sábado, 27 de marzo de 2010

Lección 1: ¡Alabad a Dios, fuente de toda bendición! / Para el 3 de abril de 2010.


Sábado 27 de marzo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Mateo 22:37, 38; Romanos 12:1; Efesios 2:8, 9; 5:2; Colosenses 3:13; 2 Timoteo 1:9; 1 Juan 4:10.

Para Memorizar: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre” (Salmo 103:1).

ASÍ COMO EL TELESCOPIO HUBBLE ha penetrado cada vez más profundamente en el universo, los misterios de la creación han llegado a ser cada vez más grandiosos. Si esa infinitud es incomprensible para men­tes finitas, cuánto más lo es la de su Creador, quien -necesariamente- es más complejo que lo que él creó. Si no podemos comprender el universo, ¿cómo podríamos comprender a aquel que lo hizo?

Zofar naamatita le preguntó a Job: “¿Descubrirás los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?” (Job 11:7).

La respuesta es: no.

Como si todo esto no fuera suficiente, este Dios que creó el universo es aquel que, en la persona de Jesús, cargó no solo con nuestra humani­dad, sino también con nuestros pecados. El Dios que creó el universo afrontó, él mismo, el castigo por nuestras iniquidades, a fin de que pudié­ramos tener vida eterna.

Recordando siempre una verdad como esta, ¿cómo podríamos no amar a este Dios, y ofrecerle nuestra mejor alabanza y adoración?

UN VISTAZO A LA SEMANA: El apreciar el amor, el poder y la majes­tad de nuestro Dios debería conducirnos a una actitud de alabanza, aun en la peor de las situaciones.


Nuestro Dios de Amor.
Domingo 28 de marzo

Al crear a la humanidad con una voluntad moral libre, es decir, al dar a los humanos la capacidad de escoger obedecer o desobedecer a Dios, él también hizo provisión para las consecuencias potenciales que se produ­cirían si la humanidad hacía la elección equivocada. Esa provisión es el “evangelio”, las buenas noticias de lo que Jesús ha hecho por nosotros a fin de restaurarnos a la vida eterna, la que debíamos tener cuando él nos creó.

Lee 2 Timoteo 1:9. Medita en las implicaciones de lo que Dios ha­bía preparado, el plan de salvación, aun antes de que el mundo comen­zara. ¿Qué nos indica esto acerca del amor incondicional de Dios por nosotros, que lo indujo a hacer esto antes de que existiéramos? ¿Cómo nos ayuda este texto a comprender qué es la gracia?

El amor y la gracia de Dios actuaban por nosotros aun antes de nues­tra existencia. El evangelio fue una garantía sobre nuestras almas. Dios sabía lo que sucedería y, en su amor y en su sabiduría, tenía el plan de sal­vación listo para afrontar la crisis cuando apareciera. Y en el centro de ese plan estaba la muerte de Jesús como sacrificio en nuestro lugar. La única forma de ser redimidos de nuestra condición caída era por medio de la Cruz, el evento en el que Dios mismo, en nuestra humanidad, soportó el castigo por nuestros pecados. Ninguna otra cosa podía lograrlo. No im­portaba el precio, Jesús estaba dispuesto a pagarlo en nuestro favor.

Entonces, ¿cómo debemos responder a tal amor por nosotros? Efesios 4:32; 5:2; Filipenses 2:5-8; Colosenses 3:13. ¿Cuál es el mensaje básico que estos tex­tos tienen en común?

Amar Incondicionalmente es un concepto extraño para el corazón humano. Casi siempre hay un motivo ulterior, manchado con el yo. No obstante, al mismo tiempo, si tuviésemos que esperar hasta que nuestros motivos fueran absolutamente puros, no podríamos hacer nada. ¿Cuánto tiempo deberías pasar meditando en el carácter de Cristo? ¿Cómo puede esto ayudarte a actuar más con ese amor in­condicional que nos ha sido manifestado en Jesús?


El Dios de la Gracia.
Lunes 29 de marzo

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9). Resume en tus propias palabras el significado de este texto. Pre­gúntate: “¿Por qué la salvación debe ser por fe y no por obras? ¿Por qué las obras no nos pueden salvar?” Ver Gálatas 3:21.

Un joven epiléptico cayó, con convulsiones, sobre las vías del ferro­carril subterráneo de Nueva York, mientras un tren entraba en la estación. Sin vacilar, un extraño se arrojó sobre el joven, que se retorcía. Mante­niendo al joven aplastado, el hombre se acostó a su lado hasta que el tren se detuvo sobre él. Entonces, gritó: “¡Estamos bien!” Su arriesgado acto de negación propia salvó al joven de una muerte segura. ¡Qué ilustración poderosa de la gracia, un favor no merecido, de lo que Jesús ha realizado por nosotros! Cuan agradecido debió haberse sentido el joven hacia aquel hombre. ¿Cuánto más nosotros deberíamos estar agradecidos a Jesús por lo que hizo en nuestro favor?

La pregunta vital es: ¿Cómo manifestamos esa gratitud en nuestras vidas? Una cosa es hablar acerca de cuan agradecidos estamos por Jesús, o cuánto amamos a Dios por lo que Jesús hizo. Pero la prueba real de nuestra, fe son nuestras obras: obras que no tratan de ganar la salvación (no podemos hacerlo) sino que nacen de un corazón lleno de gratitud y alabanza por lo que se nos ha dado en Jesús y en sus promesas.

Sin embargo, a veces no es fácil apreciar completamente lo que Cris­to ha hecho por nosotros. En una clase de jóvenes en la que se explicaba el plan de salvación, un muchacho dijo: “Yo no he hecho nada para me­recer morir”. Sin embargo, el hecho es que todos merecemos la muerte. O, tal vez, se podría preguntar de otro modo: ¿Qué hemos hecho para merecer vivir o para merecer la vida eterna? ¿Qué tenemos nosotros para que Dios sufriera tanto para salvarnos?

Medita en el párrafo anterior. ¿Qué respuesta tienes a esas pregun­tas? Después de todo, ¿qué ha hecho alguno de nosotras para mere­cer la vida eterna? ¿Quién, entre nosotros, es tan digno de que Jesús muriera por él? ¿De qué modo esto te ayuda a comprender cuan agradecidos debemos estar por la salvación? ¿Cuan bien revelan tus obras esa gratitud?


Una relación de Amor.
Martes 30 de marzo

Cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más importante de todos, Jesús respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu cora­zón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento” (Mateo 22:37, 38). ¿Qué significa este texto? ¿Cómo he­mos de hacer lo que Jesús ordena?

Piensa en las increíbles implicaciones de estas palabras. El manda­miento más importante de todos no es guardar el sábado, ni las prohi­biciones contra el matar, el robar y el adulterio. Al contrario, el manda­miento más importante trata de lo que hay en nuestros corazones; trata de lo que está dentro de nosotros y no de las acciones exteriores, por importantes que sean.

Si el mandamiento más importante se refiere a nuestro amor a Dios, entonces el fundamento de todos los mandamientos es una relación. Des­pués de todo, ¿qué es el amor sino una relación, en la que amamos a Dios por sobre todos y por sobre todas las cosas?

¿Por qué el amor a Dios debe ser la relación más importante de todas? ¿Por qué es tan fundamental? ¿Qué peligros espirituales surgen si amamos cualquier cosa más que a Dios?

Dios tenía el propósito de que la humanidad fuera capaz de gozar de una relación especial con él. Era su propósito proveer un plano de experiencia para los humanos más elevado que para el resto de las cria­turas creadas. Esta verdad está reflejada en Génesis 1:26 al 28: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Ninguna de las otras criaturas fue hecha a su imagen, ni recibió las res­ponsabilidades dadas a la humanidad. De aquí que los humanos no sean simios altamente desarrollados; hay una brecha enorme entre la humani­dad y el resto de la creación de Dios. Somos especiales, y parte de eso se revela en la relación de amor que Dios nos llama a tener con él, algo que los animales y las plantas no son capaces de experimentar.

¿Cuál es tu experiencia en cuanto a amar a Dios? ¿Cómo sabes que amas a Dios? Escribe un párrafo en el que expresas lo que esto signi­fica y de qué modo ese amor ha cambiado tu vida. Compártelo con la clase el sábado.


Alabar a Dios.
Miércoles 31 de marzo

“Regocíjense en Dios. Cristo es luz, y en él no hay ningunas tinieblas. Miren hacia la luz. Acostúmbrense a expresar alabanzas a Dios. Hagan felices a otros. Esta es la primera obra de ustedes. Fortalecerá los mejores rasgos del carácter. Abran de par en par las ventanas del alma hacia el cielo, y permitan que entre la luz del sol de la justicia de Cristo. Por la mañana, al mediodía y a la noche, los corazones de ustedes podrán estar llenos con los brillantes rayos de la luz celestial” (El ministerio de la bondad, p. 83). ¿Cómo puedes tomar estas palabras y hacerlas una realidad en tu vida?

Sin duda, como cristianos, tenemos mucho por lo cual alabar a Dios; esto es, cualesquiera que sean nuestras, luchas, cualesquiera que sean nuestros temores, nuestros dolores, nuestras pérdidas y nuestros chascos, todos tenemos mucho para agradecer a Dios, ¿verdad? Después de todo, no importa cuál sea^ nuestra situación inmediata, todavía tenemos la espe­ranza y la promesa de la vida eterna en Jesús, la esperanza y la promesa de que “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). Eso solo, si no hubiera otra cosa, nos da razones para alabar al Señor.

Cualesquiera que sean nuestras luchas ahora mismo, ¿qué cosas tenemos por las cuales alabar a Dios? Prepara una lista de ellas, e indica por qué estás agradecido a Dios por ellas.

Antes de que podamos alabar con sinceridad, necesitamos haber ex­perimentado personalmente la bondad de Dios. Necesitamos conocer por nosotros mismos la realidad de Dios y la realidad del amor de Dios por nosotros como individuos. Esto es algo que Dios hará por cualquiera y por todos los que se abran a su conducción. Son solo nuestros obstinados corazones y naturalezas carnales lo que nos impide conocer por nosotros mismos la bondad y el amor de Dios. Y, una vez que llegamos a conocer esa bondad y ese amor, ¿cómo no vamos a alabar a Dios?

¿Cómo podemos aprender a vivir más y más en una actitud de ala­banza y gratitud a Dios, a pesar de las pruebas y los sufrimientos que podamos afrontar?


Un"culto racional"
Jueves 1º de abril

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que pre­sentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).

Dios es un Dios de amor y gracia, y desea tener una relación especial con nosotros, como ninguna otra criatura puede gozar. El centro de esa relación es la Cruz y el plan de salvación porque, de todas las razones que tenemos para amar a Dios, la Cruz permanece, por lejos, como la mejor.

¿De qué modo 1 Juan 4:10 capta la esencia de lo que significa amar a Dios?

Cuando amas a alguien, las palabras de aprecio y alabanza son na­turales. Cuando damos nuestros corazones al Señor, recibimos el don del Espíritu Santo, y él nos llena con un profundo sentido de gratitud y apre­cio. De allí surgirá un corazón lleno de alabanza y adoración a Dios.

Pero, hay un punto importante que muchos olvidan. La verdadera alabanza a Dios involucra a todo el ser. Es decir, alabamos a Dios no solo en los niveles espiritual, emocional y mental, sino también con nuestros cuerpos físicos. La formación de hábitos saludables en la vida nos da cla­ridad mental y equilibrio en todo.

Los hombres de ciencia han descubierto fascinantes cambios físicos en el cerebro que siguen a prácticas habituales. Por ejemplo, las drogas producen cambios que llegan a estar firmemente arraigados y producen adicciones. La degeneración de los vasos sanguíneos también resulta en un mal funcionamiento del cerebro. Enfermedades como la de Alzheimer son el resultado de la destrucción de células del cerebro. Es claro que dependemos de nuestro estado físico para gozar de relaciones mentales, emocionales y espirituales claras. Muchos alimentos y bebidas, incluidos como elementos ocasionales en la dieta, quizá no tengan efectos medibles. Sin embargo, llegan a ser un problema cuando se incorporan como prácticas habituales. Alabamos a Dios con todo el ser al ofrecer nuestra vida entera como un sacrificio viviente.

Medita más sobre la idea de alabar a Dios con nuestros cuerpos. ¿Qué puede significar esto? ¿De qué modo nuestras elecciones pue­den ser un medio de alabar a Dios? Al mismo tiempo, ¿de qué modo las elecciones equivocadas en el estilo de vida pueden ser una mane­ra de negar a Dios?


Para Estudiar y Meditar.
Viernes 2 de abril

Lee, en Patriarcas y profetas, el capítulo “El ungimiento de David”, páginas 691 a 696.

“David, en la belleza y el vigor de su juventud, se preparaba para ocupar una elevada posición entre los más nobles de la tierra. Empleaba sus talentos, como dones preciosos de Dios, para alabar la gloria del divino Dador. Las oportunidades que tenía de entregarse a la contemplación y la meditación sirvieron para enriquecerlo con aquella sabiduría y piedad. [...] Mientras contemplaba las perfecciones de su Creador, se revelaban a su alma concepciones más claras de Dios. [...] El amor que le inspiraba, los dolores que le oprimían, los triunfos que lo acompañaban, eran temas para su pensamiento activo; y cuando contemplaba el amor de Dios en todas las providencias de su vida, el corazón le latía con adoración y grati­tud más fervientes, su voz resonaba en una melodía más rica y más dulce, su arpa era arrebatada con un gozo más exaltado; y el pastorcillo procedía [...] de sabiduría en sabiduría; pues el Espíritu del Señor lo acompañaba” (Patriarcas y profetas, p. 695).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. En la clase, analicen las respuestas que dieron a la pregunta de lo que significa amar a Dios. ¿De qué modo, como seres caídos, amamos a Dios? ¿Qué significa esto? ¿En qué forma se diferencia el amor a Dios del amor a otras personas o a ciertas cosas?

2. ¿Por qué la alabanza a Dios es tan importante para nosotros? ¿De qué modo la alabanza y la adoración nos acercan a Dios, y nos ayudan a conocer mejor a Dios y a amarlo más? Además, ¿por qué la alaban­za a Dios es especialmente importante durante los momentos de crisis? Después de todo, cualquiera puede alabar a Dios en los tiempos buenos. ¿Qué se requiere para ser capaz de alabarlo durante los tiempos malos?

3. Como hemos enfatizado toda la semana, la salvación es solo por fe. Ninguno de nosotros es bueno como para merecer la salvación, ni podríamos ser hechos buenos para merecerla. La salvación es un don, un regalo de Dios a una raza que está corrompida por el pecado y no tiene nada que ofrecer al Señor. Pero, al mismo tiempo, en la Biblia se nos llama a obedecer a Dios. En otras palabras, aunque no somos salvados por obras, las obras son una parte de lo que significa ser salvados. ¿Cómo entendemos la relación entre la fe y las obras? ¿Cómo podemos aprender a alabar a Dios y revelar nuestro amor a él mediante nuestras obras, sin enredarnos en la trampa de creer que esas obras nos salvan?



Guía de Estudio de la Biblia: "SALUD y SANIDAD" / Edición para Adultos.
Periodo: Trimestre 2 / abril-junio de 2010

Autor: Alian Handysides, Kathleen Kuntaraf, Peter Landless, Stoy Proctor y Thomas Zirkle (Departamento de Salud y Temperancia de la Asociación General).
Colaboradores: Cheryl Des Jarlais, Dan Solís, John C. Cress, Elizabeth Lechleitner.
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin

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