sábado, 26 de junio de 2010

Lección 1: Pablo y Roma / Notas de Elena G. de White


Pablo en Roma
Sábado 26 de junio

Cuando las iglesias cristianas se enteraron por primera vez de que Pablo iba a Roma, esperaron un marcado triunfo del evangelio en esa ciudad. Pablo había llevado la verdad a muchos países, y la había proclamado en ciudades populosas. Por lo tanto, ¿no podía este campeón de la fe ganar almas para Cristo aun en la metrópoli del mundo? Pero se desvanecieron sus esperanzas al saber que Pablo había ido a Roma en calidad de preso. Esperaban los cristianos confiadamente ver cómo, una vez establecido el evangelio en aquel centro, se propagase rápidamente a todas las naciones y llegara a ser una potencia prevaleciente en la tierra. ¡Cuán grande fue su desengaño! Habían fracasado las esperanzas humanas, pero no los propósitos de Dios...

La paciencia y el gozo de Pablo, su ánimo y fe durante su largo e injusto encarcelamiento, eran un sermón continuo. Su espíritu, tan diferente del espíritu del mundo, testificaba que moraba en él un poder superior al terrenal. Y por su ejemplo, los cristianos fueron impelidos a defender con mayor energía la causa de cuyas labores públicas Pablo había sido retirado.

De esa manera las cadenas del apóstol fueron influyentes, a tal grado que cuando su poder y utilidad parecían haber terminado, y cuando según todas las apariencias menos podía hacer, juntó gavillas para Cristo en campos de los cuales parecía totalmente excluido.

Antes de finalizar esos dos años de encarcelamiento, Pablo pudo decir: "Mis prisiones han sido célebres en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás"; y entre aquellos que enviaban saludos a los filipenses, mencionó especialmente a los que eran de la "casa de César" (Filipenses 1:13; 4:22) (Los hechos de los apóstoles, pp. 370, 371).


Fecha y lugar
Domingo 27 de junio

Después de muchas demoras inevitables, Pablo llegó por fin a Corinto, escenario de tan ansiosas labores pasadas, y por un tiempo el objeto de su profunda solicitud. Encontró que muchos de los primeros creyentes todavía le consideraban con afecto como el que les había llevado primero la luz del evangelio. Cuando saludó a estos discípulos y vio las evidencias de su fidelidad y celo, se regocijó porque su trabajo en Corinto no había sido estéril.Los creyentes corintios, una vez tan propensos a perder de vista su alta vocación en Cristo, habían desarrollado fuerza de carácter cristiano. Sus palabras y hechos revelaban el poder transformador de la gracia de Dios, y eran ahora una poderosa fuerza para el bien en ese centro de paganismo y superstición. En la asociación de sus amados compañeros y estos fieles conversos, el cansado y turbado espíritu del apóstol halló reposo.

Durante su estada en Corinto tuvo Pablo tiempo para vislumbrar nuevos y más dilatados campos de servicio. Pensaba especialmente en su proyectado viaje a Roma. Una de sus más caras esperanzas y acariciados planes era ver firmemente establecida la fe cristiana en la gran capital del mundo conocido. Ya había una iglesia en Roma y el apóstol deseaba obtener la cooperación de sus miembros para la obra que debía hacerse en Italia y otros países. A fin de preparar el camino para sus labores entre aquellos hermanos, muchos de los cuales le eran todavía desconocidos, les escribió una carta anunciándoles su propósito de visitar a Roma y su esperanza de enarbolar el estandarte de la cruz en España (Los hechos de los apóstoles, p. 299).

Mientras estaba en Corinto, Pablo tenía motivo de seria aprensión concerniente a algunas de las iglesias ya establecidas. Por la influencia de falsos maestros que se habían levantado entre los creyentes de Jerusalén, se estaban extendiendo rápidamente la división, la herejía y el sensualismo entre los creyentes de Galacia. Esos falsos maestros mezclaban las tradiciones judías con las verdades del evangelio. Haciendo caso omiso de la decisión del concilio general de Jerusalén, instaban a los conversos gentiles a observar la ley ceremonial.

La situación era crítica. Los males que se habían introducido amenazaban con destruir rápidamente a las iglesias gálatas.

El corazón de Pablo se sintió herido y su alma fue conmovida por esta abierta apostasía de aquellos a quienes había enseñado fielmente los principios del evangelio. Escribió inmediatamente a los creyentes engañados, exponiendo las falsas teorías que habían aceptado, y reprendiendo con gran severidad a los que se estaban apartando de la fe. Después de saludar a los gálatas con las palabras: "Gracia sea a vosotros, y paz de Dios el Padre, y de nuestro Señor Jesucristo", les dirigió estas palabras de agudo reproche: [Se cita Gálatas 1:6-8] (Los hechos de los apóstoles, p. 307).


El toque personal
Lunes 28 de junio

El apóstol Pablo deseaba presentar un pedido especial a los hermanos en Corinto. Había hambre en Jerusalén, y los discípulos habían determinado "enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea" (Hechos 11:29). Visitaban las iglesias, y con oración presentaban al Señor esa necesidad, esperando recibir pequeñas sumas para ayudar en las necesidades de los santos. Pero los hermanos de Macedonia, movidos por el Espíritu de Dios, se consagraron plenamente y dieron todo lo que tenían. Sintieron que era un privilegio expresar de esa manera su confianza en Dios. Aunque eran pobres, no tuvieron que ser forzados a dar; lo hicieron voluntariamente porque se regocijaban en tener la oportunidad de contribuir para el bienestar de sus hermanos. Con una integridad y un amor semejantes a los de Cristo, estuvieron dispuestos a sufrir de falta de ropa y comida para brindárselos a sus hermanos en necesidad. Y cuando los apóstoles trataron de disuadirlos, les rogaron que les concediesen "el privilegio de participar en este servicio para los santos" (2 Corintios 8:4) (Review and Herald, 15 de mayo, 1900).

Había habido hambre en Jerusalén, y Pablo sabía que muchos de los cristianos habían sido esparcidos, y que los que permanecían iban a quedar probablemente privados de simpatía humana y verse expuestos a la enemistad religiosa. Por lo tanto, exhortó a las iglesias a mandar ayuda pecuniaria a sus hermanos de Jerusalén. La cantidad recogida por las iglesias excedió lo que esperaban los apóstoles. Constreñidos por el amor de Cristo, los creyentes dieron liberalmente y se llenaron de gozo por haber podido expresar así su gratitud al Redentor y su amor hacia los hermanos (El ministerio de la bondad, p. 214).


Pablo llega a Roma
Martes 29 de junio

Con la reanudación del tránsito marítimo, el centurión y sus prisioneros emprendieron su viaje a Roma. Un buque alejandrino, el "Cástor y Pólux", había invernado en Melita en su viaje hacia el occidente, y en él se embarcaron los viajeros. Aunque un poco retardado por vientos contrarios, el viaje se realizó sin novedad, y el barco ancló en el hermoso puerto de Puteolos, en la costa de Italia.

En ese lugar había unos pocos cristianos, los cuales rogaron al apóstol que se quedara con ellos siete días, privilegio que le fue concedido amablemente por el centurión. Desde que recibieran la Epístola de Pablo a los Romanos, los cristianos de Italia habían esperado ansiosamente una visita del apóstol. No habían pensado verlo llegar como preso, pero sus sufrimientos despertaron en ellos aun mayor cariño hacia él. La distancia de Puteolos a Roma era aproximadamente de 224 kilómetros, y como el puerto se hallaba en constante comunicación con la metrópoli, los cristianos de Roma fueron informados de la llegada inminente de Pablo, de modo que algunos de ellos salieron para encontrarse con él y darle la bienvenida.

Al octavo día del desembarco, el centurión y sus presos emprendieron viaje a Roma. Julio le concedió voluntariamente al apóstol todo el favor que le fue dable concederle; pero no podía cambiar su calidad de preso ni soltarle de la cadena que lo ligaba a su guardia militar. Con corazón apesadumbrado el apóstol avanzaba para hacer su visita largo tiempo anhelada a la metrópoli del mundo. ¡Cuán diferentes eran las circunstancias de las que él se había imaginado! ¿Cómo podría él, encadenado y estigmatizado, proclamar el evangelio? Parecía que sus esperanzas de ganar a muchas almas para la verdad en Roma iban a quedar chasqueadas.

Por fin los viajeros llegan a la plaza de Apio, a 65 kilómetros de Roma. Mientras se abren paso entre las multitudes que llenan la gran carretera, el anciano de cabellos grises, encadenado con un grupo de criminales aparentemente empedernidos, recibe más de una mirada de escarnio y es hecho objeto de más de una broma grosera y burlona.

De repente se oye un grito de júbilo, y un hombre que sale de entre la multitud se arroja al cuello del preso y le abraza con lágrimas de regocijo como un hijo que da la bienvenida a su padre por largo tiempo ausente. Vez tras vez se repite la escena, a medida que con ojos aguzados por la amante expectación, muchos reconocen en el encadenado a aquel que en Corinto, en Filipos, en Efeso, les había hablado las palabras de vida.

Mientras los afectuosos discípulos rodean a su padre en el evangelio, toda la compañía se detiene. Los soldados se impacientan por la demora; sin embargo, no se atreven a interrumpir este feliz encuentro, porque ellos también han aprendido a respetar y estimar a su preso. En ese cansado y dolorido rostro, los discípulos veían reflejada la imagen de Cristo. Le aseguraban a Pablo que no le habían olvidado ni cesarían de amarle; que estaban endeudados con él por la feliz esperanza que animaba sus vidas y les otorgaba paz para con Dios. En ardoroso amor, hubieran deseado llevarlo sobre sus hombros todo el camino hasta la ciudad, si tan solo se les hubiese concedido ese privilegio (Los hechos de los apóstoles, pp. 357, 358).


Llamados a ser "santos"
Miércoles 30 de junio

Somos llamados por Cristo a separamos del mundo y a vivir vidas santas, teniendo al Espíritu Santo como una presencia constante en nuestras vidas y nuestros corazones permanentemente dirigidos hacia Dios. Los verdaderos creyentes en Cristo revelarán la gracia de su amor en el corazón. Donde antes existía un alejamiento de Dios, ahora habrá un acercamiento a él; donde antes se manifestaba la naturaleza camal, ahora se verán los atributos divinos. Llegarán a ser seguidores de justicia y hacedores de su voluntad. Esto los hará completos en Cristo. Mostrarán ante los ángeles, los hombres y los mundos no caídos, que sus vidas se han conformado a la voluntad de Dios y que son leales adherentes a los principios de su reino. Cuando el Espíritu Santo mora en el corazón por la fe, se manifiesta en una comunión con Cristo y con los hermanos, y produce los preciosos frutos de justicia (Review and Herald, 19 de agosto, 1909).

Los que están en relación con Dios son canales del poder de su Santo Espíritu. Si alguno que experimenta la comunión con el Omnipotente voluntariamente se sale del sendero, no será por haber pecado, sino como consecuencia de no tener la vista siempre fija en Jesús. Sin embargo, el hecho de que haya cometido algún error no lo hace menos querido por Dios, porque cuando el creyente toma conciencia de su falta, regresa, y vuelve a fijar sus ojos en Cristo. Sabe que está en comunión con su Salvador, y cuando es reprochado por su equivocación en un asunto de juicio, no camina de mal humor quejándose de Dios, sino que transforma su error en una victoria. Aprende la lección de las enseñanzas de su Maestro, y presta más atención para no ser engañado nuevamente.

Los que aman verdaderamente a Dios en su interior sienten la reciprocidad del afecto divino, y saben que están en comunión con Cristo porque su corazón arde por efecto del amor ferviente que los une a él. La verdad para este tiempo es creída con toda confianza. Pueden decir con certeza: "Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad... Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones" (2 Pedro 1:16, 19).

La vida interior se manifiesta por la conducta. Permita que la Palabra de Dios testifique a favor del discípulo que Dios envió con un mensaje para estos últimos tiempos, con el fin de preparar a un pueblo que pueda permanecer en el día del Señor. "¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!" (Isaías 52:7) (Recibiréis poder, p. 136).


Reputación mundial
Jueves 1 de julio

Si los que han recibido la verdad permiten que su luz brille hacia los demás, mostrándoles mansedumbre, santidad y amor, llegarán a ser un poder para el bien en el mundo. Como Daniel, Esdras y otros fieles siervos de Dios, serán testigos para él en medio de la apostasía universal. Recibirán los rayos de luz que brillan de la Palabra de Dios y la reflejarán al mundo. Si aquellos siervos bajo la dispensación antigua brillaron como luces en medio de las tinieblas, cuánto más nosotros, que además de tener la misma luz que ellos tenían, hemos recibido luz adicional que ha brillado de su Palabra y de su trato con su pueblo, debiéramos brillar en esta época. Y así como la luz del cielo brilló en medio de la iglesia cristiana naciente, también debiera brillar ahora.

Dios ha dado a los miembros de la iglesia habilidades especiales para llegar a otras mentes. Mediante la pluma, la palabra y la simpatía santificada, se puede llegar a iluminar el mundo. Y cuanto más ejercitemos los talentos que él nos ha confiado, tanto más se incrementarán, se renovarán, se santificarán y se elevarán esas habilidades, que nos permitirán alcanzar mayores resultados. El creyente ya no pensará: ¿Qué me conviene más para alcanzar mis propios intereses?, sino que se preguntará: ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Qué es mejor para su gloria y para el bienestar de mis prójimos? ¿Cómo puedo ser un instrumento para la salvación de las almas? Todo aquel que es participante de la naturaleza divina sentirá la carga por las almas; amará como Cristo amó y trabajará como Cristo trabajó, esperando la recompensa al [mal de la lucha. En cada iglesia se necesita el revitalizador espíritu de Cristo, el fervor y la piedad práctica. Con Cristo, todos podemos alcanzarlo; sin él, nada podemos hacer (Review and Herald, 26 de octubre, 1886).


Para estudiar y meditar
Viernes 2 de julio

Joyas de los testimonios, tomo 2, pp. 311-314; Los hechos de los apóstoles, pp. 307-315.





Guía de Estudio de la Biblia: "La Redención en Romanos" / Notas de Elena G. de White
Periodo: Trimestre 3 / julio-setiembre de 2010
Autor: Don Neufeld

Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin

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