Sábado 25
"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si algunos ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Juan 2:15).
Los que pretenden conocer la verdad y comprender la gran obra que debe hacerse en este tiempo deben consagrarse a Dios en alma, cuerpo y espíritu. En el corazón, en la vestimenta, en el lenguaje, en todo respecto deben estar apartados de las modas y las prácticas del mundo. Deben ser un pueblo peculiar y santo. No es su vestimenta lo que los hace peculiares, sino porque ellos son un pueblo peculiar y santo no pueden llevar el distintivo de la semejanza con el mundo.
Como pueblo, debemos preparar el camino para el Señor. Cada partícula de habilidad que Dios nos ha dado debemos utilizarla en preparar a la gente de acuerdo con el modo de Dios, de conformidad con su molde espiritual, para que permanezca firme en este gran día de la preparación de Dios...
Muchos que se creen que están yendo al cielo están cegados por el mundo. Sus ideas de los que constituye una religión y una disciplina religiosa son vagas... Hay muchos que no tienen una esperanza inteligente y corren un grave riesgo al practicar las mismas cosas que Jesús enseño que no debían hacer en comer, beber, vestir y atarse con el mundo en una variedad de formas. Todavía deben aprender la seria lección, tan importante para el crecimiento en espiritualidad, de salir del mundo y permanecer separados...
[La separación del mundo] no es la obra de un momento o de un día; no se hace inclinándose en el altar familiar ofreciendo un servicio nominal... Es la obra de toda una vida. El amor a Dios debe ser un principio viviente que fundamente cada palabra, acto y pensamiento (En lugares celestiales, p. 167).
“Por Su Nombre”.
Domingo 26
"Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno" (1 Juan 2:14).
Estas palabras de aprobación e instrucción se dirigen a todo joven que se haya puesto toda la armadura de justicia. Debido a que son jóvenes y fuertes, pueden alcanzar éxitos gigantescos para Dios, si quieren hacer de él su única confianza. Los de más edad, a quienes se menciona aquí como "padres", tienen una obra definida que hacer en mantener las normas; pero ellos pueden sentir la presión de las cargas de la vida, y es adecuado que se anime a los jóvenes para que se preparen, mediante la obtención de una experiencia en el conocimiento de Jesucristo, a fin de asumir los deberes, de manera que cuando las normas caigan de mano de los padres, los jóvenes fuertes puedan tomarlas y levantarlas en alto (Hijos e hijas de Dios, p. 206).
"Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado" (Romanos 4:7, 8).
Bien pueden nuestros corazones volverse a nuestro Redentor con la más perfecta confianza cuando pensamos en lo que ha hecho por nosotros siendo aún pecadores. Por la fe podemos descansar en su amor. "Al que a mí viene", él dice, "no le echo fuera" (S. Juan 6:37).
Sería algo terrible estar delante de Dios, vestidos con la ropa del pecado, con su ojo que escudriña cada secreto de nuestras vidas. Pero mediante la eficacia del sacrificio de Cristo podemos aparecer delante de Dios puros y sin mancha, habiendo sido expiados y perdonados nuestros pecados. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). El pecador redimido, ataviado con las vestiduras de la justicia de Cristo, puede estar en la presencia de un Dios que odia el pecado, hecho perfecto por los méritos del Salvador.
Solamente por la fe en el nombre de Cristo puede ser salvo el pecador... La fe en Cristo no es obra de la naturaleza, sino la obra de Dios en las mentes humanas, realizada en la misma alma por el Espíritu Santo, que revela a Cristo, como Cristo reveló al Padre. La fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven. Con su poder justificador y santificador, está por encima de lo que los hombres llaman ciencia. Es la ciencia de las realidades eternas. La ciencia humana a menudo es engañosa, pero esta ciencia celestial nunca induce a engaño. Es tan simple que un niño puede entenderla, y sin embargo los hombres más sabios no pueden explicarla. Es inexplicable e inconmensurable, y está más allá de toda expresión humana.
¡Qué amor inenarrable manifestó el Salvador hacia los hijos de los hombres! No sólo quita el estigma del pecado, sino también limpia y purifica el alma, y la visto con el ropaje de su propia justicia, el cual no tiene mancha y ha sido tejido en el telar del cielo. No sólo quita la maldición del pecador, sino también lo pone en unidad con él mismo y dirige sobre él los brillantes rayos de su justicia (En lugares celestiales, p. 51).
Vencer al Maligno.
Lunes 27
El valor del hombre se estima en el cielo de acuerdo con la capacidad que el corazón tiene de conocer a Dios. Este conocimiento es la fuente de la cual fluye todo poder. Dios creó al hombre de manera que toda facultad pudiera ser la facultad de la mente divina; y está siempre tratando de asociar la mente humana con la divina. Él nos ofrece el privilegio de cooperar con Cristo en la obra de revelar su gracia al mundo, a fin de que podamos recibir un conocimiento mayor de las cosas celestiales. Mirando a Jesús obtenemos vislumbres más claras y distintas de Dios, y por la contemplación somos transformados. La bondad, el amor por nuestros semejantes, llega a ser nuestro instinto natural. Desarrollamos un carácter que será la copia del carácter divino. Creciendo a su semejanza, ampliamos nuestra capacidad de conocer a Dios. Entramos cada vez en mayor relación con el mundo celestial, y llegamos a poseer un poder creciente para recibir las riquezas del conocimiento y la sabiduría de la eternidad (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 289, 290).
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (S. Juan 17:3).
La esencia y la sustancia de todo el tema de la gracia y la experiencia cristiana consisten en creer en Cristo, en conocer a Dios y a su Hijo a quien él ha enviado. Pero aquí es donde muchos fracasan porque les falta fe en Dios. En vez de desear entrar en compañerismo con Cristo en su abnegación y humillación, siempre procuran la supremacía del yo... Si tan sólo apreciáramos el amor de Dios, cómo se expandirían nuestros corazones, cómo se agradarían nuestras simpatías limitadas y se quebrantarían las barreras del hielo del egoísmo y nuestra comprensión sería mas profunda de lo que es ahora; porque veríamos por debajo de la superficie.
Porque no conocemos a Dios, porque no tenemos fe en Cristo, porque no estamos profundamente impresionados con la humillación que él sufrió en nuestro lugar, es por lo que su abatimiento no nos induce a la humillación del yo, a la exaltación de Jesús... ¡Oh, si amarais a Cristo como él os ha amado, no rehuiríais vivir los capítulos oscuros del sufrimiento del Hijo de Dios!
A fin de participar con Cristo en sus sufrimientos, debemos contemplar al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Cuando contemplamos la humillación de Cristo, su abnegación y sacrificio propio, nos llenamos de admiración ante la manifestación del amor divino para el hombre culpable. Cuando, por causa de cristo, se nos llama a pasar por pruebas que son humillantes, si tenemos la mente de Cristo, las sufriremos con mansedumbre, sin resentirnos por las injurias ni resistiendo el mal. Manifestaremos el espíritu que mora en Cristo... Hemos de comprender el sacrificio, los trabajos y los sufrimientos de Cristo existieron para que podamos cooperar con él para que se efectúe el gran plan de la redención (A fin de conocerle, p. 106).
Sólo si conocemos al Señor aquí podemos prepararnos para salir a su encuentro cuando venga. "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (S. Juan 17:3). Pero muchos de los que profesan creer en Cristo no conocen a Dios. Su religión es meramente superficial. No aman a Dios ni estudian su carácter; por lo tanto, no sabemos cómo confiar, cómo mirar y vivir. No saben descansar en el amor divino ni lo que significa avanzar por fe. No aprecian ni aprovechan las oportunidades de escuchar y recibir los mensajes del amor de Dios, ni se dan cuenta que tienen el deber de recibir, para poder enriquecer a los demás. No tienen el poder que se les ofrece a los que aceptan a Cristo como su Salvador personal y por eso no cumplen con los seis últimos mandamientos; no caminan junto a sus hermanos en amor ni están dispuestos a llevar el yugo con Cristo ni aprender de él... No se parecen a él en carácter ni reciben a Aquel que puede quitar sus pecados y brindarles su justicia (Review and Herald, julio 20, 1897).
Renunciar a Todo Amor al Mundo (1 Juan 2:15).
Martes 28
La ternura de Cristo debe reflejarse en la vida diaria de sus seguidores, así como su carácter debe reproducirse en ellos. Su benevolencia desinteresada, su amor por las almas, su humildad, su vida de oración ferviente debe cultivarse para suavizar y alcanzar los corazones. Los siervos de Cristo debieran ser capaces de vencer cada tentación, diciendo: "No me pertenezco; he sido comprado por el infinito sacrificio que Cristo hizo por mí, y me ha dado su poder para cumplir todo lo que él demande. Todo es suyo; ha comprado mi cuerpo, mi alma y mi espíritu. Mi tiempo y mis habilidades también son suyas". De esta manera mostraremos que Cristo está en nosotros y nosotros en él. La orden de salir del mundo y separarnos es el mensaje que llega hasta nuestros días: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Juan 2:15). "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:2). Los que acepten estos mensajes comprenderán que su yugo es fácil y ligera su carga (General Conference Bulletin, abril 1, 1899).
Cristo y el mundo no están en sociedad. El apóstol dice: "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?". La conformidad con el mundo nunca será el medio para convertir el mundo a Cristo. Los cristianos deben estar plenamente consagrados a Dios para que la iglesia pueda ser una influencia para bien sobre los incrédulos. Pero la menor separación de Cristo le dará esa influencia y ese poder al enemigo. La iglesia fue llamada a la existencia para contrarrestar la influencia satánica; pero si cada miembros permite que su poder y sus habilidades se acerquen en dirección al mundo, se formarán asociaciones con los incrédulos y triunfará el enemigo de toda justicia. Casi imperceptiblemente las costumbres, las modas y las ideas del mundo se introducen en la iglesia y van creciendo hasta que, como la levadura, influyen de tal manera que los planes de Satanás se cumplen como él lo había planificado. Se unen a la iglesia miembros que ofrecen un servicio dividido: dicen amar a Dios pero sus acciones testifican que adoran a Mamón. En lugar de mostrar arrepentimiento, contrición y conversión, los miembros de la iglesia se casan con el mundo, y de esta unión no santa nace la debilidad e ineficacia de la iglesia, porque esos miembros pierden su discernimiento espiritual y comienzan las críticas, las divisiones, las luchas y el odio entre hermanos, cosas que no debieran ocurrir entre los siervos de Jesucristo (Review and Herald, agosto 23, 1892; parcialmente en, En lugares celestiales, p. 168).
Problemas con el Mundo.
Miércoles 29
"Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo" (1 Juan 2:16).
El orgullo y el amor al mundo son trampas que constituyen grandes obstáculos a la espiritualidad y al crecimiento en la gracia.
Este mundo no es el cielo del cristiano, sino únicamente el taller de Dios donde hemos de ser preparados para unirnos con los ángeles impolutos en un cielo santo. Debiéramos estar preparando la mente en forma constante para que elabore pensamientos nobles y abnegados. Esta educación es necesaria para poner de tal manera en ejecución las facultades que Dios nos ha dado, que su nombre sea glorificado de la mejor manera sobre la tierra. Somos responsables de todas las nobles cualidades que Dios nos ha dado, y darles a estas facultades un uso que él nunca tuvo en vista equivale a manifestarle la más abyecta ingratitud. El servicio de Dios requiere todas las facultades de nuestro ser, y no cumplimos el designio divino a menos que tengamos estas facultades en un elevado nivel de cultivo y eduquemos a la mente para que ame las cosas celestiales y fortalezcamos y ennoblezcamos las energías del alma mediante acciones justas que redunden en la gloria de Dios...
A menos que la mente sea educada para espaciarse en los temas religiosos, será débil y flaca en esta dirección. Pero mientras se dedica a las empresas mundanas, será fuerte, porque ha sido educada en esa línea y se ha fortalecido por el ejercicio. la razón por la cual les resulta difícil vivir vidas religiosas a hombres y mujeres se debe a que no han ejercitado la mente en la piedad. Ha sido educada para correr en dirección opuesta. A menos que se ejercite la mente en forma constante para lograr conocimiento espiritual y en la búsqueda de la comprensión del misterio de la piedad, sería incapaz de apreciar las cosas eternas... Cuando el corazón está dividido, ocupándose principalmente de las cosas de este mundo, y poco de las cosas de Dios, no podrá haber un incremento especial de la fortaleza espiritual (La maravillosa gracia de Dios, p. 297).
El amor al mundo ejerce una terrible influencia sobre la gente a la cual el Señor ha mandado velar y orar constantemente, no sea que venga de repente y los encuentre durmiendo. "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:15-17).
Se me mostró que el pueblo de Dios que profesa creer la verdad presente no se encuentra en una actitud de espera y vigilancia. Los hijos de Dios están incrementando sus riquezas, y están depositando sus tesoros en la tierra. Se están volviendo ricos en las cosas mundanas, pero no ricos en Dios. No creen que el tiempo sea corto; no creen que el fin de todas las cosas está cerca, que Cristo está a las puertas. Pueden profesar mucha fe, pero se engañan a sí mismos; porque sólo pondrán en práctica la fe que realmente poseen. Sus obras ponen de manifiesto el carácter de su fe, y dan testimonio ante los que los rodean que la venida de Cristo no se va a producir en esta generación. De acuerdo con su fe serán sus obras. Están añadiendo una casa a la otra, y un terreno al otro; son ciudadanos de este mundo (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 177, 178).
La Naturaleza Temporaria del Mundo (1 Juan 2:17).
Jueves 30
Las cosas espirituales si disciernes espiritualmente; y cuando el ojo es malo, todo el cuerpo será tenebroso. "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:15-17).
Las atracciones del mundo deben ser eclipsadas por las glorias del mundo por venir, y los intereses mundanos deben ser reemplazados por los intereses del cielo. Contemplemos las consecuencias eternas de emplear correctamente nuestros talentos, influencia y dinero, en salvar a las almas. Estaremos haciendo tesoros en el cielo y recibiremos la invitación: "Entra en el gozo de tu Señor". ¡Cuán diferente sería si todos usaran sus talentos para Dios con la misma energía y perseverancia que ponen para los intereses mundanos! (Signs of the Times, diciembre 1, 1887).
Muchos que profesan creer en la palabra de Dios parecen no comprender el engañoso trabajo del enemigo. No se dan cuenta de que el fin del tiempo está cerca. Pero Satanás lo sabe y, mientras los hombres duermen, él trabaja. Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida dominan a hombres y mujeres... Egoísmo, corrupción y maldad de toda clase han tomado firme arraigo sobre los corazones. Muchos desdeñan la preciosa Palabra de Dios. Una novela o un libro de cuentos ocupan la atención y fascinan la mente. Lo que estimula la imaginación es ansiosamente devorado, mientras la Palabra de Dios es rechazada.
El mundo es el principal enemigo de la religión. Fuerzas satánicas están continuamente trabajando de un extremo a otro del mundo, y es el objetivo de Satanás relacionar tan estrechamente a la iglesia y el mundo que sus blancos, sus espíritus y sus principios puedan armonizar, y que sea imposible distinguir entre los que profesan servir a Dios los que no le sirven. El enemigo trabaja continuamente para poner al mundo en la delantera (En lugares celestiales, p. 309).
Guía de Estudio de la Biblia: Amadas y llenas de amor: Las Epístolas de Juan / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Julio-Septiembre de 2009
Autor: Ekkehardt Mueller, nacido en Alemania, doctor en Teología y Ministerio. Es uno de los directores asociados del Instituto de Investigaciones Bíblica (Biblical Research Institute) de la Asociación General. Sus especialidades son Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis, hermenéutica y teología aplicada. Es casado y tiene dos hijos adultos.
Editor: Clifford Goldstein
"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si algunos ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Juan 2:15).
Los que pretenden conocer la verdad y comprender la gran obra que debe hacerse en este tiempo deben consagrarse a Dios en alma, cuerpo y espíritu. En el corazón, en la vestimenta, en el lenguaje, en todo respecto deben estar apartados de las modas y las prácticas del mundo. Deben ser un pueblo peculiar y santo. No es su vestimenta lo que los hace peculiares, sino porque ellos son un pueblo peculiar y santo no pueden llevar el distintivo de la semejanza con el mundo.
Como pueblo, debemos preparar el camino para el Señor. Cada partícula de habilidad que Dios nos ha dado debemos utilizarla en preparar a la gente de acuerdo con el modo de Dios, de conformidad con su molde espiritual, para que permanezca firme en este gran día de la preparación de Dios...
Muchos que se creen que están yendo al cielo están cegados por el mundo. Sus ideas de los que constituye una religión y una disciplina religiosa son vagas... Hay muchos que no tienen una esperanza inteligente y corren un grave riesgo al practicar las mismas cosas que Jesús enseño que no debían hacer en comer, beber, vestir y atarse con el mundo en una variedad de formas. Todavía deben aprender la seria lección, tan importante para el crecimiento en espiritualidad, de salir del mundo y permanecer separados...
[La separación del mundo] no es la obra de un momento o de un día; no se hace inclinándose en el altar familiar ofreciendo un servicio nominal... Es la obra de toda una vida. El amor a Dios debe ser un principio viviente que fundamente cada palabra, acto y pensamiento (En lugares celestiales, p. 167).
“Por Su Nombre”.
Domingo 26
"Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno" (1 Juan 2:14).
Estas palabras de aprobación e instrucción se dirigen a todo joven que se haya puesto toda la armadura de justicia. Debido a que son jóvenes y fuertes, pueden alcanzar éxitos gigantescos para Dios, si quieren hacer de él su única confianza. Los de más edad, a quienes se menciona aquí como "padres", tienen una obra definida que hacer en mantener las normas; pero ellos pueden sentir la presión de las cargas de la vida, y es adecuado que se anime a los jóvenes para que se preparen, mediante la obtención de una experiencia en el conocimiento de Jesucristo, a fin de asumir los deberes, de manera que cuando las normas caigan de mano de los padres, los jóvenes fuertes puedan tomarlas y levantarlas en alto (Hijos e hijas de Dios, p. 206).
"Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado" (Romanos 4:7, 8).
Bien pueden nuestros corazones volverse a nuestro Redentor con la más perfecta confianza cuando pensamos en lo que ha hecho por nosotros siendo aún pecadores. Por la fe podemos descansar en su amor. "Al que a mí viene", él dice, "no le echo fuera" (S. Juan 6:37).
Sería algo terrible estar delante de Dios, vestidos con la ropa del pecado, con su ojo que escudriña cada secreto de nuestras vidas. Pero mediante la eficacia del sacrificio de Cristo podemos aparecer delante de Dios puros y sin mancha, habiendo sido expiados y perdonados nuestros pecados. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). El pecador redimido, ataviado con las vestiduras de la justicia de Cristo, puede estar en la presencia de un Dios que odia el pecado, hecho perfecto por los méritos del Salvador.
Solamente por la fe en el nombre de Cristo puede ser salvo el pecador... La fe en Cristo no es obra de la naturaleza, sino la obra de Dios en las mentes humanas, realizada en la misma alma por el Espíritu Santo, que revela a Cristo, como Cristo reveló al Padre. La fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven. Con su poder justificador y santificador, está por encima de lo que los hombres llaman ciencia. Es la ciencia de las realidades eternas. La ciencia humana a menudo es engañosa, pero esta ciencia celestial nunca induce a engaño. Es tan simple que un niño puede entenderla, y sin embargo los hombres más sabios no pueden explicarla. Es inexplicable e inconmensurable, y está más allá de toda expresión humana.
¡Qué amor inenarrable manifestó el Salvador hacia los hijos de los hombres! No sólo quita el estigma del pecado, sino también limpia y purifica el alma, y la visto con el ropaje de su propia justicia, el cual no tiene mancha y ha sido tejido en el telar del cielo. No sólo quita la maldición del pecador, sino también lo pone en unidad con él mismo y dirige sobre él los brillantes rayos de su justicia (En lugares celestiales, p. 51).
Vencer al Maligno.
Lunes 27
El valor del hombre se estima en el cielo de acuerdo con la capacidad que el corazón tiene de conocer a Dios. Este conocimiento es la fuente de la cual fluye todo poder. Dios creó al hombre de manera que toda facultad pudiera ser la facultad de la mente divina; y está siempre tratando de asociar la mente humana con la divina. Él nos ofrece el privilegio de cooperar con Cristo en la obra de revelar su gracia al mundo, a fin de que podamos recibir un conocimiento mayor de las cosas celestiales. Mirando a Jesús obtenemos vislumbres más claras y distintas de Dios, y por la contemplación somos transformados. La bondad, el amor por nuestros semejantes, llega a ser nuestro instinto natural. Desarrollamos un carácter que será la copia del carácter divino. Creciendo a su semejanza, ampliamos nuestra capacidad de conocer a Dios. Entramos cada vez en mayor relación con el mundo celestial, y llegamos a poseer un poder creciente para recibir las riquezas del conocimiento y la sabiduría de la eternidad (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 289, 290).
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (S. Juan 17:3).
La esencia y la sustancia de todo el tema de la gracia y la experiencia cristiana consisten en creer en Cristo, en conocer a Dios y a su Hijo a quien él ha enviado. Pero aquí es donde muchos fracasan porque les falta fe en Dios. En vez de desear entrar en compañerismo con Cristo en su abnegación y humillación, siempre procuran la supremacía del yo... Si tan sólo apreciáramos el amor de Dios, cómo se expandirían nuestros corazones, cómo se agradarían nuestras simpatías limitadas y se quebrantarían las barreras del hielo del egoísmo y nuestra comprensión sería mas profunda de lo que es ahora; porque veríamos por debajo de la superficie.
Porque no conocemos a Dios, porque no tenemos fe en Cristo, porque no estamos profundamente impresionados con la humillación que él sufrió en nuestro lugar, es por lo que su abatimiento no nos induce a la humillación del yo, a la exaltación de Jesús... ¡Oh, si amarais a Cristo como él os ha amado, no rehuiríais vivir los capítulos oscuros del sufrimiento del Hijo de Dios!
A fin de participar con Cristo en sus sufrimientos, debemos contemplar al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Cuando contemplamos la humillación de Cristo, su abnegación y sacrificio propio, nos llenamos de admiración ante la manifestación del amor divino para el hombre culpable. Cuando, por causa de cristo, se nos llama a pasar por pruebas que son humillantes, si tenemos la mente de Cristo, las sufriremos con mansedumbre, sin resentirnos por las injurias ni resistiendo el mal. Manifestaremos el espíritu que mora en Cristo... Hemos de comprender el sacrificio, los trabajos y los sufrimientos de Cristo existieron para que podamos cooperar con él para que se efectúe el gran plan de la redención (A fin de conocerle, p. 106).
Sólo si conocemos al Señor aquí podemos prepararnos para salir a su encuentro cuando venga. "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (S. Juan 17:3). Pero muchos de los que profesan creer en Cristo no conocen a Dios. Su religión es meramente superficial. No aman a Dios ni estudian su carácter; por lo tanto, no sabemos cómo confiar, cómo mirar y vivir. No saben descansar en el amor divino ni lo que significa avanzar por fe. No aprecian ni aprovechan las oportunidades de escuchar y recibir los mensajes del amor de Dios, ni se dan cuenta que tienen el deber de recibir, para poder enriquecer a los demás. No tienen el poder que se les ofrece a los que aceptan a Cristo como su Salvador personal y por eso no cumplen con los seis últimos mandamientos; no caminan junto a sus hermanos en amor ni están dispuestos a llevar el yugo con Cristo ni aprender de él... No se parecen a él en carácter ni reciben a Aquel que puede quitar sus pecados y brindarles su justicia (Review and Herald, julio 20, 1897).
Renunciar a Todo Amor al Mundo (1 Juan 2:15).
Martes 28
La ternura de Cristo debe reflejarse en la vida diaria de sus seguidores, así como su carácter debe reproducirse en ellos. Su benevolencia desinteresada, su amor por las almas, su humildad, su vida de oración ferviente debe cultivarse para suavizar y alcanzar los corazones. Los siervos de Cristo debieran ser capaces de vencer cada tentación, diciendo: "No me pertenezco; he sido comprado por el infinito sacrificio que Cristo hizo por mí, y me ha dado su poder para cumplir todo lo que él demande. Todo es suyo; ha comprado mi cuerpo, mi alma y mi espíritu. Mi tiempo y mis habilidades también son suyas". De esta manera mostraremos que Cristo está en nosotros y nosotros en él. La orden de salir del mundo y separarnos es el mensaje que llega hasta nuestros días: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Juan 2:15). "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:2). Los que acepten estos mensajes comprenderán que su yugo es fácil y ligera su carga (General Conference Bulletin, abril 1, 1899).
Cristo y el mundo no están en sociedad. El apóstol dice: "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?". La conformidad con el mundo nunca será el medio para convertir el mundo a Cristo. Los cristianos deben estar plenamente consagrados a Dios para que la iglesia pueda ser una influencia para bien sobre los incrédulos. Pero la menor separación de Cristo le dará esa influencia y ese poder al enemigo. La iglesia fue llamada a la existencia para contrarrestar la influencia satánica; pero si cada miembros permite que su poder y sus habilidades se acerquen en dirección al mundo, se formarán asociaciones con los incrédulos y triunfará el enemigo de toda justicia. Casi imperceptiblemente las costumbres, las modas y las ideas del mundo se introducen en la iglesia y van creciendo hasta que, como la levadura, influyen de tal manera que los planes de Satanás se cumplen como él lo había planificado. Se unen a la iglesia miembros que ofrecen un servicio dividido: dicen amar a Dios pero sus acciones testifican que adoran a Mamón. En lugar de mostrar arrepentimiento, contrición y conversión, los miembros de la iglesia se casan con el mundo, y de esta unión no santa nace la debilidad e ineficacia de la iglesia, porque esos miembros pierden su discernimiento espiritual y comienzan las críticas, las divisiones, las luchas y el odio entre hermanos, cosas que no debieran ocurrir entre los siervos de Jesucristo (Review and Herald, agosto 23, 1892; parcialmente en, En lugares celestiales, p. 168).
Problemas con el Mundo.
Miércoles 29
"Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo" (1 Juan 2:16).
El orgullo y el amor al mundo son trampas que constituyen grandes obstáculos a la espiritualidad y al crecimiento en la gracia.
Este mundo no es el cielo del cristiano, sino únicamente el taller de Dios donde hemos de ser preparados para unirnos con los ángeles impolutos en un cielo santo. Debiéramos estar preparando la mente en forma constante para que elabore pensamientos nobles y abnegados. Esta educación es necesaria para poner de tal manera en ejecución las facultades que Dios nos ha dado, que su nombre sea glorificado de la mejor manera sobre la tierra. Somos responsables de todas las nobles cualidades que Dios nos ha dado, y darles a estas facultades un uso que él nunca tuvo en vista equivale a manifestarle la más abyecta ingratitud. El servicio de Dios requiere todas las facultades de nuestro ser, y no cumplimos el designio divino a menos que tengamos estas facultades en un elevado nivel de cultivo y eduquemos a la mente para que ame las cosas celestiales y fortalezcamos y ennoblezcamos las energías del alma mediante acciones justas que redunden en la gloria de Dios...
A menos que la mente sea educada para espaciarse en los temas religiosos, será débil y flaca en esta dirección. Pero mientras se dedica a las empresas mundanas, será fuerte, porque ha sido educada en esa línea y se ha fortalecido por el ejercicio. la razón por la cual les resulta difícil vivir vidas religiosas a hombres y mujeres se debe a que no han ejercitado la mente en la piedad. Ha sido educada para correr en dirección opuesta. A menos que se ejercite la mente en forma constante para lograr conocimiento espiritual y en la búsqueda de la comprensión del misterio de la piedad, sería incapaz de apreciar las cosas eternas... Cuando el corazón está dividido, ocupándose principalmente de las cosas de este mundo, y poco de las cosas de Dios, no podrá haber un incremento especial de la fortaleza espiritual (La maravillosa gracia de Dios, p. 297).
El amor al mundo ejerce una terrible influencia sobre la gente a la cual el Señor ha mandado velar y orar constantemente, no sea que venga de repente y los encuentre durmiendo. "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:15-17).
Se me mostró que el pueblo de Dios que profesa creer la verdad presente no se encuentra en una actitud de espera y vigilancia. Los hijos de Dios están incrementando sus riquezas, y están depositando sus tesoros en la tierra. Se están volviendo ricos en las cosas mundanas, pero no ricos en Dios. No creen que el tiempo sea corto; no creen que el fin de todas las cosas está cerca, que Cristo está a las puertas. Pueden profesar mucha fe, pero se engañan a sí mismos; porque sólo pondrán en práctica la fe que realmente poseen. Sus obras ponen de manifiesto el carácter de su fe, y dan testimonio ante los que los rodean que la venida de Cristo no se va a producir en esta generación. De acuerdo con su fe serán sus obras. Están añadiendo una casa a la otra, y un terreno al otro; son ciudadanos de este mundo (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 177, 178).
La Naturaleza Temporaria del Mundo (1 Juan 2:17).
Jueves 30
Las cosas espirituales si disciernes espiritualmente; y cuando el ojo es malo, todo el cuerpo será tenebroso. "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:15-17).
Las atracciones del mundo deben ser eclipsadas por las glorias del mundo por venir, y los intereses mundanos deben ser reemplazados por los intereses del cielo. Contemplemos las consecuencias eternas de emplear correctamente nuestros talentos, influencia y dinero, en salvar a las almas. Estaremos haciendo tesoros en el cielo y recibiremos la invitación: "Entra en el gozo de tu Señor". ¡Cuán diferente sería si todos usaran sus talentos para Dios con la misma energía y perseverancia que ponen para los intereses mundanos! (Signs of the Times, diciembre 1, 1887).
Muchos que profesan creer en la palabra de Dios parecen no comprender el engañoso trabajo del enemigo. No se dan cuenta de que el fin del tiempo está cerca. Pero Satanás lo sabe y, mientras los hombres duermen, él trabaja. Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida dominan a hombres y mujeres... Egoísmo, corrupción y maldad de toda clase han tomado firme arraigo sobre los corazones. Muchos desdeñan la preciosa Palabra de Dios. Una novela o un libro de cuentos ocupan la atención y fascinan la mente. Lo que estimula la imaginación es ansiosamente devorado, mientras la Palabra de Dios es rechazada.
El mundo es el principal enemigo de la religión. Fuerzas satánicas están continuamente trabajando de un extremo a otro del mundo, y es el objetivo de Satanás relacionar tan estrechamente a la iglesia y el mundo que sus blancos, sus espíritus y sus principios puedan armonizar, y que sea imposible distinguir entre los que profesan servir a Dios los que no le sirven. El enemigo trabaja continuamente para poner al mundo en la delantera (En lugares celestiales, p. 309).
Guía de Estudio de la Biblia: Amadas y llenas de amor: Las Epístolas de Juan / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Julio-Septiembre de 2009
Autor: Ekkehardt Mueller, nacido en Alemania, doctor en Teología y Ministerio. Es uno de los directores asociados del Instituto de Investigaciones Bíblica (Biblical Research Institute) de la Asociación General. Sus especialidades son Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis, hermenéutica y teología aplicada. Es casado y tiene dos hijos adultos.
Editor: Clifford Goldstein
"Muchos que se creen que están yendo al cielo están cegados por el mundo. Sus ideas de los que constituye una religión y una disciplina religiosa son vagas... Hay muchos que no tienen una esperanza inteligente y corren un grave riesgo al practicar las mismas cosas que Jesús enseño que no debían hacer en comer, beber, vestir y atarse con el mundo en una variedad de formas. Todavía deben aprender la seria lección, tan importante para el crecimiento en espiritualidad, de salir del mundo y permanecer separados..."
ResponderEliminarCita de Elena de White que pueden encontrarla en el día sábado en las notas complementarias
Esta buena esta lección de escuela sabática... tema de actualidad. Hay que estudiarla y con la ayuda de lo Alto hacer su voluntad.
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