sábado, 13 de junio de 2009

Lección 12: La comunidad. Para el 20 de junio de 2009

Sábado 13 de junio.

Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 11:1-4; 12:1-3; 1 Corintios 12:12-27; Efesios 4:1-13; Apocalipsis 22:1-6.

Para Memorizar: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Cor. 12:27).

LOS SERES HUMANOS SON SOCIALES. Dios podría haber creado cien millones de seres humanos perfectos “separados” y que cada uno siguiera tras sus propias metas independientes. En cambio, él primero creó un varón y una mujer, y afirmó que no sería bueno que el hombre estuviera solo. La primera pareja debía complementarse mutuamente. Y debían multiplicarse y crear una comunidad de miembros de familia y, con el tiempo, unidades sociales mayores.

Una de las unidades sociales más importantes a la que la gente puede pertenecer es su iglesia. Desgraciadamente, muchas personas ya no reconocen los beneficios sociales de pertenecer a una iglesia. Por supuesto, la iglesia es más que un club para hombres y mujeres que casualmente comparten ciertos intereses. La iglesia es una comunidad de creyentes que comparten la experiencia máxima de la salvación y reconocen a Cristo como su Señor.

Un Vistazo a la Semana: Creer y pertenecer están estrechamente vinculados. Dios quiere que seamos parte de una comunidad que él inició. Es un privilegio pertenecer a esa comunidad, pero eso también lleva consigo responsabilidades. Todos tenemos que hacer nuestra contribución singular para constituir el cuerpo de Cristo.

Dios Quiere un Pueblo.
Domingo 14 de junio

En Génesis 11 encontramos el registro de un experimento en la edificación de una comunidad que no recibió la aprobación de Dios. Cuando, después del Diluvio universal, los descendientes de los sobrevivientes originales decidieron unirse y construir una ciudad con una enorme torre en la parte sur de lo que ahora conocemos como Iraq, Dios estaba muy disgustado. Esto no era lo que Dios había querido. No obstante, en el capítulo siguiente –Génesis 12– la idea de construir una comunidad se encuentra otra vez en el foco, pero ahora en un sentido bien positivo. Dios le dijo a Abraham (que en ese tiempo todavía se llamaba Abram) que él quería formar un pueblo a quien él pudiera llamar suyo.

¿Cuál era la diferencia más importante entre la iniciativa de la comunidad que edificaba la Torre de Babel y el plan de Dios de hacer un pueblo de Abraham y su posteridad? Comparar Gén. 11:1-4 con Gén. 12:1-3.

Desde la historia del llamado de Abraham en adelante, el Antiguo Testamento se centra en las experiencias del pueblo de Dios, sus fracasos y sus triunfos. El pueblo de Israel tenía la misión de hacer que el Dios del pacto fuera conocido por todas las demás naciones. Debían preparar el camino para la venida del Mesías. Sabemos que, como pueblo, Israel no cumplió su tarea. Cuando vino el Mesías, este fue rechazado y muerto como un criminal por ciertos líderes que deberían haberle dado la bienvenida a él como su Redentor. Al mismo tiempo, muchos israelitas permanecieron fieles al Señor y formaron el núcleo de lo que había de llegar a ser la iglesia cristiana.

Lee 1 Pedro 2:9 y 10. ¿Cuál es el mensaje que contiene para nosotros hoy?

El pueblo de Dios en tiempos del Nuevo Testamento constaba de judíos y gentiles, de hombres y mujeres de toda nación, tribu y lengua. Como el Israel en los tiempos del Antiguo Testamento, tenían ahora la responsabilidad de enseñar a otros acerca de la gracia divina. Como el Israel de antaño, también los nuevos creyentes pertenecen a una comunidad especial.

¿Qué similitudes encuentras entre el antiguo Israel y la iglesia actual? ¿Qué lecciones deberías aprender de aquellos? ¿Qué equivocaciones deberías evitar?

El Privilegio de Pertenecer.
Lunes 15 de junio

Laurence J. Peter, un escritor y educador estadounidense, en cierta ocasión declaró: “¡Ir a la iglesia no te hace un cristiano más que ir a un garaje te hace un automóvil!” Realmente, pertenecer a la iglesia de Cristo es más que tener el nombre anotado en los registros de la iglesia. Implica darse cuenta de lo que es la iglesia y de cuál es el lugar que uno tiene en ella.

En numerosos lugares, Pablo se refiere a los creyentes como santos (Efe. 1:1; Fil. 1:1; Col. 1:2). Esta palabra ha adquirido hoy un significado que no tenía en los tiempos bíblicos. Los santos no son personas perfectas; ciertamente no son personas que han sido declaradas “santas” después de un largo y complejo proceso eclesiástico mucho después de su muerte. “Para Pablo [y otros autores bíblicos], el término santo no tenía las connotaciones de los vitrales que tiene para nosotros. Un santo no era algún antiguo cristiano perfecto, que estaba por encima de la vida real, sino cualquier persona llamada y puesta aparte por Dios que llegaba a ser parte de la comunidad de la fe”.–John C. Brunt, Romans, p. 42.

¿Qué lugar importante se les da a quienes pertenecen a la iglesia, el “cuerpo de Cristo”? ¿De qué modo cada “santo” debe relacionarse con otro? 1 Cor. 12:12-27.

Un feligrés no debe ser reducido a una estadística. Cada miembro de la iglesia tiene un lugar especial y una contribución específica para hacer. Ninguno puede desaparecer sin causar por lo menos cierta disfunción en el cuerpo. Al mismo tiempo, ningún miembro puede pretender que su contribución es muy superior a la de ningún otro miembro. La metáfora del cuerpo con sus muchos miembros, en forma sublime, ilustra esta verdad. Algunas partes parecen más vitales que otras. El corazón, el cerebro, los pulmones y el estómago pueden parecer estar entre las partes más destacadas, pero el funcionamiento o el mal funcionamiento de alguna glándula menor a menudo es un asunto de vida o muerte.

¿De qué modo te ubicas en tu cuerpo local? ¿Estás contento con el papel que desempeñas? ¿Estás celoso del papel de alguna otra persona? ¿Eres un órgano muerto, sin vida? ¿O tal vez estás tratando de hacer más de lo que necesitas hacer? ¿De qué modo las palabras de Pablo te ayudan a comprender mejor cuál debería ser tu papel?

La Responsabilidad de Pertenecer.
Martes 16 de junio

Pertenecer al cuerpo de Cristo es un gran privilegio. Otra figura del lenguaje subraya esta gran verdad: todos somos parte de la familia de Dios. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1). Pero, los privilegios siempre van acompañados por responsabilidades.

¿Qué implica la figura de la iglesia como el cuerpo de Cristo y cada uno de nosotros como miembros de ese cuerpo, en lo que respecta a nuestras responsabilidades personales? Efe. 4:1-13.

“Todos deben proceder como partes de un mecanismo bien ajustado, en el cual cada una depende de la otra, aun cuando su actividad es diferente. Y cada uno debe ocupar el lugar que se le asigne y hacer la obra que se le encomiende. Dios ruega a todos los miembros de su iglesia que reciban al Espíritu Santo, que se unan en comprensión fraternal y que vinculen sus intereses con amor” (MeM 284).

¿Cuáles son otras responsabilidades clave para todos los miembros de la iglesia? 1 Cor. 16:2; 1 Tes. 5:14, 17, 25; Heb. 10:25; 1 Ped. 3:15.

Muchas personas viven en sociedades de consumo y, como resultado, tienden a traer esta mentalidad de consumidores a su iglesia. La primera pregunta a menudo es: ¿Qué hay en ella para mí? En vez de ¿Cómo puedo contribuir con mis talentos y mis dones? Cuando John F. Kennedy prestó juramento como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica en 1961, pronunció estas palabras memorables: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Estas palabras también se pueden aplicar a nuestra actitud hacia la iglesia. Aun cuando la iglesia puede y hace mucho por los que asisten a ella fielmente y se unen en sus muchas actividades, deberíamos primero de todo preguntarnos constantemente: ¿Cómo puedo servir mejor? ¿Cómo puedo animar a otros? ¿Cómo puedo ser un modelo para nuestros jóvenes? ¿Cómo puedo contribuir a hacer de mi iglesia local un hogar espiritual en el que muchos puedan encontrar la paz interior y el alimento que necesitan?

Hazte estas preguntas personalmente, y en forma honesta considera tus respuestas: ¿Cuál es mi motivo principal para asistir a la iglesia? ¿Qué puedo obtener de ella; qué puedo darle?

Unidad en la Diversidad.
Miércoles 17 de junio

Muchos cristianos se esfuerzan por tener más unidad entre las muchas denominaciones. Hablan del “escándalo” de la división y la falta de unidad, y nos recuerdan que Cristo repetidamente pidió que entre sus seguidores hubiera unidad. La unidad es también un tema clave para la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que está amenazada por la fragmentación y la polarización desde adentro. Pero, la unidad que buscan los adventistas no se puede reducir solo a una unidad organizativa o a una uniformidad en estilos de adoración y de otras tradiciones. Debe ir mucho más profundamente.

¿Cuáles son las cualidades clave de una unidad verdaderamente cristiana? Juan 14:6; Efe. 4:3, 13.

Estar unidos a Cristo significa estar unidos a la verdad. Cristo se definió como la Verdad. Esto no quiere decir que no puede haber verdadera unidad entre personas que difieren con respecto a ciertos detalles teológicos o en la interpretación de ciertos pasajes. Pero, la verdadera unidad requiere un compromiso común con las Escrituras como la Palabra de Dios y con sus enseñanzas fundamentales, y un deseo común de practicar lo que la Palabra enseña. Sin embargo, no requiere que todos los miembros piensen exactamente del mismo modo y adoren exactamente de la misma manera. No anula la maravillosa diversidad cultural que enriquece tanto nuestra comunidad eclesiástica mundial.

¿De qué modo la descripción de la Nueva Jerusalén ilustra la rica diversidad que caracteriza al pueblo de Dios? Apoc. 21; 22:1-6; específicamente, 21:12-14, 19, 26; 22:2.

La Nueva Jerusalén se refiere a algo concreto y real que Dios crea para su pueblo, aun si la descripción es altamente simbólica. Lo que nos llama la atención cuando la leemos es el énfasis en la diversidad. No sorprende, pues que los redimidos vendrán de “todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apoc. 5:9; comparar con Apoc. 7:9).

Las personas que entrarán por los portales de la Nueva Jerusalén y poblarán la Tierra Nueva son como las muchas ramas que surgen de la misma vid. “En las ramas de una vid hay diversidad y, no obstante, en esta diversidad hay unidad. Cada rama está unida al tronco paterno. Cada rama obtiene su alimento de la misma fuente. Cuando somos ramas de la Vid verdadera, no habrá peleas entre nosotros, no habrá luchas por la supremacía, no habrá menosprecio los unos de los otros”.–E. G. de White, General Conference Bulletin, 25 de abril de 1901.

Si ha de haber tanta diversidad en el cielo, ¿por qué hay contiendas étnicas en nuestras iglesias actuales? ¿Por qué tendemos a querer congregarnos con los que son de nuestra misma raza en oposición a los otros? ¿Qué clase de mensaje estamos dando al hacer esto?

Jesucristo: El Fundamento de la Iglesia.
Jueves 18 de junio

A menudo hablamos de nuestra iglesia. Tenemos muchas razones para estar orgullosos de nuestra iglesia. Por otro lado, nos damos cuenta de que nuestra iglesia no es perfecta. Hemos invertido en ella mucho de nosotros, de nuestros talentos, tiempo, energía y dinero, y tenemos buenas razones para tener un claro sentido de propiedad. Sin embargo, en último análisis la iglesia no es nuestra. Es de Dios. Y eso marca una diferencia decisiva.

¿Qué afirmó Cristo mismo en respuesta a la pregunta de a quién pertenece la iglesia? Mat. 16:18.

Muchos han entendido mal la afirmación de Cristo acerca de la roca sobre la cual debía ser edificada la iglesia de Dios. Cuando se toma en consideración el contexto completo y todas las demás evidencias bíblicas, no hay base para sugerir que Pedro era la roca sobre la cual se fundaba la iglesia y que se transfería una autoridad especial de él a todos los futuros obispos de Roma. Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mat. 16:16), es la Roca sobre la cual Dios fundó su iglesia.

Considera el significado de algunos otros símbolos usados para subrayar la misma verdad, es decir, que la iglesia está edificada sobre Jesucristo y que la iglesia es de él en vez de ser nuestra. Efe. 2:20; 4:15, 16; Apoc. 1:12-16, 20.

Como tantos otros pasajes del libro del Apocalipsis, la descripción de Jesucristo en Apocalipsis 1:12 al 20 está llena de imágenes del Antiguo Testamento. Se presenta a Cristo como caminando en medio de siete candeleros, vestido como un Sumo Sacerdote. Nuestra mente automáticamente vuelve al símbolo del candelero en el antiguo Tabernáculo, que proclamaba la presencia de Dios entre su pueblo. Antes de que el libro del Apocalipsis entre en detalles acerca de “las cosas que deben suceder pronto” (1:1), se asegura que veamos todo desde la perspectiva correcta. Es la revelación de Jesucristo, el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, nuestro Sumo Sacerdote celestial, que no es una deidad distante y estática, sino aquel que camina en medio de su iglesia.

Si, en última instancia, la iglesia pertenece a Dios, ¿cuál es nuestro papel en ella? ¿No somos, entonces, mayordomos de ella? ¿Qué clase de responsabilidades pone esto sobre nosotros? ¿Cuán bien estás viviendo tu responsabilidad? ¿Qué puedes hacer mejor?

Para Estudiar y Meditar.
Viernes 19 de junio

Para un estudio adventista completo acerca de la naturaleza de la iglesia, ver Raoul Dederen, ed., Handbook of Seventh-day Adventist Theology, pp. 538-581. Ver también el capítulo 45 de El Deseado de todas las gentes, pp. 378-387.

“Jesús contestó a Pedro: ‘Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos’ [Mat. 16:17].

“La verdad que Pedro había confesado es el fundamento de la fe del creyente. Es lo que Cristo mismo ha declarado ser la vida eterna. Pero la posesión de este conocimiento no era motivo de engreimiento. No era por ninguna sabiduría o bondad propia de Pedro por lo que le había sido revelada esa verdad. Nunca puede la humanidad de por sí alcanzar un conocimiento de lo divino. ‘Es más alto que los cielos: ¿qué harás? Es más profundo que el infierno: ¿cómo lo conocerás?’ (Job 11:8). Solo el espíritu de adopción puede revelarnos las cosas profundas de Dios” (DTG 380).

Preguntas Para Dialogar:

1. Ser miembro de la iglesia ¿es una condición necesaria para ser salvos? ¿O nos unimos a la iglesia por otras razones? Si es así, ¿cuáles son? ¿Qué grandes ventajas tenemos al ser parte de un cuerpo? Al mismo tiempo, ¿acerca de qué cosas debemos ser cuidadosos y vigilar?
2. Algunas personas dicen: “He dejado de ir a la iglesia. Cuando asistía, salía vacío. Cuando voy afuera, a la naturaleza, tengo una experiencia religiosa más profunda que cuando escucho un sermón que no es interesante”. ¿Qué le responderías a una de esas personas?
3. Medita más en las preguntas planteadas en la sección del miércoles con respecto a la diversidad étnica en nuestra iglesia. ¿Por qué deberían los cristianos ser los que más aceptan o aman a los otros, sin tomar en cuenta las diferencias étnicas? ¿Qué podríamos hacer que nos ayude a vivir mejor a la altura de lo que sabemos que el Señor quiere que hagamos con respecto al tema importante de la armonía racial y étnica?

Resumen: La iglesia es una iniciativa divina. Es la iglesia de Dios, en vez de ser la iglesia nuestra. Somos miembros del cuerpo de Cristo –cada uno con su función específica–, pero siempre debemos recordar que él es la Cabeza. No se llama a la uniformidad, sino que debemos hacer todo lo que podamos para mantener la verdadera unidad en Cristo.


Guía de Estudio de la Biblia: Caminar la vida cristiana / Edición Adultos.
Periodo: Trimestre Abril-Junio de 2009
Autor: Reinder Bruinsma, nacido en Holanda, ha servido en distintas responsabilidades a lo largo de su larga carrera en la iglesia. Autor de casi veinte libros, algunos de los cuales han sido traducidos a varios idiomas, y era presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Holanda cuando escribió esta Guía de Estudio de La Biblia.
Editor: Clifford Goldstein

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