sábado, 21 de marzo de 2009

Lección 13: La confianza en el don profético. Para el 28 de marzo de 2009

Sábado 21 de marzo.

Lee Para el Estudio de esta Semana: Salmo 41:9; Isaías 53:4-6; Mateo 23:28-31; Juan 5:39; Hechos 10:9-16, 44-48; 17:11.
Para Memorizar: “Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Crón. 20:20).

ALGUNAS PERSONAS ESTABAN INTERESADAS en unirse a la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Habían llegado a aceptar las enseñanzas de la iglesia por medio de su estudio de la Biblia, pero tenían preguntas acerca de Elena de White. Después de todo, con tantos profetas y maestros falsos por allí, ellos querían ser cuidadosos. Sabiendo de sus preocupaciones, y comprendiéndolas, el pastor les dijo: “Esto es algo que tendrán que decidir por ustedes mismos, por medio de una convicción personal dada por el Espíritu Santo. Tómense el tiempo de leer sus escritos. Algunas cosas les sonarán claras de inmediato; de otras cosas, podrán tener algunas preguntas. Al fin, sus escritos son realmente el testimonio mejor y final con respecto a su origen”.

Un Vistazo a la Semana: ¿Por qué debe ser la Biblia nuestra autoridad final en asuntos de doctrina? ¿Cuán importante es el estudio de la Biblia en nuestras vidas actualmente? ¿Qué sucede cuando las personas ignoran la palabra profética? ¿Qué lugar ocupan los milagros en el establecimiento de nuestra fe? ¿Por qué las personas se rebelan contra el don profético?

Autoridad Bíblica.
Domingo 22 de marzo

¿Qué similitudes ves entre la experiencia de los discípulos después de la crucifixión y la de los primeros creyentes adventistas después del Gran Chasco en 1844? Luc. 24:13-27; Hech. 10:9-16, 44-48.

Los discípulos experimentaron su gran chasco en la crucifixión. Habían esperado que Jesús redimiría a Israel; mientras lo observaban andar en el asno entrando en Jerusalén, en cumplimiento de la profecía de Zacarías, estaban seguros de que él se establecería como su Rey, expulsaría a los romanos e iniciaría el Reino de Dios sobre la tierra. Solo después de su muerte, cuando “les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Luc. 24:45), vieron por primera vez que él había venido con un propósito diferente. En otras palabras, aun con todos esos años en que Jesús estuvo en medio de ellos, aun teniendo un testimonio directo, cometieron errores, todavía no comprendían lo que las Escrituras habían enseñado. Jesús les señaló la Biblia, y en ella debían basar sus creencias.

Lee Hechos 1:6. ¿Qué indica esto acerca de cómo, aun cuando Jesús estuvo con los discípulos después de la resurrección, ellos todavía tenían ideas falsas acerca de lo que significaba su venida?

Los primeros creyentes adventistas también experimentaron un gran chasco, por causa de la idea errónea de Guillermo Miller y otros de que el Santuario de Daniel 8:14 era la tierra. Y, así como el repasar lo dicho por Jesús, y estudiar la Biblia y las intervenciones sobrenaturales de Dios ayudó a los discípulos a abandonar sus conceptos equivocados, también los primeros adventistas llegaron a una nueva comprensión de la verdad del Santuario por medio del estudio de las Escrituras y por la conducción de Dios en el ministerio profético de Elena de White.

Al fin, por útil que fuera el don profético, nuestros pioneros estaban decididos a basar sus doctrinas en la Biblia, sin usar el don profético como una autoridad en lo doctrinal.

También hoy, la fortaleza y la seguridad de lo que creemos como Adventistas del Séptimo Día deben estar basadas en la Palabra de Dios sola. Una vez que estamos seguros de nuestras doctrinas a partir de la Biblia, y trabajando desde esa base firme, podemos tener verdaderamente confianza en el don profético.

Entrar en La Palabra.
Lunes 23 de marzo

¿Por qué estudiaron los bereanos las Escrituras cada día para ver si lo que decía Pablo era verdad? ¿Por qué no confiaron en sus palabras? Hech. 17:11.

Por cuanto Pablo predicaba a Cristo a partir de las Escrituras, mostrando que él era el Mesías prometido, los que lo oían con una mente abierta fueron impulsados a estudiar las Escrituras por sí mismos, para ver si estas cosas eran realmente así. En otras palabras, aun las palabras de Pablo no eran suficientemente buenas. Tenían que ser confirmadas por la Biblia.

¿Qué nos enseñan los textos siguientes acerca de la importancia de estudiar las Escrituras? Prov. 2:1-6; Isa. 34:16; Mat. 4:4; Apoc. 1:3.

Elena de White, en forma consistente, elevó la Palabra de Dios y animó a los feligreses a estudiarla. “Recomiendo al amable lector la Palabra de Dios como regla de fe y práctica” (PE 78). En la introducción a El conflicto de los siglos, ella escribió: “En su Palabra, Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la regla del carácter, nos revelan doctrinas y son la piedra de toque de la experiencia religiosa” (CS 9).

¿Por qué los profetas, a lo largo de la historia, amonestaron al pueblo de Dios a leer y estudiar la Palabra de Dios? La razón es sencilla: Dios “dio su Palabra a los hombres como una revelación de sí mismo. Cada verdad que vamos descubriendo es una nueva revelación del carácter de su Autor. El estudio de las Sagradas Escrituras es el medio divinamente instituido para poner a los hombres en comunión más estrecha con su Creador y para darles a conocer más claramente su voluntad. Es el medio de comunicación entre Dios y el hombre” (CS 75).

Los escritos de Elena de White no deben ser usados nunca en lugar de la Biblia; por el contrario, ella pasó su vida tratando de lograr que los miembros de la iglesia leyeran la Biblia y la hicieran la regla de fe para sus vidas.

¿Cuáles son algunas maneras en que puedes obtener más provecho de tu propio estudio de la Biblia? ¿Cómo puedes hacer que el tiempo que pases con la Biblia sea más beneficioso de lo que es ahora?

Señalan a Jesús.
Martes 24 de marzo

Jesús dijo: “Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor” (Juan 5:39, NVI). ¿Qué nos dicen los siguientes textos del Antiguo Testamento acerca de Jesús? Sal. 16:9, 10; 41:9; Isa. 53:4-6; Miq. 5:2.

Jesús dijo: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día” (Juan 8:56), “Moisés [...] de mí escribió él” (Juan 5:46) y “David le [me] llama Señor” (Mat. 22:45). Él comenzó su ministerio en la sinagoga en Nazaret con las palabras de Isaías: “El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres” (Isa. 61:1, NVI). Jesús, entonces, dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Luc. 4:21). Jesús sabía que el Antiguo Testamento estaba repleto con referencias a él. Él era el personaje central en la esperanza de Israel.

Los autores bíblicos, desde Moisés hasta el apóstol Juan, dirigieron a sus lectores a aquel que vendría la primera vez para salvar a su pueblo de sus pecados (Mat. 1:21) y una segunda vez para librarlos de la presencia del pecado (Apoc. 21:4).

Siguiendo en los pasos de los profetas bíblicos, Elena de White, en forma consistente, señaló a la gente a su Salvador Jesucristo. “No importa cuál hay sido la experiencia del pasado ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del presente, si acudimos a Cristo en nuestra condición actual –débil, sin fuerza, desesperados–, nuestro compasivo Salvador saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos, y nos rodeará con sus brazos amantes y con la capa de su propia justicia” (DMJ 13). Y ella amonesta a los pastores a hacer de Cristo el centro de todo. “Poned a Cristo en cada sermón. Espaciaos en las excelencias, la misericordia y la gloria de Jesucristo, hasta que Cristo se forme interiormente como la esperanza de gloria” (Ev 140).

Repetidamente ella enfatizó que Jesús era muy real para ella. “Yo sé que mi Salvador me ama, y yo amo a mi Jesús. Descanso en su amor, a pesar de mis imperfecciones” (4 MR 245). Jesús era el centro de su ministerio. “El objeto de todo ministerio”, dijo ella, “es mantener oculto el yo y hacer que aparezca Cristo. La exaltación de Cristo es la gran verdad que han de revelar todos los que trabajan en palabra y doctrina” (1 MS 182).

Olvidando por un momento las doctrinas y la teología, hazte esta pregunta básica: ¿Cuán bien conozco a Jesús? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de ti mismo y de tu vida espiritual? ¿Qué cambios podría ser necesario que hagas?

La Sangre de los Profetas.
Miércoles 25 de marzo

“Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad. ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Construyen sepulcros para los profetas y adornan los monumentos de los justos. Y dicen: Si hubiéramos vivido nosotros en los días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos para derramar la sangre de los profetas. Pero así quedan implicados ustedes al declararse descendientes de los que asesinaron a los profetas” (Mat. 23:28-31, NVI).

¿Qué dicen las palabras de Jesús acerca de la actitud que muchos tienen hacia los profetas? ¿Qué lecciones podemos obtener de estas palabras para nosotros mismos?

A pesar de toda la evidencia en favor de la integridad y la validez del ministerio de Elena de White, aun entre nosotros hay quienes, en un sentido, están derramando “la sangre de los profetas”. Entre nosotros, como en el antiguo Israel, hay quienes de diversas maneras, sutiles y a veces no tan sutiles, están trabajando para destruir la confianza en el ministerio profético de Elena de White. Ha sido así desde el principio, y también podemos estar seguros de que será así hasta el fin. Casi cada acusación contra ella y sus obras es similar a las acusaciones hechas contra los profetas de la antigüedad y contra la misma Palabra de Dios.

Las razones para estas actitudes varían (ver la sección del viernes). Algunas personas han elevado sus escritos a un nivel que es inapropiado, y así otros han reaccionado ante esto, y algunas veces van demasiado lejos. Otros tienen una comprensión falsa de cómo actúa la inspiración, y como sus escritos no se adecuan a su comprensión, se han vuelto contra ellos. Algunos hablan, tal vez, por ignorancia; otros, tal vez, desde una hostilidad maliciosa. Afortunadamente, no hemos de juzgar los motivos o los corazones. Sencillamente, debemos ser capaces, como escribió Pedro: “[de] presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Ped. 3:15). Al fin, cada uno de nosotros tendrá que hacer una elección, por sí mismo, con respecto a las voces que escuchará y a las que creerá.

¿Cuál es tu propia actitud hacia los escritos de Elena de White? ¿Por qué tienes esa actitud? Piensa en razones para tenerla. ¿Estás abierto al cambio, si fuera necesario?

El Don y los Milagros.
Jueves 26 de marzo

“Y se difundió su fama [la de Cristo] por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó” (Mat. 4:24).

Piensa en el ministerio de Cristo cuando estuvo en la carne. Una y otra vez, Jesús realizó milagro tras milagro. Ya sea volver el agua en vino (Juan 2:1-11), la alimentación de los cinco mil (Mat. 14:14-21), la curación de los enfermos (Mat. 4:24) o la resurrección de la muerte (Juan 11:1-45), Jesús marcó su ministerio con milagros, un poderoso testimonio de su poder divino.

Lee Lucas 24:13 al 27, la historia de Jesús y de los dos discípulos en camino a Emaús. ¿Qué les señaló con el fin de persuadirlos de que Jesús de Nazaret era, en realidad, el Mesías? ¿Por qué es esa respuesta muy importante para nosotros, especialmente en el contexto del don profético?

A pesar de todas las cosas milagrosas que hizo Cristo mientras estuvo aquí, él les señaló a los dos discípulos la Palabra de Dios y la Biblia sola para enseñarles la verdad acerca de su muerte y su resurrección, y lo que ellas significaban.

Este punto no debería ser pasado por alto. A través de los años, ha habido numerosos informes de las formas milagrosas en las que Dios obró por medio del ministerio de Elena de White. Algunos de esos informes son más fáciles de verificar que otros. Como quiera que sea, al fin, nuestras creencias en la manifestación de este don no debería descansar sobre milagros y cosas así. Aunque puedan tener su lugar, la prueba máxima debe ser siempre la Palabra de Dios y de qué modo el don armoniza con la Biblia. Los milagros están bien, pero difícilmente puedan ser la prueba final, y no significan nada si las enseñanzas no son bíblicas.

Así como con la inspiración de la Biblia, también permanecen algunas preguntas acerca de la manifestación del don profético en la vida de Elena de White. No obstante, el don habla por sí mismo y da el mejor testimonio con respecto a sí mismo. Hay poco más que nosotros, por causa de los milagros, podríamos o deberíamos añadir. Se ha dado evidencia más que suficiente para que cualquiera pueda hacer una decisión informada con respecto al don, sin importar las preguntas no respondidas que nosotros, que “vemos por espejo, oscuramente” (1 Cor. 13:12), pudiéramos tener todavía.

Para Estudiar y Meditar.
Viernes 27 de marzo

Lee, en Mensajes selectos, tomo 1, “Actitudes acerca de los testimonios”, pp. 45-55.

La oposición o la indiferencia hacia los escritos de Elena de White generalmente son el resultado de: 1) no leer lo suficiente de sus escritos como para reconocer y comprender sus instrucciones generales y bien equilibradas; 2) no comprender la relación apropiada de sus escritos con las Escrituras; 3) no reconocer la verdadera naturaleza de la inspiración divina; 4) no reconocer el principio del tiempo y el lugar en relación con el consejo que ella ha dado; 5) no reconocer que sus consejos todavía son relevantes hoy; 6) no reconocer que, aunque hay evidencia suficiente para convencer a los honestos de corazón, Dios no elimina las oportunidades para dudar; 7) una falta de disposición de hacer un sacrificio personal de algún hábito o práctica acariciados que parece estar fuera de armonía con los consejos dados en los escritos de Elena de White.

La mayor parte de la oposición al espíritu de profecía desaparecería: 1) si la gente dejara de usar alguna frase o algún párrafo favorito como garrote para golpear a otra persona; 2) si todos aplicaran los consejos a sí mismos, en vez de tratar de aplicarlos a otra persona; 3) si no la citáramos sin saber dónde se encuentra la cita (hay, en existencia, demasiados dichos apócrifos); 4) si no discutiéramos algo que ella escribió sin haber estudiado todo lo que escribió sobre un tema en particular (un conocimiento parcial puede ser más peligroso que la ignorancia completa); 5) si reconociéramos que el fracaso de la gente en vivir a la altura de los consejos que dio Elena de White, o no cumplirlos, no tiene absolutamente nada que ver con la confiabilidad de sus visiones y sus instrucciones. (Basado en Dento E. Rebok, Believe His Prophet, pp. 309-312).

Preguntas Para Dialogar:

1. Como clase, hablen acerca de las bendiciones que la Iglesia Adventista ha recibido del ministerio de Elena de White. ¿Cuáles son algunas de las citas favoritas de los miembros de la clase? ¿De qué modo sus escritos han impactado personalmente en el crecimiento espiritual de cada miembro? Al mismo tiempo, ¿qué luchas ha tenido la gente, a veces, con sus escritos? ¿Cuál ha sido la causa de esos problemas, y cómo podemos ayudar a esas personas a superarlos?
2. Muchas personas nuevas que entran en la Iglesia Adventista tienen preguntas acerca de Elena de White. ¿Cuáles son algunas maneras en que podemos ayudarlas a tener una comprensión equilibrada del don profético?
3. ¿Qué has aprendido este trimestre que te ayudará a comprender mejor el papel del Espíritu de Profecía? ¿Qué posiciones has tenido que cambiar? ¿Qué nuevas vislumbres has obtenido? ¿Qué preguntas todavía quedan sin responder?


Guía de Estudio de la Biblia: El don profético y la iglesia remanente de Dios. Edición de Adultos.
Periodo: Trimestre Enero-Marzo de 2009
Autor: Gerhard Pfandl, nacido en Austria, ha sido director asociado del Instituto de Investigaciones Bíblicas de la Asociación General desde 1999.
Editor: Clifford Goldstein

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