sábado, 20 de noviembre de 2010

Lección 9: Rizpa: La influencia de la fidelidad / Notas de Elena G. de White


Sábado 20 de noviembre

La atmósfera que nos rodea afecta consciente e inconscientemente a toda persona con la cual nos relacionamos... Nuestras palabras, nues­tros actos, nuestro vestido, nuestra conducta, hasta la expresión de nues­tro rostro, tienen influencia... Cada impulso impartido de ese modo es una semilla sembrada que producirá su cosecha. Es un eslabón de la larga cadena de los acontecimientos humanos, que se extiende hasta no sabemos dónde. Si por nuestro ejemplo ayudamos a otros a desarrollar buenos principios, les damos poder para hacer el bien. Ellos a su vez ejercen la misma influencia sobre otros, y éstos sobre otros más. De este modo, miles pueden ser bendecidos por nuestra influencia inconsciente.

Arrojad una piedrecita al lago y se formará una onda, y otra y otra, y a medida que crecen éstas, el círculo se agranda hasta que llega a la costa misma. Lo mismo ocurre con nuestra influencia. Más allá del alcance de nuestro conocimiento o dominio, se extiende sobre otros como una bendición o una maldición...

Y cuanto más amplia es la esfera de nuestra influencia, mayor bien podemos hacer. Cuando los que profesan servir a Dios sigan el ejemplo de Cristo practicando los principios de la ley en su vida diaria; cuando cada acto dé testimonio de que aman a Dios más que todas las cosas y a su prójimo como a ellos mismos, entonces la iglesia tendrá poder para conmover al mundo (Meditaciones matinales 1952, p. 124).


LAS CONCUBINAS DEL REY
Domingo 21 de noviembre

La poligamia se practicó desde tiempos muy antiguos. Fue uno de los pecados que trajo la ira de Dios sobre el mundo antediluviano y sin embargo, después del diluvio esa práctica volvió a extenderse. Hizo Satanás un premeditado esfuerzo para corromper la institución del matrimonio, debilitar sus obligaciones, y disminuir su santidad; pues no hay forma más segura de borrar la imagen de Dios en el hombre, y abrir la puerta a la desgracia y al vicio (Patriarcas y profetas, p. 350).

[El rey David] Finalmente cayó en la práctica común de los reyes que estaban a su alrededor: la pluralidad de esposas; y su vida fue amar­gada por los malos resultados de la poligamia. Su primer error fue el de tomar más de una esposa, alejándose así de la sabia disposición de Dios.
Esta desviación de lo recto preparó el camino para errores mayores. Las naciones idólatras consideraban que poseer muchas mujeres constituía una adición a su honor y dignidad, y David llegó a considerar como un honor para su trono poseer muchas esposas. Pero pudo ver la desdicha­da consecuencia de tal decisión en la infeliz discordia, la rivalidad y los celos que se manifestó entre sus numerosas esposas y el gran número de hijos (Testimonios acerca de conducta sexual, p. 105).

En el principio Dios dio a Adán una sola esposa, para manifestarle cuál era su plan. Nunca quiso el Señor que el hombre tuviera varias mujeres. Lamec fue el primero que se apartó en este aspecto del sabio plan de Dios. Tuvo dos esposas, que causaron discordia en su familia. La envidia y los celos de ambas lo hicieron infeliz. Cuando los hom­bres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, cada uno tomó para sí tantas esposas como le parecía. Ese fue uno de los grandes pecados de los habitantes del mundo antiguo, que atrajo sobre ellos la ira de Dios. Esa costumbre fue practicada después del diluvio, y se hizo tan común que aún algunos justos la siguieron y tuvieron varias esposas. Sin embargo, no fue menor su pecado, porque se corrompieron y se apartaron en ese aspecto de la orden de Dios.

El Señor dijo a Noé y a su familia, los que se salvaron en el arca: "Porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación" (Génesis 7:1). Noé tenía una sola esposa, y su familia unida y disciplinada reci­bió la bendición de Dios. Porque los hijos de Noé también eran justos fueron preservados en el arca con su justo padre. Dios no sancionó la poligamia en ningún caso. Va contra su voluntad. Sabía que destruiría la felicidad del hombre. La paz de Abrahán fue malograda en gran medida gracias a su infeliz unión con Agar (La historia de la redención, pp. 77, 78).


LA MENCIÓN DE SU NOMBRE
Lunes 22 de noviembre

Hubo una larga guerra entre la casa de Saúl y la casa de David porque Abner estaba determinado a lograr su objetivo a cualquier costo. La pregunta es: "¿Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?" (S. Lucas 9:25). En tal caso, el éxito es un terrible desastre. Es mejor humillarse y perder los grandes títulos, que arriesgar la pérdida del alma; es mejor llevar la cruz, perder el apoyo del mundo y de los príncipes, que perder el apoyo del cielo. Abner deseaba el honor y quería lograrlo de cualquier manera. David lo había reprobado delante del pueblo, y su espíritu orgulloso no podía soportarlo. Su malicia y su odio se manifestaban contra aquel que había descubierto los puntos débiles de su carácter.

En estos últimos días, los que Dios ha puesto en posiciones de liderazgo experimentarán las mismas pruebas que le sobrevinieron a David, el siervo de Dios. Muchos odian el reproche y las amonestaciones, y sus corazones no reciben las advertencias con agradecimiento. Como ocurrió con Abner, se despierta en ellos un espíritu de malicia contra quienes deben reprocharlos.

Satanás parece trabajar especialmente con aquellos que desean tener altos puestos de confianza y responsabilidad, pero que no están capacitados para hacerlo. Prefieren ser exaltados incluso por los enemigos de la verdad, y ser considerados por el cielo como pobres, desventurados y miserables, que sentirse humillados por no ser elegidos como líderes entre los siervos de Dios. Incluso están dispuestos a separarse del cuerpo de creyentes y negar la fe que antes proclamaban. Dejan de lado uno de los mandatos divinos y se exaltan a sí mismos aunque tengan que seguir los caminos del mundo. En cambio, los que caminan humildemente ante el Señor y cumplen sus requerimientos, serán exaltados a su debido tiempo (Signs of the Times, 15 de junio, 1888).

Por último, la perfidia derrocó el trono que la malicia y la ambición habían establecido. Abner, indignado contra la debilidad y la incompe­tencia de Is-boseth, desertó y se pasó a las filas de David, con el ofre­cimiento de traerle todas las tribus de Israel. Las propuestas que hizo Abner fueron aceptadas por el rey, quien lo despachó con honor para que llevara a cabo su propósito. Pero el favorable recibimiento de un guerrero tan valiente y tan famoso despertó los celos de Joab, el coman­dante en jefe del ejército de David. Había pendiente una cuenta de san­gre entre Abner y Joab. El hermano de éste, Asael, había sido muerto por aquél, durante la guerra entre Israel y Judá. Ahora Joab, viendo una oportunidad de vengar la muerte de su hermano y de deshacerse de un posible rival, vilmente aprovechó la oportunidad de acechar y asesinar a Abner (Patriarcas y profetas, pp. 756, 757).

Para evitar que Absalón retrocediera, Ahitofel le aconsejó una acción que en los ojos de toda la nación haría imposible la reconcilia­ción. Con astucia infernal, este estadista mañoso y sin principios instó a Absalón que añadiera el crimen del incesto al de la rebelión. A la vista de todo Israel, había de tomar para sí todas las concubinas de su padre, según la costumbre de las naciones orientales, declarando así que había sucedido al trono de su padre. Y Absalón llevó a cabo esa vil sugestión.

Así se cumplió la palabra que Dios había dirigido a David por medio del profeta: "He aquí yo levantaré sobre ti el mal de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo... Porque tú lo hiciste en secreto: mas yo haré esto delante de todo Israel, y delante del sol" (2 Samuel 12:11,12). No era que Dios instigara estos actos de impiedad; sino que a causa del pecado de David, el Señor no ejerció su poder para evitarlos.

Ahitofel había sido muy estimado por su sabiduría, pero le faltaba la luz que viene de Dios. "El temor de Jehová es el principio de la sabi­duría" (Proverbios 9:10), y este temor, Ahitofel no lo poseía; de otra manera difícilmente habría fundado el éxito de la traición en el crimen del incesto (Patriarcas y profetas, pp. 799, 800).


¿OJO POR OJO A UNA SOLUCIÓN CONVENIENTE?
Martes 23 de noviembre

Cuando hemos procurado presentar la reforma pro salud a nuestros hermanos, y les hemos hablado de la importancia del comer y beber, y hacer para gloria de Dios todo lo que hacen, muchos han dicho por sus acciones: "A nadie le importa si como esto o aquello; nosotros mismos hemos de soportar las consecuencias de lo que hacemos". Estimados amigos, estáis muy equivocados. No sois los únicos que han de sufrir a consecuencia de una conducta errónea. En cierta medida, la sociedad a la cual pertenecéis sufre por causa de vuestros errores tanto como vosotros mismos.

Si sufrís como resultado de vuestra intemperancia en la comida y la bebida, los que estamos en derredor vuestro o nos relacionamos con vosotros, también quedamos afectados por vuestra flaqueza. Hemos de sufrir por causa de vuestra conducta errónea. Si ella contribuye a dis­minuir vuestras facultades mentales o físicas, y lo advertimos cuando estamos en vuestra compañía, quedamos afectados por ello. Si en vez de tener espíritu animoso, sois presa de la lobreguez, ensombrecéis el ánimo de todos los que os rodean. Si estamos tristes, deprimidos y angustiados, vosotros, si gozarais de salud, podríais tener una mente clara que nos mostrase la salida y dirigiese una palabra consoladora. Pero si vuestro cerebro está nublado como resultado de vuestra errónea manera de vivir, a tal punto que no podéis darnos el consejo correcto, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos afecta seriamente vuestra influencia? Tal vez tengamos mucha confianza en vuestro juicio y deseemos vuestro consejo, porque "en la multitud de consejeros hay salud" (Proverbios 11:14) (Consejos sobre la salud, pp. 45, 46).

Adán y Eva se persuadieron a sí mismos de que un acto tan insigni­ficante como comer de la fruta prohibida no podía producir como resul­tado consecuencias tan terribles como las que Dios les había anunciado. Pero ese pequeño acto era pecado, la transgresión de la ley inmutable y santa de Dios, y abrió las compuertas de la muerte y de indecible cala­midad para nuestro mundo. Siglo tras siglo han ascendido del mundo continuas exclamaciones de duelo, y toda la creación gime y se retuerce de dolor como consecuencia de la desobediencia del hombre. El cielo mismo ha sentido los efectos de su rebelión contra Dios. El Calvario se yergue como un monumento del asombroso sacrificio requerido como propiciación por la transgresión de la ley divina. No estimemos el pecado como una cosa trivial. Las manos, los pies y el costado del Hijo del Dios infinito, ¿no constituyen un testimonio eterno ante el universo de la malignidad y maldición del pecado? (A fin de conocerle, p. 257).

En estas historias hay lecciones que el pueblo de Dios de la actua­lidad debiera aprender. Hay pecados entre los miembros de la iglesia, tales como la envidia, el engaño, el fraude y la falsedad, que si no son reprendidos por aquellos que tienen autoridad en la iglesia, el Señor puede retener sus bendiciones, y los inocentes sufrirán con los culpa­bles. Los oficiales de iglesia deben ser fervientes y enérgicos en corre­gir y condenar los males que aparezcan, y tomar medidas para evitarlos. Deben hacerlo con mansedumbre y humildad, y con el deseo de que Dios sea glorificado, evitando actuar con egoísmo, celos o prejuicios personales. Los abusos inhumanos, los tratos fraudulentos, el libertinaje y la prevaricación, no deben ser excusados porque desmoralizarán a la iglesia. El pecado puede ser llamado con otros nombres para buscar posibles excusas o pretender buenos motivos, pero eso no lo hace menos culpable a la vista de Dios. El pecado es siempre ofensivo para él, y merecerá su castigo (Signs of the Times, 20 de enero, 1881).


LA FIDELIDAD EN LA MANERA DE VIVIR
Miércoles24 de noviembre

Considerad esta obra como la obra del Señor y realizadla con dedi­cación y paciencia. En esto consiste un servicio genuino que el Maestro aprobará. Trabajad con un claro sentido de obligación, sabiendo que los ángeles de Dios están presentes para colocar el sello del cielo sobre la fidelidad y para condenar la infidelidad en cualquier forma.

El emprender valerosamente la tarea que necesita realizarse y el colocar el corazón en ella, convierten la obra en un placer y aseguran el éxito. Así Dios es glorificado...

Al realizar fervorosamente vuestra parte, vuestra mente se asimila­rá a la mente de Cristo. Mediante oraciones y súplicas buscad la bendi­ción prometida. Pedid a Dios que os dé una verdadera comprensión del trabajo que debe realizarse. No os permitáis ser apartados o estorbados por ninguna influencia contraria. Llevad a cabo fielmente vuestra parte en la tarea de llevar bendición a vuestros semejantes. Alabad a Dios por el privilegio de colaborar con él en su obra. Al dedicaros de todo cora­zón a la obra que debe realizarse entraréis en una relación de verdadero compañerismo con vuestros compañeros en la obra. Veréis a Cristo en vuestros hermanos...

Todos los deberes en los que no se pone el corazón resultan fasti­diosos. Hay una obra que debe realizarse y debemos dedicarnos de todo corazón a la realización de esa tarea. Los deberes que Dios coloca en nuestro camino debemos realizarlos, no como un ejercicio frío y pesa­do, sino como un servicio de amor. Colocad en vuestro trabajo vuestras facultades y simpatías más elevadas. Y encontraréis que Cristo está en él. Su presencia aligerará la tarea y vuestro corazón se llenará de gozo. Trabajaréis en armonía con Dios, y con lealtad, amor y fidelidad.

Debemos ser cristianos fervorosos y sinceros, debemos realizar fielmente los deberes puestos en nuestras manos y contemplar siempre a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Nuestra recompensa no depende de nuestro éxito aparente sino del espíritu con el cual trabaja­mos (El evangelismo, p. 468).

Por medio de la fidelidad en las cosas pequeñas llegamos a ser centinelas en quienes se puede confiar. Guárdese cuidadosamente con­tra las pequeñas irritaciones. No permita que acosen su alma, y ganará muchas victorias. Y cuando le sobrevengan tribulaciones más grandes estará preparado para resistir al enemigo valerosa y noblemente... Cada alma hereda ciertos rasgos anticristianos de carácter. Es obra grande y noble de toda la vida el mantener bajo control esas tendencias hacia el mal. Son las cosas pequeñas que cruzan nuestra senda las que proba­blemente nos hacen perder el poder del dominio propio (En lugares celestiales, p. 231).

No hay nada insignificante en la obra de Dios, y la fidelidad con que se la hace, más que la cantidad hecha, determina la recompensa de cada cual (Cada día con Dios, p. 80).

El creer en la próxima venida del Hijo del hombre en las nubes de los cielos no inducirá a los verdaderos cristianos a ser descuidados y negligentes en los asuntos comunes de la vida. Los que aguardan la pronta aparición de Cristo no estarán ociosos. Por lo contrario, serán diligentes en sus asuntos. No trabajarán con negligencia y falta de honradez sino con fidelidad, presteza y esmero. Los que se lisonjean de que el descuido y la negligencia en las cosas de esta vida son evidencia de su espiritualidad y de su separación del mundo incurren en un gran error. Su veracidad, fidelidad e integridad se prueban mediante las cosas temporales. Si son fieles en lo poco, lo serán en lo mucho (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 509).


EDIFICANDO UNA NACION
Jueves 25 de noviembre

Después de la muerte de Is-boseth, hubo entre todos los hombres principales de Israel el deseo general de que David reinase sobre todas las tribus. "Y vinieron todas las tribus de Israel a David en Hebrón, y hablaron, diciendo: He aquí nosotros somos tus huesos y tu carne". Declararon además: "Tú sacabas y volvías a Israel. Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás sobre Israel príncipe. Vinieron pues todos los ancianos de Israel al rey en Hebrón, y el rey David hizo con ellos alianza en Hebrón delante de Jehová". Así fue abierto por la providencia de Dios el camino que le condujo al trono. No tenía ambición personal que satisfacer, puesto que no había buscado el honor al cual se le había llevado.

Más de ocho mil de los descendientes de Aarón y de los levitas acompañaban a David. El cambio que experimentaron los sentimientos del pueblo fue pronunciado y decisivo. La revolución se llevó a cabo con calma y dignidad como convenía a la gran obra que se estaba haciendo. Cerca de medio millón de los antiguos súbditos de Saúl llena­ron Hebrón y sus inmediaciones. Las colinas y los valles rebosaban de multitudes. Se designó la hora para la coronación; el hombre que había sido expulsado de la corte de Saúl, que había huido a las montañas, las colinas y las cuevas de la tierra para salvar la vida iba a recibir el honor más alto que puedan conferir a hombre alguno sus semejantes. Los sacerdotes y los ancianos, vestidos con los hábitos de su sagrado oficio, los capitanes y los soldados con relumbrantes lanzas y yelmos, y los forasteros de lejanas comarcas, estaban allí para presenciar la coronación del rey escogido.

David estaba vestido con el manto real. El sumo sacerdote derramó el aceite sagrado sobre su frente, pues la unción hecha por Samuel había sido profético de lo que sucedería en la coronación del rey. La hora había llegado, y por este rito solemne David fue consagrado en su cargo como vicegerente de Dios. El cetro fue puesto en sus manos. Se escri­bió el pacto de su justa soberanía, y el pueblo formuló sus promesas de lealtad. Se le colocó la diadema en la frente, y así terminó la ceremonia de la coronación. Israel tenía ahora un rey designado por Dios. El que había esperado pacientemente al Señor, vio cumplirse la promesa de Dios. "Y David iba creciendo y aumentándose, y Jehová Dios de los ejércitos era con él." (Patriarcas y profetas, pp. 759, 760).

Solamente por la gracia de Dios podemos emplear debidamente este don. No hay nada en nosotros mismos por lo cual podamos ejercer sobre otros influencia para bien. Al comprender nuestra impotencia y nuestra necesidad del poder divino, no confiaremos en nosotros mis­mos. No sabemos qué resultados traerá un día, una hora o un momento, y nunca debiéramos comenzar el día sin .encomendar nuestros caminos a nuestro Padre celestial. Sus ángeles están comisionados para velar por nosotros, y si nos sometemos a su custodia, entonces en cada ocasión de peligro estarán a nuestra diestra. Cuando inconscientemente estamos en peligro de ejercer una mala influencia, los ángeles estarán a nuestro lado, induciéndonos a un mejor proceder, escogiendo las palabras por nosotros, e influyendo en nuestras acciones. En esta forma, nuestra influencia puede llegar a ser un gran poder, aunque silencioso e incons­ciente, para llevar a otros a Cristo y al mundo celestial (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 276, 277).




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Guía de Estudio de la Biblia: "Personajes Secundarios del Antiguo Testamento" / Notas de Elena G. de White

Periodo: Trimestre 4 / octubre-diciembre de 2010
Autor: Gerald y Chantal Klingbeil, junto con sus tres hijas, Hanna, Sarah y Jemima, vivieron en África, Sudamérica, Europa y Asia. Actualmente, Gerald Klingbeil es un editor asociado de la Adventist Review (la Revista Adventista en inglés).
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Marcos G. Blanco
Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin

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