesús, el sustituto, tiene un registro perfecto y toma nuestro lugar en la corte; le aceptan su justicia en lugar de nuestra injusticia. Por eso somos justificados ante Dios; no por nuestras obras, sino por causa de Jesús, cuya justicia llega a ser nuestra al aceptarla “por fe”. De aquí el término “justificación por fe”. No importa el pasado: cuando aceptamos a Jesús, estamos delante de Dios en la justicia de él, la única que puede salvarnos.

¡Esas sí que son buenas noticias! No pueden ser mejores.


La Obras de la Ley
Domingo 18 de julio

Lee Romanos 3:19 y 20. ¿Qué está diciendo Pablo aquí acerca de la ley, lo que hace, y lo que no hace o no puede hacer? ¿Por qué es tan importante que comprendamos este punto?

Pablo está usando el término ley en su sentido amplio, como lo entendían los judíos de su tiempo. Con el término torah (la palabra hebrea para “ley”), un judío aun hoy piensa específicamente en las instrucciones que Dios dio en los primeros cinco libros de Moisés, pero también, en forma más general, en todo el Antiguo Testamento. La ley moral, la amplificación de ésta en los estatutos y juicios, así como los preceptos ceremoniales, era una parte de esta instrucción. Por causa de esto, podemos pensar aquí que la ley era todo el sistema judaico.

Estar bajo la ley significa estar bajo su jurisdicción. La ley revela las faltas de una persona y su culpa ante Dios. Sin embargo, la ley no puede eliminar dicha culpa; lo que puede hacer es conducir al pecador a buscar un remedio para ella.

Al aplicar el libro de Romanos a nuestros días, pensamos en la ley específicamente en términos de la ley moral. Esta ley no puede salvarnos más de lo que podía salvar el sistema del judaísmo a los judíos. Salvar a un pecador no es la función de la ley moral. Su función es revelar el carácter de Dios y mostrar a la gente dónde falla en reflejar ese carácter.

Cualquiera que fuera la ley –moral, ceremonial, civil o todas combinadas–, el guardar alguna de ellas o todas no hacía que un hombre fuera justo a la vista de Dios. De hecho, la ley nunca tuvo la intención de hacer eso. Por el contrario, la ley señala nuestras fallas y nos conduce a Cristo.

La ley no puede salvarnos, así como los síntomas de una enfermedad no pueden curarla. Los síntomas no curan: señalan la necesidad de una cura. Así funciona la ley.

¿Cuánto éxito has tenido en tus esfuerzos por guardar la ley? ¿Qué debe decirte esa respuesta acerca de la inutilidad de tratar de ser salvo por guardar la ley?


Fe y Justicia
Lunes 19 de julio

“Ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas” (Rom. 3:21). ¿Cómo debemos entender lo que significa este texto?

Esa nueva justicia contrasta con la justicia de la ley, que era la justicia con la cual los judíos estaban familiarizados. La nueva justicia es llamada “la justicia de Dios”; es decir, una justicia que viene de Dios, una justicia que Dios provee y la única que él acepta como la verdadera justicia.

Esta es, por supuesto, la justicia que Jesús produjo en su vida mientras estuvo en carne humana, una justicia que él ofrece a todos los que la acepten por fe, que la reclamen como de ellos, no porque la merezcan, sino porque la necesitan.

“La justicia es la obediencia a la ley. La ley demanda justicia y, ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre, y Dios recibe, perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama como ama a su Hijo” (MS 1:430). ¿De qué modo puedes aprender a aceptar esta maravillosa verdad para ti mismo? (Ver también Rom. 3:22.)

Aquí se habla de la fe en Jesucristo. Al actuar en la vida cristiana, la fe es mucho más que un asentimiento intelectual; es más que solo un reconocimiento de ciertos hechos acerca de la vida de Cristo y de su muerte.

En cambio, la verdadera fe en Jesucristo es aceptarlo como Salvador, Sustituto, Garante, y Señor. Es elegir su forma de vida. Es confiar en él y procurar, por fe, vivir de acuerdo con sus mandamientos.


Gracia y Justificación
Martes 20 de julio

Recordando lo que hemos estudiado acerca de la ley y lo que la ley no puede hacer, lee Romanos 3:24. ¿Qué dice Pablo aquí? ¿Qué significa que la redención es en Jesús?

¿Qué es “justificar”? La palabra griega dikaióo, traducida como “justificar”, puede significar “hacer justo”, “declarar justo”, o “considerar justo”. La palabra es derivada de dikaiosúne, “justicia”, y la palabra dikaíoma, “requerimiento justo”. Por eso, hay una conexión estrecha entre “justificación” y “justicia”, conexión que no siempre se observa en las diversas traducciones.

Somos justificados cuando somos “declarados justos” por Dios. Antes de esta justificación, una persona es injusta y no aceptable para Dios; después de la justificación, ella es considerada justa y, por eso, aceptable para Dios.

Y esto es solo por la gracia de Dios. Gracia significa favor. Cuando un pecador busca a Dios por salvación, es un acto de gracia declarar que esa persona es justa. Es un favor inmerecido, y el creyente es justificado sin ningún mérito propio, sin ningún alegato para presentar a Dios en su favor, excepto su total impotencia. La persona es justificada por medio de la redención que es en Cristo Jesús, y que él ofrece como sustituto y garantía del pecador.

La justificación se presenta en Romanos como un acto puntual; es decir, sucede en un punto en el tiempo. En un momento el pecador está afuera, injusto, no aceptado; al momento siguiente, después de la justificación, la persona está adentro, aceptada, justa.

La persona que está en Cristo considera la justificación como un acto pasado, que sucedió cuando él se entregó plenamente a Cristo. “Siendo justificados” (Rom. 5:1) es, literalmente “habiendo sido justificados”.

Por supuesto, si el pecador justificado llega a apartarse, y luego regresa a Cristo, la justificación ocurrirá nuevamente. Además, si la reconversión se considera una experiencia diaria, en un sentido la justificación podría considerarse una experiencia repetida.

Siendo que la buena noticia de la salvación es tan buena, ¿qué impide que la gente la acepte? En tu propia vida, ¿qué clase de cosas te retienen de todo lo que él te promete y te ofrece?


"Su Justicia"
Miércoles 21 de julio

En Romanos 3:25, Pablo continúa dando la gran noticia de la salvación. Él usa una palabra especial, “propiciación”. En griego es hilastérion, que aparece en el Nuevo Testamento solo aquí y en Hebreos 9:5, donde se la ha traducido como “propiciatorio”. En Romanos 3:25, al describir la ofrenda de la justificación y la redención por medio de Cristo, la propiciación representa el cumplimiento de lo que simbolizaba el propiciatorio (la tapa del Arca del Pacto) en el Santuario del Antiguo Testamento. Esto significa que, por su muerte como sacrificio, Jesús es presentado como el medio de salvación y representa a Aquel que provee la propiciación. Dios hizo lo que había que hacer para salvarnos.

El texto también dice “haber pasado por alto” los pecados pasados. Nuestros pecados nos hacen inaceptables para Dios. No podemos hacer nada por nosotros mismos para cancelar nuestros pecados. Pero Dios ha provisto una manera para que los pecados puedan ser perdonados: por la
fe en la sangre de Cristo.

El griego usa la palabra parésis, es decir “pasar por alto”. Esto no es ignorar los pecados. Dios puede pasar por alto los pecados pasados porque Cristo pagó la penalidad por los pecados de todos los hombres. Por eso, todo el que tiene “fe en su sangre” recibe el perdón de sus pecados, porque Cristo ya murió por ellos (1 Cor. 15:3).

Lee Romanos 3:26 y 27. ¿Qué destaca Pablo aquí?

La buena noticia es que los hombres disponen de “su justicia [la de Dios]”, que nos llega, no por obras ni por méritos, sino por la fe en Jesús y lo que él hizo por nosotros.

Por la cruz del Calvario, Dios puede declarar justos a los pecadores, y todavía ser justo ante el universo. Satanás no puede acusar a Dios, porque el Cielo hizo el sacrificio supremo. Satanás acusaba a Dios por pedir de los hombres más de lo que él estaba dispuesto a dar. La Cruz refuta esta acusación.

Satanás esperaba que Dios destruyera al mundo después de que entró el pecado; en cambio, Dios envió a Jesús para salvarlo. ¿Qué nos dice esto acerca del carácter de Dios? ¿Cómo nuestro conocimiento de su carácter impacta la forma en que vivimos? ¿Qué harás en forma diferente en el futuro como resultado de saber cómo es Dios?


Fe y Obras
Jueves 22 de julio

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28). ¿Significa que no se requiere que obedezcamos la ley, aun si ella no nos salva? Explica tu respuesta.

En el contexto histórico, Pablo hablaba en Romanos 3:28 de la ley en su sentido amplio: el sistema judaico. No importa cuán a conciencia un judío tratara de vivir bajo ese sistema, si no aceptaba a Jesús como el Mesías, no sería justificado.

Pablo afirma que la ley de la fe excluye la jactancia (Rom. 3:27). Si un hombre fuera justificado por sus propios actos, podría jactarse de ello. Pero como es justificado por fe en Jesús, es claro que el crédito pertenece a Dios, quien justifica al pecador.

“¿Qué es la justificación por la fe?” Elena de White responde: “Es la obra de Dios que abate en el polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que éste no puede hacer por sí mismo” (TM 456).

Las obras de la ley no pueden expiar los pecados. La justificación no puede ser ganada. Se recibe solo por fe en el sacrificio expiatorio de Cristo. Por lo tanto, las obras de la ley no tienen nada que hacer con la justificación. Ser justificado sin obras significa ser justificado sin que tengamos
nada que merezca la justificación.

Pero muchos cristianos han entendido y aplicado mal este texto. Dicen que todo lo que uno tiene que hacer es creer, y minimizan las obras o la obediencia a la ley moral. En esto entienden muy mal a Pablo. En Romanos, y en otras partes, Pablo asigna gran importancia a la observancia
de la ley moral. Jesús, Santiago y Juan también lo hicieron (Mat. 19:17; Rom. 2:13; Sant. 2:10, 11; Apoc. 14:12). Pablo destaca que, aunque la obediencia a la ley no es el medio para justificarnos, quien es justificado por fe guarda la ley de Dios y, de hecho, es el único que puede guardar la ley. Una persona que no ha sido justificada nunca puede cumplir los requerimientos de la ley.

¿Por qué es tan fácil pensar que, por cuanto la ley no nos salva, no necesitamos guardarla? ¿Has racionalizado alguna vez el pecado al pedir la justificación por la fe? ¿Por qué esa es una posición muy peligrosa? ¿Dónde estaríamos sin la promesa de la salvación, aun cuando estemos tentados a abusar de ella?


Para estudiar y meditar
Viernes 23 de julio

Lee “La justicia de Cristo en la ley”, “Venid y buscad y encontrad” y “La perfecta obediencia mediante Cristo”, Mensajes selectos, t. 1, pp. 278-282; 389-393; 438, 439; y “Dónde hallar la verdad”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 98, 99.

“El carácter de Cristo toma el lugar del tuyo, y eres aceptado por Dios como si no hubieras pecado” (CC 62).

“La gracia es un favor inmerecido. Los ángeles, que no saben nada del pecado, no comprenden qué significa que se les extienda la gracia, pero nuestra pecaminosidad demanda la dádiva de la gracia de un Dios misericordioso” (MS 1:389, 390).

“La fe es la condición por la cual Dios ha visto conveniente prometer perdón a los pecadores. No es que haya virtud alguna en la fe, que haga merecer la salvación, sino que la fe, aferrándose a los méritos de Cristo, proporciona el remedio para el pecado. La fe puede presentar la perfecta obediencia de Cristo en lugar de la transgresión y apostasía del pecador. Cuando el pecador cree que Cristo es su Salvador personal, entonces, de acuerdo con la promesa infalible de Jesús, Dios le perdona su pecado y lo justifica gratuitamente. El alma arrepentida comprende que su justificación viene de Cristo que, como sustituto y garantía, ha muerto por ella, y es su expiación y justificación” (MS 1:430).

“Aunque la ley no puede remitir el castigo del pecado, sino cargar al pecador con toda su deuda, Cristo ha prometido perdón abundante a todos los que se arrepienten y creen en su misericordia. El amor de Dios se extiende en abundancia hacia el alma arrepentida y creyente. El sello del
pecado en el alma puede ser raído solamente por la sangre del Sacrificio expiatorio. [...] La obra de Cristo, su vida, humillación, muerte e intercesión por el hombre perdido magnifican la ley y la hacen honorable” (MS 1:435, 436).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR

1. Lee otra vez los textos estudiados y escribe un párrafo resumiendo lo que dicen. Compartan los párrafos escritos por cada uno.

2. Piensa lo que costó salvarnos: la muerte del Hijo de Dios. ¿Qué nos dice esto acerca de cuán malo es el pecado? Si dejáramos de pecar y nunca más lo hiciéramos, ¿por qué esto no sería suficiente para hacernos justos delante de Dios? ¿Cómo esto nos motiva para resistir la tentación
a pecar?

3. ¿De qué forma es posible abusar de esta buena noticia de la justificación por la fe sola? ¿En qué trampa cae quien comete un abuso tal?





Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos" / Edición para Adultos

Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don F. Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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