Introducción a Guía de Estudio de la Biblia para la Escuela Sabática / Enero-Marzo 2011
Como seres humanos, somos los más racionales de todos los seres creados del mundo. Por maravillosos que sean, los perros, las ranas, las orugas y los asnos no tienen nuestra capacidad de razonar.
No obstante, aun con todas nuestras capacidades de lógica y racionalidad, también somos seres emocionales. Se podría alegar, justificadamente, que las emociones rigen nuestra vida más de lo que la razón lo hace, o podría hacerlo.
Las emociones son buenas; sin ellas, apenas seríamos humanos. (¿Qué clase de persona no conoce el amor, la compasión, la simpatía, el temor o la tristeza?) Los robots son capaces de actuar sin emociones; nosotros jamás podríamos hacerlo.
Por supuesto, viviendo en un mundo de pecado, nuestras emociones a menudo nos generan gran dolor. La enfermedad, la guerra, la pobreza, los desastres naturales, la inseguridad económica, los problemas de familia ¿cómo no podrían causar temor, tristeza y pena, que nos son tan familiares?
Consideren, además, ¡las reacciones emocionales que suscitó nuestro mundo en Jesús! “Jesús lloró” (Juan 11:35). “Entonces [Jesús], mirándolos alrededor con enojo” (Mar. 3:5). Jesús dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mar. 14:34). “Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió” (Juan 11:33). “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isa. 53:3).
En Hebreos se expresa bien esta increíble verdad acerca de nuestro Señor: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15). Esos son los sentimientos de nuestras debilidades y, como todos sabemos, estos pueden ser muy malos.
Tristeza, dolor, pena… no están equivocados, no son pecaminosos. No mostramos falta de fe o de confianza cuando respondemos a los trastornos de la vida con tales emociones. Después de todo, Jesús respondió con emociones.Hoy, estamos separados por miles de años del “árbol de la vida” (Gén. 2:9). Nuestro ADN se ha debilitado. Somos mercadería dañada y, en oposición a los mitos de la evolución, solo estamos empeorando.
No es extraño, entonces, que el pecado también haya cobrado su tributo sobre nuestra salud emocional. Muy a menudo, en vez de controlar nuestras emociones, ellas nos controlan a nosotros, aun hasta el punto de impulsarnos a tomar decisiones radicalmente equivocadas, que nos producen todavía más dolor y pena. Afortunadamente, no siempre debe ser así. El Señor tiene algo mejor para nosotros.
Las lecciones de este trimestre consideran las emociones humanas y nos presentan principios bíblicos acerca de la manera en que podemos comprender nuestras emociones y buscar el poder de Dios para ponerlas bajo su amante soberanía. Consideraremos personajes bíblicos, concentrándonos en sus reacciones emocionales a lo que les sucedía, cosas buenas o malas, y nos haremos esta importante pregunta: ¿Qué podemos aprender de sus experiencias que nos pueda ayudar con las nuestras?
Por supuesto, algunas personas –especialmente aquellos cuyos problemas emocionales son causados por problemas físicos, tales como un desequilibrio químico– necesitan ayuda profesional cuando está disponible, aunque en ninguna situación deberíamos limitar el potencial de Dios de traer salud a la vida de cualquier persona.
Es nuestra oración que las lecciones de este trimestre, en el contexto de comprender nuestras emociones, nos ayuden a buscar al Señor, quien nos ha otorgado la mayor emoción de todas: el amor. Finalmente, sin importar nuestros altibajos emocionales, que podamos aprender a solazarnos en ese amor, especialmente cuando estemos “abajo” y, entonces, que por la gracia de Dios reflejemos ese amor a otros. Porque, al fin, no importa cuáles sean nuestras tristezas, “el amor nunca deja de ser” (1 Cor. 13:8).
Guía de Estudio de la Biblia para la Escuela Sabática: "Jesús Lloró: La Biblia y las emociones humanas"
Periodo: Trimestre 1 / enero-marzo de 2011
Autor: Dr. Julián Melgosa, es decano de la Escuela de Educación y Psicología de la Universidad de Walla Walla, Estado de Washington, Estados Unidos.
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin
Como seres humanos, somos los más racionales de todos los seres creados del mundo. Por maravillosos que sean, los perros, las ranas, las orugas y los asnos no tienen nuestra capacidad de razonar.
No obstante, aun con todas nuestras capacidades de lógica y racionalidad, también somos seres emocionales. Se podría alegar, justificadamente, que las emociones rigen nuestra vida más de lo que la razón lo hace, o podría hacerlo.
Las emociones son buenas; sin ellas, apenas seríamos humanos. (¿Qué clase de persona no conoce el amor, la compasión, la simpatía, el temor o la tristeza?) Los robots son capaces de actuar sin emociones; nosotros jamás podríamos hacerlo.
Por supuesto, viviendo en un mundo de pecado, nuestras emociones a menudo nos generan gran dolor. La enfermedad, la guerra, la pobreza, los desastres naturales, la inseguridad económica, los problemas de familia ¿cómo no podrían causar temor, tristeza y pena, que nos son tan familiares?
Consideren, además, ¡las reacciones emocionales que suscitó nuestro mundo en Jesús! “Jesús lloró” (Juan 11:35). “Entonces [Jesús], mirándolos alrededor con enojo” (Mar. 3:5). Jesús dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mar. 14:34). “Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió” (Juan 11:33). “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isa. 53:3).
En Hebreos se expresa bien esta increíble verdad acerca de nuestro Señor: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15). Esos son los sentimientos de nuestras debilidades y, como todos sabemos, estos pueden ser muy malos.
Tristeza, dolor, pena… no están equivocados, no son pecaminosos. No mostramos falta de fe o de confianza cuando respondemos a los trastornos de la vida con tales emociones. Después de todo, Jesús respondió con emociones.Hoy, estamos separados por miles de años del “árbol de la vida” (Gén. 2:9). Nuestro ADN se ha debilitado. Somos mercadería dañada y, en oposición a los mitos de la evolución, solo estamos empeorando.
No es extraño, entonces, que el pecado también haya cobrado su tributo sobre nuestra salud emocional. Muy a menudo, en vez de controlar nuestras emociones, ellas nos controlan a nosotros, aun hasta el punto de impulsarnos a tomar decisiones radicalmente equivocadas, que nos producen todavía más dolor y pena. Afortunadamente, no siempre debe ser así. El Señor tiene algo mejor para nosotros.
Las lecciones de este trimestre consideran las emociones humanas y nos presentan principios bíblicos acerca de la manera en que podemos comprender nuestras emociones y buscar el poder de Dios para ponerlas bajo su amante soberanía. Consideraremos personajes bíblicos, concentrándonos en sus reacciones emocionales a lo que les sucedía, cosas buenas o malas, y nos haremos esta importante pregunta: ¿Qué podemos aprender de sus experiencias que nos pueda ayudar con las nuestras?
Por supuesto, algunas personas –especialmente aquellos cuyos problemas emocionales son causados por problemas físicos, tales como un desequilibrio químico– necesitan ayuda profesional cuando está disponible, aunque en ninguna situación deberíamos limitar el potencial de Dios de traer salud a la vida de cualquier persona.
Es nuestra oración que las lecciones de este trimestre, en el contexto de comprender nuestras emociones, nos ayuden a buscar al Señor, quien nos ha otorgado la mayor emoción de todas: el amor. Finalmente, sin importar nuestros altibajos emocionales, que podamos aprender a solazarnos en ese amor, especialmente cuando estemos “abajo” y, entonces, que por la gracia de Dios reflejemos ese amor a otros. Porque, al fin, no importa cuáles sean nuestras tristezas, “el amor nunca deja de ser” (1 Cor. 13:8).
Guía de Estudio de la Biblia para la Escuela Sabática: "Jesús Lloró: La Biblia y las emociones humanas"
Periodo: Trimestre 1 / enero-marzo de 2011
Autor: Dr. Julián Melgosa, es decano de la Escuela de Educación y Psicología de la Universidad de Walla Walla, Estado de Washington, Estados Unidos.
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin
...gracias a Dios por tener èsta ayuda... para estudio del Folleto de Escuela Sàbatica...El les colme de bendiciones!!
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