sábado, 12 de septiembre de 2009

Lección 12: La carta de Juan a la Señora elegida / Notas de Elena de White

Sábado 12 de septiembre

Dios usará hombres humildes para que sean sus instrumentos. Aunque tengan un solo talento, si lo ponen a trabajar, producirá ganancia. La gran falla de la iglesia es que la obra de salvar almas es tan limitada, que se avanza rumbo al reino con mucha lentitud. Una iglesia apóstata es consecuencia directa de una iglesia egoísta, que no usa sus talentos en la obra de colaborar con Jesús para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre. Tenemos que servir a toda criatura. Se nos confiere la responsabilidad de trabajar por todos, por nuestros amigos, por nuestros conocidos, por todos aquellos que están ligados al mundo y alejados de Dios. Los aparentemente amables y simpáticos deben estar abarcados por nuestras labores. La verdad es tanto para ellos como para nosotros, y debemos decirles: "Vengan" (Cada día con Dios, p. 330).

Dios ha confiado el conocimiento de la verdad redentora a cada alma convertida, y ese conocimiento debe ser compartido con los demás. Debemos decirles con ternura, simpatía y fervor que la redención está a su disposición. Y al hablarles de esa manera, todos comprenderán que el amor de la verdad está en nuestros corazones. Nuestras almas se impresionarán con la frivolidad y el amor a los placeres que encontraremos a nuestro paso, pero eso no debe silenciar el mensaje que debemos dar como testigos de Cristo. Y cada alma redimida buscará salvar otras almas, porque todo aquel que verdaderamente se convierte comprenderá que es depositario de un tesoro sagrado. ¡Y qué ricas bendiciones recibirá el obrero consagrado y puro que dependa de Dios para su crecimiento! (Review and Herald, 26 de abril, 1898).

En amor y en verdad
Domingo 13 de septiembre

La enseñanza de Cristo fue la expresión de una convicción íntima y de la experiencia, y los que aprenden de él llegan a ser maestros según el orden divino. La palabra de Dios, pronunciada por aquel que haya sido santificado por ella, tiene un poder vivificador que la hace atrayente para los oyentes, y los convence de que es una realidad viviente. Cuando uno ha recibido la verdad con amor, lo hará manifiesto en la persuasión de sus modales y el tono de su voz. Dará a conocer lo que él mismo oyó, vio y tocó de la palabra de vida, para que otros tengan comunión con él por el conocimiento de Cristo. Su testimonio, de labios tocados por un tizón ardiente del altar es verdad para el corazón dispuesto a recibirlo, y santifica el carácter (El Deseado de todas las gentes, p. 116).

La obra del pueblo de Dios en el mundo consiste en refrenar el mal, en elevar, ennoblecer y purificar a la humanidad. Los principios del amor, de la bondad y la benevolencia deben desarraigar cada fibra de egoísmo que ha impregnado toda la sociedad y corrompido a la iglesia... Si los hombres y las mujeres quieren abrir sus corazones a la influencia celestial de la verdad y del amor, estos principios fluirán de nuevo, como corrientes en el desierto, refrigerándolo todo, y produciendo frescura donde ahora hay sólo esterilidad y hambre. La influencia de los que siguen el camino del Señor será tan abarcante como la eternidad. Llevarán consigo la alegría de la paz celestial como un poder permanente, refrigerante e iluminados (La maravillosa gracia de Dios, p. 124).

Los miembros de la iglesia necesitan confesar sus faltas y unirse ahora los unos con los otros. Que nadie permita que algo lo separe de Dios o de los demás hermanos. Que nadie busque mostrar las diferencias de opinión sino que busque unirse en el amor de la verdad tal como es en Jesús. Al acercarse a Dios, y rogar por los méritos de la sangre del Salvador, se recibirá la ayuda que se necesita en la lucha contra el mal. Si el que se acerca a Dios lo hace con corazón contrito y en plena certidumbre de fe, el enemigo que busca destruirlo será vencido.

Dios invita a sus fieles, a los que creen en él, a que hablen con valor a los que no creen ni tienen esperanza. Volveos al Señor, vosotros los prisioneros de esperanza. Buscad fuerza de Dios, del Dios viviente. Manifestad una fe inquebrantable y humilde en su poder y en su buena voluntad para salvar. Cuando con fe echemos mano de su fuerza, él cambiará asombrosamente la perspectiva más desesperada y desalentadora. Lo hará para gloria de su nombre (Review and Herald, 1º de octubre, 1903).

Andar de acuerdo con los mandamientos (2 Juan 4-6)
Lunes 14 de septiembre

Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. Y ¿quién era él? Era la Majestad del cielo, que derramaba su sangre sobre el altar de la justicia para expiar los pecados del ser humano culpable. Esa relación de Cristo con nosotros y nosotros con él, debiera llevarnos a confiar plenamente en Dios y pedirle que supla todas nuestras necesidades, tanto las grandes como las pequeñas. El Señor quiere que confiemos en él; y la mayor prueba de nuestra unión con Cristo y nuestro amor por él será obedecerle en todo lo que él nos pide. Si le amamos –lo cual es una expresión de que Cristo vive en el alma– haremos su voluntad. Esto es religión práctica. Redimidos por el rescate que él pagó por nosotros, le mostraremos nuestro amor guardando sus mandamientos, y llevando el fruto que corresponde a los pámpanos que están unidos a la Vid viviente. "Estas cosas os he hablado –dijo él– para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:11) (Review and Herald, 21 de marzo, 1893).

Aunque se nos amonesta a obedecer, no debemos pensar que podemos merecer la salvación por nuestras buenas obras. La salvación es el don gratuito de Dios y se recibe por fe; es provista por Cristo para el alma arrepentida y ofrecida mediante el plan de redención. Sin embargo, la evidencia de nuestra fe y la prueba de nuestro amor a él se encuentran en la obediencia a sus santos mandamientos. Cristo dice: "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" (Juan 14:21). Cristo desea que guardemos sus mandamientos porque sabe que la recompensa será tener un carácter a la semejanza divina (Signs of the Times, 16 de mayo, 1895).

…La vida eterna es la recompensa que será dada a todos los que obedecen los dos grandes principios de la ley de Dios: el amor a Dios y al hombre... La obediencia a estos mandamientos es la única evidencia en el hombre de que posee un conocimiento genuino y salvador de Dios. El amor a Dios se demuestra por el amor a aquellos por quienes murió Cristo.

Mientras estaba recubierto por la columna de nube, Cristo dio instrucciones acerca de este amor. Distinta y claramente presentó los principios del cielo como reglas que había de observar su pueblo escogido en su trato mutuo. Cristo vivió estos principios en su vida humana. Presentó en su enseñanza los motivos que debieran gobernar las vidas de sus seguidores (A fin de conocerle, p. 11).

Ir más allá de la enseñanza de Cristo (2 Juan 7-9)
Martes 15 de septiembre

Cristo había anticipado que se levantarían engañadores, por cuya influencia la maldad se multiplicaría y la caridad de muchos se enfriaría. Advirtió a sus discípulos que la iglesia estaría en mayor peligro por este mal que por las persecuciones de sus enemigos. Una y otra vez Pablo previno a los creyentes contra esos falsos maestros. De este peligro, más que de cualquier otro, deberían prevenirse; pues, al recibir falsos maestros, abrirían la puesta a errores por los cuales el enemigo podría empañar las percepciones espirituales y hacer tambalear la confianza de los nuevos conversos al evangelio.

Cristo era la noma por la cual debían probar las doctrinas presentadas. Todo lo que no estaba en armonía con sus enseñanzas debían rechazarlo. Cristo crucificado por el pecado, Cristo resucitado de entre los muertos, Cristo ascendido a lo alto, esta era la ciencia de la salvación que ellos debían aprender y enseñar.

Las amonestaciones de la Palabra de Dios respecto a los peligros que rodean a la iglesia cristiana, son para nosotros hoy. Como en los días de los apóstoles, los hombres intentan, por medio de tradiciones y filosofías, destruir la fe en las Escrituras. Así hoy, por los complacientes conceptos de la "alta crítica", evolución, espiritismo, teosofía y panteísmo, el enemigo de la justicia está procurando llevar a las almas por caminos prohibidos. Para muchos, la Biblia es una lámpara sin aceite, porque han dirigido sus mentes hacia canales de creencias especulativas que traen falsos conceptos y confusión. La obra de la "alta crítica" al criticar, conjeturar y reconstruir, está destruyendo la fe en la Biblia como revelación divina. Está privando a la Palabra de Dios del poder de guiar, levantar e inspirar las vidas humanas. Por el espiritismo, multitudes son inducidas a pensar que el deseo es la mayor ley, que la licencia es libertad y que el hombre es responsable únicamente de sí mismo y ante sí mismo (Los hechos de los apóstoles, pp. 377, 378).

"¡A la ley y al testimonio! si no dijesen conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8:20).

Al pueblo de Dios se le indica que busque en las Sagradas Escrituras su salvaguardia contra las influencias de los falsos maestros y el poder seductor de los espíritus tenebrosos. Satanás emplea cuantos medios puede para impedir que los hombres conozcan la Biblia, cuyo claro lenguaje revela sus engaños. En ocasión de cada avivamiento de la obra de Dios, el príncipe del mal actúa con mayor energía; en la actualidad está haciendo esfuerzos desesperados preparándose para la lucha final contra Cristo y sus discípulos. El último gran engaño se desplegará pronto ante nosotros. El anticristo va a efectuar ante nuestra vista obras maravillosas. La falsificación se asemejará tanto a la realidad, que será imposible distinguirlas sin el auxilio de las Santas Escrituras. Ellas son las que deben atestiguar en favor o en contra de toda declaración, de todo milagro.

Quien haga de la operación de milagros la prueba de su fe, encontrará que Satanás puede, mediante una variedad de engaños, realizar maravillas que pasarán por milagros genuinos... Satanás es un obrero astuto, e introducirá engaños sutiles a fin de oscurecer y confundir la mente y desarraigar las doctrinas de la salvación.

Aquellos que no acepten la Palabra de Dios literalmente, caerán en esa trampa (¡Maranata: El Señal. viene!, p. 154).

¿Abstenerse de ser hospitalario? (2 Juan 10, 11)
Miércoles 16 de septiembre

Juan no había de proseguir su labor sin grandes inconvenientes. Satanás no estaba ocioso. Instigaba a hombres malos a acortar la vida útil de este hombre de Dios; pero los ángeles lo protegían de sus asaltos... La iglesia en su peligro necesitaba su testimonio.

Valiéndose de interpretaciones erróneas y falsedades los emisarios de Satanás habían tratado de suscitar la oposición contra Juan, y contra la doctrina de Cristo. En consecuencia, disensiones y herejías estaban haciendo peligrar la iglesia. Juan hizo frente a estos errores con firmeza. Interrumpió el camino de los adversarios de la verdad. Escribió y exhortó en el sentido de que los dirigentes de estas herejías no debían recibir el menor estímulo. Hoy en día existen peligros similares a aquellos que amenazaron la prosperidad de la iglesia primitiva, y las enseñanzas de los apóstoles sobre estos puntos deben ser claramente escuchadas. "Debes tener amor", es el clamor que debe oírse por doquiera, especialmente por parte de aquellos que profesan santificación. Pero el amor es demasiado pobre para cubrir el pecado inconfeso. Las enseñanzas de Juan son importantes para aquellos que viven en medio de los peligros de los últimos días. El había estado íntimamente asociado con Cristo, había escuchado sus enseñanzas, y había presenciado sus poderosos milagros. Presentaba un convincente testimonio, que hacía que las falsedades de sus enemigos no tuvieran ningún efecto (Reflejemos a Jesús, p. 355).

Las instrucciones formuladas en la Palabra de Dios no dan lugar para transigir con el mal. El Hijo de Dios se manifestó para atraer a todos los hombres a sí mismo. No vino para adormecer al mundo arrulIándolo, sino para señalarle el camino angosto por el cual todos deben andar si quieren alcanzar finalmente las puertas de la ciudad de Dios. Sus hijos deben seguir por donde él señaló la senda; sea cual fuere el sacrificio de las comodidades o de las satisfacciones egoístas que se les exija; sea cual fuere el costo en labor o sufrimiento, deben sostener una constante batalla consigo mismos (Los hechos de los apóstoles, pp. 441, 442).

Dios requiere que sus siervos anden en la luz y no se cubran los ojos para no discernir las obras de Satanás. Deben estar preparados para amonestar y reprender a los que est6n en peligro por causa de sus sutilezas. Satanás trabaja a diestra y siniestra para obtener ventajas. No descansa. Es perseverante y astuto. Vela para aprovechar toda circunstancia y utilizarla en su guerra contra la verdad y los intereses del reino de Dios. Es lamentable que los siervos de Dios, ante las trampas de Satanás, no ejerzan ni la mitad del cuidado que debieran ejercer. En vez de resistir al diablo para que huya de ellos, muchos se inclinan a transigir con las potestades de las tinieblas (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 326).

Cristo nunca hizo la paz a costa de transigencias. Los corazones de los siervos de Dios sobreabundarán en amor y simpatía por los errantes, como se los representa en la parábola de la oveja perdida; pero no tendrán palabras suaves para el pecado. Manifiestan la más fiel amistad los que reprueban el error y el pecado sin parcialidad y sin hipocresía. Jesús vivió en medio de una generación pecaminosa y perversa. No podía estar en paz con el mundo a menos que dejara a los hombres sin amonestar, sin reprobar, y esto no habría estado de acuerdo con el plan de salvación (El evangelismo, p. 270).

Comunicación mutua (2 Juan 12,13)
Jueves 17 de septiembre

Estudien el carácter de Cristo y esfuércense por imitar su ejemplo. La conducta no consagrada de algunos que pretenden creer el mensaje del tercer ángel, ha producido el ahuyentamiento de algunas pobres ovejas al desierto; ¿quién ha manifestado la preocupación de un pastor por los perdidos y errantes? ¿No es tiempo ya de que seamos cristianos prácticos, además de serlo de profesión? ¡Qué benevolencia, qué compasión, qué simpatía más tierna manifestó Jesús hacia la humanidad sufriente! El corazón que palpita al unísono con el gran corazón del amor infinito manifestará simpatía hacia cada alma necesitada, y hará evidente el hecho de que posee la mente de Cristo... Cada alma que sufre tendrá derecho a esperar la simpatía de los demás, y los que estén imbuidos del amor de Cristo, llenos de su piedad, ternura y compasión, responderán ante cada necesidad de simpatía...

Cada alma que trata de retroceder por el camino de sus extravíos y regresar a Dios, necesita la ayuda de los que poseen un corazón tierno y misericordioso y un amor semejante al de Cristo (Exaltad a Jesús, p. 200).

Si andáis en la luz, todos podéis ser portadores de luz para el mundo. No tratéis de realizar alguna gran obra, al mismo tiempo que pasáis por alto las pequeñas oportunidades que tenéis a vuestro alcance. Podemos hacer mucho ejemplificando la verdad en nuestra vida diaria. No es fácil resistir a la influencia que podríamos ejercer de esa manera. Los hombres tal vez combatan y desafíen nuestra lógica; quizá resistan a nuestras súplicas; pero una vida basada en un propósito santo, que manifiesta amor desinteresado en beneficio de los demás, es un argumento en favor de la verdad que no se puede contradecir. Se puede hacer mucho más mediante una vida humilde, consagrada y virtuosa, que por medio de la predicación cuando falta el ejemplo piadoso. Podéis laborar para edificar la iglesia, para animar a los hermanos y para conseguir que las reuniones sociales sean interesantes; y podéis enviar vuestras oraciones, como hoces afiladas, con los obreros que van a trabajar en la mies. Todos deberían tener personal interés y profunda preocupación por orar y velar por el éxito de la obra (Meditaciones matinales 1952, p. 227).

Recordad que en cada reunión os encontráis con Cristo, el Maestro de las asambleas. Estimulad un interés personal unos en otros, porque no basta simplemente conocer a los hombres. Debemos conocer a los hombres en Cristo Jesús. Se nos ordena: "Considerémonos los unos a los otros". Este es el principio fundamental del evangelio; la nota tónica del mundo es el yo. Quisiera animar a aquellos que se reúnen en compañías pequeñas a que adoren a Dios. Hermanos y hermanas, no os desaniméis debido a que sois tan pocos en número. El árbol que se levanta solitario en medio de la llanura, profundiza sus raíces en la tierra, extiende sus ramas más lejos por todos lados, y crece más fuerte y más simétrico mientras lucha solo con la tempestad o disfruta del sol. Así también el cristiano, separado de toda dependencia terrena, puede aprender a confiar plenamente en Dios, y puede obtener fortaleza y ánimo de cada conflicto (Nuestra elevada vocación, p. 168).

El verdadero carácter de la iglesia se mide, no por la alta profesión que haga, ni por los nombres asentados en sus libros, sino por lo que está haciendo realmente en beneficio del Maestro, por el número de sus obreros perseverantes y fieles. El interés personal y el esfuerzo vigilante e individual realizarán más por la causa de Cristo que lo que puede lograrse por los sermones o los credos (Servicio cristiano, p. 17).


Guía de Estudio de la Biblia: Amadas y llenas de amor: Las Epístolas de Juan / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Julio-Septiembre de 2009
Autor: Ekkehardt Mueller, nacido en Alemania, doctor en Teología y Ministerio. Es uno de los directores asociados del Instituto de Investigaciones Bíblica (Biblical Research Institute) de la Asociación General. Sus especialidades son Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis, hermenéutica y teología aplicada. Es casado y tiene dos hijos adultos.
Editor: Clifford Goldstein

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