sábado, 22 de mayo de 2010

Lección 9: Temperancia / Notas de Elena G. de White


Temperancia
Sábado 22 de mayo

El mundo había llegado a ser tan corrupto debido a la complacencia del apetito y las bajas pasiones en los días de Noé, que Dios destruyó a sus habitantes con las aguas del diluvio. A medida que los hombres se multiplicaron nuevamente sobre la tierra, la complacencia del vino, llevada hasta la embriaguez, pervirtió los sentidos y preparó el camino para el comer carne en exceso y el fortalecimiento de las pasiones animales. Los hombres se levantaron contra el Dios del cielo, y sus facultades y oportunidades se consagraron para glorificarse a sí mismos antes que honrar a su Creador (La temperancia, p. 85).

Daniel y sus compañeros no solamente se negaron a beber del vino del rey sino también de los manjares de su mesa. Es una lección que haremos bien en considerar; los peligros no provienen de la escasez sino de la abundancia; somos constantemente tentados a caer en los excesos. Por eso, aquellos que desean preservar sus energías para brindar un servicio aceptable a Dios deben observar estricta temperancia en lo que abunda y total abstinencia en lo que daña o degrada (Signs of the Times, 2 de marzo, 1882).


El primer ebrio de la Biblia
Domingo 23 de mayo

El mundo no es más favorable hoy para el desarrollo del carácter cristiano que en los días de Noé. Entonces se había extendido tanto la impiedad, que Dios dijo: "Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová... Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé" (Génesis 6:7-9). Sí, en medio de esa era degenerada, Noé era un placer para su Creador.

Estamos viviendo en los últimos días de la historia de esta tierra, en una era de pecado y corrupción, y como Noé hemos de vivir de tal manera que seamos un placer para Dios al manifestar las alabanzas de Aquel "que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9). En la oración que Cristo elevó a su Padre antes de su crucifixión, dijo: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" (Juan 17: 15) (Mensajes selectos, tomo 1, p. 105).

Noé permaneció firme como una roca en medio de la tempestad. Toda clase de impiedad y corrupción moral lo circundaba; pero en medio del desprecio y el ridículo popular, en medio de la desobediencia e impiedad universal, Noé se destacaba por su santa integridad y su fidelidad inquebrantable. Mientras el mundo que lo rodeaba ignoraba a Dios y gozaba con toda clase de perversión extravagante que lo condujo a la violencia y a crímenes de toda especie, el fiel predicador de justicia comunicó a esa generación que un diluvio de agua inundaría la tierra a causa de la tremenda maldad de sus habitantes. Los invitó a creer en Dios y a arrepentirse, y a encontrar refugio en el arca.

El mensaje que predicaba era una viva realidad para Noé. En medio de las burlas y de las chanzas del mundo, fue un testigo inflexible de Dios. Su humildad y su justicia contrastaban claramente con los crímenes repugnantes, las intrigas y la violencia que se practicaba continuamente a su alrededor. Poder acompañaba sus palabras; porque era la voz de Dios a través de su siervo. El vínculo con Dios lo fortaleció con el vigor del poder infinito mientras que por ciento veinte años su solemne voz de advertencia vibró en los oídos de aquella generación con respecto a eventos que, según el juicio de la sabiduría humana, parecían imposibles.

Algunos hombres fueron profundamente convencidos, y hubieran atendido a las palabras de advertencia; pero fueron tantos los que levantaron su voz de chanza y de ridículo, que ellos participaron del mismo espíritu, resistieron las invitaciones de la misericordia, rehusaron reformarse, y muy pronto estuvieron entre los burladores más audaces y desafiantes; pues no hay hombres más temerarios, ni que lleguen a tales extremos en el pecado, como los que alguna vez participaron de la luz pero resistieron al Espíritu de Dios... Cuán sencilla y semejante a la de un niño fue la fe de Noé, en medio de la incredulidad y de las burlas del mundo... Brindó al mundo un ejemplo de lo que es creer exactamente lo que Dios dijo (Reflejemos a Jesús, p. 314).


El alcohol hoy
Lunes 24 de mayo

Dios tenía una obra importante para el niño prometido a Manoa, y con el fin de obtener para él las cualidades necesarias para esta obra, los hábitos de la madre y del niño iban a ser muy cuidadosamente regidos. "No beberá vino ni sidra" fue la instrucción dada por el ángel a la esposa de Manoa, "y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé" (Jueces 13:14). El niño será afectado para bien o para mal por los hábitos de la madre. Ella misma tiene que ser dominada por los buenos principios, y debe observar las leyes de la temperancia y el dominio propio, si quiere asegurar el bienestar de su hijo.

Las palabras dirigidas a la esposa de Manoa contienen una verdad que las madres de hoy harán bien en estudiar. Al hablar a esta madre, el Señor habló a todas las madres ansiosas y afligidas de aquel tiempo, y a todas las madres de las generaciones sucesivas. Sí, cada madre puede comprender su deber. Puede saber que el carácter de sus hijos dependerá más de sus hábitos anteriores a su nacimiento y de sus esfuerzos personales después del nacimiento, que de las ventajas o desventajas exteriores.

"Se guardará" (Jueces 13:13), dijo el ángel. Estése lista para resistir la tentación. Sus apetitos y pasiones deben ser dominados por los buenos principios. De toda madre se debe poder decir "Se guardará". Hay algo que ella debe rehuir, algo contra 10 cual tiene que obrar, si quiere cumplir el propósito que Dios tenía al darle un hijo (Consejos sobre el régimen alimenticio, pp. 256, 257).

Hay una lección para los padres en las instrucciones dadas a la esposa de Manoa y a Zacarías, el padre de Juan el Bautista. El ángel del Señor presentó las nuevas de que Manoa se convertiría en el padre de un hijo que había de liberar a Israel; y en respuesta a la ansiosa pregunta: "¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?" el ángel dio instrucciones especiales para la madre: "No beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé". El niño será afectado, para bien o para mal por los hábitos de la madre. Ella misma debe ser gobernada por principios, y debe practicar la temperancia, moderación y abnegación, si quiere procurar el bienestar de su hijo.

Y los padres, tanto como las madres, están incluidos en esta responsabilidad. Ambos padres transmiten a sus hijos sus características propias, mentales y físicas, sus inclinaciones y apetitos. Como resultado de la intemperancia paternal, con frecuencia les falta a los hijos vigor físico y poder mental y moral. Los que beben licores y son aficionados al tabaco, transmiten su propio apetito insaciable, su sangre enardecida y sus nervios irritados, como un legado para sus descendientes. Y los hijos tienen menos poder para resistir la tentación que el que tuvieron sus padres; cada generación se hunde más que la precedente (La temperancia, pp. 238, 239).


"Pero, ¿acaso el alcohol no es bueno para el corazón?"
Martes 25 de mayo

Los hijos de Aarón tomaron fuego común, que Dios no aceptaba, y ofrecieron un insulto al Dios infinito presentando este fuego extraño delante de él. Dios los consumió con fuego por su desprecio deliberado de sus expresas indicaciones. Todas sus obras eran como la ofrenda de Caín. No se representaba en ellas al divino Salvador. Si esos hijos de Aarón hubiesen tenido el dominio completo de sus facultades pensantes, habrían discernido la diferencia entre el fuego común y el sagrado. La complacencia del apetito rebajó sus facultades y oscureció de tal forma su intelecto que se extinguió su facultad de discernimiento. Comprendían plenamente el carácter sagrado del servicio simbólico y la terrible solemnidad y responsabilidad que pesaba sobre ellos al presentarse delante de Dios para ministrar en el servicio sagrado.

Algunos podrán preguntar: ¿Cómo podían los hijos de Aarón ser tenidos por responsables cuando sus intelectos estaban tan paralizados por la embriaguez que no podían discernir la diferencia entre el fuego sagrado y el común? En el momento de llevar la copa a sus labios se hicieron responsables por todos los actos que cometiesen bajo la influencia del vino. La complacencia del apetito les costó la vida a esos sacerdotes. Dios prohibió expresamente el uso del vino que influyera en la obnubilación del intelecto.

"Y Jehová habló a Aarón, diciendo: Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés".

Aquí tenemos las clarísimas indicaciones de Dios, y sus razones para la prohibición del uso del vino; para que su facultad de discriminación y de discernimiento fuese clara, y no confusa en manera alguna; para que su juicio fuese correcto, y pudiesen siempre discernir entre lo limpio y lo inmundo. Se da también otra razón de suma importancia por la cual debían abstenerse de todo lo que pudiese embriagar. Se requería el pleno uso de la razón despejada para presentar a los hijos de Israel todos los estatutos que Dios les había hablado (La temperancia, pp. 39, 40).

El caso de los hijos de Aarón ha sido registrado para beneficio del pueblo de Dios, y debería enseñar a los que especialmente se están preparando para la segunda venida de Cristo, que la complacencia de un apetito depravado destruye la sensibilidad del alma, y afecta tanto a los poderes de raciocinio que Dios ha dado al hombre, que las cosas espirituales y santas pierden su carácter sagrado. La desobediencia parece placentera en vez de excesivamente pecaminosa (Conflicto y valor, p. 101).

...En el alimento, en el vestido, en el trabajo, en las horas de descanso, en el ejercicio sano, debemos ser regulados por el conocimiento que es nuestro deber obtener, para que podamos, a través del esfuerzo ferviente, colocarnos en la debida relación con la vida y la salud (Nuestra elevada vocación, p. 71).


Temperancia en todas las cosas
Miércoles 26 de mayo

La vida es un regalo de Dios. Se nos han dado nuestros cuerpos para que los empleemos en el servicio del Señor, y él desea que los cuidemos y les tengamos aprecio. Poseemos facultades físicas y mentales. Nuestros impulsos y pasiones tienen su asiento en el cuerpo, y por lo tanto no debemos hacer nada que contamine esta posesión que se nos ha confiado. Debemos mantener nuestros cuerpos en la mejor condición física posible, y bajo una constante influencia espiritual para que podamos utilizar nuestros talentos de la mejor manera (Léase 1 Corintios 6: 19, 20).

El uso equivocado del cuerpo acorta el período de vida que Dios ha asignado para que lo utilicemos en su servicio. Cuando nos permitimos el cultivo de hábitos equivocados, nos acostamos a altas horas de la noche, y satisfacemos las demandas del apetito a expensas de la salud, colocamos los fundamentos de nuestra debilidad. Desequilibramos el sistema nervioso cuando descuidamos el ejercicio físico o recargamos de trabajo la mente o el cuerpo. Los que acortan sus vidas de este modo y no hacen caso de las leyes naturales, son culpables de robarle a Dios. No tenemos derecho de descuidar el cuerpo, la mente, o las fuerzas, ni de abusar de estos dones que deberían utilizarse para ofrecer a Dios un servicio consagrado.

Todos deberían poseer un conocimiento inteligente de la constitución humana, con el fin de mantener sus cuerpos en las mejores condiciones para realizar la obra del Señor. Los que se atreven a formar hábitos que debilitan las energías nerviosas y disminuyen el vigor de la mente o el cuerpo, se vuelven ineficientes para el trabajo que Dios les ha pedido que hagan. Por otra parte, una vida pura y saludable es apta para el perfeccionamiento del carácter cristiano y para el desarrollo de sus facultades mentales y físicas.

La ley de la temperancia debe controlar la vida de cada cristiano. En todos nuestros pensamientos debemos tener presente a Dios; siempre se debe mantener en alto su gloria. Necesitamos desembarazarnos de toda influencia que pudiera mantener nuestros pensamientos cautivos y alejarnos de Dios. Tenemos ante Dios la sagrada obligación de gobernar nuestros cuerpos y controlar nuestros apetitos y pasiones de tal manera que no nos aparten de la pureza y la santidad ni alejen nuestras mentes de la obra que Dios requiere de nosotros (Léase Romanos 12:1) (Consejos sobre la salud, pp. 41, 42).

¿Qué habría acontecido si Daniel y sus compañeros hubieran transigido con los funcionarios paganos y hubieran cedido a la presión de la oportunidad, comiendo y bebiendo como era usual para los babilonios? Este solo abandono de los principios habría debilitado su sentido de lo justo y su aborrecimiento de lo erróneo. La complacencia del apetito habría envuelto el sacrificio del vigor físico, la claridad del intelecto, y el poder espiritual. Un paso falso habría conducido probablemente a otros, hasta que, al cortarse su vinculación con el cielo, habrían sido arrastrados por la tentación.

Dios ha dicho: "Honraré a los que me honran" (1 Samuel 2:30). Mientras Daniel se aferró a su Dios con inconmovible confianza, el espíritu del poder profético vino sobre él. Mientras era instruido por los hombres en los deberes de la corte, Dios le enseñaba a leer los misterios de las edades futuras, y a presentar a las generaciones del porvenir por medio de símbolos y símiles, los maravillosos acontecimientos que habrían de suceder en los últimos días (La temperancia, p. 137).


Comprados por precio
Jueves 27 de mayo

El apóstol ruega a sus hermanos que consagren sus cuerpos a Dios... Cuando llevamos una conducta que disminuye nuestro vigor mental y físico en la comida, la bebida o en cualquiera de nuestros hábitos, deshonramos a Dios porque le robamos los servicios que reclama de nosotros. Cuando complacemos el apetito a expensas de la salud, o complacemos hábitos que disminuyen nuestra vitalidad y vigor mental, no podemos tener una elevada apreciación de la expiación y una estimación correcta de las cosas eternas.

Cuando nuestras mentes están nubladas y parcialmente paralizadas por la enfermedad, somos vencidos fácilmente por las tentaciones de Satanás. La ingestión de comidas malsanas para complacer el apetito tiende directamente a desequilibrar la circulación de la sangre y a debilitar el sistema nervioso, y el resultado es, entonces, gran falta de paciencia y del afecto verdadero y elevado. La fuerza constitucional, tanto como el todo de las facultades morales y mentales, son debilitados por la complacencia del apetito pervertido...

Todos los tesoros del mundo se hunden en la insignificancia cuando se los compara con el valor de las facultades mentales y morales. Y el ejercicio pleno de esas facultades depende de la salud física. ¡Cuán importante es, pues, que sepamos cómo conservar la salud para que podamos cumplir con nuestro deber hacia Dios y los hombres según sus mandamientos! Las leyes de Dios son claras y distintas. Ninguna incertidumbre nubla una de ellas. Ninguna puede ser malentendida. Los que no pueden discernirlas están obnubilados por malos hábitos que debilitan su intelecto...

Si queremos discernir las obligaciones de la ley de Dios proclamada en el Sinaí, debemos trabajar en armonía con las leyes naturales (En lugares celestiales, p. 193).

...El mundo está entregado a la sensualidad. Abundan los errores y las fábulas. Se han multiplicado las trampas de Satanás para destruir a las almas. Todos los que quieran alcanzar la santidad en el temor de Dios deben aprender las lecciones de temperancia y dominio propio. Las pasiones y los apetitos deben ser mantenidos sujetos a las facultades superiores de la mente. Esta disciplina propia es esencial para la fuerza mental y la percepción espiritual que nos han de habilitar para comprender y practicar las sagradas verdades de la Palabra de Dios. Por esta razón, la temperancia ocupa un lugar en la obra de prepararnos para la segunda venida de Cristo (El Deseado de todas las gentes, p. 76).


Para estudiar y meditar
Viernes 28 de mayo

La Obra en Pro de los Intemperantes / El ministerio de curación, pp. 127-137.


Toda verdadera reforma tiene su lugar en la obra del Evangelio y tiende a elevar al alma a una vida nueva y más noble. La obra de temperancia requiere especialmente la ayuda de los obreros cristianos, quienes deberían atender a esta reforma y hacer de ella una cuestión vital. En todas partes deberían enseñar al pueblo los principios de la verdadera templanza, e invitar a los oyentes a firmar el voto de temperancia. Debe hacerse todo lo posible en beneficio de quienes son esclavos de malos hábitos.

En todas partes hay algo que hacer por las víctimas de la intemperancia. En el seno de las iglesias, de las instituciones religiosas y de los hogares en que se hace profesión cristiana, muchos jóvenes van camino de su ruina. Sus hábitos intemperantes les acarrean enfermedades, y por el afán de obtener dinero para satisfacer sus apetitos pecaminosos caen en prácticas deshonestas. Arruinan su salud y su carácter. Lejos de Dios, desechos de la sociedad, estas pobres almas se sienten sin esperanza para esta vida ni para la venidera. A los padres se les parte el corazón.

Muchos consideran a estos extraviados como casos desesperados; pero Dios no los considera así, pues comprende todas las circunstancias que han hecho de ellos lo que son, y se apiada de ellos. Esta clase de gente requiere ayuda. Jamás, debe dársele lugar a que diga: "Nadie se preocupa de mi alma."

Entre las víctimas de la intemperancia hay representantes de toda clase social y de todas las 128 profesiones. Hombres encumbrados, de gran talento y altas realizaciones, han cedido a sus apetitos hasta que han quedado incapaces de resistir a la tentación. Algunos que en otro tiempo poseían riquezas, han quedado sin familia ni amigos, presos de padecimientos, miseria, enfermedad y degradación. Perdieron el dominio de sí mismos. Si nadie les tiende una mano de auxilio, se hundirán cada vez más. En ellos el exceso no es tan sólo pecado moral, sino enfermedad física.

Muchas veces, al ayudar a los intemperantes, deberíamos primero, conforme a lo que Cristo hizo tantas veces, atender a su condición física. Necesitan alimentos y brebajes sanos y no excitantes, ropa limpia y facilidades para asegurar la limpieza del cuerpo. Necesitan que se les rodee de influencias sanas, cristianas y enaltecedoras. En cada ciudad debería haber un lugar donde los esclavos del vicio hallaran ayuda para romper las cadenas que los aprisionan. Para muchos las bebidas alcohólicas son el único solaz en la aflicción; pero tal no sucedería si, en vez de desempeñar el papel del sacerdote y del levita, los cristianos de profesión siguieran el ejemplo del buen samaritano.

Al tratar con las víctimas de la intemperancia debemos recordar que no son hombres cuerdos, sino que de momento están bajo el poder de un demonio. Hay que ser pacientes y tolerantes con ellos. No os fijéis en su exterior repulsivo; antes acordaos de la preciosa vida por cuya redención Cristo murió. Al despertar el borracho a la conciencia de su degradación, haced cuanto os sea posible por demostrarle que sois amigos suyos. No pronunciéis una sola palabra de censura. No le manifestéis reproche ni aversión por vuestros actos o miradas. Muy probable es que esa pobre alma se maldice ya a sí misma. Ayudadle a levantarse. Decidle palabras que le alienten a tener fe. Procurad fortalecer todo buen rasgo de su carácter. Enseñadle a tender las manos al cielo. Mostradle que le es posible llevar una vida que le gane el respeto de sus semejantes. 129 Ayudadle a ver el valor de los talentos que Dios le ha dado, pero que él descuidó de acrecentar.

Aunque la voluntad esté depravada y débil, hay para ese hombre esperanza en Cristo, quien despertará en su corazón impulsos superiores y deseos más santos. Alentadle a que mantenga firme la esperanza que le ofrece el Evangelio. Abrid la Biblia ante el tentado que lucha, y leedle una y otra vez las promesas de Dios, que serán para él como hojas del árbol de la vida. Seguid esforzándoos con paciencia, hasta que con gozo agradecido la temblorosa mano se aferre a la esperanza de redención por Cristo.

Debéis seguir interesándoos por aquellos a quienes queráis ayudar. De lo contrario, nunca alcanzaréis la victoria. Siempre los tentará el mal. Una y otra vez se sentirán casi vencidos por la sed de bebidas embriagantes; puede que caigan y vuelvan a caer; pero no cejéis por ello en vuestros esfuerzos.

Resolvieron hacer el esfuerzo de vivir para Cristo; pero debilitóse su fuerza de voluntad, y, por tanto, deben guardarlos cuidadosamente los que velan por las almas como quienes han de dar cuenta. Perdieron su dignidad humana, y la han de recuperar. Muchos han de luchar con potentes tendencias hereditarias al mal. Al nacer heredaron deseos contrarios a la naturaleza e impulsos sensuales, y hay que prevenirlos cuidadosamente contra ellos. Por dentro y por fuera, el bien y el mal porfían por la supremacía. Quienes no han pasado jamás por semejantes experiencias no pueden conocer la fuerza casi invencible de los apetitos ni lo recio del conflicto entre los hábitos de satisfacerlos y la resolución de ser templados en todo. Hay que volver a batallar repetidamente.

Muchos de los atraídos a Cristo carecerán de valor moral para proseguir la lucha contra los apetitos y pasiones. Pero el obrero no debe desalentarse por ello. ¿Recaen tan sólo los sacados de los profundos abismos? 130

Recordad que no trabajáis solos. Los ángeles comparten el servicio de los sinceros hijos de Dios. Y Cristo es el restaurador. El gran Médico se pone al lado de sus fieles obreros, diciendo al alma arrepentida: "Hijo, tus pecados te son perdonados." (S. Marcos 2:5.)

- Mientras estudia la Lección o Guía de Estudio de la Biblia / Escuela Sabática, en Ojo Adventista, lo invitamos -para beneficio de todos- escriba sus comentarios y consideraciones sobre el estudio al pie de esta entrada.





Guía de Estudio de la Biblia: "SALUD y SANIDAD" / Notas de Elena G. de White.
Periodo: Trimestre 2 / abril-junio de 2010

Autor: Alian Handysides, Kathleen Kuntaraf, Peter Landless, Stoy Proctor y Thomas Zirkle (Departamento de Salud y Temperancia de la Asociación General).
Colaboradores: Cheryl Des Jarlais, Dan Solís, John C. Cress, Elizabeth Lechleitner.
Dirección general: Clifford Goldstein
Dirección editorial: Carlos A. Steger
Traducción: Rolando A. Itin

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