Sábado 26
Dios es un Dios de orden y se complace con los esfuerzos de su pueblo de traer orden y organización en su obra en la tierra. Todo lo relacionado con el cielo está en perfecto orden y sólo mediante el orden y la acción armoniosa se puede alcanzar el éxito. Dios requiere la misma organización ahora que la que requirió en la antigüedad y desea que su obra se realice con exactitud y disciplina para que él pueda colocar su sello de aprobación sobre ella. El hermano debe unirse con el hermano; la iglesia con la otra iglesia; el instrumento humano con el divino, y todos subordinados al Espíritu Santo para llevar las buenas nuevas de la gracia de Dios al mundo.
"Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos" (1 Corintios 14:33). Todo se hacía ordenadamente cuando Cristo dirigía a los suyos, y después de su partida los discípulos siguieron estrictamente su ejemplo. En estos últimos días, cuando el Señor está trayendo a sus hijos a la unidad de la fe, el orden es más necesario que nunca antes, pues mientras Dios trata de unir a su pueblo, Satanás y sus ángeles buscan destruir la unidad (Review and Herald, febrero 16, 1911)
LA ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO
Domingo 27 de septiembre
La construcción del Tabernáculo no principió sino cuando hubo transcurrido cierto tiempo después de la llegada de Israel al Sinaí; y la sagrada estructura se levantó por primera vez al principio del segundo año después de la salida. Siguió luego la consagración de los sacerdotes, la celebración de la Pascua, el censo del pueblo y la realización de varios arreglos esenciales para su sistema civil o religioso, así que Israel pasó casi un año en el campamento del Sinaí. Allí su culto tomó una forma más precisa y definitiva. Se le dieron las leyes que habían de regir la nación, y se verificó una organización más eficiente en preparación para su entrada en la tierra de Canaán.
El gobierno de Israel se caracterizaba por la organización más cabal, tan admirable por su esmero como por su sencillez. El orden tan señaladamente puesto de manifiesto en la perfección y disposición de todas las obras creadas por Dios se veía también en la economía hebrea. Dios era el centro de la autoridad y del gobierno, el soberano de Israel. Moisés se destacaba como el caudillo visible que Dios había designado para administrar las leyes en su nombre. Posteriormente, se escogió de entre los ancianos de las tribus un consejo de setenta hombres para que asistiera a Moisés en la administración de los asuntos generales de la nación. En seguida venían los sacerdotes, quienes consultaban al Señor en el Santuario. Había jefes, o príncipes, que gobernaban sobre las tribus. Bajo éstos había "jefes de millares, jefes de cientos, y jefes de cincuenta, y cabos de diez" (Deuteronomio 1:15), y por último, funcionarios que se podían emplear en tareas especiales.
El campamento hebreo se ordenaba en exacta disposición. Quedaba repartido en tres grandes divisiones, cada una de las cuales tenía señalado su sitio en el campamento. En el centro estaba el Tabernáculo, la morada del Rey invisible. Alrededor asentaban los sacerdotes y los levitas. Más allá de éstos acampaban las demás tribus (Patriarcas y profetas, pp. 391, 392).
Dios le había prometido a Abrahán que sus descendientes poseerían la tierra de Canaán, pero habrían de pasar varios siglos hasta que pudieran poseerla. "Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí" (Génesis 15:16). Los amorreos habitarían la tierra de Canaán hasta que recibieran gradualmente los justos juicios de Dios por su iniquidad. Aunque ya habían caído en una completa idolatría y se dedicaban a las acciones inicuas, Dios no los destruiría todavía hasta que demostraran que no deseaban subordinarse al gobierno y al control divino. Cuando la iniquidad de los amorreos llegara a su apogeo, entonces ordenaría destruirlos. En esto vemos la paciencia de Dios: les da a las naciones un tiempo de prueba. Sin embargo, si ignoran la ley de Dios; si avanzan en un grado de maldad al otro más elevado; si los hijos heredan la maldad de los padres y su rebelión contra las leyes divinas e incluso son más inicuos que sus progenitores, el castigo caerá sobre ellos; no por haberse demorado dejará de cumplirse. Dios desea que recordemos estos hechos y entendamos cómo la justicia divina trata con los individuos y las naciones. El Dios infinito lleva un registro exacto de toda iniquidad y transgresión de sus leyes, y aunque la medida se vaya llenando, todavía toma tiempo para llamar al arrepentimiento y ofrecer perdón. Sin embargo, si se continúa rechazando la luz; si no se atienden sus advertencias, llegará un momento en que la justicia divina ejecutará el castigo, pues su iniquidad corrompería a los demás y se extendería ampliamente (Signs of the Times, junio 10, 1880).
LA PRESENCIA DE DIOS
Lunes 28 de septiembre
Dios había honrado a los levitas para que prestaran servicio en el Tabernáculo porque no tuvieron parte en hacer y adorar el becerro de oro y debido a su fidelidad en ejecutar la orden de Dios sobre los idólatras. También se les asignó a los levitas el oficio de erigir el Tabernáculo y de acampar alrededor de él, mientras que las huestes de Israel armaban sus tiendas a una distancia del mismo. Y cuando viajaban, los levitas desarmaban el Tabernáculo y lo transportaban junto con el arca y todos los artículos sagrados del mobiliario. Debido a que Dios honró así a los levitas, este grupo sintió ambición por un cargo todavía más elevado, a fin de poder tener mayor influencia sobre la congregación. "Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? (Números 16:3) (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 379).
Dios observa al pecador. El ojo que nunca dormita sabe todo lo que hacemos. Está escrito en su libro. Alguien podría ocultar su pecado del padre, la madre, la esposa, o los amigos; no obstante, todo permanece abierto delante de Dios y es consignado en su libro de registro... David fue un hombre que se arrepintió y, aunque confesó y detestó su pecado, no pudo olvidarlo. Exclamó: "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tu; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano... Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día" (Salmo 139:7-12).
Dios está en todas partes. Ve, sabe todas las cosas, y entiende las intenciones y determinación del corazón. Intentar ocultar el pecado de su atención es tarea vana. Vio cuando nuestros primeros padres pecaron en el Edén. Vio cuando Caían levantó su mano contra Abel para matarlo. Observó los pecados del mundo antiguo, determinó sus días, y los castigó con el diluvio. También vio los pecados de su propio pueblo del pacto, los judíos, cuando se confabularon en contra del Hijo de Dios.
De la misma manera como es registrada cada transgresión, todo asunto secreto será traído a juicio. Pueden haber estado ocultos a los mortales, pueden haber estado encubiertos de los buenos, de los puros, de los santos, de los amigos y los enemigos; no obstante, Dios los ve. Todos los pecados serán revelados en el día del juicio y, a menos que hayan sido objeto de arrepentimiento previo, serán castigados de acuerdo con su magnitud, porque en el libro de memorias de Dios se lleva un registro de todos los hechos humanos. Todas las acciones de la vida, buenas o malas, se hallan registradas.
Es tan terrible el hecho que los pecados acumulados sean registrados y, finalmente, expuestos, como que los profesos hijos e hijas de Dios se aventuren a pecar contra sus propias conciencias, y por sus pecados involucren a otros en la misma ruina, a pesar de la luz y el conocimiento. Esto es un misterio. ¿Será que alguna vez han gustado de las virtudes del reino por venir? ¿Habrán gozado alguna vez de la dulce comunión con Dios? Por consiguiente, ¿cómo pueden volverse a esas prácticas sensuales, condenadas y degradantes? (Testimonios sobre conducta sexual, pp. 101, 102).
No hay consolador como Cristo, tan tierno y tan leal. Se conmueve con los sentimientos de nuestras debilidades. Su Espíritu habla al corazón. Las circunstancias pueden separarnos de nuestros amigos; el amplio e inquieto océano puede agitarse entre nosotros y ellos. Aunque exista su sincera amistad, quizá no puedan demostrarla haciendo para nosotros lo que recibiríamos con gratitud. Pero ninguna circunstancia ni distancia puede separarnos del Consolador celestial. Doquiera estemos, doquiera vayamos, siempre está allí. Alguien que está en el lugar de Cristo para actuar por él. Siempre está a nuestra diestra para dirigirnos palabras suaves y amables; para asistirnos, animarnos, apoyarnos y consolarnos (Dios nos cuida, p. 237).
BAJO LAS BANDERAS
Martes 29 de septiembre
A los levitas se les confiaba el cuidado del Tabernáculo y todo lo que se relacionaba con él, tanto en el campamento como cuando se viajaba. Cuando se levantaba el campamento para reanudar la marcha, eran ellos quienes desarmaban la sagrada tienda; y cuando se llegaba adonde se había de hacer alto, ellos debían levantarla. A ninguna persona de otra tribu se le permitía acercarse so pena de muerte. Los levitas estaban repartidos en tres divisiones, descendientes de los tres hijos de Leví, y cada una tenía asignadas su obra y posición especiales. Frente al Tabernáculo, y cercanas a él, estaban las tiendas de Moisés y Aarón. Al sur estaban los coatitas, que tenían la obligación de cuidar del arca y del resto del mobiliario; al norte, estaban los meraritas, quienes tenía a su cargo las columnas, los zócalos, las tablas, etc.; atrás estaban los gersonitas a quienes se les había confiado el cuidado de los velos y del cortinado en general.
Se especificaba también la posición de cada tribu. Cada uno tenía que marchar y acampar al lado de su propia bandera, tal como lo había ordenado el Señor: "Los hijos de Israel acamparán cada uno junto a su bandera, según las enseñas de las casas de sus padres"; "de la manera que asientan el campo, así caminarán, cada uno en su lugar, junto a sus banderas" (Números 2:2, 17). A la "multitud mixta" que había acompañado a Israel desde Egipto no se le permitía ocupar los mismos cuarteles que las tribus, sino que había de habitar en las afueras del campamento; y sus hijos había de quedar excluidos de la comunidad hasta la tercera generación (Deuteronomio 23:7, 8) (Patriarcas y profetas, p. 392).
El Señor designó una familia especial de la tribu de Leví para que llevara el arca. Otros de entre los levitas fueron especialmente señalados por Dios para llevar el Tabernáculo y todos sus muebles, y para realizar la obra de erigirlo y desarmarlo. Y si cualquier persona, llevada por la curiosidad o por el desorden se salía de su lugar y tocaba cualquier parte del Santuario o los muebles, o hasta se acercaba a cualquiera de los obreros, debía sufrir la muerte. Dios no dejó su santo Tabernáculo para que fuera llevado, armado o desarmado indiscriminadamente por cualquier tribu que pudiera elegir el cargo. En cambio, se eligieron personas que pudiera apreciar el carácter sagrado de la obra en que estaban ocupadas. A estos hombres elegidos por Dios se les indicó que impresionaran al pueblo con el carácter especialmente sagrado del archa y de todo lo que tuviera conexión con ella, de modo que no miraran a esas cosas sin darse cuenta de su naturaleza santa y fueran cortados de Israel. Todas las cosas pertenecientes al Lugar Santísimo debían ser consideradas con reverencia (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 564).
El Señor condujo a los israelitas en todas sus peregrinaciones por el desierto. Cuando era para el bien del pueblo y la gloria de Dios que levantaran sus tiendas en cierto lugar y morarán allí, el Altísimo lo manifestaba mediante la columna de nube que descendía directamente sobre el Tabernáculo. Y allí permanecía hasta que el Señor quería que emprendieran el viaje de nuevo. Entonces la nube de gloria se elevaba por encima del Tabernáculo, y así volvían a viajar.
En todos sus viajes manifestaban un orden perfecto. Cada tribu llevaba un estandarte con el emblema de la casa de su padre, y cada una de ellas había recibido la orden de acampar junto a su estandarte. Y cuando viajaban, las diferentes tribus marchaban en orden, cada una junto a su propio estandarte. Cuando descansaban de sus viajes, erigían el Tabernáculo, y entonces las diferentes tribus levantaban sus tiendas en orden, justamente en el lugar que Dios les había mandado, alrededor del Tabernáculo, a cierta distancia de él (La historia de la redención, p. 160).
LLAMADO AL MINISTERIO
Miércoles 30 de septiembre
Tanto el primogénito de los hombres como el de las bestias, había de ser del Señor, si bien podía ser redimido mediante un rescate con el cual reconocían que, al perecer los primogénitos de Egipto, los de Israel, que fueron guardados bondadosamente, habrían sufrido la misma suerte de no haber sido por el sacrificio expiatorio. "Mío es todo primogénito -declaró el Señor- desde el día que yo maté todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales: míos serán" (Números 3:13). Después de la institución del culto en el Tabernáculo, el Señor escogió para sí la tribu de Leví, para la obra del Santuario, en vez de los primogénitos de Israel. Dijo: "Me son a mí dados los Levitas de entre los hijos de Israel... helos tomado para mí en lugar de los primogénitos de todos los hijos de Israel" (Números 8:16). Sin embargo, todo el pueblo debía pagar, en reconocimiento de la gracia de Dios, un precio por el rescate del primogénito (Números 18:15, 16) (Patriarcas y profetas, p. 281).
La dedicación de los primogénitos se remontaba a los primeros tiempos. Dios había prometido el Primogénito del cielo para salvar al pecador. Este don debía ser reconocido en toda familia por la consagración del primer hijo. Había de ser dedicado al sacerdocio, como representante de Cristo entre los hombres.
Cuando Israel fue librado de Egipto; la dedicación de los primogénitos fue ordenada de nuevo. Mientras los hijos de Israel servían a los egipcios, el Señor indicó a Moisés que fuera el rey de Egipto y le dijera: "Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir: he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito" (Éxodo 4:22, 23) (El Deseado de todas las gentes, p. 35).
PROTEGE LO SAGRADO
Jueves 1ro. de octubre
Nadab y Abiú, los hijos de Aarón que ministraban en el sagrado oficio del sacerdocio, se sirvieron vino en abundancia, y, como acostumbraban, fueron a ministrar delante de Jehová. Los sacerdotes que quemaban incienso delante de Jehová tenían que usar el fuego del altar de Dios que ardía día y noche, y nunca se apagaba. Dios dio indicaciones explícitas acerca de la forma en que debía realizarse cada parte de su servicio para que todo lo que estuviera relacionado con su culto sagrado estuviese de acuerdo con su santo carácter. Toda desviación de las indicaciones expresas de Dios en relación con su sagrado servicio era pasible de muerte. Dios no aceptaría ningún sacrificio que no estuviese sazonado con la sal del fuego divino; que representaba la comunicación entre Dios y el hombre accesible solamente mediante Jesucristo. El fuego sagrado que debía ser puesto en el incensario era mantenido perpetuamente encendido, y mientras los hijos de Dios estaban afuera, orando fervientemente, el incienso alumbrado por el fuego sagrado había de subir delante de Dios mezclado con sus oraciones. Este incienso era un emblema de la mediación de Cristo.
Los hijos de Aarón tomaron fuego común, que Dios no aceptaba, y ofrecieron un insulto al Dios infinito presentando este fuego extraño delante de él. Dios los consumió con fuego por su desprecio deliberado de sus expresas indicaciones. Todas sus obras eran como la ofrenda de Caín. No se representaba en ellas al divino Salvador. Si esos hijos de Aarón hubiesen tenido el dominio completo de sus facultades pensantes, habrían discernido la diferencia entre el fuego común y el sagrado. La complacencia del apetito rebajó sus facultades y oscureció de tal forma su intelecto que se extinguió su facultad de discernimiento. Comprendían plenamente el carácter sagrado del servicio simbólico y la terrible solemnidad y responsabilidad que pesaba sobre ellos al presentarse delante de Dios para ministrar en el servicio sagrado.
Algunos podrán preguntar: ¿Cómo podían los hijos de Aarón ser tenidos por responsables cuando sus intelectos estaban tan paralizados por la embriaguez que no podían discernir la diferencia entre el fuego sagrado y el común? En el momento de llevar la copa a sus labios se hicieron responsables por todos los actos que cometiesen bajo la influencia del vino. La complacencia del apetito les costó la vida a esos sacerdotes. Dios prohibió expresamente el uso del vino que influyera en la obnubilación del intelecto (La temperancia, pp. 39, 40).
En los días de Israel, cuando fue instituido el servicio del Santuario, el Señor ordenó que sólo se debía usar fuego sagrado cuando se quemara incienso. El fuego sagrado fue encendido por Dios mismo, y el humo fragante representaba las oraciones del pueblo que ascendían delante de Dios. Nadab y Abiú fueron sacerdotes del Santuario, y aunque no era legítimo usar fuego común, cuando esos sacerdotes fueron delante de Dios, se atrevieron a encender sus incensarios con fuego sin consagrar. Los sacerdotes se habían estado complaciendo en el consumo de vino y estaba nublada su sensibilidad moral; no discernieron el carácter de sus acciones ni comprendieron cuál sería la terrible consecuencia de su pecado. Un fuego salió llameante del Lugar Santísimo y los consumió (La temperancia, p. 248).
Guía de Estudio de la Biblia: Un pueblo en marcha: El libro de Números / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Octubre-Diciembre de 2009
Autor:
Editor: Clifford Goldstein
Dios es un Dios de orden y se complace con los esfuerzos de su pueblo de traer orden y organización en su obra en la tierra. Todo lo relacionado con el cielo está en perfecto orden y sólo mediante el orden y la acción armoniosa se puede alcanzar el éxito. Dios requiere la misma organización ahora que la que requirió en la antigüedad y desea que su obra se realice con exactitud y disciplina para que él pueda colocar su sello de aprobación sobre ella. El hermano debe unirse con el hermano; la iglesia con la otra iglesia; el instrumento humano con el divino, y todos subordinados al Espíritu Santo para llevar las buenas nuevas de la gracia de Dios al mundo.
"Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos" (1 Corintios 14:33). Todo se hacía ordenadamente cuando Cristo dirigía a los suyos, y después de su partida los discípulos siguieron estrictamente su ejemplo. En estos últimos días, cuando el Señor está trayendo a sus hijos a la unidad de la fe, el orden es más necesario que nunca antes, pues mientras Dios trata de unir a su pueblo, Satanás y sus ángeles buscan destruir la unidad (Review and Herald, febrero 16, 1911)
LA ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO
Domingo 27 de septiembre
La construcción del Tabernáculo no principió sino cuando hubo transcurrido cierto tiempo después de la llegada de Israel al Sinaí; y la sagrada estructura se levantó por primera vez al principio del segundo año después de la salida. Siguió luego la consagración de los sacerdotes, la celebración de la Pascua, el censo del pueblo y la realización de varios arreglos esenciales para su sistema civil o religioso, así que Israel pasó casi un año en el campamento del Sinaí. Allí su culto tomó una forma más precisa y definitiva. Se le dieron las leyes que habían de regir la nación, y se verificó una organización más eficiente en preparación para su entrada en la tierra de Canaán.
El gobierno de Israel se caracterizaba por la organización más cabal, tan admirable por su esmero como por su sencillez. El orden tan señaladamente puesto de manifiesto en la perfección y disposición de todas las obras creadas por Dios se veía también en la economía hebrea. Dios era el centro de la autoridad y del gobierno, el soberano de Israel. Moisés se destacaba como el caudillo visible que Dios había designado para administrar las leyes en su nombre. Posteriormente, se escogió de entre los ancianos de las tribus un consejo de setenta hombres para que asistiera a Moisés en la administración de los asuntos generales de la nación. En seguida venían los sacerdotes, quienes consultaban al Señor en el Santuario. Había jefes, o príncipes, que gobernaban sobre las tribus. Bajo éstos había "jefes de millares, jefes de cientos, y jefes de cincuenta, y cabos de diez" (Deuteronomio 1:15), y por último, funcionarios que se podían emplear en tareas especiales.
El campamento hebreo se ordenaba en exacta disposición. Quedaba repartido en tres grandes divisiones, cada una de las cuales tenía señalado su sitio en el campamento. En el centro estaba el Tabernáculo, la morada del Rey invisible. Alrededor asentaban los sacerdotes y los levitas. Más allá de éstos acampaban las demás tribus (Patriarcas y profetas, pp. 391, 392).
Dios le había prometido a Abrahán que sus descendientes poseerían la tierra de Canaán, pero habrían de pasar varios siglos hasta que pudieran poseerla. "Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí" (Génesis 15:16). Los amorreos habitarían la tierra de Canaán hasta que recibieran gradualmente los justos juicios de Dios por su iniquidad. Aunque ya habían caído en una completa idolatría y se dedicaban a las acciones inicuas, Dios no los destruiría todavía hasta que demostraran que no deseaban subordinarse al gobierno y al control divino. Cuando la iniquidad de los amorreos llegara a su apogeo, entonces ordenaría destruirlos. En esto vemos la paciencia de Dios: les da a las naciones un tiempo de prueba. Sin embargo, si ignoran la ley de Dios; si avanzan en un grado de maldad al otro más elevado; si los hijos heredan la maldad de los padres y su rebelión contra las leyes divinas e incluso son más inicuos que sus progenitores, el castigo caerá sobre ellos; no por haberse demorado dejará de cumplirse. Dios desea que recordemos estos hechos y entendamos cómo la justicia divina trata con los individuos y las naciones. El Dios infinito lleva un registro exacto de toda iniquidad y transgresión de sus leyes, y aunque la medida se vaya llenando, todavía toma tiempo para llamar al arrepentimiento y ofrecer perdón. Sin embargo, si se continúa rechazando la luz; si no se atienden sus advertencias, llegará un momento en que la justicia divina ejecutará el castigo, pues su iniquidad corrompería a los demás y se extendería ampliamente (Signs of the Times, junio 10, 1880).
LA PRESENCIA DE DIOS
Lunes 28 de septiembre
Dios había honrado a los levitas para que prestaran servicio en el Tabernáculo porque no tuvieron parte en hacer y adorar el becerro de oro y debido a su fidelidad en ejecutar la orden de Dios sobre los idólatras. También se les asignó a los levitas el oficio de erigir el Tabernáculo y de acampar alrededor de él, mientras que las huestes de Israel armaban sus tiendas a una distancia del mismo. Y cuando viajaban, los levitas desarmaban el Tabernáculo y lo transportaban junto con el arca y todos los artículos sagrados del mobiliario. Debido a que Dios honró así a los levitas, este grupo sintió ambición por un cargo todavía más elevado, a fin de poder tener mayor influencia sobre la congregación. "Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? (Números 16:3) (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 379).
Dios observa al pecador. El ojo que nunca dormita sabe todo lo que hacemos. Está escrito en su libro. Alguien podría ocultar su pecado del padre, la madre, la esposa, o los amigos; no obstante, todo permanece abierto delante de Dios y es consignado en su libro de registro... David fue un hombre que se arrepintió y, aunque confesó y detestó su pecado, no pudo olvidarlo. Exclamó: "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tu; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano... Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día" (Salmo 139:7-12).
Dios está en todas partes. Ve, sabe todas las cosas, y entiende las intenciones y determinación del corazón. Intentar ocultar el pecado de su atención es tarea vana. Vio cuando nuestros primeros padres pecaron en el Edén. Vio cuando Caían levantó su mano contra Abel para matarlo. Observó los pecados del mundo antiguo, determinó sus días, y los castigó con el diluvio. También vio los pecados de su propio pueblo del pacto, los judíos, cuando se confabularon en contra del Hijo de Dios.
De la misma manera como es registrada cada transgresión, todo asunto secreto será traído a juicio. Pueden haber estado ocultos a los mortales, pueden haber estado encubiertos de los buenos, de los puros, de los santos, de los amigos y los enemigos; no obstante, Dios los ve. Todos los pecados serán revelados en el día del juicio y, a menos que hayan sido objeto de arrepentimiento previo, serán castigados de acuerdo con su magnitud, porque en el libro de memorias de Dios se lleva un registro de todos los hechos humanos. Todas las acciones de la vida, buenas o malas, se hallan registradas.
Es tan terrible el hecho que los pecados acumulados sean registrados y, finalmente, expuestos, como que los profesos hijos e hijas de Dios se aventuren a pecar contra sus propias conciencias, y por sus pecados involucren a otros en la misma ruina, a pesar de la luz y el conocimiento. Esto es un misterio. ¿Será que alguna vez han gustado de las virtudes del reino por venir? ¿Habrán gozado alguna vez de la dulce comunión con Dios? Por consiguiente, ¿cómo pueden volverse a esas prácticas sensuales, condenadas y degradantes? (Testimonios sobre conducta sexual, pp. 101, 102).
No hay consolador como Cristo, tan tierno y tan leal. Se conmueve con los sentimientos de nuestras debilidades. Su Espíritu habla al corazón. Las circunstancias pueden separarnos de nuestros amigos; el amplio e inquieto océano puede agitarse entre nosotros y ellos. Aunque exista su sincera amistad, quizá no puedan demostrarla haciendo para nosotros lo que recibiríamos con gratitud. Pero ninguna circunstancia ni distancia puede separarnos del Consolador celestial. Doquiera estemos, doquiera vayamos, siempre está allí. Alguien que está en el lugar de Cristo para actuar por él. Siempre está a nuestra diestra para dirigirnos palabras suaves y amables; para asistirnos, animarnos, apoyarnos y consolarnos (Dios nos cuida, p. 237).
BAJO LAS BANDERAS
Martes 29 de septiembre
A los levitas se les confiaba el cuidado del Tabernáculo y todo lo que se relacionaba con él, tanto en el campamento como cuando se viajaba. Cuando se levantaba el campamento para reanudar la marcha, eran ellos quienes desarmaban la sagrada tienda; y cuando se llegaba adonde se había de hacer alto, ellos debían levantarla. A ninguna persona de otra tribu se le permitía acercarse so pena de muerte. Los levitas estaban repartidos en tres divisiones, descendientes de los tres hijos de Leví, y cada una tenía asignadas su obra y posición especiales. Frente al Tabernáculo, y cercanas a él, estaban las tiendas de Moisés y Aarón. Al sur estaban los coatitas, que tenían la obligación de cuidar del arca y del resto del mobiliario; al norte, estaban los meraritas, quienes tenía a su cargo las columnas, los zócalos, las tablas, etc.; atrás estaban los gersonitas a quienes se les había confiado el cuidado de los velos y del cortinado en general.
Se especificaba también la posición de cada tribu. Cada uno tenía que marchar y acampar al lado de su propia bandera, tal como lo había ordenado el Señor: "Los hijos de Israel acamparán cada uno junto a su bandera, según las enseñas de las casas de sus padres"; "de la manera que asientan el campo, así caminarán, cada uno en su lugar, junto a sus banderas" (Números 2:2, 17). A la "multitud mixta" que había acompañado a Israel desde Egipto no se le permitía ocupar los mismos cuarteles que las tribus, sino que había de habitar en las afueras del campamento; y sus hijos había de quedar excluidos de la comunidad hasta la tercera generación (Deuteronomio 23:7, 8) (Patriarcas y profetas, p. 392).
El Señor designó una familia especial de la tribu de Leví para que llevara el arca. Otros de entre los levitas fueron especialmente señalados por Dios para llevar el Tabernáculo y todos sus muebles, y para realizar la obra de erigirlo y desarmarlo. Y si cualquier persona, llevada por la curiosidad o por el desorden se salía de su lugar y tocaba cualquier parte del Santuario o los muebles, o hasta se acercaba a cualquiera de los obreros, debía sufrir la muerte. Dios no dejó su santo Tabernáculo para que fuera llevado, armado o desarmado indiscriminadamente por cualquier tribu que pudiera elegir el cargo. En cambio, se eligieron personas que pudiera apreciar el carácter sagrado de la obra en que estaban ocupadas. A estos hombres elegidos por Dios se les indicó que impresionaran al pueblo con el carácter especialmente sagrado del archa y de todo lo que tuviera conexión con ella, de modo que no miraran a esas cosas sin darse cuenta de su naturaleza santa y fueran cortados de Israel. Todas las cosas pertenecientes al Lugar Santísimo debían ser consideradas con reverencia (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 564).
El Señor condujo a los israelitas en todas sus peregrinaciones por el desierto. Cuando era para el bien del pueblo y la gloria de Dios que levantaran sus tiendas en cierto lugar y morarán allí, el Altísimo lo manifestaba mediante la columna de nube que descendía directamente sobre el Tabernáculo. Y allí permanecía hasta que el Señor quería que emprendieran el viaje de nuevo. Entonces la nube de gloria se elevaba por encima del Tabernáculo, y así volvían a viajar.
En todos sus viajes manifestaban un orden perfecto. Cada tribu llevaba un estandarte con el emblema de la casa de su padre, y cada una de ellas había recibido la orden de acampar junto a su estandarte. Y cuando viajaban, las diferentes tribus marchaban en orden, cada una junto a su propio estandarte. Cuando descansaban de sus viajes, erigían el Tabernáculo, y entonces las diferentes tribus levantaban sus tiendas en orden, justamente en el lugar que Dios les había mandado, alrededor del Tabernáculo, a cierta distancia de él (La historia de la redención, p. 160).
LLAMADO AL MINISTERIO
Miércoles 30 de septiembre
Tanto el primogénito de los hombres como el de las bestias, había de ser del Señor, si bien podía ser redimido mediante un rescate con el cual reconocían que, al perecer los primogénitos de Egipto, los de Israel, que fueron guardados bondadosamente, habrían sufrido la misma suerte de no haber sido por el sacrificio expiatorio. "Mío es todo primogénito -declaró el Señor- desde el día que yo maté todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales: míos serán" (Números 3:13). Después de la institución del culto en el Tabernáculo, el Señor escogió para sí la tribu de Leví, para la obra del Santuario, en vez de los primogénitos de Israel. Dijo: "Me son a mí dados los Levitas de entre los hijos de Israel... helos tomado para mí en lugar de los primogénitos de todos los hijos de Israel" (Números 8:16). Sin embargo, todo el pueblo debía pagar, en reconocimiento de la gracia de Dios, un precio por el rescate del primogénito (Números 18:15, 16) (Patriarcas y profetas, p. 281).
La dedicación de los primogénitos se remontaba a los primeros tiempos. Dios había prometido el Primogénito del cielo para salvar al pecador. Este don debía ser reconocido en toda familia por la consagración del primer hijo. Había de ser dedicado al sacerdocio, como representante de Cristo entre los hombres.
Cuando Israel fue librado de Egipto; la dedicación de los primogénitos fue ordenada de nuevo. Mientras los hijos de Israel servían a los egipcios, el Señor indicó a Moisés que fuera el rey de Egipto y le dijera: "Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir: he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito" (Éxodo 4:22, 23) (El Deseado de todas las gentes, p. 35).
PROTEGE LO SAGRADO
Jueves 1ro. de octubre
Nadab y Abiú, los hijos de Aarón que ministraban en el sagrado oficio del sacerdocio, se sirvieron vino en abundancia, y, como acostumbraban, fueron a ministrar delante de Jehová. Los sacerdotes que quemaban incienso delante de Jehová tenían que usar el fuego del altar de Dios que ardía día y noche, y nunca se apagaba. Dios dio indicaciones explícitas acerca de la forma en que debía realizarse cada parte de su servicio para que todo lo que estuviera relacionado con su culto sagrado estuviese de acuerdo con su santo carácter. Toda desviación de las indicaciones expresas de Dios en relación con su sagrado servicio era pasible de muerte. Dios no aceptaría ningún sacrificio que no estuviese sazonado con la sal del fuego divino; que representaba la comunicación entre Dios y el hombre accesible solamente mediante Jesucristo. El fuego sagrado que debía ser puesto en el incensario era mantenido perpetuamente encendido, y mientras los hijos de Dios estaban afuera, orando fervientemente, el incienso alumbrado por el fuego sagrado había de subir delante de Dios mezclado con sus oraciones. Este incienso era un emblema de la mediación de Cristo.
Los hijos de Aarón tomaron fuego común, que Dios no aceptaba, y ofrecieron un insulto al Dios infinito presentando este fuego extraño delante de él. Dios los consumió con fuego por su desprecio deliberado de sus expresas indicaciones. Todas sus obras eran como la ofrenda de Caín. No se representaba en ellas al divino Salvador. Si esos hijos de Aarón hubiesen tenido el dominio completo de sus facultades pensantes, habrían discernido la diferencia entre el fuego común y el sagrado. La complacencia del apetito rebajó sus facultades y oscureció de tal forma su intelecto que se extinguió su facultad de discernimiento. Comprendían plenamente el carácter sagrado del servicio simbólico y la terrible solemnidad y responsabilidad que pesaba sobre ellos al presentarse delante de Dios para ministrar en el servicio sagrado.
Algunos podrán preguntar: ¿Cómo podían los hijos de Aarón ser tenidos por responsables cuando sus intelectos estaban tan paralizados por la embriaguez que no podían discernir la diferencia entre el fuego sagrado y el común? En el momento de llevar la copa a sus labios se hicieron responsables por todos los actos que cometiesen bajo la influencia del vino. La complacencia del apetito les costó la vida a esos sacerdotes. Dios prohibió expresamente el uso del vino que influyera en la obnubilación del intelecto (La temperancia, pp. 39, 40).
En los días de Israel, cuando fue instituido el servicio del Santuario, el Señor ordenó que sólo se debía usar fuego sagrado cuando se quemara incienso. El fuego sagrado fue encendido por Dios mismo, y el humo fragante representaba las oraciones del pueblo que ascendían delante de Dios. Nadab y Abiú fueron sacerdotes del Santuario, y aunque no era legítimo usar fuego común, cuando esos sacerdotes fueron delante de Dios, se atrevieron a encender sus incensarios con fuego sin consagrar. Los sacerdotes se habían estado complaciendo en el consumo de vino y estaba nublada su sensibilidad moral; no discernieron el carácter de sus acciones ni comprendieron cuál sería la terrible consecuencia de su pecado. Un fuego salió llameante del Lugar Santísimo y los consumió (La temperancia, p. 248).
Guía de Estudio de la Biblia: Un pueblo en marcha: El libro de Números / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Octubre-Diciembre de 2009
Autor:
Editor: Clifford Goldstein
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