Sábado 27 de febrero.
Todos corren en la carrera, pero uno solo gana el premio. Los demás que van en busca de la perecedera corona de laurel, están condenados al fracaso, no importa cuán cabal sea su preparación ni cuán fervientes y decididos sean sus esfuerzos. La carrera cristiana es diferente; ninguna que corra con fervor y perseverancia, fracasará. La carrera no es solamente para los valientes, ni la batalla para los fuertes. El santo más débil así como el más fuerte pueden ganar la corona de gloria inmortal, si están dispuestos a experimentar privaciones y pérdidas por amor de Cristo. El apóstol hace referencia al cuidado y la diligencia que se requería para asegurarse la victoria en esos antiguos juegos, y exhorta a todos los que comienzan la carrera cristiana a hacerlo con toda diligencia para asegurarse el éxito, a fin de recibir la corona de gloria que el Juez justo dará a todos los que se mantengan fieles hasta el fin de la carrera: "Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Corintios 9:26, 27) (Review and Herald, octubre 18, 1881).
La paradoja del dominio propio (Fil. 2:12, 13).
Domingo 28 de febrero
Todo el que desee participar de la naturaleza divina tenga en cuenta el hecho de que debe huir de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Debe haber una lucha constante y diligente del alma contra las impías imaginaciones de la mente. Es necesaria una firme resistencia ante la tentación de pecar en pensamiento o acción. Se debe guardar el alma de toda mancha mediante la fe en aquel que es poderoso para guardarnos sin caída. Debiéramos meditar en las Escrituras, pensando sobria y sinceramente en las cosas que atañen a nuestra salvación eterna. La misericordia infinita y el amor de Jesús, el sacrificio hecho por nosotros, demandan nuestra reflexión más seria y solemne. Deberíamos espaciarnos en el carácter de nuestro amado Redentor e Intercesor. Debiéramos tratar de comprender el significado del plan de salvación. Tendríamos que meditar en la misión de aquel que vino para salvar a su pueblo de sus pecados. Al contemplar constantemente los temas celestiales, se fortalecerán nuestra fe y nuestro amor. Serán más inteligentes y fervientes. Habrá una confianza más constante en Jesús, y tendremos una experiencia diaria y viviente en cuanto a la voluntad y el poder de Cristo para salvar hasta lo sumo a todo el que se allega a Dios por medio de él (Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1163).
La Palabra de Dios presenta claramente ante nosotros la verdad de que nuestra naturaleza física entrará en conflicto con la espiritual. El apóstol nos encarga que nos abstengamos de los placeres carnales que guerrean contra el alma. Cada apetito pervertido es una pasión guerrera. La indulgencia ante los apetitos que perjudican la fuerza física es la causa de las enfermedades del alma. Las pasiones que menciona el apóstol no se limitan solamente a la violación del séptimo mandamiento, sino a toda indulgencia en el gusto que menoscabe el vigor físico, la cual se convierte en una pasión que causa conflictos. El apóstol declara que el que desee obtener victorias y alcanzar objetivos más altos "de todo se abstiene" (1 Corintios 9:25). La temperancia en la comida y la bebida, así como el ejercicio de la temperancia en cualquier otro aspecto, es esencial si queremos vencer como Cristo venció. Dios nos ha dado luz, no para que la tratemos con indiferencia, sino para que sea nuestra guía y ayuda (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 212, 213).
Al referirse a estas carreras como figura de la lucha cristiana, Pablo recalcó la preparación necesaria para el éxito de los contendientes en la carrera: la disciplina preliminar, el régimen alimenticio abstemio, la necesidad de temperancia. "Y todo aquel que lucha -declaró de todo se abstiene". Los corredores renunciaban a toda complacencia que tendería a debilitar las facultades físicas, y mediante severa y continua disciplina, desarrollaban la fuerza y resistencia de sus músculos, para que cuando llegase el día del torneo, pudieran exigir el mayor rendimiento a sus facultades. ¡Cuánto más importante es que el cristiano, cuyos intereses eternos están en juego, sujete sus apetitos y pasiones a la razón y a la voluntad de Dios! (Los hechos de los apóstoles, p. 250).
José y los resultados inmediatos de la justicia.
Lunes 1 de marzo
Recuerde que su experiencia no es la primera de su índole. ¿Recuerda las historias de José y Daniel? El Señor no impidió las maquinaciones de hombres impíos; pero hizo que sus artimañas obraran para el bien de aquellos que, en medio de la prueba y el conflicto, mantuvieron su fe y lealtad.
El fuego del horno no tiene como propósito destruir, sino refinar, ennoblecer y santificar. Sin la prueba no sentiríamos tan hondamente nuestra necesidad de Dios y de su ayuda; y nos tornaríamos orgullosos y autosuficientes. En las pruebas que encara, yo veo evidencia de que el Señor vela por usted y que se propone atraerlo hacia él. No son los sanos sino los heridos los que necesitan un médico; aquellos que se ven presionados más allá de lo que pueden aguantar son los que necesitan un ayudador. Acuda a la fortaleza. Aprenda la valiosa lección: "Venid a mí, todos los que estáis trabajos y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (S. Mateo 11:28-30) (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 135, 136).
José camino con Dios. No permitió que se lo desviara de la senda de la justicia para desobedecer la ley de Dios ni con halagos ni con amenazas. Su dominio propio y su paciencia en la adversidad, y su inalterable fidelidad, han quedado registrados para beneficio de todos los que habrían de vivir más tarde sobre la tierra. Cuando sus hermanos reconocieron su pecado en su presencia, los perdonó ampliamente y manifestó mediante sus actos generosos y amantes que no albergaba resentimiento por la forma cruel como lo habían tratado previamente (La historia de la redención, p. 105).
El Señor no permitió que José fuera solo a Egipto. Los ángeles prepararon el camino para la recepción que allí se le iba a dar... Cuando se lo tentó para que se desviara de la senda recta, para que violara la ley de Dios y traicionara a su amo, resistió firmemente y dio evidencias del poder elevador del temor de Dios en la respuesta que dio a la esposa de su señor. Después de referirse a la gran confianza de éste, y al hecho de que le había confiado todo lo que tenía, exclamó: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?". Nadie lograría que se desviara de la senda de la justicia para que pisoteara la ley de Dios ni con halagos ni con amenazas.
Cuando se lo acusó falsamente de haber cometido un nefando crimen, no se hundió en la desesperación. Consciente de su inocencia y su justicia continuó confiando en Dios. Y el Señor, que lo había sostenido hasta ese momento, no lo abandonó. fue aherrojado y lanzado a una lóbrega celda. Pero el Señor convirtió en bendición incluso esa desgracia. suscitó la simpatía del encargado de la prisión, y pronto Josué estuvo a cargo de todos los presos.
Aquí tenemos un ejemplo para todas las generaciones de creyentes que habrían de vivir sobre la tierra. Aunque estén expuestos a la tentación debieran saber que hay una defensa al alcance de la mano, y que si finalmente no reciben protección será por su propia culpa. Dios será un pronto auxilio y su Espíritu será un escudo. Aunque estén rodeados de las más terribles tentaciones hay una fuente de fortaleza a la cual pueden recurrir para resistirlas.
¡Cuán tremendo fue el embate que se lanzó contra la naturaleza moral de José! Provino de alguien que ejercía influencia, de una persona bien preparada para desviarlo. No obstante, con cuánta prontitud y firmeza resistió. Sufrió por causa de su virtud y su integridad, porque la que quería desviarlo se vengó de la integridad que no pudo derrotar, y gracias a su influencia lo envió a prisión, acusándolo falsamente de un delito que no había cometido. José sufrió entonces porque no quiso claudicar. Había puesto su reputación y sus intereses en las manos de Dios. Y aunque se permitió que fuera afligido por cierto tiempo para prepararlo con el fin de que ocupara un puesto importante, el Señor protegió esa reputación que había sido ensombrecida por una malvada acusadora, y más tarde, a su debido tiempo, permitió que aquella resplandeciera. Dios usó incluso la prisión como un camino que lo conduciría a su elevación. La virtud proporcionará a su debido tiempo su propia recompensa. El escudo que protegía el corazón de este joven era el temor de Dios, que lo indujo a ser fiel y justo con su amo, y leal a su Señor (La historia de la redención, pp. 103-105).
Sansón y los frutos del fracaso.
Martes 2 de marzo
La promesa de Dios de que por medio de Sansón comenzaría "a salvar a Israel de manos de los filisteos" se cumplió; pero ¡cuán sombría y terrible es la historia de esa vida que habría podido alabar a Dios y dar gloria a la nación! Si Sansón hubiera sido fiel a su vocación divina, se le habría honrado y ensalzado, y el propósito de Dios se habría cumplido. Pero él cedió a la tentación y no fue fiel a su cometido, y su misión se cumplió en la derrota, la servidumbre y la muerte.
Físicamente, fue Sansón el hombre más fuerte de la tierra; pero en lo que respecta al dominio de sí mismo, la integridad y la firmeza, fue uno de los más débiles. Muchos consideran erróneamente las pasiones fuertes como equivalentes de un carácter fuerte; pero lo cierto es que el que se deja dominar por sus pasiones es un hombre débil. La verdadera grandeza de un hombre se mide por el poder de las emociones que él domina, y no por las que le dominan a él.
El cuidado providencial de Dios había asistido a Sansón, para que pudiera prepararse y realizar la obra para la cual había sido llamado. Al principio mismo de la vida se vio rodeado de condiciones favorables para el desarrollo de su fuerza física, vigor intelectual y pureza moral. Pero bajo la influencia de amistades y relaciones impías, abandonó aquella confianza en Dios que es la única seguridad del hombre, y fue arrebatado por la marea del mal. Los que mientras cumplen su deber son sometidos a pruebas pueden tener la seguridad de que Dios los guardará; pero si los hombres se colocan voluntariamente bajo el poder de la tentación, caerán tarde o temprano.
Aquellos mismos a quienes Dios quiere usar como sus instrumentos para una obra especial son los que con todo su poder Satanás procura extraviar. Nos ataca en nuestros puntos débiles y obra por medio de los defectos de nuestro carácter para obtener el dominio de todo nuestro ser, pues sabe que si conservamos estos defectos él tendrá éxito. Pero nadie necesita ser vencido. No se le deja solo al hombre para que venza el poder del mal mediante sus débiles esfuerzos. Hay ayuda puesta a su disposición, y ella será dada a toda alma que realmente la desee (Conflicto y valor, p. 132).
La larga carrera de Pablo.
Miércoles 3 de marzo
Si los hombres, sin tener un objetivo más alto que el de una corona perecedera como recompensa de su ambición, se sometían a la temperancia en todas las cosas, ¡cuánto más deben estar dispuestos a practicar la negación de sí mismos aquellos que profesan estar buscando no sólo una corona de gloria inmortal, sino una vida que ha de durar tanto como el trono de Dios, y riquezas eternas, honores imperecederos y un permanente peso de gloria!
¿No debieran los estímulos presentados ante los que corren la carrera cristiana, inducirles a practicar la negación de sí mismos y la temperancia en todas las cosas a fin de que puedan mantener sujetas sus propensiones animales, herir el cuerpo, y controlar el apetito y las pasiones carnales? Entonces podrán ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que está en el mundo por medio de la concupiscencia (Consejos sobre el régimen alimenticio, pp. 98, 99).
Los años de abnegación, de privaciones, de pruebas, de aflicciones y persecuciones que soportó Pablo, los llamaba él algo momentáneo. Las cosas del tiempo presente no eran consideradas dignas de mención al compararlas con el eterno peso de gloria que le aguardaba cuando hubiera terminado la lucha. Esas mismas aflicciones eran los operarios de Dios, dispuestas para la perfección del carácter cristiano. Cualesquiera sean las circunstancias del cristiano; no importa cuán oscuros y misteriosos sean los caminos de la providencia; no importa cuán grandes sus privaciones y sufrimientos, él puede apartar de tales cosas su mirada dirigiéndola a lo invisible y eterno. Tiene la bendita seguridad de que todas las cosas le ayudan para su bien...
El Espíritu Santo iluminaba el alma de Pablo con luz del cielo, y él estaba seguro de que tenía una participación en la posesión comprada, reservada para los fieles. El lenguaje de Pablo era vigoroso. No podía encontrar palabras de suficiente fuerza para expresar la excelencia de esa gloria, ese honor y esa inmortalidad que recibirán los creyentes cuando Cristo venga. En comparación con la escena en que se posaban los ojos de su mente, todas las aflicciones temporales sólo eran momentáneas, leves aflicciones, indignas de consideración. Vistas a la luz de la cruz, las cosas de esta vida eran vanidad y vacuidad. la gloria que le aguardaba era sustancial, ponderable, durable, más allá de lo que podía expresar el lenguaje (Comentario bíblico adventista, t. 6, pp. 1099, 1100).
Cómo crecer en dominio propio.
Jueves 4 de marzo
A menos que la Palabra sagrada sea realmente apreciada, no se la obedecerá como si fuera un seguro y precioso libro de texto. Se debe luchar contra cada pecado dominante hasta que sea vencido. En la medida en que el ser humano pecador obra su propia salvación con temor y temblor, el Señor le ayudará en sus esfuerzos; pero Dios no obrará sin la cooperación humana. El pecador debe poner todo su esfuerzo y poder, y a la vez debe capacitarse colocándose como un estudiante voluntario en la escuela de Cristo. Y mientras acepta la gracia que se le ofrece gratuitamente, la presencia de Cristo en el pensamiento y el corazón le darán la capacidad de decisión para dejar a un lado todo pecado, a fin de que el corazón se llene de Dios y de su amor...
Son pocos los que se dan cuenta de las terribles características del pecado y de la enormidad de la ruina que ha resultado de la transgresión a las leyes de Dios. Al examinar el maravilloso plan de redimir al pecador y restaurar en él la imagen moral de Dios, se llega a comprender que el único medio para librar al ser humano fue la inigualable condescendencia, el amor y la abnegación del Hijo de Dios. Solamente él tenía la fortaleza para batallar contra el adversario de Dios y del ser humano. Como nuestro sustituto y garantía, ahora nos da poder a todos los que por la fe llegarán a ser victoriosos en su nombre y mediante sus méritos.
En la cruz del Calvario podemos ver lo que le ha costado al Hijo de Dios brindar salvación para la raza caída. Y así como su sacrificio fue completo, también debe ser completa la restauración del ser humano y su limpieza del pecado. La ley de Dios nos ha sido dada para que gobierne nuestra conducta; ningún acto contra ella será excusado; ninguna injusticia escapará a la condenación. El conocimiento de la ley condenaría al pecador y le quitaría cualquier esperanza de su pecho si no fuera porque puede ver a Jesús como su sustituto y garantía, listo para perdonar sus transgresiones y pecados. La vida de Cristo es un perfecto cumplimiento de cada precepto de la ley. Y cuando el alma arrepentida y obediente, por la fe en Cristo, trata de obedecer los Diez Mandamientos de acuerdo a su mejor conocimiento, la perfección de la vida de Cristo le es imputada para cubrir sus transgresiones (Fundamental of Christian Education, pp. 134, 135).
Dios honrará y sostendrá al alma que con todo su corazón y con fervor desea caminar delante de él con la perfección de la gracia de Cristo. Nunca olvidará ni abandonará al que humildemente le sigue. Obrará en el corazón de los que le reciben, haciéndolos puros y santos, y capacitándolos para ser colaboradores juntamente con él. Con una percepción santificada apreciarán la fuerza de sus promesas y se apropiarán de ellas. No lo harán porque se sentirán dignos de ellas, sino porque por su fe viviente recibirán los beneficios del sacrificio de Cristo y serán revestidos de su manto de justicia (Signs of the times, junio 3, 1903).
Para Estudiar y Meditar.
Viernes 5 de marzo
Sansón (capitulo 54). Patriarcas y Profetas / Elena G. de White
EN MEDIO de la apostasía reinante, los fieles adoradores de Dios continuaban implorándole que libertase a Israel. Aunque aparentemente sus súplicas no recibían contestación, aunque año tras año el poder del opresor se iba agravando sobre la tierra, la providencia de Dios preparaba un auxilio para ellos. Ya en los primeros años de la opresión filistea nació un niño por medio del cual Dios quería humillar el poderío de esos enemigos poderosos.
En el linde de la región montañosa que dominaba las llanuras filisteas, estaba la pequeña ciudad de Sora. Allí moraba la familia de Manoa, de la tribu de Dan, una de las pocas casas que, en medio de la deslealtad que prevalecía, habían permanecido fieles a Dios. A la mujer estéril de Manoa se le apareció "el ángel del Señor" y le comunicó que tendría un hijo, por medio del cual Dios comenzaría a libertar a Israel. En vista de esto, el ángel le dio instrucciones especiales con respecto a sus propios hábitos y al trato que debía dar a su hijo: "Ahora, pues, mira que ahora no bebas vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda." (Véase Jueces 13-16.) Y la misma prohibición debía imponerse desde un principio al niño, al que, además, no se le había de cortar el pelo; pues debía ser consagrado a Dios como nazareo desde su nacimiento.
La mujer buscó a su marido, y después de describirle el ángel, le repitió su mensaje. Entonces, temiendo que pudieran equivocarse en la obra importante que se les encomendaba, el marido oró así: "Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, torne ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer." 604
Cuando el ángel volvió a aparecerles, la pregunta ansiosa de Manoa fue: "¿Qué orden se tendrá con el niño, y qué ha de hacer?" Las instrucciones anteriores le fueron repetidas: "La mujer se guardará de todas las cosas que yo le dije: ella no comerá cosa que proceda de vid que da vino; no beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda: ha de guardar todo lo que le mandé."
Dios tenía una obra importante reservada para el hijo prometido a Manoa, y a fin de asegurarle las cualidades indispensables para esta obra, debían reglamentarse cuidadosamente los hábitos tanto de la madre como del hijo. La orden del ángel para la mujer de Manoa fue: "No beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda: ha de guardar lo que le mandé." Los hábitos de la madre influirán en el niño para bien o para mal. Ella misma debe regirse por buenos principios y practicar la temperancia y la abnegación, si procura el bienestar de su hijo. Habrá malos consejeros que dirán a la madre que le es necesario satisfacer todo deseo e impulso; pero semejante enseñanza es falsa y perversa. La madre se halla por orden de Dios mismo bajo la obligación más solemne de ejercer dominio propio.
Tanto los padres como las madres están comprendidos en esta responsabilidad. Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias características, mentales y físicas, su temperamento y sus apetitos. Con frecuencia, como resultado de la intemperancia de los padres, los hijos carecen de fuerza física y poder mental y moral. Los que beben alcohol y los que usan tabaco pueden transmitir a sus hijos sus deseos insaciables, su sangre inflamada y sus nervios irritables, y se los transmiten en efecto. Los licenciosos legan a menudo sus deseos pecaminosos, y aun enfermedades repugnantes, como herencia a su prole. Como los hijos tienen menos poder que sus padres para resistir la tentación, hay en cada generación tendencia a rebajarse más y más. Los padres son responsables, en alto grado, no solamente por las pasiones violentas y los apetitos pervertidos de 605 sus hijos, sino también por las enfermedades de miles que nacen sordos, ciegos, debilitados o idiotas.
La pregunta de todo padre y madre debe ser: "¿Cómo obraremos con el niño que nos ha de nacer?" Muchos han considerado livianamente el efecto de las influencias prenatales; pero las instrucciones enviadas por el Cielo a aquellos padres hebreos, y dos veces repetidas en la forma más explícita y solemne, nos indican cómo mira nuestro Creador el asunto.
Y no bastaba que el niño prometido recibiera de sus padres un buen legado. Este debía ir seguido por una educación cuidadosa y la formación de buenos hábitos. Dios mandó que el futuro juez y libertador de Israel aprendiese a ser estrictamente temperante desde la infancia. Había de ser nazareo desde su nacimiento, y eso le imponía desde un principio la perpetua prohibición de usar vino y bebidas alcohólicas. Las lecciones de templanza, abnegación y dominio propio deben enseñarse a los hijos desde la infancia.
La prohibición del ángel incluía toda "cosa inmunda." La distinción entre los comestibles limpios y los inmundos no era meramente un reglamento ceremonial o arbitrario, sino que se basaba en principios sanitarios. A la observancia de esta distinción se puede atribuir, en alto grado, la maravillosa vitalidad que por muchos siglos ha distinguido al pueblo judío. Los principios de la templanza deben llevarse más allá del mero consumo de bebidas alcohólicas. El uso de alimentos estimulantes indigestos es a menudo igualmente perjudicial para la salud, y en muchos casos, siembra las semillas de la embriaguez. La verdadera temperancia nos enseña a abstenernos por completo de todo lo perjudicial, y a usar cuerdamente lo que es saludable. Pocos son los que comprenden debidamente la influencia que sus hábitos relativos a la alimentación ejercen sobre su salud, su carácter, su utilidad en el mundo y su destino eterno. El apetito debe sujetarse siempre a las facultades morales e intelectuales. El cuerpo debe servir a la mente, y no la mente al cuerpo. 606
La promesa que Dios hizo a Manoa se cumplió a su debido tiempo con el nacimiento de un hijo, que fue llamado Sansón. A medida que el niño crecía, se hacía evidente que poseía extraordinaria fuerza física. Sin embargo, como bien lo sabían Sansón y sus padres, esta fuerza no dependía de sus firmes músculos, sino de su condición de nazareo, simbolizada por su pelo largo.
Si Sansón hubiera obedecido los mandamientos divinos tan fielmente como sus padres, habría sido su destino más noble y más feliz. Pero sus relaciones con los idólatras le corrompieron. Como la ciudad de Sora estaba cerca de la región de los filisteos, Sansón trabó amistades entre ellos. Así se crearon en su juventud intimidades cuya influencia entenebreció toda su vida. Una joven que vivía en la ciudad filistea de Timnah conquistó los afectos de Sansón, y él decidió hacerla su esposa. La única contestación que dio a sus padres temerosos de Dios, que trataban de disuadirle de su propósito, fue: "Esta agradó a mis ojos." Los padres cedieron por fin a sus deseos, y la boda se efectuó.
Precisamente cuando llegaba a la edad viril, cuando debía cumplir su misión divina, el momento en que más fiel a Dios debiera haber sido, Sansón se emparentó con los enemigos de Israel. No se preguntó si al unirse con el objeto de su elección podría glorificar mejor a Dios o si se estaba colocando en una posición que no le permitiría cumplir el propósito que debía alcanzar su vida. A todos los que tratan primero de honrarle a él, Dios les ha prometido sabiduría; pero no existe promesa para los que se obstinan en satisfacer sus propios deseos.
¡Cuántos hay que siguen el mismo camino que siguió Sansón! Cuán a menudo se formalizan casamientos entre fieles e impíos, porque la inclinación domina en la lección de marido o mujer! Los contrayentes no piden consejo a Dios, ni procuran glorificarle. El cristianismo debiera tener una influencia dominadora sobre la relación matrimonial; pero con demasiada frecuencia los móviles que conducen a esta unión 607 no se ajustan a los principios cristianos. Satanás está constantemente tratando de fortalecer su poderío sobre el pueblo de Dios induciéndole a aliarse con sus súbditos; y para lograr esto, trata de despertar pasiones impuras en el corazón. Pero en su Palabra el Señor ha indicado clara y terminantemente a su pueblo que no se una con aquellos en cuyo corazón no mora su amor. "¿Qué concordia tiene Cristo con Belial? o ¿qué parte tiene el creyente con el incrédulo? y ¿qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos?" (2 Cor. 6: 15, 16, V.M.)
En el festín de su boda Sansón se relacionó familiarmente con los que odiaban al Dios de Israel. Quienquiera que voluntariamente entabla relaciones tales se verá en la necesidad de amoldarse, hasta cierto grado, a los hábitos y costumbres de sus compañeros. Pasar el tiempo así es peor que malgastarlo. Se despiertan y fomentan pensamientos, y se pronuncian palabras, que tienden a quebrantar los baluartes de los buenos principios y a debilitar la ciudadela del alma.
La esposa, para obtener cuya mano Sansón había transgredido el mandamiento de Dios, traicionó a su marido antes de que hubiese terminado el banquete de bodas. Indignado por la perfidia de ella, Sansón la abandonó momentáneamente, y regresó solo a su casa de Sora. Cuándo, después de aplacársele el enojo, volvió por su novia, la halló casada con otro. La venganza que él se tomó al devastar todos los campos y viñedos de los filisteos, los indujo a asesinaría, a pesar de que las amenazas de ellos le habían hecho cometer el engaño que dio principio a la dificultad. Sansón ya había dado pruebas de su fuerza maravillosa al matar solo y sin armas un leoncito, y al dar muerte a treinta de los hombres de Ascalón. Ahora airado por el bárbaro asesinato de su esposa, atacó a los filisteos "e hiriólos ... con gran mortandad." Y entonces, deseando encontrar un refugio seguro contra sus enemigos, se retiró a "la cueva de la peña de Etam," en la tribu de Judá.
Fue perseguido a este sitio por una fuerza importante, y los habitantes de Judá, muy alarmados, convinieron vilmente en 608 entregarle a sus enemigos. Por lo tanto, tres mil hombres de Judá subieron adonde él estaba. Pero aun en número tan desproporcionado, no se habrían atrevido a aproximársele si no hubieran estado seguros de que él no haría ningún daño a sus conciudadanos Sansón les permitió que le ataran y le entregaran a los filisteos; pero primero exigió a los hombres de Judá que le prometieran no atacarlo, para no verse él obligado a destruirlos. Les permitió que le ataran con dos sogas nuevas, y fue conducido al campamento de sus enemigos en medio de las demostraciones de gran regocijo que hacían éstos. Pero mientras sus gritos despertaban los ecos de las colinas, "el espíritu de Jehová cayó sobre él." Hizo pedazos las cuerdas fuertes y nuevas como si hubieran sido lino quemado en el fuego. Luego, asiendo la primera arma que halló a mano y que, si bien era tan sólo una quijada de asno, resultó más eficaz que una espada o una lanza, hirió a los filisteos hasta que huyeron aterrorizados, dejando mil muertos en el campo.
Si los israelitas hubiesen estado dispuestos a unirse con Sansón, para llevar adelante la victoria, habrían podido librarse entonces del poder de sus opresores. Pero se habían desalentado y acobardado. Por pura negligencia habían dejado de hacer la obra que Dios les había mandado realizar, en cuanto a desposeer a los paganos, y se habían unido a ellos en sus prácticas degradantes. Toleraban su crueldad y su injusticia, siempre que no fuese dirigida contra ellos mismos. Cuando se los colocaba bajo el yugo del opresor se sometían mansamente a la degradación que habrían podido eludir si tan sólo hubiesen obedecido a Dios. Aun cuando el Señor les suscitaba un libertador, con frecuencia le abandonaban y se unían con sus enemigos.
Después de su victoria, hicieron los israelitas juez a Sansón, y gobernó a Israel durante veinte años. Pero un mal paso prepara el camino para otro. Sansón había violado el mandamiento de Dios tomando esposa de entre los filisteos, y otra vez se aventuró a relacionarse con los que ahora eran sus 609 enemigos mortales, para satisfacer una pasión ilícita. Confiando en su gran fuerza, que tanto terror infundía a los filisteos, fue osadamente a Gaza para visitar a una ramera de aquel lugar. Los habitantes de la ciudad supieron que estaba allí y desearon vengarse. Su, enemigo se había encerrado dentro de las murallas de la más fortificada de todas sus ciudades; estaban seguros de su presa, y sólo esperaban el amanecer para completar su triunfo. A la media noche Sansón despertó. La voz acusadora de la conciencia le llenaba de remordimiento, mientras recordaba que había quebrantado su voto de nazareo. Pero no obstante su pecado, la misericordia de Dios no le había abandonado. Su fuerza prodigiosa le sirvió una vez más para libertarse. Yendo a la puerta de la ciudad, la arrancó de su sitio y se la llevó con sus postes y su cerrojo a la cumbre de una colina en el camino a Hebrón.
Pero ni aun esta arriesgada escapada refrenó su mal proceder. No volvió a aventurarse entre los filisteos, pero continuó buscando los placeres sensuales que le atraían hacia la ruina. "Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec," a poca distancia de donde había nacido él. Ella se llamaba Dalila, "la consumidora." El valle de Sorec era famoso por sus viñedos; y éstos también tentaban al vacilante nazareo, quien había hecho ya consumo de vino, quebrantando así otro vínculo que, le ataba a la pureza y a Dios. Los filisteos observaban cuidadosamente los movimientos de su enemigo, y cuando él se envileció por esta nueva unión decidieron obtener su ruina por medio de Dalila.
Una embajada compuesta por uno de los hombres principales de cada provincia filistea fue enviada al valle de Sorec. No se atrevían a prenderle mientras estaba en posesión de su gran fuerza, pero tenían el propósito de averiguar, si posible fuera, el secreto de su poder. Por consiguiente, sobornaron a Dalila para que lo descubriera y se lo revelara a ellos.
Al verse Sansón acosado por las preguntas de la traidora, la engañó diciéndole que las debilidades de otros hombres le 610 sobrevendrían si se pusieran en práctica ciertos procedimientos. Cuando ella hizo la prueba, se descubrió el engaño. Entonces le acusó de haberle mentido y le dijo: "¿Cómo dices, Yo te amo, pues que tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has aun descubierto en qué está tu gran fuerza." Tres veces tuvo Sansón la más clara manifestación de que los filisteos se habían aliado con su hechicera para destruirle; pero cuando ella fracasaba en su propósito hacía de ello un asunto de broma, y él ciegamente desterraba todo temor.
Día tras día Dalila le fue instando con sus palabras hasta que "su alma fue reducida a mortal angustia." Sin embargo, una fuerza sutil le sujetaba al lado de ella. Vencido por último, Sansón le dio a conocer el secreto: "Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mi, y seré debilitado, y como todos los hombres."
En seguida envió Dalila un mensajero a los señores de los filisteos, pata instarles a venir sin tardanza alguna. Mientras el guerrero dormía, se le cortaron las espesas trenzas de la cabeza. Luego, como lo había hecho tres veces antes, ella gritó: "¡Sansón, los Filisteos sobre ti!" Despertándose repentinamente, quiso hacer uso de su fuerza como en otras ocasiones, y destruirlos; pero sus brazos impotentes se negaron a obedecerle, y entonces se dio cuenta de "que Jehová ya se había de él apartado." Cuando se lo hubo rapado, Dalila empezó a molestarle y a causarle dolor para probar su fuerza; pues los filisteos no se atrevían a aproximársele hasta que estuvieran plenamente convencidos de que su fuerza había desaparecido. Entonces le prendieron, y habiéndole sacado los ojos, lo llevaron a Gaza. Allí quedó atado con cadenas y grillos en la cárcel y condenado a trabajos forzados.
¡Cuán grande era el cambio para el que había sido juez y campeón de Israel, al verse ahora débil, ciego, encarcelado, rebajado a los menesteres más viles! Poco a poco había violado 611 las condiciones de su sagrada vocación. Dios había tenido mucha paciencia con él; pero cuando se entregó de tal manera al poder del pecado que traicionó su secreto, el Señor se apartó de él y le abandonó. No había virtud alguna en sus cabellos largos, sino que eran una señal de su lealtad a Dios; y cuando sacrificó ese símbolo para satisfacer su pasión, perdió también para siempre las bendiciones que representaba.
En el sufrimiento y la humillación, mientras era juguete de los filisteos, Sansón aprendió más que nunca antes acerca de sus debilidades; y sus aflicciones le llevaron al arrepentimiento. A medida que el pelo crecía, le volvía gradualmente su fuerza; pero sus enemigos, considerándole como un prisionero encadenado e impotente, no sentían aprensión alguna.
Los filisteos atribuían su victoria a sus dioses; y regocijándose, desafiaban al Dios de Israel. Se decidió hacer una fiesta en honor de Dagón el dios pez, "protector del mar." De todos los pueblos y campos de la llanura filistea, se congregaron la gente y sus señores. Muchedumbres de adoradores llenaban el gran templo y las galerías alrededor del techo. Era una ocasión de festividad y regocijo. Resaltó la pompa de los sacrificios, seguidos de música y banqueteo. Entonces, como trofeo culminante del poder de Dagón, se hizo traer al Sansón. Grandes gritos de regocijo saludaron su aparición. El pueblo y los príncipes se burlaron de su condición miserable y adoraron al dios que había vencido "al destruidor de nuestra tierra."
Después de un rato, como si estuviese cansado, Sansón pidió permiso para descansar apoyándose contra las dos columnas centrales que sostenían el techo del templo. Elevó entonces en silencio la siguiente oración: "Señor Jehová, acuérdate ahora de mi, y esfuérzame, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los Filisteos." Con estas palabras abrazó las columnas con sus poderosos brazos; y diciendo: "Muera yo con los Filisteos," se inclinó; y cayó el techo, matando de un solo golpe a toda la vasta multitud que estaba allí. "Y fueron muchos más los que de 612 ellos mató muriendo, que los que había muerto en su vida."
El ídolo y sus adoradores, los sacerdotes y los campesinos, los guerreros y los nobles, quedaron sepultados juntos debajo de las ruinas del templo de Dagón. Y entre ellos estaba el cuerpo gigantesco de aquel a quien Dios había escogido para que libertase a su pueblo. Llegaron a la tierra de Israel las nuevas del terrible derrumbamiento, y los parientes de Sansón bajaron de las colinas, y sin oposición rescataron el cuerpo del héroe caído. "Y lleváronle, y le sepultaron entre Sora y Esthaol, en el sepulcro de su padre Manoa."
La promesa de Dios de que por medio de Sansón comenzaría "a salvar a Israel de manos de los Filisteos" se cumplió; pero ¡cuán sombría y terrible es la historia de esa vida que habría podido alabar a Dios y dar gloria a la nación! Si Sansón hubiera sido fiel a su vocación divina, se le habría honrado y ensalzado, y el propósito de Dios se habría cumplido. Pero él cedió a la tentación y no fue fiel a su cometido, y su misión se cumplió en la derrota, la servidumbre y la muerte.
Físicamente, fue Sansón el hombre más fuerte de la tierra; pero en lo que respecta al dominio de sí mismo, la integridad y la firmeza, fue uno de los más débiles. Muchos consideran erróneamente las pasiones fuertes como equivalente de un carácter fuerte; pero lo cierto es que el que se deja dominar por sus pasiones es un hombre débil. La verdadera grandeza de un hombre se mide por el poder de las emociones que él domina, y no por las que le dominan a él.
El cuidado providencial de Dios había asistido a Sansón, para que pudiera prepararse y realizar la obra para la cual había sido llamado. Al principio mismo de la vida se vio rodeado de condiciones favorables para el desarrollo de su fuerza física, vigor intelectual y pureza moral. Pero bajo la influencia de amistades y relaciones impías, abandonó aquella confianza en Dios que es la única seguridad del hombre, y fue arrebatado por la marea del mal. Los que mientras cumplen su deber son sometidos a pruebas pueden tener la seguridad de que 613 Dios los guardará; pero si los hombres se colocan voluntariamente bajo el poder de la tentación, caerán tarde o temprano.
Aquellos mismos a quienes Dios quiere usar como sus instrumentos para una obra especial son los que con todo su poder Satanás procura extraviar. Nos ataca en nuestros puntos débiles y obra por medio de los defectos de nuestro carácter para obtener el dominio de todo nuestro ser, pues sabe que si conservamos estos defectos él tendrá éxito. Pero nadie necesita ser vencido. No se le deja solo al hombre para que venza el poder del mal mediante sus débiles esfuerzos. Hay ayuda puesta a su disposición, y ella será dada a toda alma que realmente la desee. Los ángeles de Dios que ascienden y descienden por la escalera que Jacob vio en visión, ayudarán a toda alma que quiera subir hasta el cielo más elevado. 614
Guía de Estudio de la Biblia: El Fruto del Espíritu / Notas de Elena G. de White.
Periodo: Trimestre Enero-Marzo de 2010
Autor: Richard O'Fill, es escritor (El Cristiano Victorioso, Un Fruto Divino entre otros libros) y orador del ministerio Revival Sermons, ha trabajado para la iglesia en tres continentes, incluyendo siete años en las oficinas centrales de la Asociación General. Reside actualmente en Orlando, Florida, EE.UU.
Editor: Clifford Goldstein
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