sábado, 9 de octubre de 2010

Lección 3: Ana: Aprender a ser alguien / Notas de Elena G. de White


Ana: aprender a ser alguien
Sábado 9 de octubre

La aceptación de Cristo da valor al ser humano. Su sacrificio imparte vida y luz a todos los que aceptan a Cristo como a su Salvador personal. El amor de Dios mediante Jesucristo se infunde ampliamente en el corazón de cada miembro del cuerpo de Cristo, llevando consigo la vitalidad de la ley de Dios el Padre. Así puede morar Dios con el hombre, y el hombre puede morar con Dios. Declaró Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20).

Si mediante la fe el hombre llega a ser uno con Cristo, puede ganar vida eterna. Dios ama a los que son redimidos mediante Cristo así como ama a su Hijo. ¡Qué pensamiento! ¿Puede amar Dios al pecador como ama a su propio Hijo? Sí, Cristo ha dicho esto y él se propone hacer exactamente lo que dice. Él honrará todos nuestros proyectos, si nos aferramos de sus promesas mediante una fe viviente y ponemos nuestra confianza en él. Mirad a él, y vivid. Todos los que obedecen a Dios están comprendidos en la oración que Cristo ofreció a su Padre: "Les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos" (Juan 17:26). ¡Maravillosa verdad, demasiado difícil para que la comprenda la humanidad! (Mensajes selectos, tomo 1, p. 352).


¿Cuánto valgo?
Domingo 10 de octubre

El gobierno de los jueces termina con Samuel, uno de los personajes más puros e ilustres del registro sagrado. Son pocas las historias bíblicas que pueden ofrecer lecciones de mayor importancia para el estudiante. El padre de Samuel era Elcana, un levita que vivía en Ramá, en el monte de Efraín. Era un hombre rico e influyente, un esposo amante y un hombre que temía y reverenciaba a Dios. Ana, la esposa de Elcana, era una mujer piadosa y devota, cuyo carácter reflejaba humildad, rectitud, y una firme confianza en Dios. Las palabras del sabio podían verdaderamente expresarse con referencia a ella: "El corazón de su marido está en ella confiado".

Aunque el amor de Elcana por su compañera era profundo y verdadero, había una nube que ensombrecía la felicidad hogareña: no se escuchaban las gozosas voces de los niños. Con el paso del tiempo, el fuerte deseo de perpetuar su nombre llevó al esposo —como había sido el caso con muchos otros— a seguir un curso de acción que Dios no sancionaba: traer una segunda esposa a la familia, subordinada a la primera. Esta acción, que mostraba falta de fe, trajo consigo malos resultados: se quebrantó la armonía familiar, y el mayor peso cayó sobre Ana, cuya felicidad pareció desaparecer de su vida. Aunque soportaba sus pruebas sin quejarse, su pesar y aflicción eran muy profundos. Penina, la nueva esposa, era una mujer vulgar, celosa y envidiosa. Sin embargo, con el paso de los años y la llegada de hijos e hijas, se tornó orgullosa y trataba a su rival con desprecio e insolencia.

Elcana observaba fielmente las ordenanzas de Dios. El culto en Silo no se celebraba con regularidad y se hacía en forma incompleta. Aunque él era un levita, no tenía actividad permanente en el tabernáculo. Sin embargo, por su celo y devoción, viajaba a Silo con toda su familia para adorar y ofrecer sacrificios en las fechas ordenadas (Signs of the Times, 27 de octubre, 1881)

La dignidad moral tiene un encanto con el que ni la riqueza ni la belleza exterior pueden competir. La mujer que posee el ornamento de un espíritu manso y humilde es, a la vista de Dios, de tal valor que el oro de Ofir y la plata de Tarsis son insignificantes (The Health Reformer, 1º de mayo, 1878).


Con amigos como estos...
Lunes 11 de octubre

Aun en medio de las festividades sagradas que estaban relacionadas con el culto divino, se manifestaba el mal espíritu que traía una maldición a su hogar. Después de ofrecer los otros sacrificios, era costumbre ofrecer una ofrenda de paz, la que se distribuía entre el sacerdote, el que la ofrecía, y la familia de este último, mientras todos participaban de esta solemne y gozosa fiesta. Elcana le daba una porción a la madre de sus hijos y a todos sus hijos e hijas, y como un toque de distinción, le daba una doble porción a su primera y amada esposa. Esto provocaba la envidia y los celos de la segunda mujer, quien abiertamente reclamaba tener superioridad sobre la primera por haber recibido el favor divino de la maternidad, mientras que Ana, por no tener hijos, mostraba que Dios no la favorecía.

Esta escena se reproducía vez tras vez, no solo en las reuniones anuales sino siempre que las circunstancias le proporcionaran a Penina la oportunidad para que se exaltara a sí misma a expensas de su rival. El proceder de esa mujer le parecía a Ana una prueba casi imposible de soportar. Satanás la usaba como su instrumento para acosar, exasperar, e intentar destruir a una de las fieles hijas de Dios. Finalmente, en una de esas festividades anuales, mientras su rival repetía sus declaraciones mordaces, la paciencia y la fortaleza de Ana cedió lugar a un llanto irrefrenable. La fiesta no era para ella sino una burla; y no la pudo soportar (Signs of the Times, 27 de octubre, 1881).

La mayor parte de las preocupaciones de la vida, sus corrosivas cuitas diarias, sus quebraderos de cabeza, su irritación, son el resultado de un carácter sin control. La armonía del círculo doméstico se rompe a menudo por una palabra apresurada y el lenguaje violento. ¡Cuánto mejor sería callar! Una sonrisa de satisfacción y una tranquila palabra de aprobación dicha con espíritu de mansedumbre sería potencia que suaviza, consuela y bendice. El gobierno de sí mismo es el mejor gobierno del mundo. Noventa y nueve de cada cien problemas que amargan tan terriblemente la vida podrían haberse ahorrado con el ornamento de un espíritu manso y pacífico. Muchos excusan sus palabras precipitadas y temperamentos apasionados diciendo: "Soy sensible, tengo un carácter precipitado". Así nunca se sanarán las heridas causadas por las palabras apresuradas y apasionadas. Es cierto que hay quien es más apasionado que otro, pero ese espíritu nunca puede estar en armonía con el espíritu de Dios. El hombre natural debe morir y el nuevo hombre, en Cristo Jesús, debe apoderarse del alma para que el seguidor de Jesús pueda decir en verdad: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20) (Testimonios para la iglesia, tomo 4, p. 342).


Derramar tu corazón
Martes 12 de octubre

Ana no reprochó a su marido por equivocarse y buscar un segundo matrimonio. El pesar que la abrumaba y que no podía compartir con ningún amigo humano lo compartió solamente con su Padre celestial, buscando el consuelo de Aquel que dijo: "Invócame en el día de la angustia; te libraré". Hay poder en la oración. Nuestro gran adversario está constantemente tratando de separar el alma atribulada de Dios porque teme más un llamado al cielo por parte del santo más humilde, que los decretos de los concilios o los mandatos de los reyes.

La oración de Ana no fue escuchada por ningún oído mortal pero captó la atención del Señor de las huestes. Con fervor le rogó a Dios que le quitara su aflicción concediéndole aquello que era lo más preciado por las mujeres de su tiempo: la bendición de la maternidad. Mientras rogaba en oración, su voz no emitía ningún sonido pero sus labios se movían y su rostro reflejaba una profunda emoción. Entonces, otro problema se cargó sobre la humilde suplicante. Al verla Elí, el sumo sacerdote, consideró rápidamente que ella estaba intoxicada. Las orgías y borracheras habían suplantado por lejos la verdadera piedad entre el pueblo de Israel. Incluso ese tipo de intemperancia era frecuente entre las mujeres. Ahora Elí consideró que era tiempo de reprocharla: "¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino" (1 Samuel 1:14).

Pero Ana había estado en comunión con Dios. Creía que su oración había sido escuchada y la paz de Cristo llenó su corazón. No se entristeció ni se indignó por la injusta acusación de estar ebria en la casa de Dios. Su naturaleza gentil y sensible la permitió responder con la debida reverencia al ungido del Señor y con calma expresarle la causa de su emoción: "No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora". Con-vencido de que su reproche había sido injusto, Elí respondió: "Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho" (1 Samuel 1:15-17) (Signs of the Times, 27 de octubre, 1881)

El Señor dice: "Invócame en el día de la angustia". Él nos invita a presentarle lo que nos tiene perplejos y lo que hemos menester, y nuestra necesidad de la ayuda divina. Nos aconseja ser constantes en la oración. Tan pronto como las dificultades surgen, debemos dirigirle nuestras sinceras y fervientes peticiones. Nuestras oraciones importunas evidencian nuestra vigorosa confianza en Dios. El sentimiento de nuestra necesidad nos induce a orar con fervor, y nuestro Padre celestial es movido por nuestras súplicas. (Palabras de vida del Gran Maestro, 136).

La oración correcta consiste en pedir a Dios con fe las cosas específicas que necesitáis. Id a vuestro aposento o algún lugar apartado y en el nombre de Jesús pedid que el Padre os ayude. Hay poder en la oración que brota de un corazón convencido de su propia debilidad pero que no obstante anhela fervientemente aquella fortaleza que viene de Dios. La oración fervorosa será oída y contestada. (La fe por la cual vivo, p. 226).


Cantando sus alabanzas
Miércoles 13 de octubre

Dios le concedió a Ana el deseo de su corazón. Al sentirse altamente favorecida por el cielo, no podía menos que expresar públicamente su gratitud y reconocer la misericordia y el amor divinos. Aunque era una mujer tímida y retraída, cuando el Espíritu la inspiró, se escuchó su voz en medio de la asamblea alabando en alta voz al Señor.

Las palabras de Ana fueron proféticas, tanto en lo relacionado al reinado de David, como al Mesías, el Ungido del Señor. Este cántico sagrado y sublime, comienza con declaraciones referidas a la mujer orgullosa, insolente y contenciosa; se amplía para humillar a todos los orgullosos y exaltar a todos los humildes, y finaliza con la destrucción de los enemigos de Dios y la victoria completa y final de sus siervos.

Después de haber expresado triunfalmente sus alabanzas, Ana retornó quedamente a su hogar en Ramá, dejando al niño Samuel bajo la instrucción de Elí, el sumo sacerdote, para que ministrara en la casa de Dios (Signs of the Times, 27 de octubre, 1881).

Necesitamos preparar el camino del Señor de acuerdo a la luz que nos ha sido dada. Necesitamos una nueva experiencia que nos lleve a ofrecer más alabanzas y agradecimientos a Dios, no solamente en nuestras congregaciones sino en nuestros hogares. Que nuestras voces se eleven en agradecimiento por la forma en que el Señor nos ha guiado; por su bondad y por su poder. Necesitamos más cantos de alabanza y menos voces de quejas y murmuraciones (Manuscript Releases, tomo 20, p. 269).

"El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios" (Salmo 50:23).

[Dios] desea que apreciemos el gran plan de la salvación, que lleguemos a comprender nuestro elevado privilegio como pueblo de Dios y que caminemos delante de él en obediencia, con agradecido reconocimiento. Desea que le sirvamos en novedad de vida, con alegría todos los días. Anhela que la gratitud surja de nuestros corazones porque tenemos acceso al propiciatorio, el trono de la gracia; porque nuestros nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero; porque podemos echar toda nuestra solicitud sobre él, quien cuida de nosotros. Nos anima a regocijamos porque somos la herencia del Señor, porque la justicia de Cristo es el manto de sus santos y porque tenemos la bendita esperanza del pronto regreso de nuestro Salvador.

Alabar a Dios en plenitud y con sinceridad de corazón es un deber tan sagrado como orar.

Debemos mostrar a todas las inteligencias celestiales que apreciamos el amor maravilloso de Dios por la humanidad caída y que estamos esperando bendiciones más grandes y aún mayores de su infinita plenitud. Necesitamos hablar de los capítulos preciosos de nuestra experiencia mucho más de lo que lo hacemos. Después de un derramamiento especial del Espíritu Santo, nuestro gozo en el Señor y nuestra eficiencia en su servicio aumentará grandemente al hacer el recuento de sus bondades y de sus obras maravillosas en favor de sus hijos (Alza tus ojos, p. 59).


El plan de inversión de Dios
Jueves 14 de octubre

Ana oró y confió; y en su hijo Samuel le dio al Israel de Dios un tesoro preciosísimo, hombre útil, de un carácter bien formado, uno que en cuanto a principios se refiera era firme como una roca (Testimonios para la iglesia, tomo 5, pp. 283, 284).

A toda madre debiera hablársele de Ana, cuya historia está registrada por la pluma inspirada para nuestro beneficio. Su esposo era un hombre rico e influyente que amaba y temía a Dios, y ella era una mujer ferviente y piadosa, recta y humilde; una mujer de oración y de fe. Su hijo fue el hijo de una promesa dada en respuesta a la oración. Su madre lo llamó Samuel, que significa "pedido a Dios".

Durante los primeros años de la vida de su hijo modeló su carácter de tal manera que pudiera servir a Dios, y en cuanto alcanzó suficiente edad, cumplió fielmente su voto de dedicarlo al Señor. Viajó a Silo con su precioso don para presentarlo ante Elí para que ministrara ante el Señor todos los días de su vida. Fue un sacrificio para esa madre fiel estar separada de su hijo, pero cada día lo recordaba en sus oraciones, y cada año, cuando venía con su esposo para los sacrificios anuales, le llevaba una túnica pequeña como muestra de su amor. Con cada puntada en la túnica se elevaba su oración para que su hijo pudiera ser puro, noble e íntegro. Y fue su privilegio verlo crecer con el favor de Dios y los hombres, siempre humilde y reverente, listo para el deber y ferviente en su servicio a Dios.

Esta madre piadosa no trabajó para colocar las manos de su hijo en manos del mundo ni para que siguiera sus costumbres y prácticas; se esforzó para colocar las manos de su hijo en las manos divinas a fin de estar conectado con la fuente de sabiduría, bondad y poder. Cuando Samuel reciba la corona de gloria, la presentará delante del trono y alegremente reconocerá que mediante Cristo y las fieles lecciones de su madre, ha alcanzado la gloria inmortal (The Health Reformer, 1º de marzo, 1880).

El cumplimiento del voto de Ana de dedicar su hijo al Señor no fue demorado hasta que pudiera presentarlo en el Tabernáculo. Desde el mismo amanecer del intelecto instruyó su mente infantil para que amara y reverenciara a Dios, y se considerara a sí mismo como propiedad del Señor. Ella buscó guiar sus pensamientos hacia el Creador con cada objeto familiar que lo rodeaba.

Cuando se separó de su hijo, la solicitud de esa fiel madre no cesó. Él era el objeto de sus oraciones. Cada año le hacía una pequeña túnica, y cuando venía con su esposo para el sacrificio anual, se la presentaba al niño como prenda de su amor. En cada puntada de esa túnica ella había musitado una oración para que pudiera ser puro, noble e íntegro. No pedía que pudiera ser grande, sino que fervientemente rogaba que pudiera ser bueno...

Ojalá cada madre pudiera ser consciente de cuán grandes son sus deberes y sus responsabilidades, y cuán grande será la recompensa de la fidelidad. La influencia diaria de la madre sobre sus hijos los está preparando para la vida eterna o la muerte eterna. Ella ejerce en su hogar un poder más decisivo que el ministro en el púlpito, o aun el rey en su trono. El día de Dios habrá de revelar cuánto debe el mundo a las madres piadosas por hombres que han sido resueltos abogados de la verdad y la reforma —hombres que han sido decididos para hacer y atreverse a ello, que se han mantenido inconmovibles en medio de pruebas y tentaciones; hombres que escogen los elevados y santos intereses de la verdad y la gloria de Dios antes que el honor mundano o la vida misma.

Cuando el Juez se siente y los libros sean abiertos; cuando el "bien hecho" del gran Juez sea pronunciado y la corona de gloria sea puesta sobre la frente del vencedor, muchos alzarán sus coronas ante la vista del universo reunido, y señalando a su madre dirán: "Ella me hizo todo lo que soy por la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, han sido bendecidas para mi salvación eterna".

Samuel llegó a ser un gran hombre en el sentido más completo, de la forma como Dios estima el carácter... Los jóvenes deberían ser adiestrados para permanecer firmes del lado de lo correcto en medio de la prevaleciente iniquidad, para hacer todo lo que esté de su parte para detener el avance del vicio, y para promover la virtud, la pureza y la auténtica hombría. Las impresiones hechas sobre la mente y el carácter en la vida temprana son profundas y permanentes (Reflejemos a Jesús, p. 187).




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Guía de Estudio de la Biblia: "Personajes Secundarios del Antiguo Testamento" / Notas de Elena G. de White

Periodo: Trimestre 4 / octubre-diciembre de 2010
Autor: Gerald y Chantal Klingbeil, junto con sus tres hijas, Hanna, Sarah y Jemima, vivieron en África, Sudamérica, Europa y Asia. Actualmente, Gerald Klingbeil es un editor asociado de la Adventist Review (la Revista Adventista en inglés).
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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