“La redención de nuestros cuerpos”. Por Allan Handysides, Kathleen Kuntaraf,
Peter Landless, Stoy Proctor y Thomas Zirkle.
Introducción a la Guía de estudio de la Biblia para Julio-Setiembre de 2010
Había sido un monje muy diligente: “Fui un monje piadoso, y seguía las reglas de mi orden más estrictamente de lo que puedo expresar. Si alguna vez un monje pudiese obtener el cielo por sus obras monásticas, ciertamente yo habría tenido el título para ello. Si hubiera seguido así por más tiempo, me habría mortificado hasta morir”.
Sin embargo, a pesar de sus obras y mortificaciones, el monje nunca sentía la aceptación de Dios, nunca creía que era suficientemente bueno para ser salvo. Su desesperación personal era tan grande que lo estaba destruyendo física y mentalmente, por cuanto, al creer en la realidad de la ira de Dios, él temía la perspectiva de tener que afrontarla.
Después de todo, ¿quién no habría estado en esa condición? Entonces, un día, en su estudio de la Biblia, saltó a su conciencia un texto que cambió no solo su vida, sino también la historia del mundo: “El justo por la fe vivirá” (Rom. 1:17).
Sus ojos se habían abierto: su aceptación de Dios no se basaba en sus obras, ni en sus mortificaciones corporales, ni en sus actos, sino en los méritos de Cristo. Nunca más estaría abierto a los engaños de una teología que ponía la esperanza de salvación en otra cosa que no fuera la justicia de Cristo dada al creyente solamente por medio de la fe.
El monje, por supuesto, era Martín Lutero, a quien Dios usó para iniciar la revolución religiosa más grande de la historia cristiana: la Reforma protestante.
Para Lutero, todo comenzó en el libro de Romanos, el tema del estudio de este trimestre. No sorprende que esta revuelta protestante contra Roma comenzara en Romanos (suficientemente irónico), porque este libro ha desempeñado un papel clave en la historia del pensamiento cristiano. Todos los grandes movimientos del cristianismo para volver al evangelio puro y al tema de la “justificación por la fe” han hallado su punto de partida en la Epístola de Pablo a los Romanos. La epístola contiene una presentación teológica completa del evangelio y de la esperanza que este presenta a la humanidad caída.
Al estudiar Romanos, seguiremos una regla importantísima: procuraremos descubrir qué significaban las palabras de la Escritura para quienes fueron dirigidas originalmente; las consideraremos en su contexto inmediato. Luego, procuraremos descubrir qué significan para nosotros hoy. Esto no quiere decir que los textos mismos cambian su significado; implica, en cambio, que las verdades enseñadas por las Escrituras necesitan ser aplicadas a las circunstancias actuales de quienes leen los textos.
Por lo tanto, necesitamos descubrir primero qué querían decir las palabras de Pablo para los cristianos de Roma. ¿Qué les estaba diciendo a ellos y por qué? Pablo tenía una razón específica para escribir a esa congregación. Había ciertos problemas que él deseaba clarificar, pero las grandes verdades que él enseñó mientras clarificaba esos problemas no se limitan solo a sus primeros lectores. Por el contrario, estas palabras han repercutido a lo largo de los siglos, enseñando a millones de personas las maravillosas noticias del evangelio y su doctrina fundamental, la justificación por la fe. Esta luz del libro de Romanos dispersó la oscuridad que había envuelto a Lutero y a millones de otros, luz que les reveló no solo la gran verdad de que Cristo perdona a los pecadores, sino también que Cristo tiene poder para limpiarnos del pecado. Y es la luz que, en este trimestre, procuraremos descubrir por nosotros mismos al estudiar el gran tema de la salvación por la fe sola, como se revela en el libro de Romanos.
Autor de la Guía de estudio de la Biblia para Julio-Setiembre de 2010.
Este trimestre está basado en trabajos anteriores de Don Neufeld (1914-1980), que actuó como editor asociado de la Adventist Review [Revista Adventista, en inglés] durante 13 años (1967-1980), y como uno de los editores de la serie del Comentario Bíblico Adventista.
Introducción a la Epístola a los Romanos / Diccionario Bíblico Adventista, p. 1009-1011
Carta escrita a la iglesia de Roma. En los manuscritos griegos más antiguos el título dice simplemente: "Prós Rhòmaíous", "A los romanos".
I. Autor.
Que Pablo es el autor de esta epístola nunca ha sido puesto en duda seriamente, aunque algunos eruditos han sugerido que el capítulo 16 habría sido una carta separada, enviada a Efeso, en vez de una parte de la epístola original. Sin embargo, todos los manuscritos más antiguos que nos han llegado incluyen el capítulo 16 como parte de la epístola original.
II. Ambientación.
La carta aparentemente fue escrita desde Corinto, durante su breve estancia allí en su tercer viaje misionero (tal vez en el invierno del 57/58 d.C.) como sugieren los saludos (Romanos 16:23; cf. 1 Corintios 1:14; 2 Timoteo 4:20) y Romanos 16:1, donde Pablo felicita a Febe por su servicio especial a la iglesia de Cencreas, el puerto oriental de Corinto. Habiendo casi completado su ministerio en Grecia (15:19, 23), con el establecimiento de iglesias cristianas en las principales ciudades, Pablo estaba por regresar a Palestina llevando la ayuda de las iglesias gentiles para los creyentes pobres de Jerusalén (Romanos 15:25, 26; cf. Hechos 19:21; 20:3; 24:17; 1 Corintios 16:1-5; 2 Corintios 8:1-4; 9:1, 2). Al completar su misión, tenía el propósito de extender sus labores a España y de paso visitar Roma (Hechos 19:21; Romanos 15:24, 28). Ya otros habían establecido la fe cristiana en la capital del Imperio Romano, y Pablo tenía el deseo ardiente de visitar a los creyentes de la metrópoli (Romanos 1:13; 15:22).
III. Tema.
La Epístola a los Romanos y la dirigida a los Gálatas* tratan el mismo tema general: la justificación por la fe en Cristo. Pero mientras la última fue compuesta en un tiempo de crisis —cuando las iglesias de Galacia estaban afrontando las enseñanzas de los judaizantes, y por ello escrita para atender una amenaza específica—, la primera se ocupa del tema en forma más ordenada, razonada y completa. No hay evidencias de ninguna crisis en la ciudad de Roma que se pueda comparar con la que hubo en Galacia. Se ha sugerido que Pablo escribió a los romanos poco después de haber escrito a los gálatas. La epístola a los Gálatas ha sido llamada la Carta Magna del cristianismo, y la epístola a los Romanos su Constitución. En cualquier caso, es obvio que la mente del apóstol estaba muy ocupada con los problemas que habían surgido en sus muchas controversias con los judaizantes, ya que plantea las preguntas básicas y las analiza contra el trasfondo de todo el problema del pecado y del plan de Dios para afrontar la emergencia que originó el mal. De acuerdo con esto, el tema de la epístola es la pecaminosidad universal del hombre y la gracia de Dios, infinita y abierta para todos. Pablo demuestra primero que todos los hombres, judíos y gentiles por igual, han pecado y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23), y que es totalmente imposible que ellos, en su estado carnal, obedezcan la voluntad de Dios (8:7, 8). Luego muestra que la justificación se puede obtener sólo por fe en Jesucristo (3:22, 24; 8:1-4). Los intentos legalistas para lograrla están destinados al fracaso, ya que en el hombre "no mora el bien" (7:18).
IV. Contenido.
Después de los saludos (Romanos 1:1-7). Pablo expresa su interés por los creyentes de Roma y les expresa su vivo deseo de visitarlos (versículos 8-15). Como "deudor" a todos los gentiles –ya que él en un sentido especial es su apóstol (cf. Gálatas 2:7, 9)– siente el peso de proclamar el evangelio "también... en Roma" (Romanos 1:14, 15). En 1:16-5:21 presenta la doctrina de la justificación por la fe, el tópico anunciado en 1:16, 17. Primero plantea el total fracaso de los gentiles por obtener la justicia, y les demuestra que son culpables ante Dios (versículos 18-23). Luego se ocupa de los judíos, que habían gozado de grandes ventajas al ser custodios de "la palabra de Dios" (3:1, 2), mostrando que también son culpables; es decir, que ambos, judíos y gentiles por igual, "están bajo pecado" (versículo 9). A pesar de su posición más favorable, los judíos no habían guardado la ley (versículos 10 -24); por tanto, "todo el mundo" está "bajo el juicio de Dios" (versículo 19). Ni la posesión del registro escrito de la voluntad de Dios ni la observancia puntilloso y mecánica de sus demandas da a los judíos una razón para jactarse, porque el hombre es "justificado por fe sin las obras de la ley" (versículo 28). No hay justificación fuera de la que da Jesucristo (versículos 21-31).
Después, gracias al análisis de la experiencia de Abrahán, Pablo prueba que el patriarca obtuvo la justificación por la fe: "Creyó Abrahán a Dios, y le fue contado por justicia" (Romanos 4:3; cf. versículo 22). Luego Pablo pregunta: Si Abrahán fue justificado por la fe, ¿cuánto más nosotros, por cuyas transgresiones Cristo murió y por cuya justificación resucitó (versículos 24, 25)? Pablo enfatiza la fe como la base de la experiencia cristiana, ya que por medio de ella recibimos justificación y encontramos paz con Dios (5:1). Mientras antes éramos sus "enemigos", ahora por la fe "fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (versículos 10, 11). En los versículos 12-14 el apóstol atribuye la presencia del pecado en el mundo a Adán, pero muestra un paralelismo de razonamiento: que así como el pecado de un hombre produjo la condenación al mundo, así la obediencia de uno –Cristo– trae la justificación (5:15-19). Desarrolla el tema de que la persona que ha experimentado la justificación por la fe ha de servir a Dios "en vida nueva" (6:1-7:6); el pecado no reina en ella, es decir, no tiene dominio sobre el cristiano (6:1, 12,14), como lo muestra el rito del bautismo, que representa no sólo la muerte al pecado sino también la resurrección para que "andemos en vida nueva" (versículos 3-6). A continuación, Pablo señala el aparente conflicto entre la intención de hacer el bien y el grave hecho de que el hombre no tiene el poder de hacerlo (7:7-25), situación que lo confronta con un dilema del que parece no tener escapatoria (versículo 24). Pero "gracias a Dios" hay una salida (versículo 25). En el capítulo 8 Pablo la explica diciendo que "la ley del Espíritu de vida" libera al hombre "de la ley del pecado y de la muerte" (versículo 2). En virtud de que el Hijo de Dios vino al mundo como Salvador del hombre y murió por sus pecados, "la justicia de la ley" se puede cumplir "en nosotros" si "no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (versículo 4). Los que son "guiados por el Espíritu de Dios" son "hijos de Dios" (versículo 14), y por ello "herederos de Dios y coherede-ros con Cristo" (versículo 17). Como "Dios es por nosotros" (versículo 31), "en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (versículo 37), y nada puede separamos del amor infinito de Dios (versículos 35, 38, 39). En vista de que la justificación viene por la fe, y no por la observancia puntilloso de exigencias legales, como pensaban los judíos, naturalmente surge la pregunta acerca del papel de Israel como pueblo escogido de Dios (Romanos 9-11). Dios lo había adoptado y entró en un pacto con él (9:4), pero más tarde lo rechazó. Su elección del pueblo escogido en la antigüedad puede parecer arbitraria (versículos 6- 23), pero "no todos los que descienden de Israel son israelitas" (versículo 6); en realidad, "sólo el remanente será salvo" (versículo 27). Israel como nación no alcanzó la justificación por medio de la ley, sencillamente porque no la buscó por la fe; intentó alcanzarla por medio de las "obras de la ley" (versículos 30-32). En con-secuencia, como nación rechazó la salvación que Pablo ya había mostrado que se podía obtener sólo por Cristo (versículos 32, 33). Dando la espalda a Cristo, procu-raron "establecer la [justicia] suya propia" y rechazaron la generosa provisión puesta a su disposición por medio de él (10:3,4). Tenían "celo" por Dios, "pero no conforme a ciencia" (10:2). Como Israel fue "un pueblo rebelde y contradictor" (versículo 21), Dios no tuvo otra opción que rechazarlo. Surge entonces la pregunta: ¿Significa esto que Dios ha privado total y definitivamente de la salvación a los judíos? En el capítulo 11 el apóstol contesta explicando que, como las ramas improductivas de un olivo, habían sido "desgajados" y en su lugar fueron injertadas ramas gentiles (versículos 17-22); así, para encontrar la sal-vación, el pueblo de Israel debe ser injertado de nuevo en el tronco del olivo (versículo 23). Sólo de esta manera "todo Israel" puede ser "salvo" (versículo 26). Dios "sujetó a todos", judíos y gentiles, "en desobediencia, para tener misericordia de todos" (versículo 32).
En Romanos 12:1-15:13, Pablo hace aplicaciones prácticas de la doctrina de la justificación por la fe, la que ha desarrollado en los capítulos 1:16-11:36. Significa una transformación para el cristiano individual (12:1, 2), unidad y compañerismo entre los creyentes (versículos 3-8) y un trato considerado a todos los hombres (versículos 9-21). Significa sumisión a "las autoridades superiores" (13:1-7), una vida sobria, en vista de que "ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos" (versículos 11-14), y paciencia y consideración entre los cristianos (14:1-15:13). En su conclusión (15:14-16:27) Pablo repite su intención de visitar a los creyentes de Roma (15:31, 32), y les envía saludos (16:1-16). Les aconseja no escuchar a ciertos falsos maestros (versículos 17-20) y añade saludos de sus compañeros (versículos 21-23). Los versículos 24-27 constituyen una bendición apostólica y una doxología (véase Comentario Bíblico Adventista, tomo 6, pp. 463-465).
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos".
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin
Peter Landless, Stoy Proctor y Thomas Zirkle.
Introducción a la Guía de estudio de la Biblia para Julio-Setiembre de 2010
Había sido un monje muy diligente: “Fui un monje piadoso, y seguía las reglas de mi orden más estrictamente de lo que puedo expresar. Si alguna vez un monje pudiese obtener el cielo por sus obras monásticas, ciertamente yo habría tenido el título para ello. Si hubiera seguido así por más tiempo, me habría mortificado hasta morir”.
Sin embargo, a pesar de sus obras y mortificaciones, el monje nunca sentía la aceptación de Dios, nunca creía que era suficientemente bueno para ser salvo. Su desesperación personal era tan grande que lo estaba destruyendo física y mentalmente, por cuanto, al creer en la realidad de la ira de Dios, él temía la perspectiva de tener que afrontarla.
Después de todo, ¿quién no habría estado en esa condición? Entonces, un día, en su estudio de la Biblia, saltó a su conciencia un texto que cambió no solo su vida, sino también la historia del mundo: “El justo por la fe vivirá” (Rom. 1:17).
Sus ojos se habían abierto: su aceptación de Dios no se basaba en sus obras, ni en sus mortificaciones corporales, ni en sus actos, sino en los méritos de Cristo. Nunca más estaría abierto a los engaños de una teología que ponía la esperanza de salvación en otra cosa que no fuera la justicia de Cristo dada al creyente solamente por medio de la fe.
El monje, por supuesto, era Martín Lutero, a quien Dios usó para iniciar la revolución religiosa más grande de la historia cristiana: la Reforma protestante.
Para Lutero, todo comenzó en el libro de Romanos, el tema del estudio de este trimestre. No sorprende que esta revuelta protestante contra Roma comenzara en Romanos (suficientemente irónico), porque este libro ha desempeñado un papel clave en la historia del pensamiento cristiano. Todos los grandes movimientos del cristianismo para volver al evangelio puro y al tema de la “justificación por la fe” han hallado su punto de partida en la Epístola de Pablo a los Romanos. La epístola contiene una presentación teológica completa del evangelio y de la esperanza que este presenta a la humanidad caída.
Al estudiar Romanos, seguiremos una regla importantísima: procuraremos descubrir qué significaban las palabras de la Escritura para quienes fueron dirigidas originalmente; las consideraremos en su contexto inmediato. Luego, procuraremos descubrir qué significan para nosotros hoy. Esto no quiere decir que los textos mismos cambian su significado; implica, en cambio, que las verdades enseñadas por las Escrituras necesitan ser aplicadas a las circunstancias actuales de quienes leen los textos.
Por lo tanto, necesitamos descubrir primero qué querían decir las palabras de Pablo para los cristianos de Roma. ¿Qué les estaba diciendo a ellos y por qué? Pablo tenía una razón específica para escribir a esa congregación. Había ciertos problemas que él deseaba clarificar, pero las grandes verdades que él enseñó mientras clarificaba esos problemas no se limitan solo a sus primeros lectores. Por el contrario, estas palabras han repercutido a lo largo de los siglos, enseñando a millones de personas las maravillosas noticias del evangelio y su doctrina fundamental, la justificación por la fe. Esta luz del libro de Romanos dispersó la oscuridad que había envuelto a Lutero y a millones de otros, luz que les reveló no solo la gran verdad de que Cristo perdona a los pecadores, sino también que Cristo tiene poder para limpiarnos del pecado. Y es la luz que, en este trimestre, procuraremos descubrir por nosotros mismos al estudiar el gran tema de la salvación por la fe sola, como se revela en el libro de Romanos.
Autor de la Guía de estudio de la Biblia para Julio-Setiembre de 2010.
Este trimestre está basado en trabajos anteriores de Don Neufeld (1914-1980), que actuó como editor asociado de la Adventist Review [Revista Adventista, en inglés] durante 13 años (1967-1980), y como uno de los editores de la serie del Comentario Bíblico Adventista.
Introducción a la Epístola a los Romanos / Diccionario Bíblico Adventista, p. 1009-1011
Carta escrita a la iglesia de Roma. En los manuscritos griegos más antiguos el título dice simplemente: "Prós Rhòmaíous", "A los romanos".
I. Autor.
Que Pablo es el autor de esta epístola nunca ha sido puesto en duda seriamente, aunque algunos eruditos han sugerido que el capítulo 16 habría sido una carta separada, enviada a Efeso, en vez de una parte de la epístola original. Sin embargo, todos los manuscritos más antiguos que nos han llegado incluyen el capítulo 16 como parte de la epístola original.
II. Ambientación.
La carta aparentemente fue escrita desde Corinto, durante su breve estancia allí en su tercer viaje misionero (tal vez en el invierno del 57/58 d.C.) como sugieren los saludos (Romanos 16:23; cf. 1 Corintios 1:14; 2 Timoteo 4:20) y Romanos 16:1, donde Pablo felicita a Febe por su servicio especial a la iglesia de Cencreas, el puerto oriental de Corinto. Habiendo casi completado su ministerio en Grecia (15:19, 23), con el establecimiento de iglesias cristianas en las principales ciudades, Pablo estaba por regresar a Palestina llevando la ayuda de las iglesias gentiles para los creyentes pobres de Jerusalén (Romanos 15:25, 26; cf. Hechos 19:21; 20:3; 24:17; 1 Corintios 16:1-5; 2 Corintios 8:1-4; 9:1, 2). Al completar su misión, tenía el propósito de extender sus labores a España y de paso visitar Roma (Hechos 19:21; Romanos 15:24, 28). Ya otros habían establecido la fe cristiana en la capital del Imperio Romano, y Pablo tenía el deseo ardiente de visitar a los creyentes de la metrópoli (Romanos 1:13; 15:22).
III. Tema.
La Epístola a los Romanos y la dirigida a los Gálatas* tratan el mismo tema general: la justificación por la fe en Cristo. Pero mientras la última fue compuesta en un tiempo de crisis —cuando las iglesias de Galacia estaban afrontando las enseñanzas de los judaizantes, y por ello escrita para atender una amenaza específica—, la primera se ocupa del tema en forma más ordenada, razonada y completa. No hay evidencias de ninguna crisis en la ciudad de Roma que se pueda comparar con la que hubo en Galacia. Se ha sugerido que Pablo escribió a los romanos poco después de haber escrito a los gálatas. La epístola a los Gálatas ha sido llamada la Carta Magna del cristianismo, y la epístola a los Romanos su Constitución. En cualquier caso, es obvio que la mente del apóstol estaba muy ocupada con los problemas que habían surgido en sus muchas controversias con los judaizantes, ya que plantea las preguntas básicas y las analiza contra el trasfondo de todo el problema del pecado y del plan de Dios para afrontar la emergencia que originó el mal. De acuerdo con esto, el tema de la epístola es la pecaminosidad universal del hombre y la gracia de Dios, infinita y abierta para todos. Pablo demuestra primero que todos los hombres, judíos y gentiles por igual, han pecado y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23), y que es totalmente imposible que ellos, en su estado carnal, obedezcan la voluntad de Dios (8:7, 8). Luego muestra que la justificación se puede obtener sólo por fe en Jesucristo (3:22, 24; 8:1-4). Los intentos legalistas para lograrla están destinados al fracaso, ya que en el hombre "no mora el bien" (7:18).
IV. Contenido.
Después de los saludos (Romanos 1:1-7). Pablo expresa su interés por los creyentes de Roma y les expresa su vivo deseo de visitarlos (versículos 8-15). Como "deudor" a todos los gentiles –ya que él en un sentido especial es su apóstol (cf. Gálatas 2:7, 9)– siente el peso de proclamar el evangelio "también... en Roma" (Romanos 1:14, 15). En 1:16-5:21 presenta la doctrina de la justificación por la fe, el tópico anunciado en 1:16, 17. Primero plantea el total fracaso de los gentiles por obtener la justicia, y les demuestra que son culpables ante Dios (versículos 18-23). Luego se ocupa de los judíos, que habían gozado de grandes ventajas al ser custodios de "la palabra de Dios" (3:1, 2), mostrando que también son culpables; es decir, que ambos, judíos y gentiles por igual, "están bajo pecado" (versículo 9). A pesar de su posición más favorable, los judíos no habían guardado la ley (versículos 10 -24); por tanto, "todo el mundo" está "bajo el juicio de Dios" (versículo 19). Ni la posesión del registro escrito de la voluntad de Dios ni la observancia puntilloso y mecánica de sus demandas da a los judíos una razón para jactarse, porque el hombre es "justificado por fe sin las obras de la ley" (versículo 28). No hay justificación fuera de la que da Jesucristo (versículos 21-31).
Después, gracias al análisis de la experiencia de Abrahán, Pablo prueba que el patriarca obtuvo la justificación por la fe: "Creyó Abrahán a Dios, y le fue contado por justicia" (Romanos 4:3; cf. versículo 22). Luego Pablo pregunta: Si Abrahán fue justificado por la fe, ¿cuánto más nosotros, por cuyas transgresiones Cristo murió y por cuya justificación resucitó (versículos 24, 25)? Pablo enfatiza la fe como la base de la experiencia cristiana, ya que por medio de ella recibimos justificación y encontramos paz con Dios (5:1). Mientras antes éramos sus "enemigos", ahora por la fe "fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (versículos 10, 11). En los versículos 12-14 el apóstol atribuye la presencia del pecado en el mundo a Adán, pero muestra un paralelismo de razonamiento: que así como el pecado de un hombre produjo la condenación al mundo, así la obediencia de uno –Cristo– trae la justificación (5:15-19). Desarrolla el tema de que la persona que ha experimentado la justificación por la fe ha de servir a Dios "en vida nueva" (6:1-7:6); el pecado no reina en ella, es decir, no tiene dominio sobre el cristiano (6:1, 12,14), como lo muestra el rito del bautismo, que representa no sólo la muerte al pecado sino también la resurrección para que "andemos en vida nueva" (versículos 3-6). A continuación, Pablo señala el aparente conflicto entre la intención de hacer el bien y el grave hecho de que el hombre no tiene el poder de hacerlo (7:7-25), situación que lo confronta con un dilema del que parece no tener escapatoria (versículo 24). Pero "gracias a Dios" hay una salida (versículo 25). En el capítulo 8 Pablo la explica diciendo que "la ley del Espíritu de vida" libera al hombre "de la ley del pecado y de la muerte" (versículo 2). En virtud de que el Hijo de Dios vino al mundo como Salvador del hombre y murió por sus pecados, "la justicia de la ley" se puede cumplir "en nosotros" si "no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (versículo 4). Los que son "guiados por el Espíritu de Dios" son "hijos de Dios" (versículo 14), y por ello "herederos de Dios y coherede-ros con Cristo" (versículo 17). Como "Dios es por nosotros" (versículo 31), "en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (versículo 37), y nada puede separamos del amor infinito de Dios (versículos 35, 38, 39). En vista de que la justificación viene por la fe, y no por la observancia puntilloso de exigencias legales, como pensaban los judíos, naturalmente surge la pregunta acerca del papel de Israel como pueblo escogido de Dios (Romanos 9-11). Dios lo había adoptado y entró en un pacto con él (9:4), pero más tarde lo rechazó. Su elección del pueblo escogido en la antigüedad puede parecer arbitraria (versículos 6- 23), pero "no todos los que descienden de Israel son israelitas" (versículo 6); en realidad, "sólo el remanente será salvo" (versículo 27). Israel como nación no alcanzó la justificación por medio de la ley, sencillamente porque no la buscó por la fe; intentó alcanzarla por medio de las "obras de la ley" (versículos 30-32). En con-secuencia, como nación rechazó la salvación que Pablo ya había mostrado que se podía obtener sólo por Cristo (versículos 32, 33). Dando la espalda a Cristo, procu-raron "establecer la [justicia] suya propia" y rechazaron la generosa provisión puesta a su disposición por medio de él (10:3,4). Tenían "celo" por Dios, "pero no conforme a ciencia" (10:2). Como Israel fue "un pueblo rebelde y contradictor" (versículo 21), Dios no tuvo otra opción que rechazarlo. Surge entonces la pregunta: ¿Significa esto que Dios ha privado total y definitivamente de la salvación a los judíos? En el capítulo 11 el apóstol contesta explicando que, como las ramas improductivas de un olivo, habían sido "desgajados" y en su lugar fueron injertadas ramas gentiles (versículos 17-22); así, para encontrar la sal-vación, el pueblo de Israel debe ser injertado de nuevo en el tronco del olivo (versículo 23). Sólo de esta manera "todo Israel" puede ser "salvo" (versículo 26). Dios "sujetó a todos", judíos y gentiles, "en desobediencia, para tener misericordia de todos" (versículo 32).
En Romanos 12:1-15:13, Pablo hace aplicaciones prácticas de la doctrina de la justificación por la fe, la que ha desarrollado en los capítulos 1:16-11:36. Significa una transformación para el cristiano individual (12:1, 2), unidad y compañerismo entre los creyentes (versículos 3-8) y un trato considerado a todos los hombres (versículos 9-21). Significa sumisión a "las autoridades superiores" (13:1-7), una vida sobria, en vista de que "ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos" (versículos 11-14), y paciencia y consideración entre los cristianos (14:1-15:13). En su conclusión (15:14-16:27) Pablo repite su intención de visitar a los creyentes de Roma (15:31, 32), y les envía saludos (16:1-16). Les aconseja no escuchar a ciertos falsos maestros (versículos 17-20) y añade saludos de sus compañeros (versículos 21-23). Los versículos 24-27 constituyen una bendición apostólica y una doxología (véase Comentario Bíblico Adventista, tomo 6, pp. 463-465).
Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos".
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don Neufeld
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin
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