sábado, 26 de diciembre de 2009

Lección 1: “Por sus frutos…” / Para el 2 de enero de 2010


Lee para el estudio de esta semana: Lucas 13:7-9; Juan 11:4; 12:28; 15:1-10; 2 Timoteo 3:5.

Para Memorizar: “Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mat. 7:20).

UNA DE LAS PROMESAS más conmovedoras del Señor es que, si habitamos en él y permitimos que él more en nosotros por medio de su Espíritu, nuestras vidas serán cambiadas, aun radicalmente.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17).

Este trimestre estudiaremos diversas facetas del fruto del Espíritu. El maravilloso plan de salvación nos asegura que “nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transfor­mados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).

Los que moran en Jesús siempre llevarán el fruto del Espíritu. ¿Te preguntas si esa promesa podría ser realmente para ti? La respuesta es un resonante “sí”. Podemos estar confiados en que el que comenzó la buena obra en nosotros la completará (Fil. 1:6).

Recuerda: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéisfruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16). Y lo mejor es que la buena obra que el Espíritu Santo está haciendo en nuestras vidas no es solo para el presente, sino también para la eternidad.

“CADA ÁRBOL SE CONOCE POR SU FRUTO” (Luc. 6:44)
Domingo 27 diciembre

¿Te ha preguntado alguien, alguna vez, si recibiste el Espíritu Santo? Generalmente esta es una manera de descubrir si hablas en “lenguas”. Para ellos, el hablar en lenguas es el factor determinante por el que de­muestras si tienes el EspírituSanto o no. Sin embargo, Jesús nos advierte acerca de mirar ciertas señales exteriores y milagros como prueba de algo. Lee su explícita advertencia en Mateo 7:21 al 23 (ver también Apoc. 16:14). Jesús dice claramente que se realizarán milagros innegables en su nombre, pero que eso no prueba que las personas que los realizan sean fieles seguidores suyos.

De hecho, se nos dice que, en los últimos días, profesos seguidores de Jesús tendrán una forma de piedad, pero negarán el poder de ella (2 Tim. 3:5).

Lee 2 Timoteo 3:5. ¿Cómo vemos que se manifiesta esta verdad en nuestros días?

“No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas” (Luc. 6:43, 44).

Jesús dijo que podemos conocer un árbol por el fruto que produce. Una persona se revela no tanto por lo que profesa, sino por lo que es. Los dones del Espíritu se dan a la iglesia para el ministerio. Elfruto del Espíritu se da al hijo de Dios de modo que su vida pueda ser cambiada.
Ser un verdadero cristiano y llevar buen fruto enfatiza el ser. Un buen actor puede representar a Mahatma Gandhi, pero nunca puede ser Mahatma Gandhi. Podemos parecer buenos, expresarnos bien, y aun que parezca que hacemos lo bueno. Pero, a menos que el Espíritu Santo nos dé un corazón nuevo, nunca podremos ser buenos.

Medita más en esta distinción entre hacer el bien y ser buenos. Primero, ¿qué queremos decir con “buenos”? Segundo, ¿puede una persona hacer el bien sin ser bueno? O ¿puede una persona serbuena y no hacer el bien? Elabora tus respuestas y llévalas a tu clase el sábado.

“SEPARADOS DE MÍ NADA PODÉIS HACER” (Juan 15:5)
Lunes 28 de diciembre

Dos niños se escapaban por la ventana de su dormitorio en la planta alta de la casa a través de un árbol frutal para ir a nadar al remanso cercano, sin el permiso de sus padres. Un día oyeron que supadre decía que cortaría ese árbol porque estaba muerto. Temiendo perder su ruta de escape, fueron al mercado y compraron manzanas artificiales, que luego ataron a las ramas del árbol muerto. A la mañana siguiente, elpadre expresó su asombro porque parecía que unas manzanas habían crecido durante la noche, especialmente ¡porque el árbol era un peral!

Lee Juan 15:1 al 5 y responde a las siguientes preguntas:

- Jesús declaró que él es la vid verdadera. ¿Por qué crees que enfatizó que era la vid “verdadera”? (Ver también Mat. 24:24.)

- De acuerdo con Juan 15:5, ¿qué dice Jesús que somos nosotros? ¿Qué significa eso en forma práctica? Es decir, ¿qué nos dice acerca de cómo deberíamos vivir?

El versículo 4 explica que un sarmiento no puede llevar fruto a menos que esté conectado con la vid. Este es un punto vital, que no debemos pasar por alto. Imagínate que una rama de un manzano se ha quebrado. Supón que esa rama tenía varias frutas a punto de madurar. ¿Qué sucederá muy pronto con la rama? ¿Y con las manzanas? ¿Haría alguna diferencia si pintáramos las manzanas de rojo oscuro? Imagínate que regamos la rama o colocamos fertilizante en el suelo alrededor de ella. Y si enterráramos la rama en el suelo, ¿daría más manzanas? Entonces, ¿por qué es esencial para la rama estar conectada con el tronco (la vid)?

¿De qué modo permaneces en Jesús? ¿Qué significa eso? ¿Qué tendrías que cambiar en tu vida para que fuera una experiencia diaria? ¿Qué prácticas y hábitos estás cultivando que te hacen más difícil permanecer en él?

“EN ESTO ES GLORIFICADO MI PADRE” (Juan 15:8)
Martes 29 diciembre

“En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8). ¿Qué significa este pasaje?

Sin duda, habrás oído este dicho: “Es posible hacer lo correcto por una razón equivocada”. Si esto es cierto, ¿es posible intentar permanecer en Jesús por una razón equivocada? Permanecer en Jesús no es un medio para alcanzar un fin; es, más bien, un fin en sí mismo. El resultado de permanecer en él será que llevemosfruto, no para glorificarnos a nosotros mismos, sino para glorificar a Dios. En otras palabras, el fruto del Espíritu no tiene el propósito de que nosotros quedemos bien ante los demás, sino el Padre.

El ministerio de Cristo, que incluyó muchos milagros y buenas obras, tenía una motivación definida. ¿Cuál era esa fuerza motivadora, y cómo tendría que influir esta idea sobre cuáles deberían ser nuestras motivaciones?Juan 11:4; 12:28.

Tal vez tu iglesia está buscando llevar adelante actividades que fortalecerán la imagen de la iglesia en la comunidad. Eso es bueno. No obstante, al mismo tiempo necesitamos ser cuidadosos acerca de cuáles son nuestros motivos y propósitos. ¿Cuál es la meta final de nuestros esfuerzos? ¿Es glorificarnos o glorificar a Dios? ¿Cómopodemos aprender a distinguir entre ambas cosas? De muchas formas, puede llegar a ser fácil mezclar estas cosas, cubriendo aun las acciones que más nos exaltan bajo un falso barniz de “glorificar” a Dios.

Lee Mateo 5:16 y 1 Corintios 10:31. ¿Cómo podemos crear buena voluntad y, al mismo tiempo, dar gloria a nuestro Padre celestial? Recuerda que es posible crear buena voluntad y dejar afuera al Padre, dándonos el crédito a nosotros mismos. Examina tu propio corazón y pregúntate qué motiva realmente algunas de tus acciones. ¿Cómo podrías estar engañándote a ti mismo?

“PARA QUE LLEVE MÁS FRUTO” (Juan 15:2)
Miércoles 30 de diciembre

“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:2). ¿De qué trata este proceso de limpieza o poda? ¿Cómo lo experimentaste tú mismo? Cuando ese proceso específico terminó, ¿de qué modo eras diferente de cuando comenzó?

Luego de la cosecha, el agricultor vuelve a su viña y poda la mayor parte de los pámpanos. El agricultor tiene que ser cuidadoso, sin embargo, porque la cosecha del siguiente año depende directamente de qué parte de la vid queda. La clave de lapoda es un equilibrio entre la acción de cortar y la vid. Ésta crece a expensas de la otra. Si podas muy poco, el crecimiento del siguiente año será débil, y elfruto será inferior. La habilidad en el arte de podar es encontrar el equilibrio correcto.

“Dios lleva a los hombres a los lugares de prueba para ver si confiarán en un poder más allá y por encima de ellos mismos. Él no mira como el hombre mira. A menudo tiene que desmenuzar las relaciones humanas y cambiar el orden que el hombre ha planeado, el cual es perfecto en la opinión del hombre. Lo que el hombre piensa que es para su provecho espiritual y temporal puede estar enteramente en desacuerdo con la experiencia que él debe tener a fin de ser un seguidor de Cristo. Su idea de su propio valor puede ser muy inapropiada.

“Las pruebas están colocadas a lo largo de todo el camino de la tierra al cielo. Por eso el camino al cielo es llamado el camino angosto. El carácter tiene que ser probado, de lo contrario habría muchos cristianos espurios que mantendrían una limpia apariencia de religión hasta que sus inclinaciones, sus deseos para hacer su propia voluntad, su orgullo y su ambición fueren contrariados. Cuando, por la autorización del Señor, les vienen pruebas agudas, su falta de religión genuina, de mansedumbre y de humildad de Cristo, los muestra necesitados de la obra del Espíritu Santo. (ELC 268)”.

¿Has tenido alguna vez una experiencia que probó severamente tu fe, hasta el punto en que te preguntabas si realmente tenías fe? Mirando hacia atrás ¿qué lecciones deberías haber aprendido de esa experiencia? Pero, más importante todavía, ¿las aprendiste?

“Y SI DIERE FRUTO, BIEN; Y SI NO…” (Juan 13:9)
Jueves 31 de diciembre

Entre 1730 y 1745, las colonias norteamericanas desde Maine hasta Georgia experimentaron un reavivamiento religioso conocido como el Gran Despertar. Jonathan Edwards fue un líder de este movimiento de renovación espiritual. En julio de 1741 predicó un sermón titulado: “Pecadores en las manos de un Dios airado”, que para algunos ha llegado a ser un símbolo de la perspectiva sombría, cruel e inclinada hacia el infierno de muchos cristianos. Por polémico que sea, este sermón expresó una verdad acerca del terrible peso del pecado, la actitud hacia el pecado de un Dios infinitamente santo, y la seguridad de un día de juicio.

Lee Juan 15:1 al 10. ¿Qué equilibrio presenta Jesús aquí en el contexto de llevar fruto?

Nota cómo, por un lado, él dijo que si permanecemos en él llevaremos mucho fruto, que es un producto de seres salvados por él. Es decir, si permanecemos en él por fe, se nos asegura la salvación por causa de su justicia, que nos es acreditada. Al mismo tiempo, él advierte que si no permanecemos en él no llevaremos fruto, y los que no lleven fruto se marchitarán y por último serán arrojados al fuego para ser quemados (ver 2 Ped. 3:9).

¿Cuál es la lección que debemos aprender de la parábola que Jesús contó y está registrada en Lucas 13:7 al 9?

Lo que se quiere destacar aquí no es que la salvación se obtiene por llevar fruto, que sería solo otra manifestación de la salvación por obras. No somos salvados por llevar fruto; nuestro fruto revela la realidad de la salvación que ya tenemos en Jesús, por medio de la fe en él. Llevar fruto es una expresión de la salvación; no es el medio para obtenerla. Es vital que entendamos esta distinción. Si no, tarde o temprano, llegaremos a estar orgullosos de lo que consideramos que es nuestro fruto maravilloso, o abandonaremos todo, desesperados por lo que parece ser una cosecha insignificante.

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Viernes 1 de enero

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “‘Por sus frutos los conoceréis’ (Mateo 7:20), declaró el Salvador. Todos los que sigan verdaderamente a Cristo llevarán fruto para su gloria. Su vida testifica que el Espíritu de Dios ha realizado una buena obra en ellos, y dan fruto para la santidad. Su vida es elevada y pura. Las acciones correctas con el fruto inequívoco de la verdadera piedad y los que no llevan fruto de esta clase revelan que no tienen experiencia en las cosas de Dios. No son uno con la Vid. Dijo Jesús: ‘Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer’ (Juan 15:4, 5)” (CM 312, 313).

“Todos los que se unen a la iglesia, pero no están unidos al Señor, manifestarán con el tiempo su verdadero carácter. ‘Por sus frutos los conoceréis’ (Mat. 7:16). Los preciosos frutos de bondad, templanza, paciencia, piedad, amor y caridad no aparecen en sus vidas. Llevan solo espinas y malezas. Dios queda deshonrado ante el mundo por los tales” (FV 94).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. Como clase, repasen las respuestas que dieron a la pregunta del domingo. ¿Cuál es la distinción entre “ser” bueno y “hacer” lo bueno?

2. Lee cuidadosamente la declaración de Elena de White acerca de cómo todos los que se unen a la iglesia, pero no al Señor, pronto revelarán su verdadero carácter. ¿Qué significa esto? ¿Por qué cada uno de nosotros debe preguntarse a qué categoría pertenece realmente? ¿Cómo podemos encontrar una respuesta segura?


Guía de Estudio de la Biblia: El Fruto del Espíritu / Edición para Adultos.

Periodo: Trimestre Enero-Marzo de 2010

Autor: Richard O'Fill, es escritor (El Cristiano Victorioso, Un Fruto Divino entre otros libros) y orador del ministerio Revival Sermons, ha trabajado para la iglesia en tres continentes, incluyendo siete años en las oficinas centrales de la Asociación General. Reside actualmente en Orlando, Florida, EE.UU.

Editor: Clifford Goldstein

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Lección 1: “Por sus frutos…” / Notas de Elena de White


Sábado 26 de diciembre

Jesús "tiene vida en sí mismo", y ofrece impartir gratuitamente esta vida a las almas que están muertas en faltas y pecados. Sí, comparte con ellas su pureza, su honor y excelsitud. El sarmiento exhausto, injertado en la vid viva, se convierte en una parte de esa vida. Vive mientras permanece unido a la vid. Así también sucede con las vidas de los cristianos por virtud de su unión con Cristo. El pecador y el humano se unen al santo y al divino. El alma creyente permanece en Cristo y llega a ser una con él. Cuando las personas se relacionan estrechamente en los tratos de esta vida, sus gustos llegan a ser similares y llegan a amar las mismas cosas. Así también aquel que permanezca en Cristo, amará las cosas que él ama. Obedecerá sagradamente sus mandamientos y se gozará en ellos...

El sarmiento de la vid, alimentado por la cepa, florece y da fruto. Sus ricos y fragantes racimos atestiguan de su unión con la vid viva. Así el cristiano que permanece en Jesús producirá fruto. Las preciosas gracias del Espíritu -amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre, temperancia- se manifestarán en el carácter y en la vida, tal como el abundante racimo de la vid...

Decidid ser miembros de la vid viva que lleva fruto. El vástago puede florecer únicamente cuando recibe vida de la fortaleza de la cepa. Aprovechad entonces cada oportunidad de relacionaros más estrechamente con Cristo. Llegaréis a ser uno con él, únicamente creyendo en él, amándolo, copiándolo y dependiendo enteramente de el; y mediante vosotros, su vida y su carácter se revelarán al mundo (Nuestra elevada vocación, p. 147).

"Cada árbol se conoce por su fruto" (Lucas 6:44)
Domingo 27 de diciembre

No es suficiente estar en una actitud de espera por la venida del Señor mientras dejamos que los pecadores se enfrenten con tal evento sin estar advertidos ni preparados. Cristo requiere de nosotros que seamos obreros activos mientras esperamos su aparición. Velar y obrar es la actitud en la cual él debiera encontrarnos. Una vida pasiva de meditación y oración no es todo lo que el Señor espera de nosotros; espera frutos que se muestren en una vida llena de virtudes y verdadera piedad, no solamente siendo buenos sino haciendo el bien. El alma debe consagrarse y rendirse a Dios, manifestándose en una perfecta obediencia a todos sus requerimientos y mandamientos.

Los frutos que crecen en el árbol cristiano serán vistos al permitir que la luz de la verdad, que ha brillado sobre nosotros y ha santificado nuestras vidas, pueda ahora brillar en obras de justicia que tengan una influencia salvadora en el mundo. El fruto que Jesús desea ver en sus profesos seguidores son las gracias de su Espíritu manifestadas en actos de misericordia, de desinteresada benevolencia y de amor por aquellos a quienes él vino a salvar. De esta manera testificaremos que estamos haciendo las obras de Cristo y que tenemos el mismo espíritu de nuestro divino Señor quien anduvo haciendo bienes. Y la responsabilidad de cada cristiano es proporcional a los talentos que le han sido confiados. Cada verdadero seguidor de Cristo será un árbol que da fruto. Muchos profesos cristianos actúan como si estuvieran en el mundo para no hacer otra cosa que satisfacerse a sí mismos, sin recordar que Jesús, su modelo, no se agradó a sí mismo sino que la abnegación y el sacrificio caracterizaron su vida. Estas mismas características deben aparecer en nuestra vida si no queremos ser hallado faltos en el día del Señor.

Al condenar a la higuera, Cristo demostró cuán odiosa es a su vista una vida hipócrita y engañosa. Aquel que aceptaba al verdadero penitente y estaba siempre listo a sanar sus heridas, mostró que un pecador arrepentido está en condiciones más favorables ante Dios que los cristianos profesos que no llevan fruto para su gloria (Signs of the Times, 21 de febrero, 1878).

... El Señor sabe. Él pesa los sentimientos internos y las intenciones del corazón. El comprende al hombre. Prueba nuestra fidelidad. Requiere que le amemos y sirvamos con toda la mente y el corazón y las fuerzas. Los amantes del placer pueden aparentar una forma de piedad que incluso implique cierta abnegación, y pueden sacrificar tiempo y dinero, y sin embargo el yo no ha sido subyugado, y la voluntad no se ha sometido a la voluntad de Dios (Testimonios para la iglesia, tomo 3, p. 36).

"Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5)
Lunes 28 de diciembre

La nación judía era una rama sin fruto y por lo tanto debía ser separada de la vid viviente, Cristo Jesús. Los gentiles debían ahora ser injertados en la cepa, para llegar a ser pámpanos vivientes al ser nutridos por la vida verdadera, y podados para que llevaran fruto. En el caso de los discípulos, Jesús los exhortó a mantenerse conectados con él por fe, a fin de llegar a ser parte de la vid viviente y llevar mucho fruto: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:4, 5).

Cuando el pecador se arrepiente de sus pecados y se une a Cristo así como un pámpano está unido a la vid, su naturaleza se cambia y llega a ser un participante de la naturaleza divina; atesora y retiene las palabras de Cristo y recibe la energía vital del Salvador. Injertado en la vid viviente, bebe de la vida y de la fuerza de ella a través de cada vena y cada fibra, hasta que se transforma en un pámpano floreciente y fructífero de la vid (Folleto: Redemption: Or the Sufferings of Christ, His Trial and Crucifixion, pp. 10, 11).

En la parábola de la vid y los pámpanos Cristo presenta las ventajas y la necesidad de tener una unión vital con él. ¿Qué otro símbolo podría haber usado que fuera tan simple y a la vez tan expresivo para mostrar la necesidad de una completa dependencia de él? Separado de la vid, el pámpano no tiene ningún valor; está muerto. Pero unido a la planta, recibe la nutrición que proviene de sus raíces, lo que le permite llevar fruto. Tal es la relación entre el creyente y Cristo. Por medio de la fe en él como nuestro Salvador personal recibimos constantemente abundantes provisiones de su gracia, la que a su vez podemos impartir a otros, revelando que estamos en conexión con la vid verdadera. Al llegar a ser uno con Cristo, así como él es uno con el Padre, somos aceptos en el Amado. No se avergüenza de llamarnos hermanos y envía sus ángeles para cooperar con nosotros en nuestros esfuerzos por servirle (Signs of the Times, 10 de diciembre,
1896).

Esta lección se repetirá hasta los confines de la tierra. Todos los que reciben a Cristo por la fe llegan a ser uno con él. Los pámpanos no están ligados a la vid por medio de un proceso mecánico o artificial. Están unidos por las raíces de la vid. De la misma manera, quienes reciben a Cristo por la fe llegan a ser uno con él en principio y en acción. Están unidos a él, y la vida que viven es la vida del Hijo de Dios. Deben su vida a aquel que es vida.

El bautismo puede repetirse vez tras vez, pero no tiene poder inherente para cambiar el corazón humano. El corazón debe estar unido con el corazón de Cristo, la voluntad debe estar sumergida en su voluntad. La mente debe llegar a ser una con su mente, los pensamientos deben sujetarse a él. Un hombre puede bautizarse y su nombre ser escrito en los registros de la iglesia, pero con todo, puede ser que el corazón no haya cambiado. Las tendencias heredadas y cultivadas pueden estar todavía obrando mal en el carácter.

El hombre regenerado tiene una unión vital con Cristo. Como el pámpano obtiene su sustento del tronco paterno y por esto puede llevar mucho fruto, de la misma manera el verdadero creyente está unido con Cristo y revela en su vida los frutos del Espíritu. El pámpano llega a ser uno con la vid. La tormenta no puede arrancarlo. Las heladas no pueden destruir sus propiedades vitales. Ninguna cosa es capaz de separarlo de la vid. Es un pámpano viviente, y lleva los frutos de la vid. Así ocurre con el creyente. Mediante su conversación y buenas obras revela el carácter de Cristo (Alza tus ojos, p. 180).

"En esto es glorificado mi Padre" (Juan 15:8)
Martes 29 de diciembre

La unión entre Cristo y su pueblo debe ser viva, verdadera e inagotable, asemejándose a la unión que existe entre el Padre y su Hijo. Esta unión es el fruto de la morada del Espíritu Santo. Todos los verdaderos hijos de Dios revelarán al mundo su unión con Cristo y sus hermanos. Aquellos en cuyos corazones mora Cristo, llevarán el fruto del amor fraternal. Comprenderán que como miembros de la familia de Dios están señalados para cultivar, fomentar y perpetuar el amor y la amistad cristianos, en espíritu, palabras y acción. Ser hijos de Dios, miembros de la familia real, significa más de lo que muchos suponen. Los que son considerados por Dios como sus hijos, revelarán amor cristiano los unos por los otros. Vivirán y obrarán con un propósito: representar apropiadamente a Cristo ante el mundo. Por su amor y unidad mostrarán al mundo que son portadores de las credenciales divinas. Por la nobleza de su amor y su, abnegación, demostrarán a los que los rodean que son verdaderos seguidores del Salvador. "Por esto conocerán todos los hombres que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros" (Hijos e hijas de
Dios, p. 295).

La transformación del carácter es para el mundo el testimonio de que Cristo mora en el creyente. Al sujetar los pensamientos y deseos a la voluntad de Cristo, el Espíritu de Dios produce nueva vida en el hombre y el hombre interior queda renovado a la imagen de Dios. Hombres y mujeres débiles y errantes demuestran al mundo que el poder redentor de la gracia puede desarrollar el carácter deficiente en forma simétrica, para hacerle llevar abundantes frutos (Exaltad a Jesús, p. 280).

El deseo del Señor es que sus seguidores crezcan en gracia, que su amor abunde más
y más, que estén llenos de los frutos de justicia…

Donde hay vida, habrá crecimiento y fructificación; pero a menos que crezcamos en la gracia, nuestra espiritualidad se empequeñecerá, será enfermiza, estéril. Solo mediante el crecimiento y la fructificación podemos cumplir el propósito de Dios para nosotros. Cristo dijo: "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto" (Juan 15:8).

A fin de llevar mucho fruto, debemos aprovechar al máximo nuestros privilegios. Debemos usar cada oportunidad que se nos concede para fortalecemos.

A cada ser humano le ha sido preparado un carácter puro y noble con todas sus majestuosas posibilidades. Pero hay muchos que no tienen un anhelo ferviente de tal carácter. No están dispuestos a apartarse del mal para poder tener el bien. Dentro de su alcance hay grandes oportunidades, pero descuidan el aferrarse de las bendiciones que los pondrían en armonía con Dios. Van en contra de la voluntad de aquel que procura su bien. Son ramas muertas que no tienen una unión viviente con la vid. No pueden crecer (A fin de conocerle, p. 166).

"Para que lleve más fruto" (Juan 15:2)
Miércoles 30 de diciembre

Cristo está hablando de los profesos creyentes, cristianos estériles, que no cumplen las condiciones del discipulado y se apartan más y más de su Señor. No muestran frutos de justicia ni imitan la vida del Salvador. En cambio, el verdadero seguidor de Cristo nunca tendrá como blanco algo menos que la vida perfecta del Señor.

"Y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto" (Juan 15:2). Cristo permite que las aflicciones acosen a sus seguidores para que puedan ser guiados a buscar al Señor más fervientemente. Por lo tanto cuando sobrevengan las pruebas, no pensemos que el Señor es nuestro enemigo. El sabe por qué lo hace. No desea desanimarnos sino que nos prueba para ver si nos mantendremos fieles y actuaremos prudentemente en cualquier circunstancia. No desea apartarnos, sino acercarnos al Señor. En Dios se halla la única esperanza del cristiano en tiempos de perplejidad (Sermons and Talks, tomo 1, p. 397).

Dios permite que las dificultades vengan sobre nosotros para probarnos y purificamos. La poda puede resultar dolorosa, pero es Dios el que maneja la tijera. El jardinero divino costa las ramas que no crecen para que el fruto sea más rico y abundante (The Paulson Collection of Ellen G. White Letters, p. 314).

Siempre que hay unión con Cristo, hay amor. Aunque se tengan otros frutos, si falta el amor, de nada nos sirve. El amor a Dios y a nuestros prójimos es la misma esencia de nuestra religión. Nadie puede amar a Cristo sin amar a sus hijos. Cuando estamos unidos con Cristo, tenemos la mente de Cristo. La pureza y el amor brillan en el carácter; la humildad y la verdad rigen la vida. La misma expresión del rostro es cambiada. Cristo, que habita en el alma, ejerce un poder transformador, y el aspecto externo da testimonio de la paz y del gozo que reinan en el interior.

"Y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto" (Juan 15:2). Hay una constante tendencia a mostrar más follaje que frutos; y la fuerza y nutrición que se necesita para mantener tal follaje le resta poder a la producción del fruto. Por eso el jardinero celestial costa las ramas que no producen para que las demás puedan producir frutos más abundantes. Así es como el cuidador celestial trabaja en su viña. En tiempos de prosperidad, los seguidores de Jesús tienen la tendencia a dedicar todas sus energías para gratificarse a sí mismos, buscar los tesoros terrenales y gozar del lujo y los placeres mundanos, lo que los lleva a producir poco fruto para la gloria de Dios. Entonces, el Señor de la viña aparece con las tijeras de podar; las tijeras de las dificultades, de las pérdidas, del desánimo, para cortar lo que impide el crecimiento fructífero (Review and Herald, 11 de septiembre, 1883).

"Y si diere fruto, bien; y si no...” (Juan 13:19)
Jueves 31 de diciembre

En la iglesia hay creyentes e incrédulos. Cristo presenta estas dos clases en su parábola de la vid y sus sarmientos. Exhorta así a quienes le siguen: "Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviera en la vid; así ni vosotros, si no estuvierais en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer" (Juan 15: 4.51)…

Hay una gran diferencia entre una supuesta unión y una conexión real con Cristo por la fe. Una profesión de fe en la verdad pone a los hombres en la iglesia, pero esto no prueba que tienen una conexión tal con la vid viviente. Se nos da una regla por la cual se puede distinguir al verdadero discípulo de aquellos que aseveran seguir a Cristo, pero no tienen fe en él. Una clase da fruto, la otra no es fructífera. La una está con frecuencia sometida a la podadera de Dios, para que pueda dar más fruto; la otra, como ramas secas, queda pronto separada de la vid viviente...

Las fibras del sarmiento son casi iguales que las de la vid. La comunicación de la vida, fuerza y carácter fructífero del tronco a los sarmientos, se mantiene constante y sin obstrucción. La raíz envía su nutrición por el sarmiento. Tal es la relación que sostiene con Cristo el verdadero creyente. Permanece en Cristo y obtiene de él su nutrición (Joyas de los testimonios, pp. 72,73).

¿Qué es llevar fruto? No todo consiste en venir a reuniones una vez por semana y dar nuestro testimonio en las reuniones de oración o en otras reuniones. Debemos hallar día tras día que permanecemos en la vid, dando fruto con paciencia en nuestro hogar, en nuestras ocupaciones, y manifestando en la vida el Espíritu de Cristo en cada trato con otros. Hay muchos que proceden como si pensaran que una unión ocasional con Cristo fuera todo lo necesario, y que pueden ser reconocidos como ramas vivientes porque a veces confiesan a Cristo; pero esto es un engaño. La rama debe ser injertada en la vid y permanecer allí uniéndose con la vid fibra tras fibra, extrayendo su porción diaria de savia y alimento de la raíz y fertilidad de la vid hasta que llega a ser uno con el tronco materno. La savia que alimenta la vid debe nutrir la rama, y esto será evidente en la vida de aquel que permanece en Cristo, pues el gozo de Cristo será cumplido en aquel que no camina según la carne sino según el Espíritu.

Lo que pretendamos ser no tiene valor a menos que permanezcamos en Cristo, pues no podemos ser ramas vivientes a menos que las cualidades vitales de la vid abunden en nosotros. Las características de su Maestro aparecerán en el cristiano genuino, y cuando reflejamos las características de Cristo en nuestra vida y en nuestro carácter, el Padre nos ama como ama a su Hijo. Cuando esto se cumpla en los que dicen que creen en la verdad presente, veremos una iglesia próspera, porque sus miembros no vivirán para sí mismos sino para aquel que murió por ellos, y para ser ramas lozanas de la vid viviente (Comentario bíblico adventista, tomo 5, p. 1118).



Guía de Estudio de la Biblia: El Fruto del Espíritu / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Enero-Marzo de 2010

Autor: Richard O'Fill, es escritor (El Cristiano Victorioso, Un Fruto Divino entre otros libros) y orador del ministerio Revival Sermons, ha trabajado para la iglesia en tres continentes, incluyendo siete años en las oficinas centrales de la Asociación General. Reside actualmente en Orlando, Florida, EE.UU.

Editor: Clifford Goldstein

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Lección 1: “Por sus frutos…” / Edición para Maestros

El sábado enseñaré…

Texto clave: "Así que, por sus frutos los conoceréis". (Mateo 7:20)

Enseña a tu clase a:

Saber que Jesús, es la Vid verdadera, el único medio para crecer.
Sentir confianza en el Espíritu Santo.
Hacer, fertilizar el alma.

I. Saber: Jesús, la Vid verdadera, el único medio para crecer

1. Juan 15:5 enseña que no hay crecimiento separados de Jesús. ¿Cómo llegamos a ser un sarmiento de la Vid? ¿Por qué la poda es dolorosa, pero una parte esencial en el proceso de creci­miento?
2. ¿Cuál es la relación entre el crecimiento personal y el discipula­do? (Nota: Un discípulo aprende durante toda la vida.)
3. El estancamiento significa ruina y muerte. ¿Qué provoca estan­camiento en la vida cristiana?

II. Sentir: Confianza en el Espíritu Santo

1. ¿De qué modo el apartar la vista de uno mismo y mirar a Jesús crea una confianza permanente en la obra del Espíritu Santo?

III. Hacer: Fertilizar el alma

1. ¿Por qué crecemos? ¿Cuál es el propósito cuando honramos a Dios? ¿De qué manera llegamos a ser más maduros en nuestra vida cristiana?
2. ¿Cuál es la mayor causa del estancamiento y la decadencia de nuestra experiencia cristiana? Ver Hebreos 2:3.
3. ¿De qué modos la oración, la meditación, la testificación a otros, el estudio de la Palabra de Dios, y el pensar y el memorizar las Escrituras actúan positivamente en nuestras vidas para promover el crecimiento espiritual?
4. ¿De qué modo evaluamos este crecimiento?

Resumen: El crecimiento en la experiencia cristiana lleva tiempo. Descuidar los medios de crecimiento produce estancamiento y, final­mente, la ruina. Apartar la mirada de uno mismo y mirar a Jesús nos da ánimo y confianza.

Ciclo de aprendizaje

Concepto clave: El fruto del Espíritu en una vida cristiana es el resultado de la acción directa de Dios y de la entrega del cristiano a la voluntad divina.

Paso 1 ¡Motiva!

¿Qué resultado produce tomar semillas de manzanas deliciosas rojas, ponerlas en el suelo o en una maceta, y llevar con éxito la planta a su madurez? Se tendrá un árbol de manzanas deliciosas rojas, ¿verdad? Pues no. Las plantas de manzanas deliciosas rojas –así como muchas otras variedades familiares de frutales– son el resultado de las primeras experiencias del hombre que modificaron la naturaleza. Algunos de estos tipos de plantas son mera­mente el producto de un cultivo selectivo de algunas semillas o de plantas silvestres. Otras, por ejemplo las manzanas deliciosas rojas, son productos resultantes de la ingeniería botánica, creadas por injertos en otros árboles. No se las puede cultivar a partir de las semillas.

Del mismo modo, el fruto del Espíritu es una de esas plantas que no crecen de semillas. Una persona no nacerá milagrosamente y crecerá has­ta la madurez manifestando el fruto del Espíritu. Como la fruta que vemos en el mercado, el fruto del Espíritu no se origina por sí solo. Dios tiene que injertarlo en cada persona. Pero aquí es donde la metáfora no sigue: tene­mos un papel activo en el proceso. Debemos entregarnos aDios y permitir que él haga crecer el fruto del Espíritu en nosotros.

Considera: Probablemente los primeros manzanos silvestres daban man­zanas pequeñas y acidas. Algún agricultor creativo vio su potencial y se puso a trabajar con uno de esos manzanos silvestres hasta que sus frutas llegaron a ser comestibles y, finalmente, deliciosas. ¿Qué podrá decirnos esto acerca de lo que somos y lo queDios ve que podemos llegar a ser?

¿Por qué aun nuestras mejores intenciones son insuficientes para capacitarnos a fin de producir buenos frutos o, por los menos, frutos “suficiente­mente buenos”?

Paso 2 ¡Explora!

Comentario de la Biblia

I. La cosecha de frutos malos y la falta de frutos (Repasa con tu clase Mateo 21:10-21; Marcos. 11:11 -22; Judas 12.)

Un fruto malo o la ausencia de frutos es lo que podemos esperar de aquellos que no han experimentado a Dios, o no aprendieron nada de él. La ausencia de frutos llega a ser un problema cuando aparece entre los que tienen esa experiencia y conocimiento. En estos pasajes paralelos de Mateo y Marcos, generalmente se ha tomado la higuera como un símbolo de la nación judía, que tenía la apariencia externa de ser “religiosa” y te­merosa de Dios, pero que en realidad estaba demasiado aislada y obsesio­nada con lo externo (las hojas abundantes de la higuera) como para tener mucho impacto en el mundo que la rodeaba. Jesús les ofrecía esperanza a aquellos que daban frutos malos (algún día podrían dar frutos buenos), o a quienes todavía no habían tenido la oportunidad de producir frutos; pero su reacción conla higuera estéril que era visualmente atrayente fue maldecirla y dejar que se secara. Ese marchitamiento era una señal externa –y una advertencia– del fin último de una vida que noproduce fruto: la muerte segunda.

Otro ejemplo de esto puede verse en los falsos maestros mencionados en Judas 12, como “árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos”. Como árboles de otoño, tuvieron la oportunidad de producir fruto en cierto mo­mento; pero por cualquier razón, se detuvieron. Eran maestros, pero ya no enseñaban las cosas correctas. En cambio, estaban obsesionados por cuan iluminados eran, y enseñaban a otros a ser iguales a ellos. Estaban dos veces muertos porque habían estado muertos en pecado, pero habían retornado a su anterior estado de muerte espiritual.

De estos pasajes podemos entender que dejar de producir fruto es una señal, tanto como lo es dar frutos malos, de que el Espíritu Santo no vive dentro del corazón.

Considera: ¿Qué crees que significan estos pasajes cuando se refieren a la ausencia de frutos? ¿Qué es mejor: no producir ningún fruto o producir activamente malos frutos? Considera Mateo 25:14 al 30.

II. Buenos frutos (Repasa con tu clase Juan 15:1-10)

Como se indicó antes, en la ausencia de Dios, los seres humanos producirán malos frutos o ningún fruto. En Juan 15:1 al 10, Jesús comparó explícitamente a Dios con un agricultor que cultivaba una vid, donde esta es un símbolo de Jesucristo mismo. La vid, a su vez, proveía vitalidad y alimento a los sarmientos y ramas, y los capacitaba para dar fruto. Esta Vid no es cualquier vid, es una Vid buena; y los sarmientos, siempre que estén unidos a la Vid, producen buenos frutos. No porque se les ordene producir buenos frutos o porque traten esforzadamente de producir buenos frutos por parecer una buena idea, sino porque son buenos sarmientos de una buena vid, y así la producción de buenos frutos es el resultado natural de esa conexión.

Algunas veces sucede que uno de los sarmientos llega a estar separado de la Vid o recibe un poco de polen de una planta silvestre, y produce un fruto malo o no produce ninguno. En tal caso, debe ser vuelto a injertar en la Vid buena y debe ser podado para que pueda producir buen fruto otra vez. Considera: Juan 15:2 analiza un proceso de poda para los verdaderos dis­cípulos de Cristo. ¿Qué pruebas y poda esperaban a los seguidores de Cristo que vivían en aquel tiempo? ¿Cuál fue el efecto sobre ellos?

Paso 3 ¡Practica!

Solo para los maestros: usa las siguientes preguntas para ayudar a tus alumnos a comprender el significado del fruto del espíritu como resultado y señal de lavida cristiana.

Preguntas para reflexionar:

1. La comprensión popular del fruto del Espíritu (y también de los dones del Espíritu) es que de algún modo son “milagrosos”. En realidad, como Pablo cataloga estos dones en Gálatas 5:22 y 23 parecen ser bastante terrenales. Y, no obstante, ¿puede decirse de ellos que, en cierto sentido, son legítimamente milagrosos?

2. ¿Es el “fruto del Espíritu” idéntico a las buenas obras? ¿Por qué sí o por qué no?

3. ¿Por qué quiere Dios que llevemos el fruto de que se habla en Gálatas 5:22 y 23? ¿Es para nuestro propio bien en esta vida? ¿Es una ma­nera de “demostrar” nuestra salvación? ¿Nos ayuda a estar mejor prepara­dos para el ministerio?

4. ¿Cuál es la naturaleza de la relación que permite que Dios produz­ca el fruto del Espíritu dentro de nosotros? ¿Qué significa que Jesús more en nosotros o que nosotros habitemos en él? (Ver Juan 15:4-10).

Aplicaciones a la vida:

1. 2 de Timoteo 3:5 dice que en los últimos días habrá cristianos que tendrán una forma de piedad, pero que negarán su poder. Es tentador suponer que este texto se aplica a otras personas, especialmente si están en otras iglesias o denominaciones. Pero seamos honestos: ¿en qué situaciones se aplica este texto a la iglesia y a nosotros como individuos?

2. Hoy, como en los días de Jesús, muchas personas pretenden ser obradoras de milagros de una clase u otra, aunque no usen la palabra mila­gro. ¿Cómo podemos saber si estas maravillas y milagros son genuinos, y si están verdaderamente centrados en Dios y dirigidos por él? (Ver Juan 11:4).

Paso 4 ¡Aplica!

Solo para los maestros: La siguiente actividad es una lección objetiva basada en la metáfora bíblica de “fruto”. las lecciones enfatizan el lugar de dlos al capacitarnos para producir buenos frutos por su dirección en nuestras vidas. de acuerdo con el clima donde vi­ven, tendrás que buscar fotos en lugar de las frutas mismas de la naturaleza.

Trabajo de campo: Para volver a la metáfora con la cual se abrió la clase, ve a una zona boscosa o a algún lugar donde se pueden encontrar árboles silvestres con frutas. Quizá te sorprenda cuántos puedes encontrar si los buscas y los reconoces. Probablemente no los has visto antes porque sus frutos se parecen muy poco a lo que una persona quisiera comer. Si es po­sible, recoge un poco de estos frutos, que pueden hasta estar degenerados o comidos parcialmente por gusanos, y ponlos junto a un ejemplo de la misma especie de una frutería o de un árbol bien cuidado.

Compara: Realiza una comparación de lo que sucede con nuestro “fruto” si Dios no lo está cuidando.

Otra alternativa sería llamar la atención a una especie como un peral (o cerezo, o ciruelo) de adorno, un árbol que produce hojas hermosas y que florece, pero no da fruto.

Compara: ¿Qué semejanzas hay entre un árbol de adorno y alguien que meramente pretende vivir una vida cristiana? ¿Qué lecciones espirituales puedes obtener de esto?



Guía de Estudio de la Biblia: El Fruto del Espíritu / Edición para Maestros.

Periodo: Trimestre Enero-Marzo de 2010

Autor: Richard O'Fill, es escritor (El Cristiano Victorioso, Un Fruto Divino entre otros libros) y orador del ministerio Revival Sermons, ha trabajado para la iglesia en tres continentes, incluyendo siete años en las oficinas centrales de la Asociación General. Reside actualmente en Orlando, Florida, EE.UU.

Editor: Clifford Goldstein

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viernes, 25 de diciembre de 2009

"El fruto del Espíritu es..." Por Richard O'Ffill

Una mujer, conducía su automóvil, y agentes de la patrulla hicieron que se detuviera. Cuando los oficiales descendieron de su vehículo, llevaban desenfundadas sus armas. La mujer quedo conmocionada. ¿Qué había hecho ella?

-Usted estaba serpenteando entre el transito, haciendo gestos obscenos a los otros conductores y maldiciéndolos- le informo uno de los policías.

-¿Por eso desenfundaron sus armas?, replicó ella.

-Bueno, -dijo el oficial, -vimos la inscripción en su parachoques posterior, que dice que usted es cristiana, y supusimos que el auto había sido robado.

Este incidente saca a luz un punto importante: se espera que los cristianos, por causa de su profesión de fe misma, tengan una norma moral elevada. Al fin y al cabo, consideren a aquel a quien profesan tener como su modelo, Jesucristo.

Entonces ¿cómo deberían vivir los cristianos? ¿Cómo deberíamos actuar en público y en nuestra casa? La clave se encuentra en Gálatas 5:22, 23, el tema de este trimestre. "Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley".

Consideraremos este fruto "del Espíritu"; es decir, que les sucede a aquellos que han entregado sus vidas a Dios y permiten que el Espíritu Santo trabaje en ellos. "Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3:6). El fruto del Espíritu es lo que crece en nosotros cuando nacemos del Espíritu; es lo que sucede cuando "nacemos de nuevo".

Nota que Pablo dice que "el fruto del Espíritu es..." Él está hablando en singular. Pablo no está hablando de los rasgos separados que actúan de forma independiente unos de otros, sino de una realidad única. El fruto del Espíritu es lo que el Espíritu Santo crea dentro de nosotros; define la clase de persona que hemos de llegar a ser en Jesús.

El fruto del Espíritu es como una joya preciosa con muchas facetas. Cada faceta es una característica de Jesús, y representa una cualidad que Él quiere reproducir en nuestras vidas. Este es el meollo de la cuestión. El propósito de Dios es hacernos semejantes a Jesús, y Él ha enviado el Espíritu Santo para morar en nosotros a fin de lograr ese cambio.

Al estudiar las lecciones, veras que el fruto del Espíritu no es una teoría, aunque lo hayamos hecho objeto de estudio. No es un estilo de vida, aunque una persona que está cultivando el fruto del Espíritu no vivirá como lo hacia antes. En cambio, el fruto del Espíritu es un cambio del ser. "Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17). El fruto del Espíritu es lo "nuevo" en la vida de una persona que ha pasado de muerte a la vida en Cristo (1 Juan 3:14) en Cristo.

El propósito de las lecciones de este trimestre no es centrarse en cómo podemos ser más paciente y más amor o más suave o más fieles, sino en cómo podemos permitir que el Espíritu Santo nos haga más semejantes a Jesús, que es la personificación de la paciencia, amor, ternura, y de la fe.

Usted tendrá el desafío de cultivar las virtudes de los frutos del Espíritu en todo momento, pero sobre todo en casa. Vamos a ver que la clave es la entrega, la voluntad de morir a sí mismo y vivir para Dios y para los demás. Por último, veremos que todo lo que hacemos, tenemos que hacer en la conciencia de que somos pecadores en necesidad de la gracia que abarca de Cristo, que nos ama, si la cosecha parece abundante o escasa. No debemos olvidar nunca que el fruto del Espíritu es sólo eso, el "fruto", el resultado de la salvación, no los medios. El medio siempre es Jesús y lo que Él ha hecho por nosotros, que decimos por la fe.


Autor: Richard O'Fill, es el autor de las Lecciones o Guía de Estudio de Escuela Sabática para este primer trimestre de 2010, "El fruto del Espíritu". Es un creyente en un Dios Santo que a través del Santo Espíritu está preparando un pueblo santo para el pronto regreso de Jesucristo.

El pastor O'Ffill es escritor (El Cristiano Victorioso, Un Fruto Divino entre otros libros) y orador del ministerio RevivalSermons.org, ha trabajado para la iglesia en tres continentes, incluyendo siete años en las oficinas centrales de la Asociación General. Reside actualmente en Orlando, Florida, EE.UU.

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jueves, 24 de diciembre de 2009

Lección 13: Ciudades de refugio / Comentarios de Alejandro Bullón

Escuche el comentario de esta Lección o Guía de estudio de la Escuela Sabática, por el pastor Alejandro Bullón, haciendo clic aquí (mp3)

Comentario del Pr. Alejandro Bullón
Nació en Perú, estudió y se graduó de Teología en el Seminario de la Unión Peruana. Trabajó diez años en su país como consejero de jóvenes, y luego fue invitado a continuar el desarrollo de dicho ministerio en el Brasil. Actualmente es evangelista de la
Voz de la Esperanza. Ex secretario de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana de los Adventistas del Séptimo Día, y evangelista para toda América del Sur. Ha escrito varios libros, tales como "Conocer a Jesús es todo", "La crisis existencial", "Tú eres mi vida" y "Vuelve a casa hijo".

Guía de Estudio de la Biblia: Un pueblo en marcha: El libro de Números / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Octubre-Diciembre de 2009
Autor: Frank B. Holbrook. B.D., M.Th. Teólogo adventista ya desaparecido. De 1981 a 1990, fue director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland. También fue Profesor de Religión de la hoy Southern Adventist University.
Editor: Clifford Goldstein

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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Informe Misionero Mundial / 4 trimestre 2009 / video 03



Este trimestre enfocaremos nuestra atención en la División del Pacífico Sur, la cual abarca a Australia, Nueva Zelanda, y las islas del Pacífico al sur del ecuador, conformadas por las islas Cook, Fidji, Pitcairn, Samoa, las islas Salomón, Tonga, Vanuatu y otras más.

Los desafíos

Alrededor de 34 millones de personas viven en esta región, y poco más de 400.900 adventistas. Eso nos da un promedio de un adventista por cada 85 habitantes. Sin embargo, Australia y Nueva Zelanda tienen un promedio de un adventista por cada 370-390 habitantes. La mayoría de los adventistas vive en otros grupos de islas, como Fidji (tiene un adventista por cada 33 habitantes), Papúa Nueva Guinea (uno por cada 27), las islas Cook (uno por cada 16), y las islas Salomón (uno por cada 14). Los países cuyos estándares de vida son más altos tienden a tener un promedio de adventistas más bajo. Esto da lugar a grandes desafíos, no solo para alcanzar a aquellos que todavía no conocen a Cristo, sino también para financiar la obra en el resto de la región.

Mientras el promedio de adventistas con relación a los no adventistas es alto en muchas de las islas-naciones, los dirigentes tienen pocos recursos para sustentar a sus miembros. Los encargados de los departamentos de niños no tienen folletos con las lecciones de la escuela sabática, ni figuras de fieltro, ni cuadros ilustrados para mantener la atención de los niños durante el desarrollo de la Escuela Sabática y grabar en sus mentes las verdades eternas que Dios tiene para ellos.

La División del Pacífico Sur está preparando cuadros del mejor material resistente para garantizar su durabilidad, los cuales contienen trabajos artísticos a colores para ilustrar las lecciones de Escuela Sabática y así poder ayudar a los niños a comprender y aprender mejor las lecciones de la Biblia.

El Colegio Fulton es una de las tres instituciones educativas adventistas de nivel universitario en la División del Pacífico Sur. Fue construido en terreno alquilado de una de las tribus en Fidji, y pronto deben tener otro lugar a donde trasladar el campus. La División ha encontrado un terreno y están comenzando a construir un nuevo campus, más extenso y eficiente donde no se les obligue a mudarse de lugar.

Este trimestre podemos ayudar a la División para que preparen a sus jóvenes y puedan alcanzar a más personas para Cristo al dar una ofrenda generosa este decimotercer sábado.

Charlotte Ishkanian
Editora de Misión

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sábado, 19 de diciembre de 2009

Lección 13: Ciudades de refugio / Para el 26 de diciembre de 2009

Sábado 19 de diciembre.

Lee Para el Estudio de esta Semana: Números 33-36; Josué 20:1-7; Efesios 2.

Para Memorizar: “Tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma” (Heb. 6:18, 19).

AUNQUE DIOS FUE FIEL en hacer todo lo que había prometido, la Nación misma fue infiel y tuvo que morir en el desierto, del lado equivocado del Jordán, de donde debían haber huido en vez de morir allí. ¡Qué tragedia! Especialmente, porque no era necesario que sucediera. Dios les había dado todo, y todo lo que había hecho por ellos, y no obstante siguieron rehusando confiar y actuar con fe, aunque habían visto el poder de Dios en una forma que la mayoría de nosotros nunca hemos visto y que, en esta vida, nunca veremos.

Pero, Dios no había terminado con ellos. La Biblia enseña que Dios cumplirá sus promesas. El Señor tendrá su pueblo redimido en un cielo nuevo y una tierra nueva. De esto no hay duda. La única pregunta para nosotros es: ¿Estaremos nosotros allí o seremos como la primera generación, que a pesar de todo lo que se hizo por ellas, rehusó confiar en las promesas que Dios les había dado?

Esta semana, la última en que estudiaremos Números, consideraremos los preparativos finales que el pueblo de Israel hizo mientras se aprestaba a recibir la herencia prometida.

Una Lección de Historia.
Domingo 20 de diciembre

Lee Números 33. ¿Por qué crees que Dios le pidió a Moisés que escribiera “sus jornadas con arreglo a sus salidas”? ¿Qué propósito tenía esto?

Esta es, realmente, una historia increíble. Una nación entera huye de sus opresores después de siglos de no sojuzgada, y sobrevive a cuatro décadas de peregrinación en el desierto de Sinaí Solo por la gracia, el poder y los milagros de Dios pudo suceder esto. Nota cómo el texto de Números 33:2 enfatiza que ellos fueron de un lugar a otro “por mandato de Jehová”. Dios quería que ellos, y las generaciones futuras, nunca olvidaran que toda esta historia del pueblo en marcha por el desierto fue, en realidad, la historia del trato de Dios con los seres humanos pecadores, y su esfuerzo por salvarlos y llevarlos a la Tierra Prometida.

Hoy, hay eruditos bíblicos que, aunque no niegan la historia de que un grupo de ex esclavos saliera de Egipto, no obstante lo atribuyen a circunstancias naturales. Es decir, estos eruditos están haciendo exactamente lo que Dios no quería que hicieran, y eso es olvidar que Dios era central en todo lo que había sucedido.

Lee Números 33:50 al 56. Poniendo a un lado el contexto histórico (y los difíciles problemas que plantea para nosotros hoy), ¿qué importante principio espiritual se encuentra en estos textos? Cuando el pueblo de Israel se estableció en la tierra, ¿por qué este mandamiento del trato con ellos era tan importante?

El compromiso con el mundo ha sido y sigue siendo “aguijones en vuestros ojos y [...] espinas en vuestros costados” (vers. 55) para el pueblo de Dios. A menos que nos protejamos de estas malas influencias y de la cultura que nos rodea, siempre estamos en peligro de que estas cosas corrompan nuestra fe y nos descarríen.

¿De qué modo nos protegemos de las influencias negativas que nos rodean? ¿Qué elecciones personales debes hacer tú para ayudarte a limitar el impacto negativo que producen estas influencias?

Las Ciudades de los Levitas.
Lunes 21 de diciembre

Se recordará que, por causa de la lealtad de los levitas en el Sinaí, ellos fueron recompensados. Dios sería la porción de ellos. No obstante, el Señor hizo provisiones específicas para ellos y acerca de cómo habían de vivir entre el pueblo al que habían de servir.

¿Qué provisión se hizo para los levitas? ¿Qué nos enseña esto acerca de cómo debían vivir los levitas? Núm. 35:1-8.

Nota, también, cómo la tierra debía ser dada para ellos de todas las tribus. Los que habían recibido mucha tierra debían renunciar a más que aquellos que habían recibido menos. En esto se ve otra vez la equidad en la distribución de la tierra. Y, no obstante, todas las tribus debían dar de “la posesión de su heredad” (vers. 2). Todos debían tomar parte en asegurarse que las necesidades de los levitas estuvieran atendidas. De este modo, Dios claramente quería que ellos supieran de sus obligaciones. En un sentido, el principio del diezmo actúa de la misma manera. Los que tienen mucho darán más que los que tienen menos.

Al mismo tiempo, el hecho de que el sustento de ellos debía ser provisto por las otras tribus ciertamente debió haber sido para los levitas un recordativo constante de su responsabilidad de hacer su obra fielmente en favor del pueblo.

Entonces, los levitas fueron esparcidos entre todas las tribus de Israel; esto es, no se reunieron en un área específica. Habían de vivir entre la gente, tal vez como un recordativo de la fidelidad de sus padres durante la adoración del becerro de oro. Por esto, idealmente, en su sagrado rol, podían ser testigos constantes a la gente de lo que deberían ser la fidelidad y la santidad. Viviendo entre ellos, siendo parte de sus comunidades, compartiendo sus luchas, tristezas y gozos, los levitas –si hubiesen sido fieles a su tarea– podrían haber sido una bendición para la Nación. No debían ser una elite exclusiva, una clase arrogante, que vivía separada de la comunidad en la que servían. Habían de servir, no ser servidos. Qué ejemplo de lo que realmente tiene que ser un verdadero ministerio.

Lee Efesios 2. ¿Qué nos dice esto acerca de lo que significa ser parte de una comunidad de creyentes? ¿Cómo podemos insertarnos mejor en nuestra comunidad y cumplir cualquier papel que se nos llame a cumplir?

Ciudades de Refugio.
Martes 22 de diciembre

Lee Números 35:6, y 9 al 12. ¿Qué se establece aquí y por qué?

En la época del antiguo Israel, no actuaba ningún sistema de justicia. Si un hombre mataba a otro accidental o intencionalmente, el familiar más cercano de la víctima podía ser el “vengador de su sangre” (Deut. 19:12), para hacer justicia. Para evitar distorsiones de la justicia, se designaron seis ciudades levíticas (tres de cada lado del Jordán), donde podía escapar un homicida para su seguridad (Jos. 20:1-7).

En Números 35:12 se plantea algo interesante. Huir a la ciudad no garantizaba un asilo permanente y automático. En algunos casos, era un refugio temporario hasta que “entre en juicio delante de la congregación”, esto es, hasta que se establecieran los hechos. Estas ciudades no proveían un tipo de inmunidad diplomática, en la que un diplomático puede cometer un crimen en un país huésped y salirse con la suya. Estas ciudades fueron establecidas a fin de prevenir que se pudiera tergiversar la justicia.

Lee Números 35:9 al 21. ¿De qué modo comprendemos esta forma de justicia a la luz del evangelio?

Algunos no comprenden de qué manera algo como esto puede conciliarse con textos bíblicos acerca del perdón o de presentar la otra mejilla. Pero, lo que se trata aquí es de un código criminal. El evangelio del perdón y la gracia, como los enseñó Cristo, no significa que un crimen, algo tan terrible como un homicidio, no sea castigado por la sociedad. Que un criminal pueda arrepentirse ante Dios es un asunto diferente. ¿Qué sociedad puede funcionar si un crimen no es castigado? Lo que vemos aquí es que Dios quiere asegurarse que uno de los peores crímenes, el de asesinato, sea tratado con equidad y de manera justa.

Imagínate que conoces a una familia, uno de cuyos miembros ha asesinado a una persona; es acusado, es culpable y es condenado. La familia a la que pertenece, que son cristianos, pueden tener algo que decir en la sentencia, ya sea para muerte o para que viva en prisión. ¿Qué les aconsejarías y por qué? Lleva tu respuesta a la clase el sábado.

Ciudades de Refugio - Continuación.
Miércoles 23 de diciembre

Lee Números 35:22 al 34 y responde las siguientes preguntas:

* ¿De qué modo toda la congregación se involucraba con el trato de estas situaciones? ¿Por qué era tan importante para ellos estar involucrados?
¿Qué distinción se hacía entre un asesinato premeditado y un homicidio accidental?

* Aun cuando la muerte pudo ser accidental, el que mató a la persona debía quedar en la ciudad de refugio con el fin de ser protegido. En este contexto, ¿por qué crees que era así?

* En todo el libro de Números, hemos visto ejemplo tras ejemplo de la intervención sobrenatural de Dios, especialmente en casos de apostasía, pecado y rebelión. Siendo esto así, ¿por qué crees que Dios estableció este sistema de justicia, en el que seres humanos eran responsables de determinar la culpabilidad y la inocencia? ¿Por qué no se administró sobrenaturalmente la justicia, como se lo hizo en otros casos?

* ¿Por qué crees que un asesino no podía ser condenado a muerte por el testimonio de un solo testigo? ¿Qué dice esto acerca de cuán serio era el tema de la pena capital?

Cristo, Nuestro Refugio.
Jueves 24 de diciembre

“Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste” (2 Sam. 22:3).

¿De qué modo 2 Samuel 22:3 refleja algo de lo que proveían las ciudades de refugio?
¿De qué maneras encontramos la misma clase de refugio y protección en Cristo que encontraban aquellos que huían a las ciudades de refugio? Ver Juan 8:10, 11; Efe. 1:7; Col. 1:14; Heb. 6:18.

“Las ciudades de refugio destinadas al antiguo pueblo de Dios eran un símbolo del refugio proporcionado por Cristo. El mismo Salvador misericordioso que designó esas ciudades temporales de refugio proveyó, por el derramamiento de su propia sangre, un asilo verdadero para los transgresores de la Ley de Dios, al cual pueden huir de la segunda muerte y hallar seguridad. No hay poder que pueda arrebatar de sus manos las almas que acuden a él en busca de perdón. ‘Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús’. ‘¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros’, ‘para que [...] tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a trabarnos de la esperanza propuesta’ (Rom. 8:1, 34; Heb. 6:18).

“El que huía a la ciudad de refugio no podía demorarse. Abandonaba su familia y su ocupación. No tenía tiempo para despedirse de los seres amados. Su vida estaba en juego, y debía sacrificar todos los intereses para lograr un solo fin: llegar al lugar seguro. Olvidaba su cansancio; y no le importaban las dificultades. No osaba aminorar el paso un solo momento hasta hallarse dentro de las murallas de la ciudad” (PP 553).

Pero la semejanza no es exacta, porque por la Cruz aun los que han cometido pecados premeditados, incluso asesinatos, pueden ser perdonados por Dios.

¿Sientes que no eres lo suficientemente bueno para ser salvado y que tus pecados son muy grandes para ser aceptado por Dios? ¿Sientes que eres indigno del perdón? Si es así, ¿por qué es importante olvidar cómo te sientes, y reclamar las promesas de perdón, salvación y aceptación ofrecidas por Jesús?

Para Estudiar y Meditar.
Viernes 25 de diciembre.

Lee, en Patriarcas y profetas, el capítulo “La repartición de Canaán”, pp. 545-558.

“El pecador está expuesto a la muerte eterna hasta que encuentre un escondite en Cristo; y, así como la demora y la negligencia podían privar al fugitivo de su única oportunidad de vivir, también pueden las tardanzas y la indiferencia resultar en ruina del alma. Satanás, el gran adversario, sigue los pasos de todo transgresor de la santa Ley de Dios, y el que no se percata del peligro en que se halla y no busca fervorosamente abrigo en el Refugio eterno será víctima del destructor.

“El prisionero que en cualquier momento salía de la ciudad de refugio era abandonado a la voluntad del vengador de la sangre. En esa forma, se le enseñaba al pueblo a seguir celosamente los métodos que la Sabiduría infinita había designado para su seguridad. Asimismo, no basta que el pecador crea en Cristo para el perdón de sus pecados; debe, mediante la fe y la obediencia, permanecer en él” (PP 554).

Preguntas Para Dialogar:

1. ¿Qué diferencia hay entre el perdón del pecado, en el contexto de la salvación y la Cruz, y un crimen en el aspecto de la justicia criminal? ¿Por qué debemos diferenciar entre ambos?

2. En la clase, analicen las respuestas del martes con respecto a la pena de muerte. ¿Qué le dirías a la familia, y por qué? Además, ¿es correcto o justo aplicar lo que se hizo en Israel a nuestra justicia de hoy? Analiza.

3. ¿Por qué es tan importante recordar cómo Dios nos ha conducido en lo pasado, ya sea como personas, o como iglesia? ¿Qué peligros surgen si olvidamos el pasado? ¿Por qué es importante no quedarnos demasiado en lo que se ha hecho, o no puede ser cambiado? ¿Cómo podemos tener un equilibrio correcto en esto?

4. Si alguien te pregunta: “¿Qué significa para ti refugiarte en Cristo?”, ¿cuál sería tu respuesta? ¿Cómo nos podemos refugiar en Cristo? ¿Qué significa esto? ¿De qué modo cambiaría nuestra vida?

5. ¿Cómo administramos hoy la disciplina en la iglesia? ¿Cómo tratamos a los miembros descarriados, cuyos hechos son un reproche para el Señor? O ¿cómo los tratamos de manera que no parezca que los estamos juzgando? ¿O podemos hacerlo?

Resumen: En la frontera de la Tierra Prometida, Israel recibió un rápido resumen de cómo Dios los condujo todos esos años. Justo antes de entrar, Dios estableció las ciudades de refugio, que representan el refugio que nosotros, como pecadores, podemos encontrar en Cristo.


Guía de Estudio de la Biblia: Un pueblo en marcha: El libro de Números / Edición Adultos.

Periodo: Trimestre Octubre-Diciembre de 2009
Autor: Frank B. Holbrook. B.D., M.Th. Teólogo adventista ya desaparecido. De 1981 a 1990, fue director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland. También fue Profesor de Religión de la hoy Southern Adventist University.
Editor: Clifford Goldstein

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Lección 13: Ciudades de refugio / Notas de Elena de White

Sábado 19 de diciembre

El Señor ordenó a Moisés que refiriese a los hijos de Israel cómo los había librado del yugo de Egipto y les había conservado milagrosamente la vida en el desierto. Moisés debía recordarles su incredulidad, sus murmuraciones cuando fueron probados, así como la gran misericordia y tierna bondad del Señor que no los abandonaron nunca. Ello debía estimular su fe y fortalece su valor. Al par que comprendería su estado de debilidad y pecado, se darían cuenta también de que Dios era su justicia y fortaleza.

De igual importancia es hoy que el pueblo de Dios recuerde los lugares y circunstancias en que fue probado, en que su fe desfalleció, en que hizo peligrar su causa por su incredulidad y confianza en sí mismo. La misericordia de Dios, su providencia, sus libramientos inolvidables deben ser recordados unos tras otros. A medida que el pueblo de Dios repase así lo pasado, debe comprender que el Señor repite su trato. Debe prestar atención a las advertencias que le son dadas y guardase de volver a caer en las mismas faltas. Renunciando a toda confianza en sí mismos, los hijos de Dios deben confiar en él para que los guarde del pecado que podría deshonrar su nombre. Cada vez que Satanás obtiene una victoria, hay almas que peligran; algunos caen bajo sus tentaciones y no pueden recuperarse. Avancen con prudencia los que hayan cometido alguna falta, y a cada paso oren como el salmista: "Sustenta mis pasos en tus caminos, porque mis pies no resbalen" (Salmo 17:5) (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 190).

Una Lección de Historia.
Domingo 20 de diciembre

Moisés era el hombre más manso que haya vivido: sin embargo, a causa de las murmuraciones de los hijos de Israel, se vio repetidamente forzado a hacer mención de la conducta pecaminosa del pueblo después de dejar Egipto, y a vindicar su propia conducta como el líder de ellos. Justo antes de dejar al pueblo de Israel, cuando estaba a punto de morir, repitió ante ellos su trayectoria de rebelión y murmuración desde que habían dejado Egipto, y cómo su interés y amor por ellos lo habían inducido a interceder ante Dios en su favor. Les mencionó cómo le había rogado fervientemente al Señor que le permitiera pasar el Jordán y entrar en la Tierra Prometida; "pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó" (Deuteronomio 3:26). Moisés presentó ante ellos sus pecados, y les dijo: "Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco" (Deuteronomio 9:24). Les refirió cuántas veces había intercedido ante Dios y humillado su alma en angustia a causa de sus pecados.

Era el plan de Dios que Moisés le recordara frecuentemente a Israel sus transgresiones y rebelión, para que pudieran humillar sus corazones ante Dios por causa de sus pecados que habían provocado su ira contra ellos. El recuerdo de sus transgresiones y de las misericordias y bondades de Dios que ellos no habían apreciado, no complacía sus sentimientos. No obstante, Dios indicó que esto debía hacerse (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 351).

Todo el pueblo se hallaba reunido delante de él, y leyó los acontecimientos de su historia pasada del libro que había escrito. También leyó las promesas que Dios le había hecho en el caso de que fueran obedientes, y las maldiciones que les sobrevendrían si eran desobedientes.

Moisés les dijo que por su rebelión Dios en varias oportunidades había tenido la intención de destruirlos, pero que él había intercedido por ellos tan fervorosamente que el Señor los había perdonado con generosidad. Les recordó los milagros que hizo el Altísimo ante Faraón y toda la tierra de Egipto. Les dijo: "Mas vuestros ojos han visto todas las grandes obras que Jehová ha hecho. Guardad, pues, todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis fortalecidos, y entréis y poseáis la tierra a la cual pasáis para tomarla" (Deuteronomio 11:7, 8).

Moisés advirtió especialmente a los hijos de Israel que no fueran seducidos por la idolatría. Los instó con fervor a que obedecieran los mandamientos de Dios. Si obedecían al Señor y lo amaban y servían con un amor íntegro, les daría lluvias a su tiempo, habría crecer la vegetación y aumentaría sus ganados. Gozarían de privilegios especiales e importantes, y triunfarían sobre sus enemigos.

Moisés instruyó a los hijos de Israel con sinceridad y en forma impresionante. Sabía que era la última vez que les iba a dirigir la palabra. Terminó escribiendo en un libro todas las leyes, los reglamentos y estatutos que Dios le había dado, y las distintas instrucciones concernientes a las ofrendas y los sacrificios. Puso el libro en manos de hombres que ejercían cargos sagrados y les solicitó que, para salvaguardarlo, lo pusieran al lado del arca, donde el cuidado de Dios se ejercían continuamente. Había que preservar ese libro de Moisés para que los jueces de Israel pudieran referirse a él en todos los casos en que fuera necesario. La gente que está sometida al error a menudo interpreta los requerimientos de Dios de manera que se ajusten a su propio caso, por eso se guardó el libro de Moisés en un lugar sumamente sagrado, para que se recurriera a él en lo futuro (La historia de la redención, pp. 175, 176).

Las Ciudades de los Levitas.
Lunes 21 de diciembre

Dios no anula sus leyes. No obra contrariamente a ellas. No deshace la obra del pecado: la transforma. Por medio de su gracia, la maldición se convierte en bendición.

De los hijos de Jacob, Leví fue uno de los más crueles y vengativos, uno de los dos más culpables del asesinato traicionero de los habitantes de Siquem. Las características de Leví, reflejadas en sus descendientes, atrajeron sobre éstos el decreto de Dios: "Los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel" (Génesis 49:7). Pero el arrepentimiento dio por resultado la reforma, y mediante su fidelidad a Dios, en medio de la apostasía de las otras tribus, la maldición se transformó en una señal del más alto honor.

"En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en su nombre, hasta hoy". "Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado... en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad" (Deuteronomio 10:8; Malaquías 2:5, 6).

Los levitas, como ministros del Santuario, no recibieron tierras por herencia; moraban juntos en ciudades apartadas para su uso, y su sostén lo constituían las ofrendas y los diezmos dedicados al servicio de Dios. Eran los maestros del pueblo, huéspedes de todas sin fiestas, y honrados por todas partes como siervos y representantes de Dios. Toda la nación recibió el mandato: "Ten cuidado de no desamparar al levita en todos tus días sobre la tierra". "Por lo cual Leví no tuvo arte ni heredad con sus hermanos; Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios le dijo" (Deuteronomio 12:19; 10:9) (La educación, pp. 148, 149).

Ciudades de Refugio.
Martes 22 de diciembre

Seis de las ciudades dadas a los levitas, tres a cada lado del Jordán, fueron designadas como ciudades de refugio, a las cuales pudieran huir los homicidas en busca de seguridad. La designación de estas ciudades había sido ordenada por Moisés, para que a ellas pudiera huir "el homicida que hiriere a alguno de muerte por yerro. Y os serán aquellas ciudades por acogimiento del pariente -dijo- y no morirá el homicida hasta que esté a juicio delante de la congregación" (Números 35:11, 12). Lo que hacía necesaria esta medida misericordiosa era la antigua costumbre de vengarse particularmente, que encomendaba el castigo del homicida al pariente o heredero más cercano al muerto. En los casos en que la culpabilidad era clara y evidente, no era menester esperar que los magistrados juzgaran al homicida. El vengador podía buscarlo y perseguirlo dondequiera que lo encontrara. El señor no tuvo a bien abolir esa costumbre en aquel entonces, pero tomó medidas para afianzar la seguridad de los que sin intención quitaran la vida a alguien.

Las ciudades de refugio estaban distribuidas de tal manera que había una a medio día de viaje de cualquier parte del país. Los caminos que conducían a ellas habían de conservarse en buen estado; y a lo largo de ellos se habían de poner postes que llevaran en caracteres claros y distintos la inscripción "Refugio" o "Acogimiento" para que el fugitivo no perdiera un solo momento. Cualquiera, ya fuera hebreo, extranjero o peregrino, podía valerse de esta medida. Pero si bien no se debía matar precipitadamente al que no fuera culpable, el que lo fuera no había de escapar al castigo. El caso del fugitivo debía ser examinado con toda equidad por las autoridades competentes, y sólo cuando se comprobaba que era inocente de toda intención homicida podía quedar bajo la protección de las ciudades de asilo. Los culpables eran entregados a los vengadores. Los que tenían derecho a gozar protección de las ciudades de asilo. Los culpables eran entregados a los vengadores. Los que tenían derecho a gozar protección podrían tenerla tan sólo mientras permanecieran dentro del asilo designado. El que saliera de los límites prescriptos y fuera encontrado por el vengador de la sangre, pagaba con su vida la pena que entrañaba el despreciar las medidas del Señor. Pero a la muerte del sumo sacerdote, todos los que habían buscado asilo en las ciudades de refugio quedaban en libertad para volver a sus respectivas propiedades.

En un juicio por homicidio, no se podía condenar al acusado por la declaración de un solo testigo, aunque hubiera graves pruebas circunstanciales contra él. La orden del Señor fue: "Cualquiera que hiriere a alguno, por dicho de testigos, morirá el homicida: mas un solo testigo no hará fe contra alguna persona que muera" (Números 35:30). Fue Cristo quien le dio a Moisés estas instrucciones para Israel; y mientras estaba personalmente con sus discípulos en la tierra, al enseñarles cómo debían tratar a los pecadores, el gran Maestro repitió la lección de que el testimonio de un solo hombre no basta para condenar ni absolver. Las cuestiones en disputa no han de decidirse por las opiniones de un solo hombre. En todos estos asuntos, dos o más han de reunirse y llevar juntos la responsabilidad, "para que en boca de dos o tres testigos conste toda la palabra" (S. Mateo 18:16).

Si el enjuiciado por homicida era reconocido culpable, ninguna expiación ni rescate podía salvarle... La seguridad y la pureza de la nación exigía que el pecado de homicidio fuese castigado severamente. La vida humana, que sólo Dios podía dar, debía considerarse sagrada (Patriarcas y profetas, pp. 551-553).

Ciudades de Refugio - Continuación.
Miércoles 23 de diciembre

Dios entiende la perversidad del corazón humano. La enemistad personal o la posibilidad de ventajas han arruinado la reputación y la utilidad de miles de personas inocentes, y en muchos casos han sido condenados a muerte. Mientras las vidas indignas de los violentos y los malvados muchas veces han sido preservadas pagando un soborno, a otros que no eran culpables de un crimen se los ha hecho sufrir. Los ricos o los poderosos pueden corromper aun a los jueces y traer falsos testigos contra los inocentes. La provisión de que ninguno pudiera ser condenado por el testimonio de un solo testigo era justa y necesaria, porque una sola persona puede ser controlada por el prejuicio, el egoísmo o la malicia, mientras que hay menos posibilidades de que dos o tres se confabulen para dar falso testimonio; y aun así, al recibir los testimonios separadamente, se puede llegar a descubrir la verdad (Signs of the Times, enero 20, 1881).

Para hacer notar más cabalmente lo terrible de un asesinato y ayudar en la detención del criminal, el Señor ordenó que al encontrar el cuerpo de una persona asesinada, los magistrados realizaran una ceremonia solemne y pública en la que participaban los ancianos y los sacerdotes elegidos por Dios...

Si después de una búsqueda diligente no se lograba dar con el asesino, los dirigentes debían mostrar su aborrecimiento por tal hecho y declarar enfáticamente que si alguien no hacía todo lo posible por encontrar al culpable, o consideraba en forma indiferente y descuidada tal acción o, pero aún, si por un acto negligente encubría al culpable, se transformaba en un enemigo de Dios, ya que a su vista sería considerado participante de los malos actos del criminal...

Aquí hay lecciones que el pueblo de Dios de estos últimos días debe aprender. Hay terribles pecados entre los miembros de la iglesia: codicia, engaño, fraude, falsedad y muchos otros. Si los que tienen autoridad en la iglesia son indiferentes y descuidados con estas cosas, el Señor retira sus bendiciones y los inocentes sufren juntamente con los culpables. Los oficiales de la iglesia, con energía y celo por Dios, deben tomar medidas inmediatas y condenar y corregir estos males. Al mismo tiempo, deben actuar con mansedumbre y humildad y con el sincero deseo de que Dios sea glorificado, sin dar lugar a celos o prejuicios personales contra los ofensores. Pecados tales como la prevaricación, la lujuria, el abuso inhumano, no deben ser excusados porque desmoralizarán rápidamente a la iglesia. Se le pueden dar otros nombres al pecado; se pueden buscar excusas o pretender que la persona tenía buenos motivos, pero ninguna de estas razones disminuye la culpa a la vista de Dios; tales pecados tendrán su consecuencia y su castigo (Signs of the Times, enero 20, 1881).

Cristo, Nuestro Refugio.
Jueves 24 de diciembre

Las ciudades de refugio destinadas al antiguo pueblo de Dios eran un símbolo del refugio proporcionado por Cristo. El mismo Salvador misericordioso que designó esas ciudades temporales de refugio proveyó por el derramamiento de su propia sangre un asilo verdadero para los transgresores de la ley de Dios, al cual pueden huir de la segunda muerte y hallar seguridad. No hay poder que pueda arrebatar de sus manos las almas que acuden a él en busca de perdón. "Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". "¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros", "para que... tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a trabarnos de la esperanza propuesta" (Romanos 8:1, 34; Hebreos 6:18).

El que huía a la ciudad de refugio no podía demorarse. Abandona su familia y su ocupación. No tenía tiempo para despedirse de los seres amados. Su vida estaba en juego y debía sacrificar todos los intereses para lograr un solo fin: llegar al lugar seguro. Olvidaba su cansancio; y no le importaban las dificultades. No osaba aminorar el paso un solo momento hasta hallarse dentro de las murallas de la ciudad. El pecador está expuesto a la muerte eterna hasta que encuentre un escondite en Cristo; y así como la demora y la negligencia podían privar al fugitivo de su única oportunidad de vivir también pueden las tardanzas y la indiferencia resultar en ruina del alma. Satanás, el gran adversario, sigue los pasos de todo transgresor de la santa ley de Dios, y el que no se percata del peligro en que se halla y no busca fervorosamente abrigo en el refugio eterno, será víctima del destructor.

El prisionero que en cualquier momento salía de la ciudad de refugio era abandonado a la voluntad del vengador de la sangre. En esa forma se le enseñaba al pueblo a seguir celosamente los métodos que la sabiduría infinita había designado para su seguridad. Asimismo no basta que el pecador crea en Cristo para el perdón de sus pecados; debe, mediante la fe y la obediencia, permanecer en él. "Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por el pecado, sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios" (Hebreos 10:26, 27) (Patriarcas y profetas, pp. 553, 554).

Cristo es nuestro refugio, y sólo mediante la fe en él podemos formar caracteres que Dios acepta. Podemos agregar conocimiento al conocimiento, fortaleza a la fortaleza, virtud a la virtud, y sin embargo fracasar en el conflicto que está ante nosotros porque no hemos hecho de Cristo nuestra justicia y nuestra fortaleza. Ninguna ceremonia exterior puede limpiarnos porque no puede suplantar al bautismo del Espíritu; y quien no hay experimentado el poder regenerador del Espíritu de Dios será como paja en medio del trigo. El Señor está con su aventador en su mano y purgará su cosecha. Viene el día en el que se decidirá "entre el que sirve a Dios y el que no le sirve" (Signs of the Times, julio 14, 1887).

El Salvador es nuestro sustituto y seguridad. Está a la cabeza de la familia humana como Aquel que ha pasado por todas las tentaciones que nos oprimen y nos molestan. Fue tentado en todo y es capaz de socorrer a los que son tentados. Fue también afligido con todas nuestras aflicciones. Cristo es nuestro refugio y nuestra fuente de fortaleza, y si su palabra habita en nosotros nos proporciona el poder que necesitamos. Pero nosotros hemos de decidir si servir a Dios o a Baal (Signs of the Times, febrero 20, 1896).

Dios se complace cuando mantenemos el rostro orientado hacia el Sol de justicia... Cuando estamos en dificultades y oprimidos por la ansiedad, el Señor está cerca de nosotros, y nos insta a que depositemos toda nuestra solicitud en él, porque cuida de nosotros...
Se acerca a todos sus hijos en su aflicción. Es su refugio en tiempos de peligro. Les ofrece su gozo y consuelo cuando están dolientes. ¿Nos apartaremos del Redentor, la fuente de agua viva, para cavarnos cisternas rotas que no pueden retener agua? Cuando se aproxime el peligro, ¿buscaremos la ayuda de los que son tan débiles como nosotros, o acudiremos al que es poderoso para salvar? Sus brazos están abiertos ampliamente y formula esta invitación llena de gracia: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar" (Hijos e hijas de Dios, p. 21).

Para Estudiar y Meditar.
Viernes 25 de diciembre

CAPÍTULO 48. La Repartición de Canaán
Patriarcas y profetas, pp. 545-558

A la victoria de Beth-orón siguió pronto la conquista de la parte meridional de Canaán. "Hirió pues Josué toda la región de las montañas, y del mediodía, y de los llanos... Todos estos reyes y sus tierras tomó Josué de una vez; porque Jehová el Dios de Israel peleaba por Israel.
Y tornóse Josué, y todo Israel con él, al campo en Gilgal." (Véase Josué 10; 11.)

Las tribus del norte de Palestina, atemorizadas por el éxito que acompañaba a los ejércitos de Israel, formaron entonces una alianza contra ellos. Encabezaba esa alianza Jabín, rey de Hasor, cuyo territorio se hallaba al oeste del lago Merom. "Estos salieron, y con ellos todos sus ejércitos." Esta hueste era mucho mayor que cualquier otra que hubieran encontrado antes los israelitas en Canaán, "pueblo mucho en gran manera, como la arena que está a la orilla del mar, con gran muchedumbre de caballos y carros. Todos estos reyes se juntaron, y viniendo reunieron los campos junto a las aguas de Merom, para pelear contra Israel." Nuevamente recibió Josué un mensaje alentador: "No tengas temor de ellos, que mañana a esta hora yo entregaré a todos éstos, muertos delante de Israel."

Cerca del lago Merom, Josué cayó sobre el campamento de los aliados, y derrotó totalmente sus fuerzas. "Y entrególos Jehová en manos de Israel, los cuales los hirieron y siguieron . . . hasta que no les dejaron ninguno." Los israelitas no debían apropiarse de los carros y caballos que habían constituido el orgullo y la vanagloria de los cananeos. Por orden divina, los carros fueron quemados, y los caballos desjarretados e inutilizados para la batalla. Los israelitas no habían de depositar su confianza en carros o caballos, sino en el nombre de Jehová su Dios.

Una a una fueron tomadas las ciudades y Hasor, la gran fortaleza de la confederación, fue quemada. La guerra continuó durante varios años, pero cuando terminó Josué se había adueñado de Canaán. "Y la tierra reposó de guerra."

Pero a pesar de que había: sido quebrantado el poderío de los cananeos, éstos no fueron completamente despojados. Hacia el oeste los filisteos seguían poseyendo una llanura fértil a lo largo de la costa, mientras que al norte de ellos estaba el territorio de los sidonios. Estos tenían también el Líbano; y por el sur, hacia Egipto, la tierra seguía ocupada por los enemigos de Israel.

Sin embargo, Josué no había de continuar la guerra. Había otra obra que el gran jefe debía hacer antes de dejar el mando de Israel. Toda la tierra, tanto las partes ya conquistadas como las aun, no subyugadas, debía repartiese entre las tribus. Y a cada tribu le tocaba subyugar completamente su propia heredad. Con tal que el pueblo fuera fiel a Dios, él expulsaría a sus enemigos de delante de ellos; y prometió darles posesiones todavía mayores si tan sólo eran fieles a su pacto. La distribución de la tierra fue encomendada a Josué, a Eleazar, sumo sacerdote, y a los jefes de las tribus, habiéndose de fijar por suertes la situación de cada tribu. Moisés mismo había fijado las fronteras del país según se lo había de dividir entre las tribus cuando entraran en posesión de Canaán, y había designado un príncipe de cada tribu para que diera atención a la distribución. Por estar la tribu de Leví dedicada al servicio del santuario, no se la tomó en cuenta en esta repartición; pero se les asignaron a los levitas cuarenta y ocho ciudades en diferentes partes del país como su herencia.

Antes que comenzara la distribución de la tierra, Caleb, acompañado de los jefes de su tribu, presentó una petición especial. Con excepción de Josué, era Caleb el hombre más anciano de Israel. Ambos habían sido entre los espías los únicos que trajeron un buen informe acerca de la tierra de promisión, y animaron al pueblo a que subiera y la poseyera en nombre del Señor. Caleb le recordó ahora a Josué la promesa que se le hizo entonces como galardón por su fidelidad: "¡Ciertamente la tierra en que ha pisado tu pie ha de ser herencia tuya y de tus hijos para siempre! por cuanto has seguido cumplidamente a Jehová mi Dios." (Jos. 14: 9, V.M.) Por consiguiente solicitó que se le diera Hebrón como posesión. Allí habían residido muchos años Abrahán, Isaac y Jacob; allí, en la cueva de Macpela, habían sido sepultados. Hebrón era la capital de los temibles anaceos, cuyo aspecto formidable tanto había amedrentado a los espías. Y, por su medio, anonadado el valor de todo Israel. Este sitio, sobre todos los demás, era el que Caleb, confiado en el poder de Dios, eligió por heredad.

"Ahora bien -dijo Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, ... y ahora, he aquí soy hoy día de ochenta y cinco años: pero aun estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió: cual era entonces mi fuerza, tal es ahora, para la guerra, y para salir y para entrar. Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los Anaceos están allá y grandes y fuertes ciudades. Quizá Jehová será conmigo, y los echaré como Jehová ha dicho." Esta petición fue apoyada por los hombres principales de Judá. Como Caleb mismo era representante de su tribu, designado para colaborar en la repartición de la tierra, había preferido tener a estos hombres consigo al presentar su pedido, para que no hubiera apariencia siquiera de que se valía de su autoridad para satisfacer fines egoístas.

Lo que pedía le fue otorgado inmediatamente. A ningún otro podía confiarse con más seguridad la conquista de esa fortaleza de gigantes. "Josué entonces lo bendijo, y dio a Caleb hijo de Jephone a Hebrón por heredad, ... porque cumplió siguiendo a Jehová Dios de Israel." La fe de Caleb era en esa, época la misma que tenía cuando su testimonio contradijo el informe desfavorable de los espías. El había creído en la promesa de Dios, de que pondría su pueblo en posesión de la tierra de Canaán, y en esto había seguido fielmente al Señor. Había sobrellevado con su pueblo la larga peregrinación por el desierto, y compartido las desilusiones y las cargas de los culpables; no obstante, no se quejó de esto, sino que ensalzó la misericordia de Dios que le había guardado en el desierto cuando sus hermanos eran eliminados. En medio de las penurias, los peligros y las plagas de las peregrinaciones en el desierto, durante los años de guerra desde que entraron en Canaán, el Señor le había guardado, y ahora que tenía más de ochenta años su vigor no había disminuido. No pidió una tierra ya conquistada, sino el sitio que por sobre todos los demás los espías habían considerado imposible de subyugar. Con la ayuda de Dios, quería arrebatar aquella fortaleza de manos -de los mismos gigantes cuyo poder había hecho tambalear la fe de Israel. Al hacer su petición no fue movido Caleb por el deseo de conseguir honores o engrandecimiento. El valiente y viejo guerrero deseaba dar al pueblo un ejemplo que honrara a Dios, y alentar a las tribus para que subyugaran completamente la tierra que sus padres habían considerado inconquistable.

Caleb obtuvo la heredad que su corazón había anhelado durante cuarenta años, y confiado en que Dios le acompañaba, "echó de allí tres hijos de Anac." (Jos. 15: 14.) Habiendo obtenido así una posesión para sí y su casa, no por ello disminuyó su celo, ni se instaló a gozar de su heredad, sino que siguió adelante con otras conquistas para beneficio de la nación y gloria de Dios.

Los cobardes rebeldes habían perecido en el desierto; pero los espías íntegros comieron de las uvas de Escol. A cada uno se le dio de acuerdo con su fe. Los incrédulos habían visto sus temores cumplidos. No obstante la promesa de Dios, habían dicho que era imposible heredar la tierra de Canaán, y no la poseyeron. Pero los que confiaron en Dios y no consideraron tanto las dificultades que se habían de encontrar como la fuerza de su Ayudador todopoderoso, entraron en la buena tierra. Por la fe fue cómo los antiguos notables "ganaron reinos, ... evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos de extraños." "Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe." (Heb. 11: 33, 34; 1 Juan 5: 41)

Otra reclamación tocante a la repartición de la tierra reveló un espíritu muy diferente del de Caleb. La presentaron los hijos de José, la tribu de Efraín con la media tribu de Manasés. Basándose en la superioridad de su número, estas tribus exigieron una porción doble de territorio. La que les había tocado en suerte era la más rica de la tierra e incluía la fértil llanura de Sarón; pero muchas de las ciudades principales del valle estaban aún en poder de los cananeos, y las tribus, rehuyendo el trabajo y peligro que significaba conquistar sus posesiones, deseaban una porción adicional del territorio ya conquistado. La tribu de Efraín era una de las más grandes de Israel, y a ella pertenecía el mismo Josué. Por consiguiente sus miembros se creían con derecho a recibir una consideración especial. Dijeron a Josué: "¿Por qué me has dado por heredad una sola suerte y una sola parte, siendo yo un pueblo tan grande?" (Jos. 17: 14-18.) Pero no lograron que el jefe inflexible se apartara de la estricta justicia.

Su respuesta fue: "Si eres pueblo tan grande, sube tú al monte, y corta para ti allí en la tierra del Pherezeo y de los gigantes, pues que el monte de Ephraim es angosto para ti."

La contestación de ellos demostró el verdadero motivo de su queja: les hacía falta fe y valor para desalojar a los cananeos. "No nos bastará a nosotros este monte -dijeron,- y todos los Cananeos que habitan la tierra de la campiña, tienen carros herrados."

El poder del Dios de Israel había sido prometido a su pueblo, y si los efrainitas hubieran tenido el valor y la fe de Caleb, ningún enemigo habría podido oponérseles. Josué encaró firmemente el deseo manifiesto de ellos de evitar los trabajos y peligros. Les dijo: "Tú eres gran pueblo, y tienes gran fuerza; no tendrás una sola suerte; mas aquel monte será tuyo; que bosque es, y tú lo cortarás, y serán tuyos sus términos: porque tú echarás al Cananeo, aunque tenga carros herrados, y aunque sea fuerte." Así sus propios argumentos fueron esgrimidos contra ellos. Siendo ellos un gran pueblo, como alegaban serlo, tenían plena capacidad para abrirse camino, como sus hermanos. Con la ayuda de Dios, no necesitaban temer los carros herrados.

Hasta entonces, Gilgal había sido cuartel general de la nación y asiento del tabernáculo. Pero ahora el tabernáculo debía ser trasladado al sitio escogido como su lugar permanente: la pequeña ciudad de Silo, en tierra adjudicada a Efraín. Estaba situada cerca del centro del país, y era fácilmente accesible para todas las tribus. Esa parte del país había sido subyugada completamente, y por lo tanto los adoradores no serían molestados. "Y toda la congregación de los hijos de Israel se juntó en Silo, y asentaron allí el tabernáculo del testimonio." (Jos. 18: 1-10.) Las tribus que aun estaban acampadas cuando se trasladó el tabernáculo de Gilgal a Silo, lo siguieron y acamparon cerca de esa ciudad hasta que se dispersaron para ocupar sus respectivas heredades.

El arca permaneció en Silo por espacio de trescientos años, hasta que, a causa de los pecados de la casa de Elí, cayó en manos de los filisteos y Silo fue destruida totalmente. Ya no volvió a colocarse el arca en el tabernáculo en ese lugar, pues el servicio del santuario se trasladó por último al templo de Jerusalén, y Silo se convirtió en una localidad insignificante. Sólo quedan algunas ruinas para señalar el sitio que ocupó. Mucho después la suerte que corrió aquel pueblo sirvió para amonestar a Jerusalén. "Andad empero ahora a mi lugar que fue en Silo, donde hice que morase mí nombre al principio declaró el Señor por el profeta Jeremías,- y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel.... Haré también a esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, en la que vosotros confiáis, y a este lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice a Silo." (Jer. 7: 12-14.)

"Y después que acabaron de repartir la tierra en heredad," y cuando ya todas las tribus habían recibido la heredad que les tocara, Josué presentó su derecho. A él, como a Caleb, se le había prometido una herencia especial; no pidió, sin embargo, una provincia grande, sino una sola ciudad. "Le dieron la ciudad que él pidió; ... y él reedificó la ciudad, y habitó en ella." (Jos. 19: 49, 50.) El nombre que se le puso a la ciudad fue Timnath-sera, "la parte que sobra," y atestiguó para siempre el carácter noble y espíritu desinteresado del vencedor que, en vez de ser el primero en apropiarse del botín de la victoria, postergó su derecho hasta que los más humildes de su pueblo habían recibido su parte.

Seis de las ciudades dadas a los levitas, tres a cada lado del Jordán, fueron designadas como ciudades, de refugio, a las cuales pudieran huir los homicidas en busca de seguridad. La designación de estas ciudades había sido ordenada por Moisés, para que a ellas pudiera huir "el homicida que hiriere a alguno de muerte por yerro. Y os serán aquellas ciudades por acogimiento del pariente -dijo,- y no morirá el homicida hasta que esté a juicio delante de la congregación." (Núm- 35: 11, 12.) Lo que hacía necesaria esta medida misericordioso era la antigua costumbre de vengarse particularmente, que encomendaba el castigo del homicida al pariente o heredero más cercano al muerto. En los casos en que la culpabilidad era clara y evidente, no era menester esperar que los magistrados juzgaran al homicida. El vengador podía buscarlo y perseguirlo dondequiera que lo encontrara. El Señor no tuvo a bien abolir esa costumbre en aquel entonces; pero tomó medidas para afianzar la seguridad de los que sin intención quitaran la vida a alguien.

Las ciudades de refugio estaban distribuidas de tal manera que había una a medio día de viaje de cualquier parte del país. Los caminos que conducían a ellas habían de conservarse en buen estado; y a lo largo de ellos se habían de poner postes que llevaran en caracteres claros y distintos la inscripción "Refugio" o "Acogimiento" para que el fugitivo no perdiera un solo momento. Cualquiera, ya fuera hebreo, extranjero o peregrino, podía valerse de esta medida. Pero si bien no se debía matar precipitadamente al que no fuera culpable, el que lo fuera no había de escapar al castigo. El caso del fugitivo debía ser examinado con toda equidad por las autoridades competentes, y Sólo cuando se comprobaba que era inocente de toda intención homicida podía quedar bajo la protección de las ciudades de asilo. Los culpables eran entregados a los vengadores. Los que tenían derecho a gozar protección podían tenerla tan sólo mientras permanecieran dentro del asilo designado. El que saliera de los límites prescritos y fuera encontrado por el vengador de la sangre, pagaba con su vida la pena que entrañaba el despreciar las medidas del Señor. Pero a la muerte del sumo sacerdote, todos los que habían buscado asilo en las ciudades de refugio quedaban en libertad para volver a sus respectivas propiedades.

En un juicio por homicidio, no se podía condenar al acusado por la declaración de un solo testigo, aunque hubiera graves pruebas circunstanciales contra él. La orden del Señor fue: "Cualquiera que hiriere a alguno, por dicho de testigos, morirá el homicida: mas un solo testigo no hará fe contra alguna persona que muera." (Núm. 35: 30.) Fue Cristo quien le dio a Moisés estas instrucciones para Israel; y mientras estaba personalmente con sus discípulos en la tierra, al enseñarles cómo debían tratar a los pecadores, el gran Maestro repitió la lección de que el testimonio de un solo hombre no basta para condenar ni absolver. Las cuestiones en disputa no han de decidirse por las opiniones de un solo hombre. En todos estos asuntos, dos o más han de reunirse y llevar juntos la responsabilidad, "para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra." (Mat. 18: 16.)

Si el enjuiciado por homicida era reconocido culpable, ninguna expiación ni rescate podía salvarle. "El que derramare sangre del hombre, por el hombre su sangre será derramada." "Y no tomaréis precio por la vida del homicida; porque está condenado a muerte: mas indefectiblemente morirá;" "de mi altar lo quitarás para que muera," éstas fueron las instrucciones de Dios juntamente con las siguientes: "La tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó." (Gén. 9: 6; Núm. 35: 31-33; Exo. 1: 14.) La seguridad y la pureza de la nación exigía que el pecado de homicidio fuese castigado severamente. La vida humana, que sólo Dios podía dar, debía considerarse sagrada.

Las ciudades de refugio destinadas al antiguo pueblo de Dios eran un símbolo del refugio proporcionado por Cristo. El mismo Salvador misericordioso que designó esas ciudades temporales de refugio proveyó por el derramamiento de su propia sangre un asilo verdadero para los transgresores de la ley de Dios, al cual pueden huir de la segunda muerte y hallar seguridad. No hay poder que pueda arrebatar de sus manos las almas que acuden a él en busca de perdón. "Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús." "¿Quien es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros," "para que . . . tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a trabarnos de la esperanza propuesta." (Rom. 8: 1, 34; Heb. 6: 18.)

El que huía a la ciudad de refugio no podía demorarse. Abandonaba su familia y su ocupación. No tenía tiempo para despedirse de los seres amados. Su vida estaba en juego y debía sacrificar todos los intereses para lograr un solo fin: llegar al lugar seguro. Olvidaba su cansancio; y no le importaban las dificultades. No osaba aminorar el paso un solo momento hasta hallarse dentro de las murallas de la ciudad. El pecador está expuesto a la muerte eterna hasta que encuentre un escondite en Cristo; y así como la demora y la negligencia podían privar al fugitivo de su única oportunidad de vivir, también pueden las tardanzas y la indiferencia resultar en ruina del alma. Satanás, el gran adversario, sigue los pasos de todo transgresor de la santa ley de Dios, y el que no se percata del peligro en que se halla y no busca fervorosamente abrigo en el refugio eterno, será víctima del destructor.

El prisionero que en cualquier momento salía de la ciudad de refugio era abandonado a la voluntad del vengador de la sangre. En esa forma se le enseñaba al pueblo a seguir celosamente los métodos que la sabiduría infinita había designado para su seguridad. Asimismo no basta que el pecador crea en Cristo para el perdón de sus pecados; debe, mediante la fe y la obediencia, permanecer en él. "Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por el pecado, sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios." (Heb. 10: 26, 27.)

Dos de las tribus de Israel, Gad y Rubén, con la mitad de la tribu de Manasés, habían recibido su heredad antes de cruzar el Jordán. Para un pueblo de pastores, las anchas llanuras de las tierras altas y valiosos bosques de Galaad y de Basán, que ofrecían extensos campos de pastoreo para sus rebaños y manadas, tenían atractivos que no podían encontrarse en la propia Canaán; y las dos tribus y media, deseando establecerse en esa región, se habían comprometido a proporcionar su cuota de soldados armados para que acompañaran a sus hermanos al otro lado del Jordán y participaran en todas sus batallas hasta que todos entraran en posesión de sus respectivas heredades. Esta obligación se había cumplido fielmente. Cuando las diez tribus entraron en Canaán, cuarenta mil de "los hijos de Rubén y los hijos de Gad, y la media tribu de Manasés, ... armados a punto pasaron hacia la campiña de Jericó delante de Jehová a la guerra." (Jos. 4: 12, 13.) Durante años habían luchado valientemente al lado de sus hermanos. Ahora había llegado el momento en que habían de entrar en la tierra de su posesión. Mientras acompañaban a sus hermanos en los conflictos, también habían compartido los despojos; y regresaron "con grandes riquezas, y con grande copia de ganado, con plata, y con oro, y metal, y muchos vestido" (véase Josué 22), todo lo cual debían compartir con los que se habían quedado al cuidado de las familias y los rebaños.

Iban a morar ahora a cierta distancia del santuario del Señor, y Josué presenció su partida con corazón acongojado, pues sabía cuán fuertemente tentados se verían, en su vida aislada y nómada, a adoptar las costumbres de las tribus paganas que moraban en sus fronteras.

Mientras el ánimo de Josué y de otros jefes estaba aun deprimido por presentimientos angustiosos, les llegaron noticias extrañas. Al lado del Jordán, cerca del sitio donde Israel cruzó milagrosamente el río, las dos tribus y media habían erigido un gran altar, parecido al altar de los holocaustos que se había erigido en Silo. La ley de Dios prohibía, so pena de muerte, el establecimiento de otro culto que el del santuario. Si tal era el objeto de ese altar, y se le permitía subsistir, apartaría al pueblo de la verdadera fe.

Los representantes del pueblo se reunieron en Silo, y en el acaloramiento de su excitación e indignación, propusieron declarar la guerra en seguida a los transgresores. Sin embargo, gracias a la influencia de los más cautos, se resolvió mandar primeramente una delegación para que obtuviera de las dos tribus y media una explicación de su comportamiento. Se escogieron diez príncipes, uno de cada tribu. Encabezaba esta delegación Phinees, que se había distinguido por su celo en el asunto de Peor.

Las dos tribus y media habían cometido un error al llevar a cabo, sin explicación alguna, un acto susceptible de tan graves sospechas. Los embajadores, dando por sentado que sus hermanos eran culpables, les dirigieron reproches mordaces. Los acusaron de rebelarse contra Dios, y los invitaron a recordar cómo habían caído castigos sobre Israel por haberse juntado con Baal- peor. En nombre de todo Israel, Phinees manifestó a los hijos de Gad y de Rubén que si no querían vivir en aquella tierra sin altar para el sacrificio, se les daba la bienvenida para que participaran en los bienes y privilegios de sus hermanos al otro lado del río.

En contestación, los acusados explicaron que el altar que habían erigido no era para ofrecer sacrificios, sino sencillamente para atestiguar que, a pesar de estar separados por el río, tenían la misma fe que sus hermanos de Canaán. Habían temido que en algún tiempo futuro podría suceder que sus hijos fuesen excluidos del tabernáculo, como quienes no tuviesen parte en Israel. Entonces este altar, erigido de conformidad con el modelo del altar de Jehová en Silo, atestiguaría que los fundadores y constructores de él adoraban también al Dios viviente.

Con gran regocijo los embajadores aceptaron esta explicación, y en seguida se volvieron para llevar las buenas noticias a los que los habían enviado. Toda idea de guerra fue desechada, y el pueblo unido se regocijó y alabó a Dios.

Los hijos de Gad y de Rubén grabaron entonces en su altar una inscripción que indicaba el objeto para el cual había sido erigido; y dijeron: "Porque es testimonio entre nosotros que Jehová es Dios." Así procuraron evitar futuras interpretaciones erróneas y eliminar cuanto pudiera ser causa de tentación.

¡Cuán a menudo provienen serias dificultades de una simple interpretación errónea, hasta entre aquellos que son guiados por los móviles más dignos! Y sin el ejercicio de la cortesía y la paciencia, ¡qué resultados tan graves y aun fatales pueden sobrevenir! Las diez tribus recordaban cómo, en el caso de Acán, Dios había reprendido la falta de vigilancia para descubrir los pecados que existían entre ellas. Ahora habían decidido obrar rápida y seriamente; pero al tratar de evitar su primer error, habían llegado al extremo opuesto. En vez de hacer una investigación cortés para averiguar los hechos del caso, se habían presentado a sus hermanos con censuras y condenación. Si los hombres de Gad y de Rubén hubieran respondido animados del mismo espíritu, la guerra habría sido el resultado. Si bien es importante, por un lado, que se evite la indiferencia al tratar con el pecado, es igualmente importante, por otro lado, que se eviten los juicios duros y las sospechas infundadas.

Muchos que son muy sensibles a la menor crítica dirigida contra su propio comportamiento, dan, sin embargo, un trato excesivamente severo a las personas a quienes consideran en el error. La censura y el oprobio no lograron jamás rescatar a nadie de una opinión falsa, sino que más bien han contribuido a alejar a muchos del camino recto, por haberlos inducido a endurecer su corazón para no dejarse convencer. Un espíritu bondadoso y un comportamiento cortés, afable y paciente pueden salvar a los descarriados y ocultar una multitud de pecados.

La prudencia manifestada por los hijos, de Rubén y sus compañeros es digna de imitación. En tanto que se esforzaban sinceramente por hacer progresar la causa de la verdadera religión, fueron juzgados erróneamente y censurados con severidad; pero no manifestaron resentimiento. Escucharon con toda cortesía y paciencia los cargos que sus hermanos les hacían, antes de tratar de defenderse, y luego les explicaron ampliamente sus móviles y demostraron su inocencia. Así se arregló amigablemente la dificultad que amenazaba tener tan graves consecuencias.

Aun cuando se los acuse falsamente, los que están en lo justo pueden permitirse tener calma y ser considerados. Dios conoce todo lo que los hombres no entienden o interpretan mal, y con toda confianza podemos entregarle nuestro caso. El vindicará la causa de los que depositan su confianza en él tan seguramente como sacó a luz la culpa de Acán. Los que son movidos por el espíritu de Cristo poseerán la caridad, que todo lo soporta y es benigna.

Dios quiere que haya unión y amor fraternal entre su pueblo. En la oración que elevó Cristo precisamente antes de su crucifixión pidió que sus discípulos fueran uno como él era uno con el Padre, para que el mundo creyera que Dios le había enviado. Esta oración conmovedora y admirable llegaba a través de los siglos hasta nuestros días, pues sus, palabras fueron: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mi por la palabra de ellos."
(Juan 17: 20 ) Aunque no hemos de sacrificar un solo principio de la verdad, debemos procurar constantemente ese estado de unidad. Es la evidencia de nuestro carácter de discípulos de Jesús, pues él dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros." (Juan 13: 35.) El apóstol Pedro exhorta a la iglesia así: "Sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino antes por el contrario, bendiciendo; sabiendo que vosotros sois llamados para que poseáis bendición en herencia."


Guía de Estudio de la Biblia: Un pueblo en marcha: El libro de Números / Notas de Elena de White.

Periodo: Trimestre Octubre-Diciembre de 2009
Autor: Frank B. Holbrook. B.D., M.Th. Teólogo adventista ya desaparecido. De 1981 a 1990, fue director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland. También fue Profesor de Religión de la hoy Southern Adventist University.
Editor: Clifford Goldstein

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