sábado, 5 de junio de 2010

Lección 11: Optimismo: felicidad y curación / Notas de Elena G. de White


Optimismo: felicidad y curación
Sábado 5 de junio

La esperanza y el valor son esenciales para dar a Dios un servicio perfecto. Son el fruto de la fe.

El abatimiento es pecaminoso e irracional. Dios puede y quiere dar "más abundantemente" (Hebreos 6: 17) a sus siervos la fuerza que necesitan para las pruebas. Los planes de los enemigos de su obra pueden parecer bien trazados y firmemente asentados; pero Dios puede anular los más enérgicos de ellos. Y lo hace cómo y cuándo quiere; a saber cuando ve que la fe de sus siervos ha sido suficientemente probada.

Para los desalentados hay un remedio seguro en la fe, la oración y el trabajo. La fe y la actividad impartirán una seguridad y una satisfacción que aumentarán de día en día. ¿Estáis tentados a ceder a presentimientos ansiosos o al abatimiento absoluto? En los días más sombríos, cuando en apariencia hay más peligro, no temáis. Tened fe en Dios. El conoce vuestra necesidad. Tiene toda potestad. Su compasión y amor infinitos son incansables. No temáis que deje de cumplir su promesa. El es la verdad eterna. Nunca cambiará el pacto que hizo con los que le aman. Y otorgará a sus fieles siervos la medida de eficiencia que su necesidad exige. El apóstol Pablo atestiguó: "Me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona... Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso" (2 Corintios 12:9,10) (Profetas y reyes, pp. 120, 121).


Depresión y desesperación
Domingo 6 de junio

Podemos ver que aun los nobles héroes de la fe pueden mostrar su debilidad cuando son colocados en circunstancias apremiantes. El mismo David, que había puesto su fe en Dios, y se había adelantado en su nombre para enfrentar al orgulloso filisteo y buscar la derrota de los ejércitos de los enemigos, se encontraba ahora, perseguido y buscado, con una depresión y perplejidad que escondían al Padre celestial de su vista. Sentía que había sido dejado solo para pelear sus propias batallas. Estaba confundido y no sabía qué camino seguir.

Podemos aprender una lección de la experiencia de David: "Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Corintios 10: 12). Todos necesitamos la ayuda que solamente Dios puede brindar. Oh, ¡cuán valiosa es la dulce influencia del Espíritu de Dios cuando se acerca a las almas deprimidas y desesperadas, cuando anima a los descorazonados y fortalece a los débiles, cuando les da valor a los probados siervos del Señor! ¡Qué Dios es el nuestro, que trata tiernamente con los que yerran y manifiesta su paciencia y ternura cuando enfrentamos la adversidad y estamos abrumados por una gran tristeza!

David no tendría que haber desconfiado de Dios en ningún momento. El fracaso de los hijos de Dios se debe a su falta de fe. Cuando las sombras rodean el alma y necesitamos ser guiados e iluminados, miremos hacia arriba; siempre hay luz más allá de las tinieblas. Debemos aprender a confiar en nuestro Padre celestial y no permitir que el alma caiga en el pecado de la incredulidad. Muchas veces, en lugar de confiar nuestras vidas al cuidado de Dios, nuestro fiel Creador, tratamos por nosotros mismos de derribar con todas nuestras fuerzas las murallas de dificultades, cuando solamente Dios puede removerlas. Los ejemplos que encontramos en la historia sagrada deben ser imitados solamente cuando ellos siguieron las pisadas del Señor. Cuando se confía plenamente en Dios, él cumplirá sus promesas. Podremos regocijarnos en el Dios de nuestra salvación aunque todos nuestros amigos terrenales se transformen en nuestros enemigos (Signs of the Times, 31 de agosto, 1888).

Pero una reacción como la que con frecuencia sigue a los momentos de mucha fe y de glorioso éxito oprimía a Elías. Temía que la reforma iniciada en el Camelo no durase; y la depresión se apoderó de él. Había sido exaltado a la cumbre de Pisga; ahora se hallaba en el valle. Mientras estaba bajo la inspiración del Todopoderoso, había soportado la prueba más severa de su fe; pero en el momento de desaliento, mientras repercutía en sus oídos la amenaza de Jezabel y Satanás prevalecía aparentemente en las maquinaciones de esa mujer impía, perdió su confianza en Dios. Había sido exaltado en forma desmedida, y la reacción fue tremenda. Olvidándose de Dios, Elías huyó hasta hallarse solo en un desierto deprimente...

A todos nos tocan a veces momentos de intensa desilusión y profundo desaliento, días en que nos embarga la tristeza y es difícil creer que Dios sigue siendo el bondadoso benefactor de sus hijos terrenales; días en que las dificultades acosan al alma, en que la muerte parece preferible a la vida. Entonces es cuando muchos pierden su confianza en Dios y caen en la esclavitud de la duda y la servidumbre de la incredulidad. Si en tales momentos pudiésemos discernir con percepción espiritual el significado de las providencias de Dios, veríamos ángeles que procuran salvarnos de nosotros mismos y luchan para asentar nuestros pies en un fundamento más f m e que las colinas eternas; y nuestro ser se compenetraría de una nueva fe y una nueva vida (Profetas y reyes, pp. 118, 119).


Los cuidados de esta vida
Lunes 7 de junio

Este reproche de Cristo llega a muchas Martas de nuestros días. Pierden mucho conocimiento espiritual y divino que las haría sabias para la salvación, a causa de su continua actividad en las cosas temporales, por su deseo de derramar favores sobre aquellos a quienes aman. Si conservaran la sencillez en todos sus preparativos, y aprovecharan sus preciosas oportunidades de obtener un conocimiento mejor de la voluntad de Dios y de ser hacedoras de sus palabras, se ahorrarían mucha irritación y beberían de la Fuente perpetua de la vida...

Marta... estaba tan ansiosa por el debido honor que correspondía a Cristo que, en sus activos preparativos para procurar el alimento, perdió los momentos más preciosos y áureos de escuchar las instrucciones de sus labios divinos. María se sentó a sus pies para no perder ninguna palabra. Consideraba este hecho de la mayor importancia. Esto ofendió a Marta, y le preguntó al Señor Jesús si no le importaba que ella sirviera sola mientras María se desentendía de sus responsabilidades. Jesús le dijo a Marta que María había elegido la mejor parte, la cual nunca le sería quitada. ¿Cuál era la mejor parte? Aprender de Jesús, apreciar sus palabras. Al prestar atención a las palabras que pronunciaban sus labios estaba manifestando su amor por el Salvador (Nuestra elevada vocación, p. 283).

La duración y felicidad de la vida no consiste en la cantidad de nuestras posesiones terrenales. Este rico insensato, en su egoísmo supremo, había amontonado tesoros que no podía emplear. Vivía solamente para sí. Se extralimitó en los negocios, obtuvo ganancias ilícitas y no practicó la misericordia ni el amor de Dios. Robó a los huérfanos y a las viudas, o defraudó a sus semejantes para aumentar su creciente reserva de bienes mundanales. Podía haberse hecho tesoros en los cielos en bolsas que no envejecen, pero por su avaricia perdió ambos mundos. Los que humildemente usan para gloria de Dios los recursos que él les ha confiado, recibirán antes de mucho su tesoro de la mano del Maestro con la bendición: "Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor" (Mateo 25:21) (Joyas de los testimonios, tomo 1, pp. 382, 383).

En las espinas que ahogan la buena simiente, el Gran Maestro simbolizó los peligros que rodean al que escucha la palabra de Dios; porque hay enemigos que tratan, por todos los medios, de que la verdad no tenga efecto. Si queremos que la verdad florezca en el alma, debe renunciarse a todo lo que separa los afectos de Dios y a todo aquello que no le permite a Cristo morar en el corazón. Jesús especifica las cosas que son peligrosas: los cuidados de esta vida, el engaño de las riquezas y el deseo por las cosas temporales, ahogan el crecimiento de la simiente espiritual porque no recibe la nutrición que proviene de Cristo, así como el pámpano la recibe de la vid, y la vida espiritual muere por falta de alimento. El amor al mundo y sus placeres separa al alma de Dios; la separa de su fortaleza, de su esperanza, de su gozo. La separa del gozo que significa llevar a otros a Cristo, la fuente de la vida, para que abandonen el pecado y reciban su justicia (Review and Herald, 21 de junio, 1892).


Regocijaos siempre
Martes 8 de junio

Dios puede y quiere conceder a sus siervos toda la fuerza que ellos necesiten y darles la sabiduría que sus diversas necesidades exijan. El hará más que cumplir las más altas expectaciones de aquellos que ponen su confianza en él.

Jesús no nos llama a seguirle para después abandonarnos. Si entregamos nuestra vida a su servicio, nunca podremos hallarnos en una posición para la cual Dios no haya hecho provisión. Cualquiera que sea nuestra situación, tenemos un Guía para dirigirnos en el camino; cualesquiera que sean nuestras perplejidades, tenemos un Consejero seguro; cualquiera que sea nuestro pesar, aflicción, duelo o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros. Si en nuestra ignorancia, damos pasos en falso, Cristo no nos desampara...

La fe es lo que nos habilita para mirar más allá del presente, con sus cargas y congojas, hacia el gran porvenir de la vida venidera, donde se aclarará todo lo que ahora nos deja perplejos. La fe ve a Jesús de pie como Mediador nuestro a la diestra de Dios. La fe contempla las mansiones que Cristo ha ido a preparar para aquellos que le aman. La fe ve el manto y la corona aparejados para el vencedor, y oye el canto de los redimidos (La fe por la cual vivo, p. 128).

En los atrios celestiales, Cristo intercede por su iglesia, intercede por aquellos para quienes pagó el precio de la redención con su sangre. Los siglos de los siglos no podrán menoscabar la eficiencia de su sacrificio expiatorio. Ni la vida ni la muerte, ni lo alto ni lo bajo, pueden separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús; no porque nosotros nos asimos de él tan firmemente, sino porque él nos sostiene con seguridad. Si nuestra salvación dependiera de nuestros propios esfuerzos, no podríamos ser salvos; pero ella depende de Uno que endosa todas las promesas (A fin de conocerle, p. 82).

Cuando nos sobrecojan las pruebas, no meditemos en la magnitud de ellas, ni pensemos que no podemos gozamos en el Señor. Es cierto que tendremos sentimientos cambiantes. Pasaremos por momentos de desánimo y depresión. ¿Pero viviremos por sentimiento o por fe? Cuando nuestros hermanos y amigos hablen imprudentemente, no nos descorazonemos. Recordemos que nos hallamos en un mundo de pruebas y dolor, de penas y desilusiones. Estas experiencias deberían conducirnos a Cristo. Si no lo hacen, sufriremos una pérdida.

Cuando estemos tentados a abandonarnos al desaliento estudiemos la vida y las experiencias de Cristo. Tuvo que contender con los poderes de las tinieblas para que no lo vencieran. Nosotros tenemos las mismas batallas que pelear, las mismas victorias que ganar. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Es nuestro privilegio aferrarnos de la fortaleza del que puede salvar hasta lo sumo a todos los que acuden a Dios por medio de él. El los invita a que presenten su caso ante el trono de la gracia y le entreguen su alma indefensa (Alza tus ojos, p. 250).


Risa y curación
Miércoles 9 de junio

El dolor viene y se va, esa es la suerte del hombre; deberíamos no tratar de agrandarlo, sino más bien detenernos en lo que es brillante y placentero. Cuando el invierno extiende su cobertura de hielo sobre la tierra, no permitimos que nuestra alegría se hiele con las flores y los arroyos, ni continuamente nos lamentamos a causa de los días tristes y los vientos fríos. Por el contrario, penetramos hacia adelante con la imaginación en el próximo verano, con su calor, vida y belleza...

Ahora mismo una nube ha ocultado de nuestra vista los brillantes rayos del sol y quedamos en la sombra. ¿Deberíamos irritarnos y quejamos por eso y olvidar todo lo que es brillante y hermoso a nuestro alrededor? No; deberíamos olvidar la nube y recordar que el sol no ha sido aniquilado, sino que ha velado su rostro solamente por un momento…

Dios no se complace en que tengamos que pasar nuestras vidas en el desaliento y la melancolía, magnifícando cada prueba que nos llega. Al hacerlo, no solamente nos afligimos, sino que ensombrecemos la felicidad de aquellos que nos rodean. No deberíamos escudriñar las oscuras sombras de la experiencia de nuestra vida ni detenemos en ellas, sino más bien abrir los ojos y estimular los sentidos para ver y apreciar las muchas bendiciones que nos circundan, las cuales deberían hacernos no solamente agradecidos sino muy felices.

Es la voluntad de Dios que seamos alegres... Aquellos que se relacionan con nosotros son afectados para bien o para mal por nuestras palabras y acciones. Estamos inconscientemente difundiendo la fragancia de nuestro carácter en la atmósfera moral que nos circunda, o estamos envenenando esa atmósfera con pensamientos, palabras y hechos que tienen una influencia deletérea sobre aquellos con quienes nos asociamos. "Nadie vive para sí" (En lugares celestiales, p. 274).

El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma. "El corazón alegre es una buena medicina" (Proverbios 17:22, V.M.) (El ministerio de curación, p. 185).

Nuestros cuerpos pertenecen a Dios. Pagó el precio de la redención tanto por el cuerpo como por el alma... Dios es el gran encargado del mecanismo humano. Al cuidar de nuestros cuerpos debemos colaborar con él. El amor a Dios es esencial para la vida y la salud. Para gozar de perfecta salud nuestros corazones deben estar llenos.de esperanza, amor y gozo (La maravillosa gracia de Dios, p. 147).


Un corazón alegre: ¡Optimismo práctico!
Jueves 10 de junio

El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida (El ministerio de curación, p. 78).

Los que aceptan la palabra de Cristo al pie de la letra, y entregan su alma a su custodia, y su vida para que él la ordene, hallarán paz y quietud. Ninguna cosa del mundo puede entristecerlos cuando Jesús los alegra con su presencia. En la perfecta aquiescencia hay descanso perfecto. El Señor dice: "Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado". Nuestra vida puede parecer enredada, pero al confiarnos al sabio Artífice Maestro, él desentrañará el modelo de vida y carácter que sea para su propia gloria...

A medida que entramos por Jesús en el descanso, empezamos aquí a disfrutar del cielo. Respondemos a su invitación: Venid, aprended de mí, y al venir así comenzamos la vida eterna. El cielo consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo. Cuanto más tiempo estemos en el cielo de felicidad, tanto más de la gloria se abrirá ante nosotros; y cuanto más conozcamos a Dios, tanto más intensa será nuestra felicidad (La fe por la cual vivo, p. 369).

Los que pertenecen al pueblo de Dios tienen que aprender muchas lecciones. Gozarán de perfecta paz si mantienen la mente centrada en él, quien es demasiado sabio para errar y demasiado bueno para perjudicarlos. Deben captar el reflejo de la sonrisa de Dios y proyectarla hacia otros. Deben ver cuánta luz del sol pueden introducir en la vida de la gente con quien se relacionan. Han de mantenerse cerca de Cristo, tan cerca que puedan sentarse con él como niñitos suyos, en dulce y santa unidad. Nunca deben olvidar que así como reciben el afecto y el amor de Dios, están bajo la más solemne obligación de impartirlos a los demás. De este modo pueden ejercer una influencia de gozo que será una bendición para todos los que se relacionen con ellos, y también iluminar su camino (El ministerio médico, pp. 58, 59).

Nada en el mundo puede entristecer a los que Cristo hace felices con su presencia. En la perfecta sumisión hay perfecta paz. "Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado" (Isaías 26:3). Nuestras vidas pueden parecer enredadas, pero si las colocamos en manos del Maestro, él las modelará de acuerdo con el plan que traiga la mayor gloria para él (Signs of the Times, 20 de mayo, 1908).


Para estudiar y meditar
Viernes 28 de mayo

La Obra en Pro de los Intemperantes / El ministerio de curación, pp. 127-137.

Toda verdadera reforma tiene su lugar en la obra del Evangelio y tiende a elevar al alma a una vida nueva y más noble. La obra de temperancia requiere especialmente la ayuda de los obreros cristianos, quienes deberían atender a esta reforma y hacer de ella una cuestión vital. En todas partes deberían enseñar al pueblo los principios de la verdadera templanza, e invitar a los oyentes a firmar el voto de temperancia. Debe hacerse todo lo posible en beneficio de quienes son esclavos de malos hábitos.

En todas partes hay algo que hacer por las víctimas de la intemperancia. En el seno de las iglesias, de las instituciones religiosas y de los hogares en que se hace profesión cristiana, muchos jóvenes van camino de su ruina. Sus hábitos intemperantes les acarrean enfermedades, y por el afán de obtener dinero para satisfacer sus apetitos pecaminosos caen en prácticas deshonestas. Arruinan su salud y su carácter. Lejos de Dios, desechos de la sociedad, estas pobres almas se sienten sin esperanza para esta vida ni para la venidera. A los padres se les parte el corazón. Muchos consideran a estos extraviados como casos desesperados; pero Dios no los considera así, pues comprende todas las circunstancias que han hecho de ellos lo que son, y se apiada de ellos. Esta clase de gente requiere ayuda. Jamás, debe dársele lugar a que diga: "Nadie se preocupa de mi alma."

Entre las víctimas de la intemperancia hay representantes de toda clase social y de todas las 128 profesiones. Hombres encumbrados, de gran talento y altas realizaciones, han cedido a sus apetitos hasta que han quedado incapaces de resistir a la tentación. Algunos que en otro tiempo poseían riquezas, han quedado sin familia ni amigos, presos de padecimientos, miseria, enfermedad y degradación. Perdieron el dominio de sí mismos. Si nadie les tiende una mano de auxilio, se hundirán cada vez más. En ellos el exceso no es tan sólo pecado moral, sino enfermedad física.

Muchas veces, al ayudar a los intemperantes, deberíamos primero, conforme a lo que Cristo hizo tantas veces, atender a su condición física. Necesitan alimentos y brebajes sanos y no excitantes, ropa limpia y facilidades para asegurar la limpieza del cuerpo. Necesitan que se les rodee de influencias sanas, cristianas y enaltecedoras. En cada ciudad debería haber un lugar donde los esclavos del vicio hallaran ayuda para romper las cadenas que los aprisionan. Para muchos las bebidas alcohólicas son el único solaz en la aflicción; pero tal no sucedería si, en vez de desempeñar el papel del sacerdote y del levita, los cristianos de profesión siguieran el ejemplo del buen samaritano.

Al tratar con las víctimas de la intemperancia debemos recordar que no son hombres cuerdos, sino que de momento están bajo el poder de un demonio. Hay que ser pacientes y tolerantes con ellos. No os fijéis en su exterior repulsivo; antes acordaos de la preciosa vida por cuya redención Cristo murió. Al despertar el borracho a la conciencia de su degradación, haced cuanto os sea posible por demostrarle que sois amigos suyos. No pronunciéis una sola palabra de censura. No le manifestéis reproche ni aversión por vuestros actos o miradas. Muy probable es que esa pobre alma se maldice ya a sí misma. Ayudadle a levantarse. Decidle palabras que le alienten a tener fe. Procurad fortalecer todo buen rasgo de su carácter. Enseñadle a tender las manos al cielo. Mostradle que le es posible llevar una vida que le gane el respeto de sus semejantes. 129 Ayudadle a ver el valor de los talentos que Dios le ha dado, pero que él descuidó de acrecentar.

Aunque la voluntad esté depravada y débil, hay para ese hombre esperanza en Cristo, quien despertará en su corazón impulsos superiores y deseos más santos. Alentadle a que mantenga firme la esperanza que le ofrece el Evangelio. Abrid la Biblia ante el tentado que lucha, y leedle una y otra vez las promesas de Dios, que serán para él como hojas del árbol de la vida. Seguid esforzándoos con paciencia, hasta que con gozo agradecido la temblorosa mano se aferre a la esperanza de redención por Cristo.

Debéis seguir interesándoos por aquellos a quienes queráis ayudar. De lo contrario, nunca alcanzaréis la victoria. Siempre los tentará el mal. Una y otra vez se sentirán casi vencidos por la sed de bebidas embriagantes; puede que caigan y vuelvan a caer; pero no cejéis por ello en vuestros esfuerzos.

Resolvieron hacer el esfuerzo de vivir para Cristo; pero debilitóse su fuerza de voluntad, y, por tanto, deben guardarlos cuidadosamente los que velan por las almas como quienes han de dar cuenta. Perdieron su dignidad humana, y la han de recuperar. Muchos han de luchar con potentes tendencias hereditarias al mal. Al nacer heredaron deseos contrarios a la naturaleza e impulsos sensuales, y hay que prevenirlos cuidadosamente contra ellos. Por dentro y por fuera, el bien y el mal porfían por la supremacía. Quienes no han pasado jamás por semejantes experiencias no pueden conocer la fuerza casi invencible de los apetitos ni lo recio del conflicto entre los hábitos de satisfacerlos y la resolución de ser templados en todo. Hay que volver a batallar repetidamente.

Muchos de los atraídos a Cristo carecerán de valor moral para proseguir la lucha contra los apetitos y pasiones. Pero el obrero no debe desalentarse por ello. ¿Recaen tan sólo los sacados de los profundos abismos? 130

Recordad que no trabajáis solos. Los ángeles comparten el servicio de los sinceros hijos de Dios. Y Cristo es el restaurador. El gran Médico se pone al lado de sus fieles obreros, diciendo al alma arrepentida: "Hijo, tus pecados te son perdonados." (S. Marcos 2:5.)


- “La curación mental” / El ministerio de curación, páginas 185 a 200.

Muy intima es la relación entre la mente y el cuerpo. Cuando una está afectada, el otro simpatiza con ella. La condición de la mente influye en la salud mucho más de lo que generalmente se cree. Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental. Las penas, la ansiedad, el descontento, remordimiento, sentimiento de culpabilidad y desconfianza, menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte.

Algunas veces la imaginación produce la enfermedad, y es frecuente que la agrave. Muchos hay que llevan vida de inválidos cuando podrían estar buenos si pensaran que lo están. Muchos se imaginan que la menor exposición del cuerpo les causará alguna enfermedad, y efectivamente el mal sobreviene porque se le espera. Muchos mueren de enfermedades cuya causa es puramente imaginaria.

El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma. "El corazón alegre es una buena medicina." (Proverbios 17:22, V.M.)

En el tratamiento de los enfermos no debe pasarse por alto el efecto de la influencia ejercida por la mente. Aprovechada debidamente, esta influencia resulta uno de los agentes más eficaces para combatir la enfermedad.

Influencia de una mente en otra mente

Sin embargo, hay una forma de curación mental que es uno de los agentes más eficaces para el mal. Por medio de esta 186 supuesta ciencia, una mente se sujeta a la influencia directiva de otra, de tal manera que la individualidad de la más débil queda sumergida en la de la más fuerte. Una persona pone en acción la voluntad de otra. Sostiénese que así el curso de los pensamientos puede mortificarse, que se pueden transmitir impulsos saludables y que es posible capacitar a los pacientes para resistir y vencer la enfermedad.

Este método de curación ha sido empleado por personas que desconocían su verdadera naturaleza y tendencia, y que lo creían útil al enfermo. Pero la así llamada ciencia está fundada en principios falsos. Es ajena a la naturaleza y al espíritu de Cristo. No conduce hacia Aquel que es vida y salvación. El que atrae a las mentes hacia sí las induce a separarse de la verdadera Fuente de su fuerza.

No es propósito de Dios que ser humano alguno someta su mente y su voluntad al gobierno de otro para llegar a ser instrumento pasivo en sus manos. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro. Nadie debe considerar a ser humano alguno como fuente de curación. Sólo debe depender de Dios. En su dignidad varonil, concedida por Dios, debe dejarse dirigir por Dios mismo, y no por entidad humana alguna.

Dios quiere poner a los hombres en relación directa consigo mismo. En todo su trato con los seres humanos reconoce el principio de la responsabilidad personal. Procura fomentar el sentimiento de dependencia personal, y hacer sentir la necesidad de la dirección personal. Desea asociar lo humano con lo divino, para que los hombres se transformen en la imagen divina. Satanás procura frustrar este propósito, y se esfuerza en alentar a los hombres a depender de los hombres. Cuando las mentes se desvían de Dios, el tentador puede someterlas a su gobierno, y dominar a la humanidad.

La teoría del gobierno de una mente por otra fue ideada por Satanás, para intervenir como artífice principal y colocar 187 la filosofía humana en el lugar que debería ocupar la filosofía divina. De todos los errores aceptados entre los profesos cristianos, ninguno constituye un engaño más peligroso ni más eficaz para apartar al hombre de Dios. Por muy inofensivo que parezca, si se aplica a los pacientes, tiende a destruirlos y no a restaurarlos. Abre una puerta por donde Satanás entrará a tomar posesión tanto de la mente sometida a la dirección de otra mente como de la que se arroga esta dirección.

Temible es el poder que así se da a hombres y mujeres mal intencionados. ¡Cuántas oportunidades proporciona a los que viven explotando la flaqueza o las locuras ajenas! ¡Cuántos hay, que, merced al dominio que ejercen sobre mentes débiles o enfermizas, encuentran medios para satisfacer sus pasiones licenciosas o su avaricia!

En algo mejor podemos ocuparnos que en dominar la humanidad por la humanidad. El médico debe educar a la gente para que desvíe sus miradas de lo humano y las dirija hacia lo divino. En vez de enseñar a los enfermos a depender de seres humanos para la curación de alma y cuerpo, debe encaminarlos hacia Aquel que Puede salvar eternamente a cuantos acuden a él, El que creó la mente del hombre sabe lo que esta mente necesita. Dios es el único que puede sanar. Aquellos cuyas mentes y cuerpos están enfermos han de ver en Cristo al restaurador. "Porque yo vivo -dice,- y vosotros también viviréis." (S. Juan 14:19.) Esta es la vida que debemos ofrecer a los enfermos, diciéndoles que si creen en Cristo como el restaurador, si cooperan con él, obedeciendo las leyes de la salud y procurando perfeccionar la santidad en el temor de él, les impartirá su vida. Al presentarles así al Cristo, les comunicamos un poder, una fuerza valiosa, procedente de lo alto. Esta es la verdadera ciencia de curar el cuerpo y el alma.

Se necesita mucha sabiduría para tratar las enfermedades causadas por la mente. Un corazón dolorido y enfermo, un 188 espíritu desalentado, necesitan un tratamiento benigno. A veces una honda pena doméstica roe como un cáncer hasta el alma y debilita la fuerza vital. En otros casos el remordimiento por el pecado mina la constitución y desequilibra la mente. La tierna simpatía puede aliviar a esta clase de enfermos. El médico debe primero ganarse su confianza, y después inducirlos a mirar hacia el gran Médico. Si se puede encauzar la fe de estos enfermos hacia el verdadero Médico, y ellos pueden confiar en que él se encargó de su caso, esto les aliviará la mente, y muchas veces dará salud al cuerpo.

La simpatía

La simpatía y el tacto serán muchas veces de mayor beneficio para el enfermo que el tratamiento más hábil administrado con frialdad e indiferencia. Positivo daño hace el médico al enfermo cuando se le acerca con indiferencia, y le mira con poco interés, manifestando con palabras u obras que el caso no requiere mucha atención, y después lo deja entregado a sus cavilaciones. La duda y el desaliento ocasionados por su indiferencia contrarrestarán muchas veces el buen efecto de las medicinas que haya recetado.

Si los médicos pudieran ponerse en el lugar de quien tiene el espíritu deprimido y la voluntad debilitada por el padecimiento, y de quien anhela oír palabras de simpatía y confianza, estarían mejor preparados para comprender los sentimientos del enfermo. Cuando el amor y la simpatía que Cristo manifestó por los enfermos se combinen con la ciencia del médico, la sola presencia de éste será una bendición.

La llaneza con que se trate a un paciente le inspira confianza y le es de mucha ayuda para restablecerse. Hay médicos que creen prudente ocultarle al paciente la naturaleza y la causa de su enfermedad. Muchos, temiendo agitar o desalentarse diciéndole la verdad, le ofrecen falsas esperanzas de curación, y hasta le dejarán descender al sepulcro sin avisarle del peligro. 189 Todo esto es imprudente. Tal vez no sea siempre conveniente ni tampoco lo mejor, exponer al paciente toda la gravedad del peligro que le amenaza. Esto podría alarmarle y atrasar o impedir su restablecimiento. Tampoco se les puede decir siempre toda la verdad a aquellos cuyas dolencias son en buena parte imaginarias. Muchas de estas personas no tienen juicio y no se han acostumbrado a dominarse. Tienen antojos y se imaginan muchas cosas falsas respecto de sí mismas y de los demás. Para ellas, estas cosas son reales, y quienes las cuiden necesitan manifestar continua bondad, así como paciencia y tacto incansables. Si a estos pacientes se les dijera la verdad respecto de sí mismos, algunos se darían por ofendidos y otros se desalentarían. Cristo dijo a sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar." (S. Juan 16:12.) Pero si bien la verdad no puede decirse en toda ocasión, nunca es necesario ni lícito engañar. Nunca debe el médico o el enfermero rebajarse al punto de mentir. El que así obre se coloca donde Dios no puede cooperar con él; y al defraudar la confianza de sus pacientes, se priva de una de las ayudas humanas más eficaces para el restablecimiento del enfermo.

El poder de la voluntad no se aprecia debidamente. Mantened despierta la voluntad y encaminadla con acierto, y comunicará energía a todo el ser y constituirá un auxilio admirable para la conservación de la salud. La voluntad es también poderosa en el tratamiento de las enfermedades. Si se la emplea debidamente, podrá gobernar la imaginación y contribuirá a resistir y vencer la enfermedad de la mente y del cuerpo. Ejercitando la fuerza de voluntad para ponerse en armonía con las leyes de la vida, los pacientes pueden cooperar en gran manera con los esfuerzos del médico para su restablecimiento. Son miles los que pueden recuperar la salud si quieren. El Señor no desea que estén enfermos, sino que estén sanos y sean felices, y ellos mismos deberían decidirse a estar 190 buenos. Muchas veces los enfermizos pueden resistir a la enfermedad, negándose sencillamente a rendirse al dolor y a permanecer inactivos. Sobrepónganse a sus dolencias y emprendan alguna ocupación provechosa adecuada a su fuerza. Mediante esta ocupación y el libre uso de aire y sol, muchos enfermos demacrados podrían recuperar salud y fuerza.

Principios bíblicos acerca de la curación

Para los que quieran recuperar o conservar la salud hay una lección en las palabras de la Escritura: "No os embriaguéis de vino, en lo cual hay disolución mas sed llenos de Espíritu." (Efesios 5:18.) No es por medio de la excitación o del olvido producidos por estimulantes malsanos y contrarios a la naturaleza, ni por ceder a los apetitos y a las pasiones viles, cómo se obtendrá verdadera curación o alivio para el cuerpo o el alma. Entre los enfermos hay muchos que están sin Dios y sin esperanza. Sufren de deseos no satisfechos y pasiones desordenadas, así como por la condenación de su propia conciencia; van perdiendo esta vida actual, y no tienen esperanza para la venidera. Los que cuidan a estos enfermos no pueden serles útiles ofreciéndoles satisfacciones frívolas y excitantes, porque estas cosas fueron la maldición de su vida. El alma hambrienta y sedienta seguirá siéndolo mientras trate de encontrar satisfacción en este mundo. Se engañan los que beben de la fuente del placer egoísta. Confunden las risas con la fuerza, y pasada la excitación, concluye también su inspiración y se quedan descontentos y desalentados.

La paz permanente, el verdadero descanso del espíritu, no tiene más que una Fuente. De ella hablaba Cristo cuando decía: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
que yo os haré descansar." (S. Mateo 11:28.) "La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy." (S. Juan 14:27) Esta paz no es algo que él dé aparte de su persona. Está en Cristo, y no la podemos recibir sino recibiéndole a él. 191

Cristo es el manantial de la vida. Lo que muchos necesitan es un conocimiento más claro de él; necesitan que se les enseñe con paciencia y bondad, pero también con fervor, a abrir de par en par todo su ser a las influencias curativas del Cielo. Cuando el sol del amor de Dios ilumina los obscuros rincones del alma, el cansancio y el descontento pasan, y satisfacciones gratas vigorizan la mente, al par que dan salud y energía al cuerpo.

Estamos en un mundo donde impera el sufrimiento. Dificultades, pruebas y tristezas nos esperan a cada paso mientras vamos hacia la patria celestial. Pero muchos agravan el peso de la vida al cargarse continuamente de antemano con aflicciones. Si encuentran adversidad o desengaño en su camino, se figuran que todo marcha hacia la ruina, que su suerte es la más dura de todas, y que se hunden seguramente en la miseria. Así se atraen la desdicha y arrojan sombras sobre cuanto los rodea. La vida se vuelve una carga para ellos. Pero no es menester que así sea. Tendrán que hacer un esfuerzo resuelto para cambiar el curso de sus pensamientos. Pero el cambio es realizable. Su felicidad, para esta vida y para la venidera, depende de que fijen su atención en cosas alegres. Dejen ya de contemplar los cuadros lóbregos de su imaginación; consideren más bien los beneficios que Dios esparció en su senda, y más allá de éstos, los invisibles y eternos.

Para toda prueba Dios tiene deparado algún auxilio. Cuando, en el desierto, Israel llegó a as aguas amargas de Mara, Moisés clamó al Señor, quien no proporcionó ningún remedio nuevo, sino que dirigió la atención del pueblo a lo que tenía a mano. Para que el agua se volviera pura y dulce, había que echar en la fuente un arbusto que Dios había creado. Hecho esto, el pueblo pudo beber y refrescarse. En toda prueba, si recurrimos a él, Cristo nos dará su ayuda. Nuestros ojos se abrirán para discernir las promesas de curación consignadas en su Palabra. El Espíritu Santo nos 192 enseñará cómo aprovechar cada bendición como antídoto contra el pesar. Encontraremos alguna rama con que purificar las bebidas amargas puestas ante nuestros labios.

No hemos de consentir en que lo futuro con sus dificultosos problemas, sus perspectivas nada halagüeñas, nos debilite el corazón, haga flaquear nuestras rodillas y nos corte los brazos. "Echen mano ... de mi fortaleza -dice el Poderoso,- y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!" (Isaías 27:5, V.M.) Los que dedican su vida a ser dirigidos por Dios y a servirle, no se verán jamás en situación para la cual él no haya provisto el remedio. Cualquiera que sea nuestra condición, si somos hacedores de su Palabra, tenemos un Guía que nos señale el camino; cualquiera que sea nuestra perplejidad, tenemos un buen Consejero; cualquiera que sea nuestra perplejidad, nuestro pesar, luto o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros.

Si en nuestra ignorancia damos pasos equivocados, el Salvador no nos abandona. No tenemos nunca por qué sentirnos solos. Los ángeles son nuestros compañeros. El Consolador que Cristo prometió enviar en su nombre mora con nosotros. En el camino que conduce a la ciudad de Dios, no hay dificultades que no puedan vencer quienes en él confían. No hay peligros de que no puedan verse libres. No hay tristeza, ni dolor ni flaqueza humana para la cual él no haya preparado remedio.

Nadie tiene por qué entregarse al desaliento ni a la desesperación. Puede Satanás presentarse a ti, insinuándote desapiadadamente: "Tu caso es desesperado. No tienes redención." Hay sin embargo esperanza en Cristo para ti. Dios no nos exige que venzamos con nuestras propias fuerzas. Nos invita a que nos pongamos muy junto a él. Cualesquiera que sean las dificultades que nos abrumen y que opriman alma y cuerpo, Dios aguarda para libertarnos.

El que se humanó sabe simpatizar con los padecimientos 193 de la humanidad. No sólo conoce Cristo a cada alma, así como sus necesidades y pruebas particulares, sino que conoce todas las circunstancias que irritan el espíritu y lo dejan perplejo. Tiende su mano con tierna compasión a todo hijo de Dios que sufre. Los que más padecen reciben mayor medida de su simpatía y compasión. Le conmueven nuestros achaques y desea que depongamos a sus pies nuestras congojas y nuestros dolores, y que allí los dejemos.

No es prudente que nos miremos a nosotros mismos y que estudiemos nuestras emociones. Si lo hacemos, el enemigo nos presentará dificultades y tentaciones que debiliten la fe y aniquilen el valor. El fijarnos por demás en nuestras emociones y ceder a nuestros sentimientos es exponernos a la duda y enredarnos en perplejidades. En vez de mirarnos a nosotros mismos, miremos a Jesús. Cuando las tentaciones os asalten, cuando los cuidados, las perplejidades y las tinieblas parezcan envolver vuestra alma, mirad hacia el punto en que visteis la luz por última vez.

Descansad en el amor de Cristo y bajo su cuidado protector. Cuando el pecado lucha por dominar en el Corazón, cuando la culpa oprime al alma y carga la conciencia, cuando la incredulidad anubla el espíritu, acordaos de que la gracia de Cristo basta para vencer al pecado y desvanecer las tinieblas. Al entrar en comunión con el Salvador entramos en la región de la paz.

Promesas que curan

"Jehová redime el alma de sus siervos;
y no serán asolados cuantos en él confían." (Salmo 34:22.)
"En el temor de Jehová está la fuerte confianza:
y esperanza tendrán sus hijos." (Proverbios 14:26.)
"Sión empero ha dicho: ¡Me ha abandonado Jehová,
y el Señor se ha olvidado de mí!
¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante, 194
de modo que no tenga compasión del hijo de sus entrañas?
¡Aun las tales le pueden olvidar;
mas no me olvidaré yo de ti!" (Isaías 49:14-16, V.M.)
"No temas, que yo soy contigo,
no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo:
siempre te ayudaré,
siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia."(Isaías 41:10.)
"Oídme ... los que sois traídos por mí desde el vientre,
los que sois llevados desde la matriz.
Y hasta la vejez yo mismo,
Y hasta la vejez yo mismo,
y hasta las canas os soportaré yo:
yo hice, yo llevaré,
yo soportaré y guardaré." (Isaías 46:3, 4.)

Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de agradecimiento y alabanza. Resistir a la melancolía, a los pensamientos y sentimientos de descontento es un deber tan positivo como el de orar. Si somos destinados para el cielo, ¿cómo podemos portarnos como un séquito de plañideras, gimiendo y lamentándonos a lo largo de todo el camino que conduce a la casa de nuestro Padre?

Los profesas cristianos que están siempre lamentándose y parecen creer que la alegría y la felicidad fueran pecado, desconocen la religión verdadera. Los que sólo se complacen en lo melancólico del mundo natural, que prefieren mirar hojas muertas a cortar hermosas flores vivas, que no ven belleza alguna en los altos montes ni en los valles cubiertos de verde césped, que cierran sus sentidos para no oír la alegre voz que les habla en la naturaleza, música siempre dulce para todo oído atento, los tales no están en Cristo. Se están preparando tristezas y tinieblas, cuando bien pudieran gozar de dicha, y la luz del Sol de justicia podría despuntar en sus corazones llevándoles salud en sus rayos.

Puede suceder a menudo que vuestro espíritu se anuble de dolor. No tratéis entonces de pensar. Sabéis que Jesús os 195 ama. Comprende vuestra debilidad. Podéis hacer su voluntad descansando sencillamente en sus brazos.

Es una ley de la naturaleza que nuestros pensamientos y sentimientos resultan alentados y fortalecidos al darles expresión. Aunque las palabras expresan los pensamientos, éstos a su vez siguen a las palabras. Si diéramos más expresión a nuestra fe, si nos alegrásemos más de las bendiciones que sabemos que tenemos: la gran misericordia y el gran amor de Dios, tendríamos más fe y gozo, Ninguna lengua puede expresar, ninguna mente finita puede concebir la bendición resultante de la debida apreciación de la bondad y el amor de Dios. Aun en la tierra puede ser nuestro gozo como una fuente inagotable, alimentada por las corrientes que manan del trono de Dios.

Enseñemos, pues, a nuestros corazones y a nuestros labios a alabar a Dios por su incomparable amor. Enseñemos a nuestras almas a tener esperanza, y a vivir en la luz que irradia de la cruz del Calvario. Nunca debemos olvidar que somos hijos del Rey celestial, del Señor de los ejércitos. Es nuestro privilegio confiar reposadamente en Dios.

"La paz de Dios gobierne en vuestros corazones, . . . y sed agradecidos." (Colosenses 3:15.) Olvidando nuestras propias dificultades y molestias, alabemos a Dios por la oportunidad de vivir para la gloria de su nombre. Despierten las frescas bendiciones de cada nuevo día la alabanza en nuestro corazón por estos indicios de su cuidado amoroso. Al abrir vuestros ojos por la mañana, dad gracias a Dios por haberos guardado durante la noche. Dadle gracias por la paz con que llena vuestro corazón. Por la mañana, al medio día y por la noche, suba vuestro agradecimiento hasta el cielo cual dulce perfume.

Cuando se os pregunte cómo os sentís, no os pongáis a pensar en cosas tristes que podáis decir para captar simpatías. No mencionéis vuestra falta de fe ni vuestros pesares y 196 padecimientos. El tentador se deleita al oír tales cosas. Cuando habláis de temas lóbregos, glorificáis al maligno. No debemos espaciarnos en el gran poder que tiene Satanás para vencernos. Muchas veces nos entregamos en sus manos con sólo referirnos a su poder. Conversemos más bien del gran poder de Dios para unir todos nuestros intereses con los suyos. Contemos lo relativo al incomparable poder de Cristo, y hablemos de su gloria. El cielo entero se interesa por nuestra salvación. Los ángeles de Dios, que son millares de millares y millones de millones, tienen la misión de atender a los que han de ser herederos de la salvación. Nos guardan del mal y repelen las fuerzas de las tinieblas que procuran destruirnos. ¿No tenemos motivos de continuo agradecimiento, aun cuando haya aparentes dificultades en nuestro camino?

Cantad alabanzas

Tributemos alabanza y acción de gracias por medio del canto. Cuando nos veamos tentados, en vez de dar expresión a nuestros sentimientos, entonemos con fe un himno de acción de gracias a Dios.

El canto es un arma que siempre podemos esgrimir contra el desaliento. Abriendo así nuestro corazón a los rayos de luz de la presencia del Salvador, encontraremos salud y recibiremos su bendición.

"Alabad a Jehová, porque es bueno;
porque para siempre es su misericordia.
Díganlo los redimidos de Jehová,
los que ha redimido del poder del enemigo." (Salmo 107:1, 2.)
"Cantadle, cantadle salmos:
hablad de todas sus maravillas.
Gloriaos en su santo nombre:
alégrese el corazón de los que buscan a Jehová." (Salmo 105:2, 3.) 197
"Porque sació al alma menesterosa,
y llenó de bien al alma hambrienta.
Los que moraban en tinieblas y sombra de muerte,
aprisionados en aflicción y en hierros, ...
luego que clamaron a Jehová en su angustia,
librólos de sus aflicciones.
Sacólos de las tinieblas y de la sombra de muerte,
y rompió sus prisiones.
Alaben la misericordia de Jehová,
y sus maravillas para con los hijos de los hombres." (Salmo 107:9-15.)
"¿Por qué te abates, oh alma mía,
y por qué te conturbas en mí?
Espera a Dios;
porque aún le tengo de alabar;
es él salvamento delante de mí,
y el Dios mío." (Salmo 42:11.)
"Dad gracias en todo; porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús." (1 Tesalonicenses 5:18.)
Este mandato es una seguridad de que aun las cosas que parecen opuestas a nuestro bien redundarán en beneficio nuestro. Dios no nos mandaría que fuéramos agradecidos por lo que nos perjudicara.
"Jehová es mi luz y mi salvación:
¿de quién temeré?
Jehová es la fortaleza de mi vida:
¿de quién he de atemorizarme? ...
Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
ocultaráme en lo reservado de su pabellón, ...
y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo:
Cantaré y salmearé a Jehová." (Salmo 27: 1, 5, 6.)
"Resignadamente esperé a Jehová,
e inclinóse a mí, y oyó mi clamor.
E hízome sacar de un lago de miseria, del lodo cenagoso;
y puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca canción nueva, alabanza a nuestro Dios." (Salmo 40:1-3.) 198
"Jehová es mi fortaleza y mi escudo:
en él esperó mi corazón, y fui ayudado;
por lo que se gozó mi corazón,
y con mi canción le alabaré." (Salmo 28:7.)

Uno de los mayores obstáculos para el restablecimiento de los enfermos es la concentración de su atención en sí mismos. Muchos inválidos se figuran que todos deben otorgarles simpatía y ayuda, cuando lo que necesitan es que su atención se distraiga de sí mismos, para interesarse en los demás.

Muchas veces se solicitan oraciones por los afligidos, los tristes y los desalentados, y esto es correcto. Debemos orar porque Dios derrame luz en la mente entenebrecida, y consuele al corazón entristecido. Pero Dios responde a la oración hecha en favor de quienes se colocan en el canal de sus bendiciones. Al par que rogamos por estos afligidos, debemos animarlos a que hagan algo en auxilio de otros más necesitados que ellos. Las tinieblas se desvanecerán de sus corazones al procurar ayudar a otros. Al tratar de consolar a los demás con el consuelo que hemos recibido, la bendición refluye sobre nosotros.

El capítulo cincuenta y ocho de Isaías es una receta para las enfermedades del cuerpo y el alma. Si deseamos tener salud y el verdadero gozo de la vida, debemos practicar las reglas dadas en este pasaje. Acerca del servicio que agrada a Dios y acerca de las bendiciones que nos reporta, dice el Señor:

"El ayuno que yo escogí,...
¿no es que partas tu pan con el hambriento,
y a los pobres errantes metas en casa;
que cuando vieres al desnudo, lo cubras,
y no te escondas de tu carne?
Entonces nacerá tu luz como el alba,
y tu salud se dejará ver presto;
e irá tu justicia delante de ti,
y la gloria de Jehová será tu retaguardia. 199
Entonces invocarás, y oirte ha Jehová:
clamarás, y dirá él: Heme aquí.
Si quitares de en medio de ti, el yugo,
el extender el dedo, y hablar vanidad;
y si derramares tu alma al hambriento,
y saciares el alma afligida,
en las tinieblas nacerá tu luz,
y tu obscuridad será como el mediodía;
y Jehová te pastoreará siempre,
y en las sequías hartará tu alma,
y engordará tus huesos;
y serás como huerta de riego,
y como manadero de aguas,
cuyas aguas nunca faltan." (Isaías 58.7-11.)

Las buenas acciones son una doble bendición, pues aprovechan al que las hace y al que recibe sus beneficios. La conciencia de haber hecho el bien es una de las mejores medicinas para las mentes y los cuerpos enfermos. Cuando el espíritu goza de libertad y dicha por el sentimiento del deber cumplido y por haber proporcionado felicidad a otros, la influencia alegre y reconstituyente que de ello resulta infunde vida nueva al ser entero.

El agradecimiento es factor de salud

Procure el desvalido manifestar simpatía, en vez de requerirla siempre. Echad sobre el compasivo Salvador la carga de vuestra propia flaqueza, tristeza y dolor. Abrid vuestro corazón a su amor, y haced que rebose sobre los demás. Recordad que todos tienen que arrostrar duras pruebas y resistir rudas tentaciones, y que algo podéis hacer para aliviar estas cargas. Expresad vuestra gratitud por las bendiciones de que gozáis: demostrad el aprecio que os merecen las atenciones de que sois objeto. Conservad vuestro corazón lleno de las preciosas promesas de Dios, a fin de que podáis extraer de ese tesoro palabras de consuelo y aliento para el prójimo. Esto os envolverá en una atmósfera provechosa y enaltecedora. 200 Proponeos ser motivo de bendición para los que os rodean, y veréis cómo encontraréis modo de ayudar a vuestra familia y también a otros.

Si los que padecen enfermedad se olvidasen de sí mismos en beneficio de otros; si cumplieran el mandamiento del Señor de atender a los más necesitados que ellos, se percatarían de cuánta verdad hay en la promesa del profeta: "Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto." 201





Guía de Estudio de la Biblia: "SALUD y SANIDAD" / Notas de Elena G. de White.
Periodo: Trimestre 2 / abril-junio de 2010

Autor: Alian Handysides, Kathleen Kuntaraf, Peter Landless, Stoy Proctor y Thomas Zirkle (Departamento de Salud y Temperancia de la Asociación General).
Colaboradores: Cheryl Des Jarlais, Dan Solís, John C. Cress, Elizabeth Lechleitner.
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin

No hay comentarios:

Publicar un comentario





Mientras estudia la Lección o Guía de Estudio de la Biblia / Escuela Sabática, en Ojo Adventista, lo invitamos -para beneficio de todos- escribir sus comentarios y consideraciones sobre dicho estudio al pie de cada entrada.