sábado, 6 de marzo de 2010

Lección 11: El fruto del Espíritu es justicia / Para el 13 de marzo de 2010


Sábado 6 de marzo.

Lee Para el Estudio de esta Semana: Mateo 23:25-28; Romanos 3:28; 8:4; 10:3; Gálatas 3:6; 1 Juan 2:3-6; 5:1-3.

Para Memorizar: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mat. 5:6).

La semana pasada terminamos nuestro estudio de los nueve aspectos del fruto del Espíritu (Gál. 5:22, 23). Las próximas semanas estudiaremos dos más: “Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad” (Efe. 5:9). En este versículo Pablo repite la referencia a la “bondad”, pero añade la justicia y la verdad. Esta semana consideraremos qué es la “justicia”.

Entendemos la justicia de dos maneras. La primera es la justicia imputada de Cristo, que es lo que Jesús hizo por nosotros, la justicia que nos cubre y que es nuestro pasaporte al cielo. La segunda es la justicia impartida de Cristo, que es lo que él hace en nosotros, por medio del Espíritu Santo, para modelarnos a su imagen. Entendida de este modo, la justicia tiene dos componentes inseparables, aun cuando todo es realmente una sola: la justicia de Cristo, sin la cual no tendríamos esperanza de salvación.


La necesidad de justicia.
Domingo 7 de marzo

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28). “Porque Jehová es justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro” (Sal. 11:7). “Abominación es a Jehová el camino del impío; mas él ama al que sigue justicia” (Prov. 15:9). “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Ped. 2:24). “Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:4). “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33). “Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él” (1 Juan 2:29).

Refiriéndote a los textos transcriptos arriba, responde a las siguientes preguntas:

1. Si no podemos ser justificados por la ley, entonces, ¿cómo somos justificados?
2. Aunque sabemos que Dios odia el pecado, pero ama al pecador, ¿qué conclusiones erróneas debemos evitar?
3. ¿Qué significa: “Que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros”? ¿Podemos alguna vez cumplir la ley lo suficientemente bien como para satisfacerla? ¿O Pablo quiere decir otra cosa? Si es así, ¿qué es?
4. ¿Cómo deberían ser cambiadas nuestras vidas cuando buscamos primero el reino de Dios y su justicia?
5. ¿Qué significa “hacer justicia”? ¿Podemos ser justos sin hacer justicia? Justifica tu respuesta.


Justicia casera.
Lunes 8 de marzo

“Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Rom. 10:3). ¿De qué crees que está hablando Pablo aquí? ¿De quién está hablando, y cómo podrían haber tratado esas personas de establecer su “propia justicia”? Dada la naturaleza humana, ¿por qué eso es imposible, de todos modos?

Una actividad “hazlo tú mismo” es aquella en la que una persona hace algo (como el trabajo en madera o reparaciones domésticas) sin adiestramiento o ayuda profesional. En su sentido más amplio, es una actividad en la cual uno hace algo por sí mismo o por propia iniciativa. A veces nos referimos a una persona especialmente exitosa como un hombre o una mujer que se hicieron a sí mismos. De acuerdo con la Biblia, sin embargo, un enfoque de “hazlo tú mismo” respecto de la verdadera justicia es imposible. No hay nada que podamos hacer por nosotros mismos, no importa cuánto tratemos de hacerlo, para ser justos delante de Dios. Nuestra justicia es como “trapo de inmundicia” (Isa. 64:6). En realidad, procurar hacernos justos a nosotros mismos a menudo conduce al resultado opuesto.

Lee Mateo 5:20 y 23:25 al 28. ¿De qué modo Jesús destaca el problema que proviene de aquellos que procuran hacerse justos a sí mismos?

Lo que es vital que comprendamos los cristianos es cuán totalmente dependientes somos de Cristo para tener justicia. Lo que nos hace santos ante Dios es lo que Cristo ha hecho por nosotros, no lo que nosotros hacemos. El momento en que alguien pierde de vista esta verdad, es muy fácil que surja la justicia propia, junto con el orgullo y la corrupción interior. Los escribas y los fariseos fueron excelentes ejemplos de cómo ocurre esto. Tan preocupados estaban con sus actos externos de piedad, que perdieron de vista lo que realmente importa.

¿De qué modos podrías ser culpable del mismo pecado que el de los escribas y los fariseos? ¿Cómo podría esta trampa ser más sutil de lo que pensamos?


Cristo, nuestra justicia (Rom. 5:17).
Martes 9 de marzo

Lee Romanos 5:17 al 19, y resume en tus propias palabras lo que Pablo está diciendo aquí. ¿De qué modo estamos condenados, y cómo llegamos a ser justos?

Si la justicia de Jesús es un regalo, ¿cómo la obtenemos? Gál. 3:6; Sant. 2:23.

En Romanos 5:19, nota el énfasis en la desobediencia y en la obediencia. La desobediencia de un hombre, Adán, llevó a que todos nosotros fuésemos pecadores. Esta es una enseñanza bíblica básica. El pecado de Adán produjo la caída de la raza humana. Todos y cada uno de nosotros, cada día de nuestras vidas, vivimos con los resultados de ella. Ninguno es inmune.

Sin embargo, el mismo versículo, también habla de la obediencia. ¿De quién? Por supuesto, la obediencia de Cristo, que es el único que tiene la justicia necesaria para la salvación, la justicia que se da a todos los que “reciben la abundancia de la gracia”. En realidad, en el mismo versículo, Pablo dice que los que reciben esta gracia obtienen el “don de la justicia”. Nota, es un don. Como un regalo, no debe ser merecido ni ganado. El momento en que es ganado, o merecido, ya no es más gracia (Rom. 4:4).

No obstante, no es un regalo universal. La justicia de Cristo no se otorga automáticamente a todos (Rom. 5:17). Pablo es claro: viene solo a aquellos que la reciben; es decir, se da a aquellos que la reclaman por fe: tal como Abraham, quien creyó a Dios, y le fue “contado por justicia” (Gál. 3:6).

¿Comprendes realmente lo que significa ser salvo por fe? ¿Cuán bien captas la idea de que es solo la justicia de Jesús, acreditada a ti por la fe, lo que te permite ser justo y estar justificado ante Dios? ¿Qué puedes hacer para comprender mejor esta provisión maravillosa, el fundamento del evangelio?


Justicia y obediencia (1 Juan 2:29).
Miércoles 10 de marzo

Aunque nos cubre la justicia de Cristo, esa justicia debe revelarse en nuestras vidas. La justicia no es solo una declaración legal. También llega a ser una realidad en la vida de la persona que la tiene. Cuán cuidadosamente deberíamos escuchar las palabras de Juan: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo” (1 Juan 3:7).

¿Acerca de qué podríamos ser engañados con respecto a lo que significa ser justo?

La justicia es el fruto del Espíritu que está conectado con la obediencia. Para algunas personas, la obediencia es inconsistente con la salvación por la fe. A veces se puede escuchar: “Ahora que has aceptado a Jesús como tu Salvador, ¿no lo aceptarás como el Señor de tu vida?” La implicación parece ser que nuestra obediencia a la voluntad de Dios y nuestra salvación son problemas separados. Eso es una grave y mala interpretación de lo que es la salvación. Juan escribió que vivir una vida justa es un indicador verificable de aquellos que tienen la salvación.

Lee 1 Juan 2:3 al 6. ¿Qué es lo que Juan destaca aquí?

Cuando se plantea el tema de la obediencia, no es inusual que alguien señale que no somos salvados por las obras. Aunque no puede haber duda de que la obediencia de Lucifer a la voluntad de Dios no lo puso en el cielo, debemos recordar que fue su desobediencia lo que hizo que fuera expulsado de allí. Lo mismo puede decirse de Adán y Eva. Su obediencia no los puso en el Jardín del Edén, pero fue su desobediencia a la voluntad de Dios la que hizo que fueran puestos afuera del Jardín.

“La justicia es la práctica del bien, y es por sus hechos por lo que todos han de ser juzgados. Nuestros caracteres se revelan por lo que hacemos. Las obras muestran si la fe es genuina o no” (PVGM 254).

¿Cuán bien manifiestas el fruto de justicia en tu vida? ¿Qué prácticas podrías necesitar abandonar que están impidiendo el fruto de justicia en tu vida? (Ten cuidado de no tratar de racionalizarlas para hacerlas desaparecer).


La vida justa.
Jueves 11 de marzo

“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:1-3).

¿De qué manera vincula Juan el amor a Dios, con el amor que tienen los demás feligreses, y con el guardar los mandamientos? ¿Por qué uniría él todos estos elementos?

“El hombre que trata de guardar los mandamientos de Dios solamente por un sentido de obligación –porque se le exige que lo haga– nunca sentirá en el gozo de la obediencia. Él no obedece. Cuando los requerimientos de Dios son considerados como una carga porque se oponen a la inclinación humana, podemos saber que la vida no es una vida cristiana. La verdadera obediencia es el resultado de la obra efectuada por un principio implantado dentro. Nace del amor a la justicia, el amor a la ley de Dios. La esencia de toda justicia es la lealtad a nuestro Redentor. Esto nos inducirá a hacer lo bueno porque es bueno, porque el hacer el bien agrada a Dios” (PVGM 70; la cursiva fue añadida).

Y ¿qué mejor forma de inspirar en nosotros un deseo de ser leal a Dios que por medio de la contemplación de su increíble sacrificio en la cruz en nuestro favor? No hay poder en decir a la gente que tiene que guardar la ley. El poder viene al señalar a la gente a Jesús y su muerte sustitutiva en nuestro favor. El poder viene al permitir que los pecadores sepan que sus pecados pueden ser perdonados mediante Jesús, y que pueden estar perfectos ante Dios cubiertos con el manto de la justicia de Cristo.

El amor a Dios, y no el temor al infierno y la condenación, debería ser el poder que motiva nuestras vidas, y nada nos impulsará más a amar a Dios que concentrarnos en la cruz y las riquezas y promesas que son nuestras por intermedio de ella.

¿Realmente amas a Dios? Si es así, ¿cómo lo sabes? (¿Podrías estar engañándote a ti mismo?) ¿Qué haces o dices que revela la realidad de este amor? En otras palabras, ¿qué evidencia hay de que este amor es real?


Para Estudiar y Meditar.
Viernes 12 de marzo

“No es suficiente que creamos que Jesús no es un impostor, y que la religión de la Biblia no consiste en fábulas arteramente compuestas. Podemos creer que el nombre de Jesús es el único nombre debajo del cielo por el cual el hombre puede ser salvo, y sin embargo, no hacer de él, por la fe, nuestro Salvador personal. No es suficiente creer la teoría de la verdad. No es suficiente profesar fe en Cristo y tener nuestros nombres registrados en el libro de la iglesia. ‘El que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado’. ‘Y en esto sabemos que nosotros le conoceremos, si guardamos sus mandamientos’ (1 Juan 3:24; 2:3). Esta es la verdadera evidencia de la conversión. No importa cuál sea nuestra profesión de fe, no nos vale de nada a menos que Cristo se revele en obras de justicia” (PVGM 254).

Preguntas Para Dialogar:

1. ¿Cómo podemos evitar la trampa del legalismo, de pensar que nuestras obras nos salvarán, o la trampa de la gracia barata, de pensar que nuestras obras no tienen nada que ver con nuestra salvación? ¿Cómo llegamos a un equilibrio correcto aquí? ¿Hacia qué cuneta te sueles inclinar más, a la de la gracia barata, o a la del legalismo?

2. ¿Cuál es el peligro inherente de que nuestras vidas sean motivadas por el deseo de hacer buenas obras? ¿Hacia qué puede conducir esto, y cómo podemos evitarlo?

3. Piensa en una persona que conoces que parece ser “justa”. ¿Cómo es esta persona? ¿De qué manera actúa? ¿De qué modo trata a la gente? ¿De qué habla esta persona? ¿Qué puedes aprender de esta persona?

4. Tendemos a pensar en la justicia en términos individuales, lo cual es correcto. Pero ¿no hay también un elemento comunitario? ¿Puede la comunidad de nuestra iglesia ser “justa”? Si es así, ¿cómo? ¿Cómo se vería la comunidad de una iglesia justa? ¿De qué modo se compara tu iglesia con el ideal que recién tenías en la mente?

5. Si la salvación por la fe significa más que meramente hacer una profesión de fe en Cristo y tener nuestros nombres registrados en la lista de la iglesia, entonces, ¿qué significa realmente? ¿Qué es “fe” en el sentido bíblico del término?




Guía de Estudio de la Biblia: El Fruto del Espíritu / Edición para Adultos.
Periodo: Trimestre Enero-Marzo de 2010

Autor: Richard O'Fill, es escritor (El Cristiano Victorioso, Un Fruto Divino entre otros libros) y orador del ministerio Revival Sermons, ha trabajado para la iglesia en tres continentes, incluyendo siete años en las oficinas centrales de la Asociación General. Reside actualmente en Orlando, Florida, EE.UU.
Editor: Clifford Goldstein

3 comentarios:

  1. ¿Qué significa el término legalismo? /1.

    La definición del diccionario nos dice que es un "respeto exagerado por la letra de las leyes" (Diccionario de uso del español). Una interpretación muy popular, sobre todo en los círculos religiosos, nos dice que legalismo es cualquier forma de observancia de la Torá y que por lo tanto debe ser evitada. Esta palabra es usada en forma peyorativa, especialmente contra ciertas prácticas, entre las cuales está incluida la observancia del sábado, la abstención de animales inmundos para comer, o de cualquier otro mandamiento que haya sido dado en lo que llamamos el Antiguo Testamento. Sin embargo, usar esta palabra así es incorrecto. Obedecer correctamente las leyes de Dios no es legalismo. Ser legalista en el sentido religioso es aplicar las leyes de Dios de una manera que Dios nunca pretendió.

    Los fariseos, una rama excesivamente estricta del judaísmo cuyas interpretaciones predominaban en el pensamiento popular en el tiempo de Cristo, fueron legalistas. Ellos añadieron muchísimas reglas de su invención a los preceptos de Yahweh, lo que hacía que éstos fueran tergiversados e interpretados incorrectamente. Sus interpretaciones "añadidas" a la Ley de Dios eran tan desvirtuadas que invalidaban la Ley y la hacían totalmente ineficaz (Mateo 15:6). El enfoque errado que tenían de la Ley de Dios llevó a muchos a rechazar a Yeshúa como el Mesías prometido, aunque la misma Torá dio testimonio de él (Juan 5:39-40; Lucas 24:44). Esta fue la razón por la que Yeshúa condenó tan duramente la falta de entendimiento y la hipocresía de los dirigentes religiosos de su época. Él les advirtió que debían volver a la enseñanza correcta y a la práctica de la Ley de Dios según el propósito y la intención originales; también les mostró que él era el Mesías prometido.

    El apóstol Pablo también condenó en sus escritos a todos aquellos que tergiversaban el uso correcto de la Ley de Dios. Esto es muy evidente en la Epístola a los Gálatas. Lo que Pablo estaba tratando no era el hecho de guardar la Ley de Dios correctamente, algo que él siempre defendió como necesario (Romanos 3:31; 7:12, 14, 22, 25), sino el alegato de que la justificación (el perdón y la restauración del pecador al estado de justicia) podía lograrse por medio de la circuncisión y la obediencia estricta de la Ley. Algunos falsos maestros socavaron las congregaciones de Galacia insistiendo erróneamente en que la circuncisión y la obediencia a la Ley eran elementos suficientes para alcanzar la justificación y la salvación, sin tener en cuenta la fe en Yeshúa ha Mashíaj.

    El apóstol condenó esta falsa enseñanza haciendo notar que la obediencia a la Ley nunca había hecho posible tener la vida eterna (Gálatas 3:21). Dejó claro que la justificación, ser hecho justo a los ojos de Dios y tener acceso con esto a la vida eterna, es posible solamente por medio de Yeshúa (Gálatas 2:16; 3:1-3, 10-11, 22; 5:1-4) . Pablo explicó claramente que para el perdón de los pecados se necesitaba un sacrificio, y que aun la observancia más estricta de la Ley no puede eliminar la necesidad de este sacrificio. La fe no anula ni hace que la Ley desaparezca (Romanos 3:31), como algunos suponen erróneamente. El apóstol Pablo dijo que la fe es la que establece la correcta aplicación de la Ley. La conclusión expresada por Salomón de que el todo del hombre es temer a Dios y guardar sus mandamientos (Eclesiastés 12:13), hace manifiesto que el propósito de la Ley de Dios perdura para toda la humanidad. El apóstol Juan lo confirmó cuando dijo: "Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Juan 5:3). Cuando la mujer sorprendida en adulterio fue llevada delante de Yeshúa, él le dijo: "No peques más" (Juan 8:11); en otras palabras: "Aférrate a la Ley de Dios". Cuando el joven rico le preguntó qué debía hacer para tener la vida eterna, la respuesta fue: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mateo 19:17).

    ... continúa en el siguiente comentario.

    ResponderEliminar
  2. ¿Qué significa el término legalismo? /2.

    ¿Qué nos dice la Biblia acerca de la Ley?

    Que sustituir los preceptos del Dios de Israel por leyes inventadas por el hombre, como lo hicieron los fariseos, es un grave error.
    Creer que guardar el sábado, o cualquier ley lo hace a uno recto a los ojos de Dios, en lugar de reconocer la necesidad de tener fe en el Mesías, es legalismo.

    Si nos concentramos exclusivamente en obedecer la ley sin tener la motivación de complacer a Dios, amándolo a él y amando al prójimo, desvirtuamos el propósito de la ley (Mateo 22:36-40; Romanos 13:10) y somos legalistas.
    Si creemos que por guardar el sábado o cualquier mandamiento podemos hacernos acreedores de la salvación, somos culpables de legalismo.

    Obedecer estrictamente la letra exacta de la ley, mientras buscamos cómo dejar de lado el propósito y el espíritu de la misma, es legalismo.

    ¡La obediencia correcta no es legalismo!

    Yeshúa y las Escrituras nos dejan una cosa perfectamente clara: La obediencia correcta de la Ley de Dios no es legalismo.

    Después de su conversión, el cristiano verdadero recibe mucho mayor entendimiento del propósito y el espíritu de la Torá, particularmente cuando uno decide obedecer aún cuando no comprende todo.

    A medida que obedecemos, valoramos la importancia del sacrificio de Yeshúa y recibimos un mayor conocimiento de por qué es necesaria la obediencia, pero es decisión de la persona si obedece o no. Esto no es legalismo.

    Obedecer con una actitud correcta los mandamientos dados por Dios, incluido el mandamiento del Sábado, para santificarlo, no es legalismo.

    No permitamos que nadie nos engañe con tal razonamiento, el cual contradice claramente la exhortación que Yeshúa nos hace en Mateo 5:19-20:

    "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

    ResponderEliminar
  3. el naranjo no le hace empeño de ser arbol de naranjo simplemente es, y por eso da naranjas ricas y deliciosas no otro fruto solo naranjas, por tanto concluyo q la justica de Cristo, cuando la tomamos por fe (justificacion por fe) nos permite hacer obras de justicia (santificacion)

    ResponderEliminar





Mientras estudia la Lección o Guía de Estudio de la Biblia / Escuela Sabática, en Ojo Adventista, lo invitamos -para beneficio de todos- escribir sus comentarios y consideraciones sobre dicho estudio al pie de cada entrada.