sábado, 24 de julio de 2010

Lección 5: La Justificación y la ley / Edición auxiliar para Maestros


Texto Clave: “¿Que, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios". Romanos 4:1, 2

Enseña a tu clase a:

Saber explicar por qué la comprensión de la fe en las provisiones de Dios para nuestra justicia fueron el fundamento de una relación correcta con él a lo largo de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Sentir las bendiciones de la justificación por la fe.
Hacer un abandono de nuestras obras como medio de salvación.


Bosquejo de la lección

Saber: La fe de Abraham

A. ¿Por qué fue Abraham, el padre de los circuncidados e incircuncisos, contado como justo? ¿Cuál es la importancia de saber que este acto de contar su fe como justicia ocurrió mucho antes de la distinción entre judíos y gentiles, la promulgación de la ley en el Sinaí o la muerte de Cristo en la cruz?
B. ¿Por qué la justificación por la fe, en vez de la justificación por la observancia de la ley, fue una creencia vital para todas las personas en todas las épocas?

II. Sentir: Las bendiciones de la justificación

A. Aunque David pecó gravemente, ¿cómo pudo Dios perdonarlo?
B. ¿Cuáles son las bendiciones que vienen por la justificación por la fe? (Rom. 4:6-8).

III. Hacer: Abandonar el yo por Cristo

A. Por cuanto la ley no da vida ni justicia, sino solo distingue entre la justicia y el pecado, ¿qué hacemos para llegar a ser justos y tener la vida eterna?
B. ¿Cómo han de relacionarse con la ley aquellos que son salvos por el sacrificio de Cristo?

Resumen: Todas las personas de todas las épocas afrontaron la misma necesidad de abandonar todo esfuerzo de procurar su salvación siguiendo reglas o ritos. La salvación solo viene al permitir que Dios nos haga justos mediante la sangre de Jesucristo que fue derramada en nuestro favor.


Paso 1 ¡Motiva!

Ciclo de aprendizaje

Concepto clave para el crecimiento espiritual: Dios es la fuente de la justicia en su ley y de la gracia manifestada en la muerte expiatoria de Jesucristo que nos salva del pecado.

Solo para los maestros: En esta lección, analizamos y exploramos la relación entre la ley de Dios y su gracia.

Imagínate que estás en una escuela que ofrece solo una de dos calificaciones: aprobación o desaprobación. El único problema sería que para aprobar necesitas la nota máxima en cada prueba, cada examen, cada monografía. Aun una respuesta equivocada, una sola, arruinaría tus posibilidades de aprobar. En otras palabras, podrías tener todas tus respuestas correctas, en cada ocasión, pero si te equivocaras en la última pregunta del último examen, obtendrías la misma nota de desaprobación que alguien que respondió mal a todas las preguntas de todos los exámenes.

En un sentido, así es la salvación. Necesitamos una calificación absolutamente perfecta para salvarnos, una santidad absolutamente perfecta, una obediencia absolutamente perfecta a la ley de Dios. Cualquier cosa menos que eso conduce a una nota de desaprobación. El santo más maravilloso que tuviera la falla más mínima de carácter está en la misma situación que el criminal más degenerado y malvado. Sin una justicia absoluta, estamos perdidos.

Pero, supongamos que en esa escuela hubiera un alumno que no solo obtuviera una nota perfecta, sino que ofreciera compartirla contigo. Es decir, su calificación perfecta sería tuya, la única manera en que podrías aprobar. En un sentido, eso es el evangelio. Ninguno de nosotros tiene una nota de aprobación. Todos hemos fallado en más de una pregunta, sin duda, porque todos hemos violado la ley. Solo Jesús tiene una justicia perfecta, y la buena noticia del evangelio es que él ofrece esa justicia perfecta a todos los que la piden por fe.

Considera: La ley de Dios proviene de su justicia, su bondad y su gracia. Por lo tanto, ¿por qué no tiene sentido que sencillamente la eliminara, como creen muchos cristianos?


Paso 2 ¡Explora!

Comentario de la Biblia

I. Abraham (Repasa con tu clase Gén. 15:6; y Rom. 4.)

Como humanos tendemos a poner a otros humanos sobre un pedestal, ¡a veces literalmente! Esta tendencia es cierta en la manera en que los cristianos consideramos a los personajes bíblicos y a otros grandes héroes de la fe. Lo que olvidamos es que ellos son héroes de fe. Son lo que son porque tuvieron fe en lo que Dios podía hacer por medio de ellos y en favor de ellos, no porque nacieron con un gen especial de santidad que a todos los demás nos falta.

Considera a Abraham. Abraham es reverenciado por tres religiones mundiales que concuerdan en muy pocas otras cosas. En el mundo antiguo, aun los paganos consideraron a Abraham como un personaje digno de respeto. El emperador romano pagano Alejandro Severo (que gobernó del 222 al 235 d.C.), en forma totalmente equivocada, incluyó en su capilla privada bustos de Abraham, de Moisés y de Jesús, junto con los de Orfeo y Apolonio de Tiana.

No obstante, ¿en qué residió la grandeza de Abraham? “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” afirma Romanos 4:3, citando Génesis 15:6.

Abraham necesitaba que la justicia le fuera acreditada a él porque no era justo por sí mismo. Cometió errores. Algunas veces basó sus decisiones en la cobardía y la incredulidad. Por ejemplo, repasa Génesis 12:10 al 20, donde niega que Sarai era su mujer y permitió que ella fuera llevada por el faraón como una de sus concubinas, y repitió el mismo error con Abimelec en Génesis 20. Y además está su decisión, en Génesis 16, de ayudarle a Dios a cumplir la promesa que Dios le había hecho de darle un hijo. O sea, una mirada detallada revela que la vida de Abraham estuvo tan plagada de fracasos como la de cualquiera de nosotros, y los de él están registrados en las Escrituras.

Tampoco el linaje de Abraham fue especialmente santo, aunque el pueblo judío del tiempo de Pablo se enorgullecía mucho por ser del linaje de Abraham. Abraham fue descendiente de Noé, como lo fueron todos los demás habitantes de la tierra. Aunque los muy malvados antediluvianos habían muerto sin dejar herederos, los descendientes de Noé pronto mostraron que tenían un gran talento para traicionar y chasquear a Dios. Estos fueron los antepasados de Abraham.
Ni la predisposición de Abraham a la bondad y la santidad, ni su herencia fueron cosas que lo hicieron especialmente notable, pero Abraham fue especial, como cualquiera de nosotros puede ser especial, porque creyó que Dios podía cambiarlo, obrar por medio de él y bendecir al mundo por su medio. Él creyó a Dios, Dios lo aceptó como justo y lo hizo capaz de ser justo.

Considera: Así como Dios quería que Abraham bendijera a todo el mundo a pesar de sus fallas personales, Dios quiere bendecir a todo el mundo por medio de todos nosotros. ¿De qué manera la historia de Abraham te inspira a creer en Dios como Dios cree en ti?


II. Por gracia, por medio de la fe (Repasa con tu clase Rom. 4:13-16; y Efe. 2:8.)

Gracia y fe son palabras que generalmente se encuentran muy cercanas en el Nuevo Testamento. Efesios 2:8 nos dice que “por gracia sois salvos por medio de la fe”. La fe es la única forma en que podemos llegar a Dios. Pero aun la fe sería inútil si Dios primero no nos hubiera alcanzado. El acto de Dios de alcanzarnos es un acto de gracia, un favor inmerecido. En el Antiguo Testamento la palabra que generalmente se ha traducido como gracia se refiere a la consideración o el favor de una persona hacia otra, a menudo sin motivo o razón aparente. Usada teológicamente en el Nuevo Testamento, significa lo mismo, excepto que Dios es quien nos ve y nos ama sencillamente por lo que él es y hace.

Además de la gracia, está la ley de Dios. Dios nos dio los mandamientos, y todo lo que tenemos que hacer es obedecerlos. Después de todo, son solo diez. Tratamos de hacerlo con mucha energía. Pero la realidad es que, sin Dios, no tenemos la capacidad de obedecer aun esas diez verdades sencillas.

¿Puede Dios sencillamente dejar a un lado todos o algunos de los requerimientos de la ley? No sin comprometer su justicia y su santidad. Pero Dios puede extendernos más gracia, y lo hace; eso lo percibimos y recibimos mediante la fe. Por causa de la vida perfecta y del sacrificio expiatorio de su Hijo, Dios nos considera como participantes de la justicia de Jesús.

Considera: ¿Cómo ejercitamos el don de la fe que Dios nos da para recibir su gracia salvadora?


Paso 3 ¡Explora!

Solo para los maestros: Anima a tus alumnos a usar estas preguntas para pensar acerca de la relación entre la gracia y la ley de Dios.

Preguntas para reflexionar:

1. Muchas personas, en el tiempo de Pablo, estaban confundidas acerca de la relación entre la ley y la gracia. Algunos creían que era necesario obedecer la ley a fin de ser dignos de recibir la gracia. Otros aun pensaban que era posible obedecer la ley sin referencia a la gracia, recibiendo la salvación como una cuenta a cobrar, por así decirlo. ¿Cuál es la relación correcta entre la gracia y la ley?

2. Una de las razones de que la ley no puede ser cambiada o abolida es que los principios que están detrás de ella representan la voluntad y el carácter de Dios y son, por lo tanto, eternamente válidos. ¿Cómo describirías esos principios en dos o tres frases?

3. ¿Por qué la creencia de que uno llega al cielo o logra la salvación por medio de las buenas obras todavía está tan generalizada, aun en círculos cristianos?

Preguntas de aplicación:

1. Aun con el conocimiento de que somos salvos por la gracia, tendemos a obsesionarnos con nuestras propias realizaciones. ¿Cuáles son los peligros de esta obsesión? ¿Cómo podemos volver a la idea correcta?

2. Aunque Pablo y otros escritores del Nuevo Testamento enfatizan con claridad la universalidad de la salvación por Cristo, ¿cómo –aun en la iglesia cristiana– todavía levantamos barreras que son equivocadas?

3. Abraham creyó la promesa de Dios, y la señal de esa creencia fue la circuncisión. ¿Cuáles son las señales externas por las cuales indicamos nuestra creencia hoy?


Paso 4 ¡Aplica!

Solo para los maestros: Esta semana hemos aprendido que la ley de Dios todavía es válida por causa de la salvación del pecado que recibimos en Jesucristo, y no a pesar de ella.

La ley de Dios no es arbitraria. Podemos ver esto especialmente en los Diez Mandamientos, que resumen las reglas para la conducta humana hacia Dios y hacia los demás. Aun el creyente que cree más firmemente que la ley fue anulada en el Nuevo Testamento no desearía vivir en una sociedad en la cual las personas ignoraran los principios involucrados en los Diez Mandamientos, o los consideraran opcionales.

Escribe uno o más de los Diez Mandamientos en una pizarra o en un papel grande. Pide a uno de los miembros de la clase que lo lea en voz alta. Pregunta qué principio podría estar detrás de ese mandamiento, y de qué manera uno podría aplicarlo.






Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos" / Edición Auxiliar para Maestros de Escuela Sabática.

Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don F. Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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