Para memorizar: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Rom. 9:18).
“COMO ESTÁ ESCRITO: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. [...] Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Rom. 9:13, 15).
¿De qué habla Pablo aquí? ¿Qué sucede con la libertad de elegir, sin la cual poco de lo que creemos tiene sentido? ¿No estamos libres para elegir o rechazar a Dios? ¿O la Biblia enseña que ciertas personas son elegidas para ser salvas y otras para perderse, sin poder elegir nada?
La respuesta está en mirar el cuadro completo de lo que dice Pablo. Él sigue mostrando el derecho que tiene Dios de escoger a quienes él quiere usar como sus “elegidos”. Después de todo, Dios tiene la responsabilidad final de evangelizar al mundo. Por lo tanto, ¿por qué no puede elegir como sus agentes a quienes quiere? Mientras no le prive a nadie la oportunidad de salvación, esa acción de Dios no es contraria a los principios del libre albedrío. Tampoco es contraria a la verdad de que Cristo murió por todos los seres humanos. Su deseo es que todos se salven.
Romanos 9 no presenta dificultades si recordamos que no está hablando de la salvación personal de aquellos que nombra, sino de su llamado a hacer cierta obra. LA CARGA DE PABLO Domingo 29 de agosto
“Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxo. 19:6).
Dios necesitaba un pueblo misionero para evangelizar un mundo sumergido en el paganismo, la oscuridad y la idolatría. Eligió a los israelitas y se reveló a ellos. Tenía el plan de que ellos llegaran a ser una nación modelo y de este modo atrajeran a otros al verdadero Dios. Era el propósito de Dios que, por la revelación de su carácter mediante Israel, el mundo pudiera ser atraído a él. Por medio de la enseñanza del sistema de sacrificios, Cristo había de ser exaltado ante las naciones y todos los que lo miraran vivirían. A medida que Israel creciera en número y en bendiciones, habría de ensanchar sus fronteras hasta que su reino abarcara el mundo.
Lee Romanos 9:1 al 12. ¿Qué punto presenta Pablo aquí acerca de la fidelidad de Dios en medio de los fracasos humanos?
Pablo está construyendo una línea de argumentación en la que mostrará que las promesas hechas a Israel no habían fracasado completamente.
Existe un remanente por medio del cual Dios todavía desea obrar. Para establecer la validez de la idea del remanente, Pablo retrocede en la historia israelita. Muestra que Dios siempre ha sido selectivo:
1) Dios no eligió a toda la simiente de Abraham para hacer su pacto, solo a la línea de Isaac. 2) No eligió a todos los descendientes de Isaac, solo a los de Jacob.
Es importante, además, ver que la herencia o los antepasados no garantizan la salvación. Puedes tener la sangre correcta, ser de la familia correcta, aun de la iglesia correcta y, sin embargo, perderte, quedar afuera de la promesa. Es la fe, una fe que obra por amor, lo que revela quiénes son “hijos según la promesa” (Rom. 9:8).
Considera la frase en Romanos 9:6: “No todos los que descienden de Israel son israelitas”. ¿Qué mensaje importante puedes encontrar para nosotros, como adventistas, que de muchas maneras desempeñamos en nuestros días un papel similar al que los antiguos israelitas desempeñaban en sus días?
ELEGIDOS Lunes 30 de agosto
“Se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:12, 13).
Como se afirmó en la introducción de esta semana, es imposible comprender Romanos 9 a menos que se reconozca que Pablo no habla de la salvación individual. Aquí habla de roles específicos a los que Dios llama a ciertas personas. Dios quería que Jacob fuera el progenitor de un pueblo que sería su agencia evangelizadora especial en el mundo. Este pasaje no implica que Esaú no podría salvarse. Dios quería salvarlo a él así como a todos los hombres.
Lee Romanos 9:14 y 15. ¿Cómo entendemos estas palabras en el contexto de lo que hemos estado estudiando?
Otra vez, Pablo no está hablando de la salvación de las personas, ya que Dios extiende su misericordia a todos porque él “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Tim. 2:4). “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Pero Dios podía elegir una nación para desempeñar un rol, y aunque ellos podían rechazar ese papel, no podían impedir la elección de Dios. Aunque Esaú hubiera querido, no podría haber sido el progenitor del Mesías ni del pueblo elegido.
En última instancia, no fue por una elección arbitraria de Dios, ni por un decreto divino que Esaú no alcanzó la salvación. Los dones de la gracia divina por medio de Cristo son gratuitos para todos. Todos hemos sido elegidos para ser salvos (Efe. 1:4, 5; 2 Ped. 1:10). Son nuestras propias elecciones, no las de Dios, las que nos excluyen de la promesa de vida eterna en Cristo. Jesús murió por cada ser humano. No obstante, Dios ha indicado las condiciones por las cuales cada alma será elegida para la vida eterna: fe en Cristo, que conduce al pecador justificado a la obediencia.
Tú mismo, como si no existiera nadie más, fuiste elegido en Cristo, aun antes de la fundación del mundo, para tener salvación. Esta es tu vocación, tu elección, que Dios te otorga mediante Jesús. ¡Qué privilegio, qué esperanza! ¿Por qué todo lo demás empalidece en comparación con esta gran promesa? ¿Por qué sería la mayor de las tragedias permitir que el pecado, el yo y la carne te quitaran lo que se te ha prometido en Jesús?
MISTERIOS Martes 31 de agosto
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa. 55:8, 9).
Lee Romanos 9:17 al 24. Por lo que hemos leído hasta ahora, ¿cómo entendemos el punto que Pablo presenta aquí?
Al tratar con Egipto como lo hizo en tiempos del Éxodo, Dios obraba para la salvación de la raza humana. La revelación que hizo Dios de sí mismo en las plagas de Egipto y en la liberación de su pueblo estaba diseñada para revelar a los egipcios, y a las otras naciones, que el Dios de Israel era el verdadero Dios. Era una invitación para que las naciones abandonaran sus dioses y vinieran a adorar a Dios.
Obviamente, el faraón ya había hecho su elección contra Dios, de modo que, al endurecer su corazón, Dios no le quitaba la oportunidad de salvarse. El faraón se endureció contra la exhortación a permitir que Israel saliera, no contra la exhortación a aceptar la salvación personal.
Cristo murió por el faraón, al igual que por Moisés, por Aarón y por el resto de los hijos de Israel. Como seres humanos caídos, tenemos una visión muy estrecha del mundo, de la realidad, de Dios y de cómo él obra en el mundo. ¿Cómo podemos esperar comprender todos los caminos de Dios cuando el mundo natural, dondequiera que lo miremos, contiene misterios que no podemos entender? Solo en los últimos ciento cincuenta o doscientos años, los médicos descubrieron ¡que era una buena idea lavarse las manos antes de una cirugía! Esto muestra cuán ignorantes hemos sido. Y, quién sabe, si el tiempo durara, ¿qué otras cosas descubriremos que revelarán cuán ignorantes somos hoy?
No siempre comprendemos los caminos de Dios, pero Jesús vino para revelarnos cómo es Dios (Juan 14:9). ¿Por qué, entre todos los misterios y los eventos inesperados, es tan vital meditar en el carácter de Cristo, su revelación de Dios y su amor por nosotros? ¿Cómo el saber esto nos ayuda a permanecer fieles en las pruebas que parecen injustas y sin razón?
AMMÍ: “PUEBLO MÍO” Miércoles 1º de septiembre
En Romanos 9:25, Pablo cita Oseas 2:23 y, en el versículo 26, cita Oseas 1:10. Dios le pidió a Oseas que tomara “una mujer fornicaria” (Ose. 1:2) para ilustrar la relación de Dios con Israel. La nación había seguido a dioses extraños. Los hijos nacidos de este matrimonio recibieron nombres que representaban el rechazo y el castigo por parte de Dios al Israel idólatra. El tercer hijo fue llamado Loammí (Ose. 1:9), literalmente, “no mi pueblo”.
Sin embargo, Oseas predijo que vendría el día cuando, después de castigar a su pueblo, Dios lo restauraría, quitaría sus falsos dioses y haría un pacto con ellos. (Ver Ose. 2:11-19.) Entonces, los que eran Loammí, “no mi pueblo”, llegarían a ser Ammí, “pueblo mío”.
En los días de Pablo, el Ammí eran “no sólo de los judíos, sino también de los gentiles” (Rom. 9:24). Qué presentación clara del evangelio, que siempre estuvo destinado a todo el mundo. Por eso, parte de nuestra vocación, como adventistas, viene de estos versículos: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Hoy, como en los días de Pablo y del antiguo Israel, esta buena noticia debe esparcirse a todo el mundo.
Lee Romanos 9:25 al 29 (nota cuánto cita Pablo del Antiguo Testamento para mostrar lo que debía ocurrir en sus días). ¿Cuál es el mensaje básico que se encuentra en estos versículos? ¿Qué esperanza ofrecen para todos?
Algunos de los conciudadanos de Pablo rechazaron el llamado del evangelio, lo que le dio “gran tristeza y continuo dolor” (Rom. 9:2). Pero quedaba un remanente. Las promesas de Dios no fallan, aun cuando los humanos fallen. Podemos tener la esperanza de que las promesas de Dios finalmente se cumplirán y, si se lo pedimos, se cumplirán en nosotros también.
¿Cuán a menudo te ha fallado la gente? ¿Cuán a menudo te has fallado a ti mismo y a otros? Tal vez más veces de las que puedes contar. ¿Qué lecciones puedes aprender de estas fallas, acerca de dónde debes depositar tu confianza?
TROPIEZOS Jueves 2 de septiembre
“¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe” (Rom. 9:30-32). ¿Cuál es el mensaje aquí, y cómo podemos tomar ese mensaje, escrito en cierto tiempo y lugar, y aplicar sus principios para nosotros hoy? ¿Cómo podemos evitar, en nuestro contexto, los mismos errores que cometieron los israelitas en su tiempo?
Con palabras muy claras, Pablo explica a sus conciudadanos por qué están perdiendo algo que Dios desea que tengan y que ellos persiguen sin alcanzar.
Los gentiles a quienes Dios había aceptado ni siquiera habían luchado por esa aceptación. Habían buscado sus propios intereses y metas cuando el mensaje del evangelio les llegó. Captando su valor, lo aceptaron.
Dios los declaró justos porque habían aceptado a Jesucristo como su sustituto. Era una transacción de fe.
El problema con los israelitas era que ellos tropezaron en la piedra de tropiezo (ver Rom. 9:33). Algunos, no todos (ver Hech. 2:41), rehusaron aceptar a Jesús de Nazaret como el Mesías enviado por Dios. Él no satisfizo las expectativas que tenían respecto del Mesías y le dieron la espalda.
Antes del final del capítulo, Pablo cita otro texto del Antiguo Testamento: “Como está escrito: He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él no será avergonzado” (Rom. 9:33).
Pablo muestra, otra vez, cuán vital es la verdadera fe en el plan de salvación (ver también 1 Ped. 2:6-8). ¿Una roca de tropiezo? Y sin embargo, ¿cualquiera que cree en él no será avergonzado? Sí, para muchos, Jesús es una roca de tropiezo; pero para quienes lo conocen y lo aman, él es otra clase de roca: “la roca de mi salvación” (Sal. 89:26).
¿Has encontrado alguna vez que Jesús fuera una “roca de tropiezo”? Si es así, ¿cómo fue? Es decir, ¿qué estabas haciendo que te llevó a esa situación? ¿Cómo saliste de ella y qué aprendiste a fin de que nunca más te encuentres otra vez en ese tipo de relación contraria con Jesús?
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR Viernes 3 de septiembre
Lee “La verdad progresa en Inglaterra”, El conflicto de los siglos, pp. 303, 304; “Comentarios de Elena de White”, Comentario bíblico adventista, t. 1, pp. 1.113, 1.114; y, si tienes acceso a la SDA Encyclopedia, lee “Faith and Works”, t. 1, pp. 530, 531.
“Hallamos una sola predestinación en la Palabra de Dios, de individuos y de un pueblo, a saber, que el hombre está predestinado a ser salvo. Muchos han mirado hacia el final, pensando que estaban seguramente predestinados para gozar de la bienaventuranza celestial; pero ésta no es la predestinación que revela la Biblia. El hombre está predestinado a ocuparse en su propia salvación con temor y temblor. Está predestinado a ponerse la armadura, para pelear la buena batalla de la fe. [...] Está predestinado a velar y orar, para escudriñar las Escrituras [...] Está predestinado a ser obediente a toda palabra que sale de la boca de Dios, para que pueda ser no sólo oidor, sino hacedor de la Palabra. Esta es la predestinación bíblica” (TM 453, 454).
“Ninguna mente finita puede comprender plenamente el carácter o las obras del Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de la investigación. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo que para las más débiles e ignorantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio. [...] Podemos comprender lo suficiente de su trato con nosotros para descubrir una misericordia ilimitada unida a un poder infinito. Podemos comprender, de sus propósitos, lo que seamos capaces de asimilar; más allá de esto, debemos confiar en la mano omnipotente, en el corazón lleno de amor” (Ed 169).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1.Algunos cristianos enseñan que, antes de que naciéramos, Dios eligió a unos para ser salvos y a otros para perderse. Si fuiste uno de los que Dios predestinó para perderse, entonces, no importa qué elecciones hagas, estás destinado a la perdición. En otras palabras, sin poder decidirlo personalmente, algunos están predestinados a no tener una relación salvadora con Jesús y se quemarán eternamente en el infierno. ¿Qué está mal en esta idea? ¿Cómo este concepto contrasta con nuestra comprensión de estos problemas?
2.¿Cómo ves el paralelismo entre el llamado a la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y el papel del antiguo Israel? ¿Cuáles son las semejanzas y las diferencias? ¿Qué estamos haciendo mejor que ellos? ¿Qué estamos haciendo peor? Justifica tu respuesta.
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos"/ Edición para Adultos
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010 Autor:Don F. Neufeld Dirección general:Clifford Goldstein Dirección editorial:Marcos G. Blanco Traducción y redacción editorial:Rolando A. Itin
Director y principal orador del ministerio"Amazing Facts". Desde la Iglesia Central Adventista del Séptimo Día de Sacramento, California, de la cual es su senior pastor.
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos". Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010 Autor:Don Neufeld
Dirección general:Clifford Goldstein Dirección editorial:Carlos A. Steger Traducción:Rolando A. Itin
Lee Para el Estudio de esta Semana: Romanos 8:1-17
Para memorizar: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:1).
ROMANOS 8 es la respuesta de Pablo a Romanos 7, que habla de frustración, fracaso y condenación. En Romanos 8, la condenación desapareció, y es remplazada por la libertad y la victoria por medio de Jesús.
Pablo dice que si no aceptas a Jesús, la experiencia de Romanos 7 será tuya: esclavo del pecado; y no podrás hacer lo que eliges. Romanos 8 dice que Cristo Jesús ofrece librarte del pecado y te permite hacer el bien que quieres pero que tu carne no te permite.
Pablo explica el costo infinito de esta libertad. Cristo se hizo hombre para poder relacionarse con nosotros, ser el ejemplo perfecto y el sustituto en nuestro lugar. Él vino “en semejanza de carne de pecado” (vers. 3). Como resultado, en nosotros pueden cumplirse los requerimientos de la ley (vers. 4). O sea, Cristo hizo posible la victoria sobre el pecado y cumplir la ley.
Por falta de espacio, cubriremos solo Romanos 8:1 al 17, pero lee el resto del capítulo, lleno de seguridades del amor de Dios. Estos versículos indican la esperanza que tenemos ya que somos “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (vers. 37) y “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (vers. 32).
LIBRES DE CONDENACIÓN Domingo 22 de agosto
Lee Romanos 8:1. ¿Qué significa “ninguna condenación”? ¿Condenación de qué? ¿Por qué estas son buenas noticias?
“En Cristo Jesús” es una frase común en los escritos paulinos. Para una persona estar “en” Cristo significa que ha aceptado a Cristo como su Salvador, confía absolutamente en él y ha decidido hacer suyo el camino de vida de Cristo. El resultado es una unión estrecha con Cristo.
“En Cristo Jesús” se contrasta con “en la carne”. También contrasta con la experiencia del capítulo 7, donde Pablo describe a la persona antes de su entrega a Cristo como carnal, o sea que es esclava del pecado. La persona está bajo condena de muerte (7:11, 13, 24) y sirve a “la ley del pecado” (vers. 23, 25). Está en un terrible estado de miseria (vers. 24).
Pero, entonces, se entrega a Jesús y se opera un cambio en su situación con Dios. Antes estaba condenada por quebrantar la ley y ahora su vida es perfecta a la vista de Dios, como si nunca hubiera pecado, porque la justicia de Cristo la cubre completamente. No hay más condenación, no porque no tiene faltas, ni pecados, sino porque el registro perfecto de la vida de Jesús está en lugar del de la persona; así, no hay condenación.
Pero, hay más buenas noticias. ¿Qué libera a una persona de la esclavitud del pecado? Rom. 8:2.
“La ley del Espíritu de vida” significa el plan de Cristo para salvar a la humanidad, en contraste con “la ley del pecado y de la muerte”, del capítulo 7, que era la ley donde el pecado gobernaba, cuyo fin es muerte.
La ley de Cristo, en cambio, trae vida y libertad. “Todo aquel que rehúsa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro poder. No es su propio dueño. Puede hablar de libertad, pero está en la más abyecta esclavitud. [...] Mientras se lisonjea de estar siguiendo los dictados de su propio juicio, obedece la voluntad del príncipe de las tinieblas. Cristo vino para romper las cadenas de la esclavitud del pecado para el alma” (DTG 431). ¿Eres esclavo o estás libre en Cristo?
¿Cómo puedes estar seguro?
LO QUE LA LEY NO PODÍA HACER Lunes 23 de agosto
Por buena que sea, la “ley” (la ley ceremonial, la ley moral, o aun ambas) no pueden hacer por nosotros lo que más necesitamos, y eso es proveer el medio de salvación para salvarnos de la condenación y la muerte que trae el pecado. Para eso, necesitamos a Jesús.
Lee Romanos 8:3 y 4. ¿Qué hizo Cristo que la ley, por su propia naturaleza, no puede hacer?
Dios proveyó el remedio al “enviar a su Hijo en semejanza de carne de pecado”. Cristo “condenó al pecado en la carne”. La encarnación de Cristo fue un paso importante en el plan de salvación. Es apropiado exaltar la Cruz pero, en la realización del plan de salvación, la vida de Cristo “en semejanza de carne de pecado” también fue muy importante.
Como resultado de lo que Dios ha hecho al enviar a Cristo, ahora es posible afrontar los justos requerimientos de la ley; es decir, hacer las cosas correctas que la ley demanda. “Bajo la ley” (Rom. 6:14), esto era imposible; “en Cristo”, ahora es posible.
Debemos recordar que hacer lo que la ley requiere no significa ganar la salvación por ese medio. Eso no es posible. Significa vivir la vida que Dios nos capacita para vivir; significa una vida de obediencia, una en la que hemos “crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gál. 5:24), una vida en la que reflejamos el carácter de Cristo.
“Andar”, en el versículo 4, es una expresión idiomática que significa “conducirse”. La palabra carne aquí denota a la persona no regenerada, sea antes o después de la convicción. Andar conforme a la carne es ser controlado por los deseos egoístas. En contraste, andar conforme al Espíritu es satisfacer los justos requerimientos de la ley. Solo por medio de la ayuda del Espíritu Santo podemos satisfacer este requerimiento. Solo en Cristo Jesús hay libertad para hacer lo que la ley requiere. Fuera de Cristo, no hay tal libertad. El que es esclavo del pecado encuentra que es imposible hacer el bien que elige hacer (ver Rom. 7:15, 18).
¿Cuán bien estás guardando la ley? Poniendo a un lado cualquier idea de ganar la salvación por la ley, ¿se cumple en tu vida la “justicia de la ley”? Si no es así, ¿por qué? ¿Qué clase de excusas pobres estás usando para racionalizar tu conducta?
LA CARNE Y EL ESPÍRITU Martes 24 de agosto
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Rom. 8:5, 6). Medita en estos textos. ¿Qué mensaje básico surge de ellos? ¿Qué te dicen acerca de cómo vives tu vida?
“Piensan” aquí significa “fijar la mente en”. Un grupo de personas fija la mente en cumplir los deseos naturales; otro grupo fija su mente en las cosas del Espíritu para seguir sus dictados. Por cuanto la mente determina las acciones, los dos grupos viven y actúan en forma diferente.
¿Qué es incapaz de hacer la mente carnal? Rom. 8:7, 8.
Tener la mente fija en cumplir los deseos de la carne es, en realidad, vivir en enemistad contra Dios. La persona cuya mente está así fijada no se preocupa por hacer la voluntad de Dios, hasta puede ser rebelde contra él y despreciar abiertamente su ley.
Pablo desea enfatizar que, aparte de Cristo, es imposible guardar la ley de Dios. Una y otra vez Pablo vuelve a este tema: no importa cuánto uno trate, sin Cristo no se puede obedecer la ley.
El propósito de Pablo era persuadir a los judíos de que ellos necesitaban más que su Torah (ley). Por su conducta mostraban que, a pesar de tener la revelación divina, eran culpables de los mismos pecados que tenían los gentiles (Romanos 2). Ellos necesitaban al Mesías. Sin él, serían esclavos del pecado, incapaces de escapar de su dominio.
Esta era la respuesta de Pablo a los judíos que no podían comprender por qué lo que Dios les había dado en el Antiguo Testamento ya no era suficiente para la salvación. Pablo admitía que lo que ellos hacían era bueno, pero también necesitaban aceptar al Mesías que ahora ya había venido.
Considera tus últimas 24 horas. ¿Fueron tus acciones del Espíritu o de la carne? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de ti mismo? Si fueron de la carne, ¿qué cambios debes hacer y cómo puedes hacerlos?
EL ESPÍRITU EN NOSOTROS Miércoles 25 de agosto
Pablo sigue su tema, contrastando las dos posibilidades que afronta la gente en cuanto a cómo viven: ya sea de acuerdo con el Espíritu, es decir, el Espíritu Santo de Dios, que se nos promete; o de acuerdo con su naturaleza carnal y pecaminosa. Un camino conduce a la vida eterna; el otro, a la muerte eterna. No hay terreno intermedio neutral. O como lo dijo Jesús: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mat. 12:30). Es difícil ser más claro; o es blanco o es negro.
Lee Romanos 8:9 al 14. ¿Qué se promete a los que se entregan a Cristo?
La vida “en la carne” se contrasta con la vida “en el Espíritu”. La vida “en el Espíritu” es controlada por el Espíritu Santo. Aquí es llamado el Espíritu de Cristo, tal vez en el mismo sentido en que es un representante de Cristo y, por medio de él, Cristo mora en el creyente (vers. 9, 10).
En estos versículos, Pablo regresa a la figura de Romanos 6:1 al 11. En forma figurada, en el bautismo “el cuerpo de pecado”, o sea el cuerpo que sirve al pecado, es destruido. El “viejo hombre fue crucificado juntamente con él” (vers. 6). Pero, en el bautismo, no solo hay una sepultura sino también una resurrección, de modo que la persona bautizada se levanta para caminar en una vida nueva. Esto significa matar al viejo yo, una elección que tenemos que renovar día tras día. Dios no destruye la libertad humana. Aun después de que el viejo hombre de pecado es destruido, todavía es posible pecar. A los Colosenses, Pablo escribió: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros” (Col. 3:5).
Así, después de la conversión habrá todavía una lucha contra el pecado. La diferencia es que la persona en quien mora el Espíritu ahora tiene el poder divino para la victoria. Además, por cuanto la persona ha sido tan milagrosamente liberada del amo de pecado que la esclavizaba, ahora está obligada a no servir más al pecado.
Medita en esta idea: que el Espíritu de Dios, que levantó a Jesús de la muerte, es el mismo que mora en nosotros si se lo permitimos. ¡Piensa acerca del poder que hay allí para nosotros! ¿Qué nos impide beneficiarnos con él como deberíamos?
ADOPCIÓN VERSUS ESCLAVITUD Jueves 26 de agosto
¿De qué modo describe Pablo la nueva relación en Cristo? Rom. 8:15. ¿Qué esperanza se encuentra para nosotros en esta promesa? ¿Cómo podemos hacerla real en nuestras vidas?
La nueva relación se describe como libertad del temor. Un esclavo está en servidumbre. Vive en un estado de constante temor de su amo. No ganará nada por sus largos años de servicio.
No ocurre lo mismo con el que acepta a Jesucristo. Primero, la persona rinde un servicio voluntario. Segundo, sirve sin temor porque “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Tercero, adoptado como hijo, llega a ser heredero de una herencia de valor infinito.
“El espíritu de servidumbre se engendra cuando se procura vivir de acuerdo con una religión legal, mediante esfuerzos para cumplir las demandas de la ley por nuestras propias fuerzas. Solo hay esperanza para nosotros cuando nos ponemos bajo el pacto hecho con Abraham, que es el pacto de gracia por la fe en Cristo Jesús” (Comentarios de Elena G. de White, CBA 6:1.077).
¿Qué nos da la certeza de que Dios realmente nos ha aceptado como hijos? Rom. 8:16.
El testimonio interno del Espíritu confirma nuestra aceptación.
Mientras no es seguro avanzar meramente por sentimientos, los que con su mejor entendimiento siguen la luz de la Palabra escucharán una voz de autenticación interna asegurándoles que han sido aceptados como hijos de Dios.
De hecho, Romanos 8:17 nos dice que somos herederos; es decir, somos parte de la familia de Dios y, como herederos, como hijos, recibimos una maravillosa herencia de nuestro Padre. No la ganamos; nos es dada en virtud de nuestra nueva condición en Dios, una condición otorgada a nosotros por medio de su gracia, que ha sido puesta a nuestra disposición por causa de la muerte de Jesús en nuestro favor.
¿Cuán cerca estás tú del Señor? ¿Lo conoces realmente o solo sabes acerca de él? ¿Qué cambios debes hacer en tu vida a fin de tener un caminar más próximo con tu Creador y Redentor? ¿Qué te retiene y por qué?
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR Viernes 27 de agosto
Lee “La verdad progresa en Inglaterra”, El conflicto de los siglos, pp. 295-298; “El bautismo”, “En Capernaúm” y “No se turbe vuestro corazón”, El Deseado de todas las gentes, pp. 87, 88; 217-221; 624, 625; “Un poder que transforma y eleva”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 68-70; y “El que lleva nuestras cargas”, Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 233, 234.
“El plan de salvación no ofrece a los creyentes una vida libre de sufrimientos y pruebas antes de llegar al reino; por el contrario, les pide que sigan a Cristo en la misma senda de abnegación y vituperio. [...] Pero por medio de estas pruebas y persecuciones el carácter de Cristo se reproduce y revela en su pueblo. [...] Nuestra participación en los sufrimientos de Cristo nos educa y disciplina, y nos prepara para compartir la gloria del mundo venidero” (CBA 6:565).
“La cadena que se ha hecho descender del trono de Dios es suficientemente larga como para alcanzar a las mayores profundidades. Cristo puede sacar a los pecadores más empedernidos del abismo de la degradación, y colocarlos donde se los reconocerá como hijos de Dios y herederos con Cristo de la herencia inmortal” (T 7:217).
“Uno, honrado por todo el cielo, vino a este mundo para estar en la naturaleza humana a la cabeza de la humanidad, para testificar ante los ángeles caídos y ante los habitantes de los mundos no caídos que, mediante la ayuda divina que ha sido provista, todos pueden caminar por la senda de la obediencia a los mandamientos de Dios. [...]
“Nadie está forzado a ser esclavizado por Satanás. Cristo está ante nosotros como nuestro todopoderoso ayudador” (MS 1:363, 364).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. Lee otra vez las citas copiadas arriba. ¿Qué esperanza nos dan? ¿Qué podemos hacer para que estas promesas de victoria sean reales en nuestras vidas?
2.Menciona algunas formas prácticas, diarias, en que puedes “pensar [...] en las cosas del Espíritu” (Rom. 8:5) ¿Qué desea el Espíritu? ¿Qué miras, lees o piensas que te hace difícil alcanzar esto en tu vida?
3.Medita en la idea de que estamos de un lado o del otro en la gran controversia, y que no hay terreno neutral entre ellos. ¿Cuáles son las implicaciones de este hecho? ¿De qué modo el darte cuenta de esta verdad impacta la manera en que vives y las elecciones que haces, aun en las cosas “pequeñas”?
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos"/ Edición para Adultos
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010 Autor:Don F. Neufeld Dirección general:Clifford Goldstein Dirección editorial:Marcos G. Blanco Traducción y redacción editorial:Rolando A. Itin
Comentario delPr. Alejandro Bullón Nació en Perú, estudió y se graduó de Teología en el Seminario de la Unión Peruana. Trabajó diez años en su país como consejero de jóvenes, y luego fue invitado a continuar el desarrollo de dicho ministerio en el Brasil. Actualmente es evangelista de la Voz de la Esperanza. Ex secretario de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana de los Adventistas del Séptimo Día, y evangelista para toda América del Sur. Ha escrito varios libros, tales como "Conocer a Jesús es todo", "La crisis existencial", "Tú eres mi vida" y "Vuelve a casa hijo".
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos".
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010 Autor:Don F. Neufeld Dirección general:Clifford Goldstein Dirección editorial:Marcos G. Blanco Traducción y redacción editorial:Rolando A. Itin
Para memorizar: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Rom. 7:6).
ROMANOS 7 ha creado mucha controversia. “El significado de los versículos 14 a 25 ha sido uno de los problemas más debatidos de toda la epístola. Las preguntas básicas han girado en torno a dos aspectos: hasta qué punto la descripción de una lucha moral tan intensa puede ser autobiográfica y, si así fue, si dichos versículos se refieren a la vida de Pablo antes o después de su conversión. Que Pablo está hablando de su propia lucha personal con el pecado resulta evidente por el significado obvio de sus palabras (comparar con los vers. 7-11; CC 15; JT 1:403). Pero también es igualmente cierto que está describiendo un conflicto que en forma más o menos pronunciada es experimentado por toda alma que se enfrenta a las demandas espirituales de la santa ley de Dios, y las reconoce” (CBA 6:549, 550).
La experiencia de Pablo descrita en Romanos 7 ¿fue antes o después de su conversión? Cualquiera que sea la posición que se tome, lo importante es que la justicia de Jesús nos cubre y por su justicia estamos perfectos ante Dios. Él promete santificarnos, darnos la victoria sobre el pecado y modelarnos a la “imagen de su Hijo” (Rom. 8:29).
¿SUJETOS A LA LEY? Domingo 15 de agosto
Lee Romanos 7:1 al 6. ¿Qué ilustración usa Pablo aquí a fin de mostrar la relación de sus lectores con la ley, y qué punto destaca con esa ilustración?
Esta ilustración es algo complicada, pero un análisis cuidadoso nos ayudará a seguir su razonamiento.
En el contexto de la carta, Pablo habla del sistema de adoración establecido en el Sinaí; eso es lo que quiere decir con la palabra ley. Los judíos tenían dificultad en captar que este sistema, dado por Dios, terminaría con la venida del Mesías. Pablo se dirige a creyentes judíos que todavía no estaban listos para abandonar lo que había sido muy importante para ellos.
En esencia, la ilustración se refiere a una mujer casada con un hombre. La ley establece que, mientras él viva, ella debe estar unida a él. Mientras él viva, ella no puede unirse a otros hombres. Pero cuando él muere, ella queda libre de la ley que la sujetaba a él (vers. 3).
¿Cómo aplica Pablo la ilustración de la ley del matrimonio al sistema del judaísmo? Rom. 7:4, 5.
Así como la muerte del esposo libera a la mujer de la ley de su esposo, la muerte de la vieja vida en la carne, por medio de Jesús, libera a los judíos de la ley que pensaban guardar hasta que el Mesías cumpliera los símbolos.
Ahora los judíos estaban libres para “volverse a casar” con el Mesías resucitado y así producir frutos para Dios. Pablo usó esta ilustración para convencer a los judíos de que estaban libres para abandonar el antiguo sistema.
Dado todo lo que Pablo y la Biblia dicen acerca de la obediencia a los Diez Mandamientos, no tiene sentido afirmar que Pablo les decía a los creyentes judíos que los Diez Mandamientos ya no eran obligatorios.
Los que usan estos textos para afirmar que la ley moral ha sido eliminada realmente no quieren afirmarlo; lo que realmente quieren decir es que solo ha desaparecido el sábado, no el resto de la ley. Decir que estos versículos enseñan que se ha abolido el sábado es darles un significado contrario a la intención de su autor.
LA LEY ¿ES PECADO? Lunes 16 de agosto
Si Pablo habla del sistema legal del Sinaí, ¿qué diremos acerca de Romanos 7:7, que menciona uno de los Diez Mandamientos? ¿No refuta esto la posición de que Pablo no habla de la abolición de los Diez Mandamientos?
La respuesta es “no”. Recordemos que la palabra ley para Pablo es todo el sistema introducido en el Sinaí, que incluía la ley moral, pero no estaba limitado a ella. Por eso, Pablo podía citar la ley así, como cualquier otra sección del judaísmo, para fundamentar su postura. Pero, cuando el sistema desapareció con la muerte de Cristo, eso no incluyó la ley moral, que ya existía antes del Sinaí y todavía existe después del Calvario.
Lee Romanos 7:8 al 11. ¿Qué dice Pablo de la relación entre la ley y el pecado?
Dios se reveló a los judíos, diciéndoles lo que estaba bien y lo que estaba mal en asuntos morales, civiles, ceremoniales y de salud. También explicó los castigos por la violación de estas leyes. Violar la voluntad revelada de Dios se define como pecado.
Pablo explica que él no hubiera sabido que codiciar era pecado de no haber sido informado sobre eso por la “ley”. El pecado es violar la voluntad revelada de Dios pero, si no se conoce esa voluntad, no hay conciencia de pecado. Cuando la persona conoce esa voluntad revelada, reconoce que es pecadora y está bajo la condenación y la muerte. En este sentido, la persona muere.
Pablo trata de guiar a los judíos –que reverenciaban la “ley”– para ver a Cristo como su cumplimiento. Muestra que la ley era necesaria, pero que su función era limitada. La ley tenía la intención de mostrar la necesidad de salvación, pero nunca de ser un medio para obtenerla.
“El apóstol Pablo [...] presenta una importante verdad acerca de la obra que debe efectuarse en la conversión. Dice: ‘Yo sin la ley vivía en un tiempo –no sentía ninguna condenación–; pero venido el mandamiento –cuando la ley de Dios se manifestó con fuerza en su conciencia–, el pecado revivió y yo morí’. Entonces se consideró pecador, condenado por la ley divina. Obsérvese que fue Pablo el que murió, y no la ley” (“Comentarios de Elena de White”, CBA 6:1.076).
¿En qué sentido has “muerto” ante la ley? ¿Cómo, en ese contexto, comprendes que Jesús te da una nueva vida en él?
LA SANTA LEY Martes 17 de agosto
Lee Romanos 7:12. ¿Cómo entiendes esto en el contexto de lo que Pablo ha estado analizando?
Siendo que los judíos reverenciaban la ley, Pablo la exaltó. La ley es buena por lo que hace, pero no nos salva del pecado. Para eso necesitamos a Jesús, porque la ley –sea todo el sistema judío o la ley moral sola– no puede otorgar la salvación. Solo Jesús, y su justicia que nos es otorgada por fe, puede hacerlo.
¿A quién culpa Pablo por su condición de “muerte” y a qué exime? ¿Por qué es importante esta distinción? Rom. 7:13.
En este versículo Pablo está presentando la “ley” en el mejor sentido posible. Le echa la culpa al pecado, no a la ley, por su condición pecaminosa; o sea, el pecado produjo “toda codicia” en él (vers. 8). La ley es buena, porque es la norma divina de conducta pero, como pecador, Pablo era condenado por ella.
¿Por qué el pecado tiene tanto éxito en mostrar a Pablo como un gran pecador? Rom. 7:14, 15.
Por ser carnal, Pablo necesitaba a Jesucristo. Solamente Cristo podía quitar la condenación (Rom. 8:1) y liberarlo de la esclavitud del pecado.
Pablo se describe como “vendido al pecado”. Es un esclavo del pecado.
No tiene libertad, ni puede hacer lo que quiere. Trata de hacer lo que la buena ley le dice, pero el pecado no lo deja hacerlo.
Con esta ilustración, Pablo está mostrando a los judíos que necesitaban al Mesías y que la victoria solo era posible bajo la gracia (Rom. 6:14).
Esta misma idea es enfatizada en Romanos 7. Vivir bajo la “ley” significa esclavitud del pecado, un amo sin misericordia.
¿Cuál ha sido tu experiencia con el pecado que esclaviza? ¿Has tratado de jugar alguna vez con el pecado, pensando que podías controlarlo como deseabas, solo para encontrarte bajo un amo perverso y sin misericordia? Así es, en realidad. ¿Por qué debes rendirte a Jesús y morir cada día al yo?
EL HOMBRE DE ROMANOS 7 Miércoles 18 de agosto
Lee Romanos 7:16 y 17. ¿Qué lucha se presenta en estos versículos?
Usando la ley como un espejo, el Espíritu Santo convence a una persona de que ella desagrada a Dios al no cumplir los requerimientos de la ley. Por el esfuerzo de satisfacer esas demandas, el pecador muestra que acepta que la ley es buena.
¿Qué aspecto repite Pablo, que ya había presentado, para darle énfasis? Rom. 7:18-20.
Para impresionar a una persona con su necesidad de Cristo, el Espíritu Santo a menudo la conduce a una experiencia del “antiguo pacto”.
Elena de White describe la experiencia de Israel de este modo: “Los israelitas no se dieron cuenta de la pecaminosidad de su propio corazón, ni que sin Cristo les era imposible guardar la ley de Dios; y con excesiva premura concertaron su pacto con Dios. Creyéndose capaces de ser justos por sí mismos, declararon: ‘Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos’ (Éxo. 24:7). [...] Apenas unas pocas semanas después, quebrantaron su pacto con Dios al postrarse a adorar una imagen fundida. No podían esperar el favor de Dios por medio de un pacto que ya habían roto; y ahora sintieron su pecaminosidad y su necesidad del Salvador revelado en el pacto de Abraham” (PP 388, 389).
Muchos cristianos, al no renovar su consagración a Cristo cada día, están, en efecto, sirviendo al pecado por más renuentes que estén de admitirlo. Racionalizan que están viviendo la experiencia normal de santificación y que aún tienen mucho camino que recorrer. Así, en lugar de llevar los pecados conocidos a Cristo, pidiéndole la victoria sobre ellos, se esconden detrás de Romanos 7 creyendo que es imposible hacer el bien.
Sin embargo, este capítulo dice que es imposible hacer el bien cuando alguien está esclavizado por el pecado, pero que la victoria es posible en Jesucristo.
¿Estás teniendo las victorias que Cristo prometió sobre el yo y el pecado? Si no, ¿por qué? ¿Qué elecciones equivocadas estás haciendo tú, y solo tú?
LIBRADOS DE LA MUERTE Jueves 19 de agosto
Lee Romanos 7:21 al 23. ¿Cómo experimentaste esta lucha en tu vida, aun como cristiano?
Pablo iguala la ley en sus miembros (su cuerpo) con la ley del pecado.
“Con la carne”, dice, él servía “a la ley del pecado” (Rom. 7:25). Pero servir al pecado y obedecer su ley significa la muerte (ver vers. 10, 11, 13). Por eso, su cuerpo –actuando en obediencia al pecado– podía describirse como “cuerpo de muerte”.
La ley de la mente es la ley de Dios, la revelación divina de su voluntad. Bajo la convicción del Espíritu Santo, Pablo consentía con esta ley. Su mente resolvía guardarla, pero aun tratando de hacerlo, no podía, porque su cuerpo quería pecar. ¿No has sentido esta lucha? En tu mente sabes lo que quieres hacer, pero tu carne clama por otra cosa.
¿Cómo podemos ser rescatados de esta difícil situación en que nos encontramos? Rom. 7:24, 25.
Algunos se han preguntado por qué, después de alcanzar el clímax en la expresión “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”, Pablo se refiere otra vez a las luchas de las que había sido librado. Algunos entienden que la expresión de gratitud es una exclamación entre paréntesis, que sigue naturalmente al grito: “¿Quién me librará?” Sostienen que antes de seguir con una amplia discusión de la liberación gloriosa (Romanos 8), Pablo resume lo dicho en los versículos precedentes y confiesa otra vez el conflicto que tiene contra el mal.
Otros sugieren que al decir “yo mismo”, Pablo quiere decir: “librado a mí mismo, dejando a Cristo fuera del cuadro”. Pero, cualquiera que sea la forma de entender estos versículos, un punto queda claro: dejados solos, sin Cristo, somos impotentes contra el pecado. Con Cristo tenemos vida nueva en él y, aunque el yo se levante, las promesas de victoria son nuestras si las pedimos. Así como ninguno puede respirar o toser por otro, ninguno puede escoger entregarse a Cristo por ti. Solo tú puedes hacer esa elección. No hay otro camino para alcanzar las victorias que se te prometen en Jesús.
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR Viernes 20 de agosto
Lee “La perfecta ley” y “Un divino Portador de los pecados”, Mensajes selectos, t.1, pp. 248-252; 362-364; “La curación del alma” e “Importancia del verdadero conocimiento”, El ministerio de curación, pp. 55-57; 357-359; y “Cristo redime”, Meditaciones matinales (1953), p. 333.
“En la transgresión de la ley, no hay seguridad ni reposo ni justificación. El hombre no puede esperar permanecer inocente delante de Dios y en paz con él mediante los méritos de Cristo mientras continúa en pecado” (MS 1:250).
“Pablo desea que sus hermanos comprendan que la gloria de un Salvador que perdona los pecados daba significado a todo el sistema judío. Deseaba también que comprendieran que cuando Cristo vino al mundo y murió como sacrificio en favor del hombre, el símbolo se encontró con la realidad simbolizada.
“Después de que Cristo murió en la cruz como ofrenda por el pecado, la ley ceremonial ya no podía tener vigencia; sin embargo, estaba relacionada con la ley moral y era gloriosa. El conjunto llevaba el sello de la Deidad, y expresaba la santidad, la justicia y la rectitud de Dios. Y si fue glorioso el ministerio de la dispensación que iba a desaparecer, ¿cuánto más debía ser gloriosa la realidad cuando Cristo fue revelado al dar su Espíritu vivificador y santificador a todos los que creen?” (“Comentarios de Elena de White”, CBA 6:1.095).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. ¿Quién crees que es el hombre de Romanos 7? Es Pablo ¿antes o después de su conversión? ¿O este capítulo habla de otra cosa? ¿Cómo justificas tu respuesta? En la clase, analicen las respuestas dadas.
2.¿Cómo explicas el hecho de que un cristiano bautizado, nacido de nuevo, luche con el pecado? ¿No debería vencer automáticamente todo? ¿O seguiremos pecando siempre? ¿O la respuesta es alguna situación intermedia?
3.¿Qué peligros potenciales podrían surgir de pensar que, como cristianos, siempre pecaremos, siempre violaremos la ley de Dios, no importa qué hagamos? Por otro lado, ¿qué peligros potenciales podrían surgir de pensar que, como cristianos, necesitamos sentir que hemos vencido todo lo malo en nuestras vidas, pues en caso contrario no seremos salvos?
4. ¿Qué promesas podemos tomar de Romanos 7 que nos ayuden a entender lo que significa ser seguidores de Jesús?
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos"/ Edición para Adultos
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010 Autor:Don F. Neufeld Dirección general:Clifford Goldstein Dirección editorial:Marcos G. Blanco Traducción y redacción editorial:Rolando A. Itin
Los judíos se habían enorgullecido de sus ceremonias divinamente señaladas; y habían llegado a la conclusión de que si Dios en una oportunidad había determinado cómo debía ser el culto hebreo, era imposible que autorizara jamás cambio alguno en cual-quiera de sus detalles. Resolvieron que la cristiandad observara las leyes y ceremonias judías. Eran lentos para darse cuenta del fin de lo que había sido abolido por el deceso de Cristo, y para comprender que todos los sacrificios prefiguraban la muerte del Hijo de Dios, en la cual el tipo se había encontrado con su antitipo, quitándole todo valor a las ceremonias divinamente señaladas y a los sacrificios de la religión judía.
Pablo se había enorgullecido de su estrictez farisaica; pero después de la revelación de Cristo en el camino a Damasco la misión del Salvador y su propia obra para la conversión de los gentiles irrumpió con claridad en su mente, y comprendió en su plenitud la diferencia que existe entre una fe viviente y un muerto formalismo. Pablo seguía creyendo que era hijo de Abraham, y guardaba los Diez Mandamientos, tanto en la letra como en el espíritu, tan fielmente como lo había hecho antes de su conversión al cristianismo. Pero sabía que las ceremonias típicas debían cesar totalmente y bien pronto, puesto que lo que prefiguraban ya había acontecido, y la luz del evangelio estaba difundiendo su gloria sobre la religión judía, proporcionándole un nuevo significado a sus antiguos ritos (La historia de la redención, p. 320)
¿Sujetos a la ley? Domingo 15 de agosto
El pueblo de Dios, a quien él llama su tesoro peculiar, tuvo el privilegio de tener un sistema doble de ley: la moral y la ceremonial. La una, que señala hacia atrás a la creación, para que se mantenga el recuerdo del Dios viviente que hizo el mundo, cuyas demandas tienen vigencia sobre todos los hombres en cada dispensación, y que existirá a través de todo el tiempo y la eternidad; la otra dada debido a que el hombre transgredió la ley moral, y cuya obediencia consistía en sacrificios y ofrendas que señalaban la redención futura. Cada una es clara y diferente de la otra.
La ley moral fue desde la creación una parte esencial del plan divino de Dios, y era tan inmutable como él mismo. La ley ceremonial debía responder a un propósito particular en el plan de Cristo para la salvación de la raza humana. El sistema simbólico de sacrificios y ofrendas fue establecido para que mediante esas ceremonias el pecador pudiera discernir la gran ofrenda: Cristo. Pero los judíos estaban tan cegados por el orgullo y el pecado que solo unos pocos de ellos pudieron ver más allá de la muerte de animales como una expiación por el pecado; y cuando vino Cristo, a quien prefiguraban esas ofrendas, no pudieron reconocerlo. La ley ceremonial era gloriosa; era el medio dispuesto por Jesucristo en consejo con su Padre para ayudar en la salvación de la raza humana. Toda la disposición del sistema simbólico estaba fundada en Cristo. Adán vio a Cristo prefigurado en el animal inocente que sufría el castigo de la transgresión que él había cometido contra la ley de Jehová (Comentario bíblico adventista, tomo 6, pp. 1094, 1095).
Pablo desea que sus hermanos comprendan que la gloria de un Salvador que perdona los pecados daba significado a todo el sistema judío. Deseaba también que comprendieran que cuando Cristo vino al mundo y murió como sacrificio en favor del hombre, el símbolo se encontró con la realidad simbolizada.
Después que Cristo murió en la cruz como ofrenda por el pecado, la ley ceremonial ya no podía tener vigencia; sin embargo, estaba relacionada con la ley moral, y era gloriosa. El conjunto llevaba el sello de la Divinidad, y expresaba la santidad, justicia y rectitud de Dios. Y si fue glorioso el ministerio de la dispensación que iba a desaparecer, ¿cuánto más debía ser gloriosa la realidad cuando Cristo fue revelado al dar su Espíritu vivificador y santificador a todos los que creen? (Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1095).
La ley ¿es pecado? Lunes 16 de agosto
Pablo dice que "en cuanto a justicia que haya en la ley", es decir, en cuanto se refiere a las obras externas, era "irreprensible" (Filipenses 3:6), pero cuando comprendió el carácter espiritual de la ley, cuando se miró en el santo espejo, se vio a sí mismo pecador. Juzgado por la letra de la ley como los hombres la aplican a la vida externa, se había abstenido de pecado; pero cuando miró en la profundidad de sus santos preceptos y se vio como Dios lo veía, se humilló profundamente y confesó su culpa. No se alejó del espejo y se olvidó de la clase de hombre que era, sino que mostró genuino arrepentimiento y ejerció su fe en el Señor Jesucristo, quien lo lavó y lo limpió. Él dice: "Yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató" (Romanos 7:7-11).
Cuando el pecado apareció con su verdadera monstruosidad, su estima propia desapareció; se tomó humilde y comprendió que no había ninguna bondad o mérito en sí mismo. No se sentía superior a los demás ni ambicionaba grandeza, sino le daba toda la gloria a Dios. No se ofendía por el reproche, el descuido o el desprecio, ni se vengaba por su propia cuenta. No buscaba alianzas u honores mundanales ni pisoteaba a otros para elevarse a sí mismo. Era gentil, condescendiente, manso y humilde de corazón, porque había aprendido estas lecciones en la escuela de Cristo. Hablaba de Jesús y de su incomparable amor, y se iba asemejando más y más a él. Todas sus energías eran dedicadas a salvar almas para Cristo, y si por su ministerio debía afrontar pruebas, se arrodillaba en oración y sentía aun más amor por las almas. Su vida estaba escondida con Cristo en Dios y amaba a Jesús con todas sus fuerzas. Se preocupaba por cada iglesia y sus miembros, y por cada alma que había sido comprada por la sangre de Cristo (Review and Herald, 22 de julio, 1890).
El apóstol Pablo al relatar sus experiencias presenta una importante verdad acerca de la obra que debe efectuarse en la conversión. Dice: "Yo sin la ley vivía en un tiempo -no sentía ninguna condenación pero venido el mandamiento –cuando la ley de Dios se manifestó con fuerza en su conciencia– el pecado revivió y yo morí". Entonces se con-sideró pecador, condenado por la ley divina. Obsérvese que fue Pablo el que murió, y no la ley (Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1076).
El apóstol hace una marcada distinción entre la condición del transgresor que actúa en abierto desafío hacia la ley divina y sin embargo se considera santo, y la condición de aquel cuyo corazón cede a los requerimientos de la ley, pero aun ve defectos en su carácter y en humildad se arrodilla ante Dios para confesar su pecado (Signs of the Times, 30 de abril, 1896).
La santa ley Martes 17 de agosto
No basta comprender la bondad amorosa de Dios, ni percibir la benevolencia y ternura paternal de su carácter. No basta discernir la sabiduría y justicia de su ley, ver que está fundada sobre el eterno principio del amor. El apóstol Pablo veía todo esto cuando exclamó: "Consiento en que la ley es buena", "la leyes santa, y el mandamiento, santo y justo y bueno". Mas él añadió en la amargura de su alma agonizante y desesperada: "Soy carnal, vendido bajo el poder del pecado" (Romanos 7:12, 14). Ansiaba la pureza, la justicia que no podía alcanzar por sí mismo, y dijo: "¡Oh hombre infeliz que soy! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24). La misma exclamación ha subido en todas partes y en todo tiempo, de corazones sobrecargados. No hay más que una contestación para todos: "¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29) (El camino a Cristo, pp. 17, 18).
La ley de Dios, tal como se presenta en las Escrituras, es amplia en sus requerimientos. Cada principio es santo, justo y bueno. La ley impone a los hombres obligaciones frente a Dios. Alcanza hasta los pensamientos y sentimientos, y producirá una convicción de pecado en todo el que esté persuadido de haber transgredido sus requerimientos. Si la ley abarcara solo la conducta externa, los hombres no serían culpables de sus pensamientos; deseos y designios erróneos. Pero la ley requiere que el alma misma sea pura y la mente santa, que los pensamientos y sentimientos estén de acuerdo con la norma de amor y justicia.
En sus enseñanzas, Cristo mostró cuán abarcantes son los principios de la ley pronunciados desde el Sinaí. Hizo una aplicación viviente de aquella ley cuyos principios permanecen para siempre como la gran norma de justicia: la norma por la cual serán juzgados todos en aquel gran día, cuando el Juez se siente y se abran los libros. Él vino para cumplir toda justicia y, como cabeza de la humanidad, para mostrarle al hombre que puede hacer la misma obra, haciendo frente a cada especificación de los requerimientos de Dios. Mediante la medida de su gracia proporcionada al instrumento humano, nadie debe perder el cielo. Todo el que se esfuerza, puede alcanzar la perfección del carácter. Esto se convierte en el fundamento mismo del nuevo pacto del evangelio. La ley de Jehová es el árbol. El evangelio está constituido por las fragantes flores y los frutos que lleva.
Cuando el Espíritu de Dios le revela al hombre todo el significado de la ley, se efectúa un cambio en el corazón. La fiel descripción de su verdadero estado, hecha por el profeta Natán, movió a David a comprender sus pecados y lo ayudó a desprenderse de ellos. Aceptó mansamente el consejo y se humilló delante de Dios. "La ley de Jehová –dijo él– es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal. Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón. ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío" (Salmo 19:7-14) (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 248, 249).
El hombre de Romanos 7 Miércoles 18 de agosto
Dios ha elegido a los hombres desde la eternidad para que sean santos. "La voluntad de Dios es vuestra santificación". La ley de Dios no tolera ningún pecado, sino que demanda perfecta obediencia. El eco de la voz de Dios siempre nos llega diciendo: Más santo, más santo todavía. Y nuestra respuesta siempre debe ser: Sí, Señor, más santo todavía. La santidad está al alcance de todos los que la buscan por fe, no debido a sus buenas obras sino a los méritos de Cristo. Se da poder divino a cada alma que lucha por la victoria sobre el pecado y Satanás.
Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la santificación, y por medio de la santificación, la vida del cielo. Justificación significa que la conciencia, limpiada de obras muertas, es colocada donde puede recibir la bendición de la santificación (Comentario bíblico adventista, tomo 7, p. 920).
Las Escrituras nos enseñan que debemos procurar santificar para Dios el cuerpo, el alma y el espíritu. En esta tarea debemos trabajar conjuntamente con Dios. Es posible hacer mucho para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre, y para mejorar las capacidades físicas, mentales y morales. Pueden realizarse cambios notables en el organismo físico obedeciendo las leyes de Dios y no introduciendo en el cuerpo nada que lo contamine. Y si bien es cierto que no podemos reclamar la perfección de la carne, podemos tener la perfección cristiana del alma. Mediante el sacrificio que se hizo por nosotros, los pecados pueden ser perfectamente perdonados. No dependemos de lo que el hombre puede hacer, sino de lo que Dios puede hacer por el hombre mediante Cristo. Cuando nos entregamos enteramente a Dios, y creemos con plenitud, la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. La conciencia puede ser liberada de condenación. Mediante la fe en su sangre, todos pueden encontrar la perfección en Cristo Jesús. Gracias a Dios porque no estamos tratando con imposibilidades. Podemos pedir la santificación. Podemos disfrutar del favor de Dios. No debemos inquietamos por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesamos lo que Dios piensa de Cristo, nuestro Sustituto. Somos aceptos en el Amado. Dios muestra a la persona arrepentida y creyente, que Cristo acepta la entrega del alma para moldeada según su propia semejanza (Mensajes selectos, tomo 2, pp. 36, 37).
He aquí una obra que el hombre puede hacer. Debe mirarse en el espejo, la santa ley de Dios, descubrir los defectos de su carácter moral y abandonar sus pecados, lavando la vestidura de su carácter en la sangre del Cordero. La envidia, el orgullo, la malicia, el engaño, la contienda y el crimen serán limpiados del corazón que recibe el amor de Cristo y que alberga la esperanza de ser transformado a su semejanza cuando lo vea tal como él es. La religión de Cristo refina y dignifica a su poseedor, no importa qué relaciones haya tenido en la vida y por qué circunstancias haya pasado. Los hombres que llegan a ser cristianos poseedores de gran luz se levantan por encima del nivel de sus caracteres antiguos hasta alcanzar una mayor fortaleza mental y moral. Los que han caído en el pecado y el crimen y han sido degradados por ellos, gracias a los méritos del Salvador pueden ser exaltados a una posición muy poco menor que la de los ángeles.
Pero la influencia de un evangelio de esperanza no inducirá al pecador a aguardar la salvación de Cristo como algo de pura gracia, mientras continúa viviendo en la transgresión de la ley de Dios. Cuando la luz de la verdad resplandece en su mente y comprende en forma plena los requerimientos de Dios y vislumbra la amplitud de su transgresión, reformará sus caminos, llegará a ser leal a Dios por medio de la fortaleza obtenida de su Salvador y vivirá una vida nueva y más pura (La maravillosa gracia de Dios, p. 232).
Librados de la muerte Jueves 19 de agosto
La influencia refinadora de la gracia de Dios cambia el temperamento natural del hombre. El cielo no sería deseable para las personas de ánimo camal; sus corazones naturales y profanos no serían atraídos por aquel lugar puro y santo; y si se les permitiera entrar, no hallarían allí cosa alguna que les agradase. Las propensiones que dominan el corazón natural deben ser subyugadas por la gracia de Cristo, antes que el hombre caído sea apto para entrar en el cielo y gozar del compañerismo de los ángeles puros y santos. Cuando el hombre muere al pecado y despierta a una nueva vida en Cristo, el amor divino llena su corazón; su entendimiento se santifica; bebe en una fuente inagotable de gozo y conocimiento; y la luz de un día eterno brilla en su senda, porque con él está continuamente la Luz de la vida (Los hechos de los apóstoles, p. 221).
El conocimiento de Dios se obtiene al hacer lo que él nos pide en su ley. Y ese conocimiento será proporcional al desarrollo de la vida, a la capacidad de recibirlo, y a la fidelidad en usar esas capacidades para la gloria de Dios. No hay términos medios en esto. Una mera profesión de fe o una declaración afirmativa no sirve de nada. Nuestro conocimiento de él avanzará en la misma proporción en la que nuestro carácter se vaya asemejando al suyo. Y conocer a Dios es vida eterna. No hay otro conocimiento que sea semejante a éste. Podemos tener todo el conocimiento en asuntos seculares que la mente pueda recibir, pero no nos revelará los misterios de la vida superior, porque el conocimiento de Dios requiere una capacidad más elevada, más grande y más amplia.
Esa capacidad que solo Dios puede dar, nos hace pasar de la muerte espiritual a la vida espiritual, porque él es nuestra vida, nuestra santificación y nuestra justicia.
Los que obtienen este conocimiento valoran el privilegio de tener comunión con Aquel que promete que, a todos los que le reciben, les dará poder para llegar a ser hijos de Dios. Los que tienen un conocimiento genuino de Dios y de Cristo, colocan sus almas en las manos divinas, porque saben que aunque su tabernáculo terrenal desaparezca, hay un hogar no hecho de manos que les espera en las mansiones eternas (Manuscript Releases, tomo 12, pp. 215, 216).
Los que están encantados con una religión fácil, no se preocupan de destruir al viejo hombre con sus obras ni traer cada pensamiento rebelde en sujeción a Cristo. No desean someterse al control del Espíritu de Dios que obra en los corazones humanos para expulsar la corrupción y establecer los vitales principios de virtud, temperancia, piedad, bondad y amor fraternal semejantes a los de Cristo. En cambio, aquellos que reciben al Espíritu de Dios, aunque hayan estado muertos en delitos y pecados, experimentarán la obra activa del mismo poder que levantó a Cristo de los muertos. El poder del Espíritu levantará a los que reconocen su desesperada situación y los llevará a confesar sus culpas y a creer en Jesús.
Todas las facultades deben ser puestas bajo el control del Espíritu de Dios. Sin su ayuda, la humanidad puede luchar con todo su poder y elocuencia, con todos sus razonamientos, filosofías y teorías humanas, tratando de reparar este mundo caído y arruinado, pero ¿cuáles han sido los resultados? Jesús responde: "Separados de mí nada podéis hacer". Toda la sabiduría escolástica, toda la habilidad humana, no pueden hacer nada para reformar el carácter de aquellos que están muertos en sus delitos y pecados; todo sigue sumido en la depravación. Solo el Espíritu de Dios puede traer pureza al corazón humano. Su obra en el alma es dar vida al que está muerto; es librar al alma de la esclavitud del pecado, de la condenación de la ley y de la ira y la tribulación que caerá sobre el pecador. Es únicamente la gracia de Cristo que trae salvación a los que la reciben. Los que se convierten, experimentan paz y seguridad; en lugar de esclavitud, reciben libertad en Cristo y, como hijos obedientes, se deleitan en la ley de Dios (Signs of the Times, 5 de noviembre, 1894).
Para estudiar y meditar Viernes 20 de agosto
Mensajes selectos, tomo 1, pp. 248-252; 362-364; El ministerio de curación, pp. 55-57; 357-359.
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos"/ Notas de Elena G. de White Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010 Autor:Don Neufeld
Dirección general:Clifford Goldstein Dirección editorial:Carlos A. Steger Traducción:Rolando A. Itin
Texto Clave: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. Romanos 7: 22, 23
Enseña a tu clase a:
Saber reconocer que nuestra naturaleza pecaminosa libra una guerra contra la ley de Dios y que debemos morir al viejo sistema de reglas muertas que se concentran en nuestras obras en vez de concentrarse en las obras de Cristo. Sentir nuestra impotencia para hacer el bien sin la intervención de Cristo. Hacer morir a las viejas pasiones incitadas por el pecado a fin de vivir con libertad en los caminos del Espíritu.
Bosquejo de la lección
I. Saber: Guerra contra nuestra naturaleza pecaminosa
A. Nuestra naturaleza pecaminosa está en guerra con los anhelos que tenemos de vivir en armonía con la ley de Dios. ¿Por qué debemos morir a nuestro yo natural pecaminoso a fin de vivir en el Espíritu? } B. ¿Qué clase de conductas, hereditarias o adquiridas, son ejemplos de “hacer lo que nos viene naturalmente”? ¿Cómo estas conductas son extensiones de nuestra naturaleza pecaminosa?
II. Sentir: Impotentes para hacer el bien
A. Si no podemos hacer el bien que nos gustaría hacer, ¿quién o qué está en el control de nuestras vidas, realmente? Analiza tu respuesta. B. ¿Cuál es el único remedio para nuestra condición de impotencia y descontrol?
III. Hacer: Vivir libremente
A. ¿De qué manera “morimos” a nuestros deseos pecaminosos? B. ¿Cómo somos “sepultados” con Cristo? C. ¿Cuáles son las libertades que ofrece una vida en el Espíritu, y qué debemos hacer para vivir esa clase de vida?
Resumen: Solo la muerte a nuestro yo natural y pecaminoso, con sus deseos, posibilita un nuevo camino de vida en Cristo.
Paso 1 ¡Motiva!
Ciclo de aprendizaje
Concepto clave para el crecimiento espiritual: Por medio de la ley no podemos encontrar la salvación. Solo por medio de Cristo podemos ser salvos.
Solo para los maestros: La siguiente actividad está diseñada para introducir los siguientes conceptos:1. La ley nos muestra la voluntad de Dios y, con ello, define el pecado. Sin la ley, no sabríamos lo que es el pecado. 2. La ley es buena y justa, pero la ley sola no es nuestro medio de salvación, sino la gracia de Cristo.
Actividad inicial: El Juego de las Reglas. Necesitarás lápices y papel, un cronómetro simple y pequeñas “recompensas” (pasas de uva, galletitas, etc.) para dar a cada uno que no esté “afuera” cuando suene la alarma. Tú, como maestro, serás el Árbitro de las Reglas. Pide a cada miembro de tu clase que escriba una regla que crea que sea muy difícil para que la gente la obedezca durante los siguientes cinco minutos (tales como: no pestañear, no hablar, tratar de hacer equilibrio en un solo pie continuamente, sostener un himnario con el brazo extendido durante el tiempo asignado, etc.) El juego es sencillo: obedeces las reglas y recibes una recompensa. Dejar de obedecerlas te elimina del juego, y no podrás recibir recompensas. Elige dos o tres reglas de las sugeridas, que se puedan intentar simultáneamente. Comparte las reglas con la clase. Pon en marcha el cronómetro para cinco minutos. Explica que quedará “afuera” cada uno que “peca” al no obedecer las reglas. Tú, como el Árbitro de las Reglas, tienes la capacidad de “perdonar” a los que están “afuera” y enviarlos de vuelta al juego, pero ellos deben seguir adhiriéndose a las reglas. También, recuérdales las reglas. No debería pasar mucho tiempo antes de que todos en la clase hayan estado “afuera” por lo menos una vez, algunos más que otros. Vigila el cronómetro y asegúrate de que todos hayan sido “perdonados” y reciban su recompensa cuando expire el tiempo. Dale a cada miembro de tu clase un premio.
Para analizar: Pregunta, pidiendo que levanten las manos, cuántos estuvieron “afuera” por lo menos una vez. La paga del pecado es la muerte. Como esclavos de la ley, habrían sido dignos de muerte, ¿verdad? Los que estuvieron “afuera” varias veces ¿estuvieron más “muertos” que los que fallaron solo una vez? Los que fallaron menos ¿obtuvieron más recompensa? ¿De qué modo las respuestas ayudan a ilustrar que no podemos ser salvos por medio de nuestros propios esfuerzos?
Paso 2 ¡Explora!
Solo para los maestros: A la luz del sacrificio de Cristo, la gracia y el perdón, ¿qué valor tiene la ley? ¿Cuál es el propósito de ella hoy?
Comentario de la Biblia
I. El propósito de la ley (Repasa con tu clase Rom. 7:7; y Rom. 7:9-12.)
La ley de Dios es tan necesaria hoy como lo fue en el cielo antes de la creación de la humanidad. Porque sin los principios guiadores de la ley, ¿cómo conocerían los seres humanos la voluntad y el carácter santo de Dios? Sin embargo, guardar la ley no puede salvarnos. La salvación por obras es una religión sin salida y una carga para el creyente. En Hechos 15:10 Pedro repite como un eco este pensamiento cuando se refiere a la ley como “un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar”. Pablo toma esta idea un paso más lejos cuando afirma que el “mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte” (Rom. 7:10), exponiendo su pecado. Así que si la ley claramente no puede salvarnos, entonces ¿qué puede hacer? Primero y muy importante, la ley sirve para decirnos lo que es bueno y lo que es malo. Pablo afirma este punto muy claramente en Romanos 7:7 cuando dice: “...yo no conocí el pecado sino por la Ley; y tampoco conocería la codicia, si la Ley no dijera: ‘No codiciarás’ ” (RVR 95). Segundo, la ley indica que se recibirá un castigo por quebrantarla, y de este modo implica la necesidad de un Abogado, un Salvador, para defender nuestro caso en el tribunal celestial, un Abogado que puede cambiar el juicio a nuestro favor. La necesidad de misericordia frente al castigo por quebrantar la ley es tan grande que no puede ser exagerada. Los castigos civiles por quebrantar leyes específicas pueden variar de un lugar a otro, pero el castigo final del pecado es la muerte. Pero gracias a Dios que la muerte de Jesús pagó la pena de muerte. Él murió la muerte que nosotros merecíamos de modo que pudiéramos tener vida eterna, y esa muerte cumplió las demandas justas de su ley.
Claramente, la ley misma nunca tuvo la intención de santificarnos, ni tampoco tuvo la intención de ser el medio de nuestra salvación. Como tal, está limitada en lo que puede realizar. Solo por medio de la gracia de Cristo podemos ser salvados.
Considera: ¿Por qué Dios dio a los seres humanos su ley? ¿Cuál es el peligro de enredarnos en la letra de la ley y olvidarnos del espíritu de ella?
¿Cuáles son las limitaciones de la ley? Siendo que la muerte de Jesús pagó el rescate por nuestros pecados, ¿cuál es el propósito de la ley?
Considera: ¿Por qué guardar la ley no puede salvarnos? ¿Por qué el sacrificio de Cristo es nuestro único y verdadero medio de salvación?
Paso 3 ¡Explora!
Solo para los maestros: Recuerda a tu clase el juego de la actividad inicial. Pídeles que piensen en él en el contexto de tratar de seguir la ley de Dios y, no obstante, seguir cayendo víctimas del pecado diariamente. S in duda, todos los miembros de la clase concordarán en que desde el comienzo del juego ellos querían cumplir las reglas, ¿verdad? Naturalmente, ellos querían recibir la recompensa. Es muy dudoso que alguno quisiera entrar en el juego con la meta de ser eliminado. Todos viviríamos como esclavos de la ley si no fuera por el sacrificio de Cristo que nos libertó.
Preguntas para descubrir:
1. ¿De qué modo la ley nos ayuda a definir cuál es la voluntad de Dios y qué es el pecado? 2. Sin la ley, o si la ley permaneciera desconocida, ¿existiría el pecado? Explica tu respuesta. 3. Así como en el juego, si no conocemos la ley, ¿cómo sabremos qué es el pecado? ¿Habría algún modo de saber que Dios es un Dios justo si no nos diera la ley? Explica. 4. ¿Por qué el hecho de que exista el perdón no es una licencia para quebrantar la ley? 5. Analiza si fueron las reglas mismas las que permitieron que los participantes recibieran la recompensa, o fueron el perdón y la gracia que los libró del castigo, o se trató de alguna otra cosa. 6. Pregunta si hay reglas que ellos podrían haber seguido si hubieran tenido la ayuda del Árbitro. ¿De qué modos esta idea nos ayuda a entender que solo por medio de la ayuda de Cristo podemos vencer el pecado? 7. ¿Qué pasos necesitamos dar, como cristianos, a fin de evitar ser atrapados en el legalismo y realmente abrazar el don del perdón y la gracia que da Cristo?
Paso 4 ¡Aplica!
Solo para los maestros: Romanos 7 da a cada persona en tu clase un punto de partida para la introspección. Anímalos a examinarse para ver cómo se relacionan personalmente con la ley y cómo las enseñanzas de Pablo acerca de la ley pueden afectar sus vidas espirituales. Finalmente, anímalos a pensar acerca de cómo se relacionan con el plan de salvación de Dios.
Actividad: ¿Cuáles son algunas cosas con las que, personalmente, estás luchando y que pueden ser usadas como una ilustración de lo que Pablo ha dicho acerca de la ley, la muerte al pecado y la gracia? Piensa en un par de cosas que te gustaría lograr con Cristo respecto de esto. Incorpóralas en tu vida de oración diaria. Invita a Dios a tu vida específicamente en estas áreas, y pídele diariamente su ayuda y conducción para alcanzarlas. Pídele ayuda a Dios para liberarte de las cadenas del pecado. Pídele a Dios que te ayude a morir diariamente al pecado y a vivir en la gracia por medio del sacrificio de Cristo, de modo que, con su ayuda, puedas estar libre de la condenación de la ley.
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos"/ Edición Auxiliar para Maestros de Escuela Sabática.
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010 Autor:Don F. Neufeld Dirección general:Clifford Goldstein Dirección editorial:Marcos G. Blanco Traducción y redacción editorial:Rolando A. Itin
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