sábado, 29 de agosto de 2009

Lección 10: Confianza / Notas de Elena de White

Sábado 29

No es la voluntad de Dios que sus hijos estén abrumados por las preocupaciones. Pero nuestro Señor no nos engaña. No nos dice: "No temáis; no hay peligro en vuestra senda". Sabe que hay pruebas y peligros, y no trata de ocultarlos. No se propone sacar a su pueblo de un mundo de pecado y maldad, pero les señala un refugio seguro...

¿Cómo podemos permanecer en la duda, preguntándonos si Jesús nos ama, pecadores como somos, y llenos de flaquezas? Se entregó por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificarnos como pueblo suyo peculiar, celoso de buenas obras. Vino al mundo en forma de hombre, para familiarizarse con las aflicciones y las tentaciones que asedian la senda humana, y para saber cómo ayudar al cansado con su ofrecimiento de descanso y paz. Pero miles y miles rehúsan su ayuda, y únicamente se aferran con más firmeza de sus preocupaciones. Él va junto a los afligidos y les ofrece suavizar su aflicción y curar su angustia... A los chasqueados, los incrédulos y los desventurados les ofrece contentamiento mientras les señala las mansiones que está preparando para ellos... Jesús nuestro precioso Salvador, debería ocupar el primer lugar en nuestros pensamientos y afectos, y deberíamos depender de él con toda confianza (A fin de conocerle, p. 227).

Tener Confianza (1 Juan 5:13-21).
Domingo 30

"Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho" (1 Juan 5:14, 15). Presentemos estos temas delante de los creyentes para que amplíen su visión y aumenten su fe. Deberían ser animados a pedir cosas grandes y esperarlas sin dudar, porque mediante Cristo podemos llegar a estar en la corte del Altísimo; esperar sin dudar, porque por sus méritos tenemos acceso al Padre. ¡Ojalá tuviéramos una experiencia más profunda en nuestras oraciones! Podemos acercarnos a Dios con confianza sabiendo que contamos con la presencia y el poder del Espíritu Santo. Y mientras confesamos nuestros pecados podemos saber que él perdona nuestras transgresiones porque lo ha prometido, y porque vamos a él con fe, con humildad y fervor. Pero esto sólo podemos hacerlo por la gracia del Espíritu. Por eso, mientras nos sentamos a los pies de Jesús con humildad y sencillez, podemos pedirle que su Espíritu esté en nosotros, así como un niño le pide pan a sus padres (Signs of the Times, octubre 3, 1892).

El fin de toda la experiencia cristiana se resume en creer en Cristo; en conocer a Dios, y a su Hijo a quien él ha enviado. Pero es justamente aquí donde muchos fracasan, porque en lugar de buscar la comunión con Cristo y participar de su abnegación y humillación, buscan la supremacía del yo. Y mientras no caigan sobre la Rocha y sean quebrantados, no podrán apreciar el amor o el carácter de Dios. Para llegar a ser uno con Cristo debemos ceder nuestra voluntad y abandonar nuestros caminos para llegar a tener la mente de Cristo. Nuestras ideas son demasiado estrechas; debemos expandirlas para conocer el carácter de Cristo y su obra. Entonces apreciaremos más el amor divino, y al hacerlo, se extenderán nuestras simpatías y se quebrarán las barreras de hielo del egoísmo, porque nuestra comprensión se profundizará al mirar más allá de los superficial (The Bible Echo, abril 15, 1892).

Tener Vida Eterna (1 Juan 5:13).
Lunes 31

La obra de Satanás es tratar de que la verdad divina no produzca ningún efecto. Desde que fue expulsado del cielo por su transgresión, ha tratado de impedir que los propósitos de Dios para el ser humano se cumplan. Trata de mostrar que la ley es imperfecta, injusta y tiránica; que es imposible cumplirla. Y en verdad, el ser humano, por su propio poder, no puede cumplir la ley. Sin un Salvador, no tiene esperanza.

Cristo vio la condición desesperada de la raza y vino para redimirla. Al vivir la vida de obediencia que la ley requiere, y pagar con su muerte la condena por desobedecerla, trajo una mensaje de esperanza, liberación y seguridad de salvación. No lo hizo eliminando la ley sino obedeciéndola por sus méritos. Para que los seres humanos pudieran llegar a ser sacerdotes y reyes con Dios, el Comandante de los ángeles tomó la posición de un siervo. Nos dio un perfecto ejemplo y nos pide que aprendamos de él. Su conducta, sus palabras y sus obras no fueron manchadas por el pecado.

La muerte de Cristo nos muestra el gran amor de Dios por la humanidad. Es la seguridad de nuestra salvación. Quitarle la cruz al cristiano sería como apagar la luz del sol. La cruz nos acerca a Dios y nos reconcilia con él. Jehová contempla a su Hijo sufriendo para salvarnos de la muerte eterna; entonces nos mira a nosotros con la compasión y el amor de un Padre, y nos acepta en el Amado.

Sin la cruz, el ser humano no podría ser reconciliado con el Padre. Todas nuestras esperanzas dependen de la cruz. Por ella, podemos avanzar como conquistadores, porque de ella recibimos la luz y el amor del Salvador. Cuando el pecador se acerca a la cruz y contempla a Aquel que murió para salvarlo, puede regocijarse con plenitud de gozo, porque sus pecados han sido perdonados. Al arrodillarse junto a la cruz, alcanza el lugar más elevado al que pueda aspirar, porque la luz del conocimiento de la gloria de Dios se revela en el rostro de Jesucristo (Review and Herald, abril 29, 1902).

Son inmensos los destinos que están en juego: Somos hechos participantes de los sacrificios de Cristo en esta vida, y se nos asegura que seremos participantes de los beneficios de la futura vida inmortal. Todo esto, si mantenemos hasta el fin nuestra confianza.

Cuando el alma se acerca a Dios como su Padre, el cielo llega a ser su hogar. Es un nuevo miembro de la familia real, un hijo del Rey celestial. Tiene un seguro de vida eterna firmado por su propio Creador, y ese seguro de vida lo vincula con la familia de los redimidos por lazos que no pueden ser quebrantados.

Sólo mediante Cristo hay esperanza para la salvación del alma. Él se identifica con nuestro bienestar presente y futuro, y no hay ningún beneficio que el mundo nos ofrezca que pueda compararse con lo que él nos brinda. Eleva al ser humano por encima de cualquier rama o riqueza, y mediante su justicia lo coloca al nivel de los ángeles. Al recibir a Cristo es elevado y ennoblecido por la verdad que vive en su alma creyente. Camina en el mundo como un heredero de Dios y coheredero con Cristo de la herencia inmortal y eterna.

No necesitamos basar nuestra salvación en suposiciones, porque la seguridad proviene de Cristo, la esperanza de gloria, que se forma en nosotros. Al saber que el Espíritu de Dios mora en nosotros, podemos tener constantemente comunión con Dios; y si él viniera inesperadamente, o nuestra vida terminara repentinamente, estaremos listos para encontrarnos con nuestro Dios (Manuscript Releases, t. 6, pp. 31, 32).

De Acuerdo con su Voluntad (1 Juan 5:14-17).
Martes 1ro.

Cuando oramos para pedir bendiciones terrenales, la respuesta a nuestra oración puede tardar, o puede ser que Dios nos dé algo diferente de lo pedido; pero no sucede así cuando le pedimos que nos libre del pecado. Es su voluntad limpiarnos de pecado, hacernos sus hijos y ayudarnos a llevar una vida santa (El ministerio de curación, p. 46).

Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de todo hombre. Lee todo secreto del alma. Sabe si aquellos por quienes se hace oración podrían o no soportar las pruebas que les acometerían si hubiesen de sobrevivir. Sabe si sus vidas serían bendición o maldición para sí mismos y para el mundo. Este es una razón para que, al presentarle encarecidamente a Dios nuestras peticiones, debamos decirle: "Empero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (S. Lucas 22:42). Jesús añadió estas palabras de sumisión a la sabiduría y la voluntad de Dios cuando en el huerto de Getsemaní rogaba: "Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso" (S. Mateo 26:39). Y si estas palabras eran apropiadas para el Hijo de Dios, ¡cuánto más lo serán en labios de falibles y finitos mortales!

Lo que conviene es encomendar nuestros deseos al sapientísimo Padre celestial, y después, depositar en él toda nuestra confianza. Sabemos que Dios nos oye si le pedimos conforme su voluntad. Pero el importunarle sin espíritu de sumisión no está bien; nuestras oraciones no han de revestir forma de mandato, sino de intercesión...

Todos deseamos respuestas inmediatas y directas a nuestras oraciones, y estamos dispuestos a desalentarnos cuando la contestación tarda, o cuando llega en forma que no esperábamos. Pero Dios es demasiado sabio y bueno para contestar siempre a nuestras oraciones en el plazo exacto y en la forma precisa que deseamos. Él quiere hacer en nuestro favor algo más y mejor que el cumplimiento de todos nuestros deseos. Y por el hecho de que podemos confiar en su sabiduría y amor, no debemos pedirle que ceda a nuestra voluntad, sino procurar comprender su propósito y realizarlo. Nuestros deseos e intereses deben perderse en su voluntad. Los sucesos que prueban nuestra fe son para nuestro bien, pues denotan si nuestra fe es verdadera y sincera, y si descansa en la Palabra de Dios sola, o si, dependiente de las circunstancias, es incierta y variable. La fe se fortalece por el ejercicio. Debemos dejar que la paciencia perfeccione su obra, recordando que hay preciosas promesas en las Escrituras para los que esperan en el Señor (El ministerio de curación, pp. 175, 176).

Pedid, pues; pedid y recibiréis. Pedid humildad, sabiduría, valor, aumento de fe. Cada oración sincera recibirá una contestación. Tal vez no llegue ésta exactamente como deseáis, o cuando la esperéis; pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor cuadres a vuestra necesidad. Las oraciones que elevéis en la soledad, en el cansancio, en la prueba, Dios las contestará, no siempre según lo esperabais, pero siempre para vuestro bien (Obreros evangélicos, pp. 271, 272).

... La oración que proviene de un corazón sincero y creyente es la oración eficaz y fervorosa que puede mucho. Dios no contesta siempre nuestras oraciones como nosotros lo esperamos, porque tal vez no pidamos lo que será para nuestro mayor beneficio. Pero en su sabiduría y amor infinitos, él nos dará las cosas que más necesitamos (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 523).

Confiados en ser Protegidos (1 Juan 5:18, 19).
Miércoles 2

La presencia de Dios es una garantía para el cristiano. Esta Roca de fe es la presencia viviente de Dios. El más débil puede depender de ella. Los que se creen más fuertes pueden convertirse en los más débiles a menos que dependan de Cristo como su eficiencia y su dignidad. Esta es la Roca sobre la cual podemos edificar con éxito. Dios está cerca en el sacrificio expiatorio de Cristo, en su intercesión, su amor, su tierno poder guiador en la iglesia. Sentado junto al trono eterno, los observa con intenso interés. Mientras los miembros de la iglesia obtengan sabia nutrición de Jesucristo por medio de la fe, y no de las opiniones, las invenciones y los métodos de los hombres; si tienen una convicción de la cercanía de Dios en Cristo, y ponen su entera confianza en él, tendrán una relación vital con Cristo, como el pámpano tiene una relación con el tronco. La iglesia no está fundada sobre teorías de hombres, sobre formas y planes vacíos de significado hace ya tiempo. Depende de Cristo, su justicia. Está edificada sobre la fe en Cristo "y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella"...

La fortaleza de toda alma reside en Dios y no en el hombre. La quietud y la confianza han de ser la fuerza de todos los que dediquen su corazón a Dios. Cristo no manifiesta un interés casual en nosotros; el suyo es más fuerte que el de una madre por su hijo (Hijos e hijas de Dios, p. 79).

Dios cuida de sus fieles testigos y recompensa su confianza. El camino a su trono está siempre abierto para ellos, suple sus necesidades y les da seguridad en él. Cuando Jehová los llama a ser colaboradores juntamente con él, les da su protección y los mantiene seguros en medio de los más grandes peligros. Cuando Satanás trata de engañarlos, el Señor levanta barrera contra el enemigo; si los tienta, sale en su defensa. Aquellos que trabajan en justicia, tienen una ayuda siempre presente en momentos de necesidad. El Señor les dice: Te libraré de toda perplejidad y te cubriré contra los ataques de las gentes.

El Señor cuida de su causa. Está a bordo del barco como Comandante en jefe y nos guiará a puerto seguro, porque manda a los vientos y las ondas del mar que le obedezcan. Si seguimos sus instrucciones, no necesitamos estar ansiosos o turbados, porque podemos confiar en él. Concederá los más ricos dones a los que le aman y guardan sus mandamientos, y nunca abandonará a los que trabajan en sus filas (Review and Herald, julio 16, 1901).

Las pruebas del pueblo de Dios pueden ser largas y severas, pero el Señor nunca los olvida. Los que creen en la verdad y obedecen sus mandamientos siempre encontrarán refugio en Cristo. Tendrán su protección efectiva y su cuidado amante mientras se mantengan del lado de Dios y de su ley, con la cual ha gobernado y siempre dirigirá su reino. Aquellos que no pierdan su confianza hasta el fin, encontrarán que Dios es fiel y cumplirá su pacto con su pueblo que guarda sus mandamientos (Notebook Leaflets From the Elmshaven Library, t. 1, p. 48).

Tener el Verdadero Conocimiento de La Deidad (1 Juan 5:20, 21).
Jueves 3

Así como sucedió con nuestro Salvador, estamos en este mundo para servir a Dios. Estamos aquí para asemejarnos a Dios en carácter y manifestarle al mundo por medio de una vida de servicio. Para ser colaboradores con Dios, a fin de asemejarnos a él y revelar su carácter, debemos conocerle tal como es, tal como él mismo se revela.

El conocimiento de Dios es el fundamento de toda verdadera educación y de todo servicio verdadero. Es la única salvaguardia contra la tentación. Es también lo único que puede hacernos semejantes a Dios en carácter. Tal es el conocimiento que necesitan cuantos trabajan por el levantamiento de sus semejantes. La transformación del carácter, la pureza de vida, la eficacia en el servicio, la adhesión a los principios verdaderos, todo esto depende del verdadero conocimiento de Dios. Este conocimiento es la preparación esencial para esta vida y para la venidera (El ministerio de curación, p. 318).

Existe una gran obra que hacer en la tierra, y el Señor Jesús ha convertido a los hombres en socios con él, a fin de que los agentes celestiales puedan cooperar con los agentes humanos. Cristo experimentó angustia de alma por la redención del mundo, y los que son obreros juntamente con Dios son representantes de Cristo ante nuestro mundo, y tendrán compasión por los perdidos, y sentirán angustia de alma por la redención de los hombres. A menos que la iglesia despierte y atienda su puesto del deber, Dios le cargará la pérdida de las almas a su cuenta. Tengo profundo interés de que la obra de Dios avance.

Se les pide a aquellos que son los elegidos de Dios que multipliquen iglesias en todas partes en que puedan tener éxito en la tarea de traer almas al conocimiento de la verdad. Pero el pueblo de Dios nunca ha de concentrarse en una gran comunidad como lo ha hecho en Battle Creek. Los que saben lo que significa sentir angustia de alma nunca lo harán, porque sentirán la carga que Cristo llevó por la salvación de los hombres.

Todos los que son elegidos de Dios progresarán en sus facultades intelectuales. Jesús vino a representar el carácter del Padre, y él envió a sus discípulos al mundo para representar el carácter de Cristo; nos ha dado su Palabra para señalar el camino de la vida, y no nos ha dejado sencillamente para llevar esa Palabra, sino que nos ha prometido darnos eficacia por el poder del Espíritu Santo. ¿Se necesita, pues, que alguien camine en incertidumbre, afligiéndose de que no conoce o no experimenta la obra del Espíritu Santo en su corazón? ¿Estáis hambrientos y sedientos de que se os instruya en justicia? Tenéis entonces la segura promesa de que seréis llenos. "Empero sabemos que el Hijo de Dios es venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero: y estamos en el verdadero en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5:20).

El Señor quisiera ponernos en posesión del espíritu de sabiduría celestial. ¿Nos vamos sintiendo impresionados todos a orar al Señor humilde y fervientemente, como lo exigen nuestras necesidades, importunándolo en procura de un espíritu de sabiduría? ¿Oramos diciendo: "Muéstrame los secretos que no conozco, enséñame tú"? ¡Ojalá asciendan oraciones humildes y fervorosas que salgan de labios sinceros reclamando el consejo que viene de Dios! El Señor dice: Mío es el consejo, y la segura sabiduría (Testimonios para los ministros, pp. 199-201).

Para Estudiar y Meditar.
Viernes 4

Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 112-114

Nuestras oraciones han de ser tan fervorosas y persistentes como lo fue la del amigo necesitado que pidió pan a media noche. Cuanto más fervorosa y constantemente 112 oremos, tanto más íntima será nuestra unión espiritual con Cristo. Recibiremos bendiciones acrecentadas, porque tenemos una fe acrecentada.
Nuestra parte consiste en orar y creer. Velad en oración. Velad, y cooperad con el Dios que oye la oración. Recordad que "coadjutores somos de Dios".* Hablad y obrad de acuerdo con vuestras oraciones. Significará para vosotros una infinita diferencia el que la prueba demuestre que vuestra fe es genuina, o revele que vuestras oraciones son sólo una forma.

Cuando se suscitan perplejidades y surgen dificultades, no busquéis ayuda en la humanidad. Confiadlo todo a Dios. La práctica de hablar de nuestras dificultades a otros, únicamente nos debilita, y no les reporta a los demás ninguna fuerza. Ello hace que la carga de nuestras flaquezas espirituales descanse sobre ellos, y éstas son cosas que ellos no pueden aliviar. Buscamos la fuerza del hombre errante y finito, cuando podríamos tener la fuerza del Dios infalible e infinito.

No necesitáis ir hasta los confines de la tierra para buscar sabiduría, pues Dios está cerca. No son las capacidades que poseéis hoy, o las que tendréis en lo futuro, las que os darán éxito. Es lo que el Señor puede hacer por vosotros. Necesitamos tener una confianza mucho menor en lo que el hombre puede hacer, y una confianza mucho mayor en lo que Dios puede hacer por cada alma que cree. El anhela que extendáis hacia él la mano de la fe. Anhela que esperéis grandes cosas de él. Anhela daros inteligencia así en las cosas materiales como en las espirituales. El puede aguzar el intelecto. Puede impartir tacto y habilidad. Emplead vuestros talentos en el trabajo; pedid a Dios sabiduría, y os será dada.

Haced de la Palabra de Cristo vuestra seguridad. ¿No os ha invitado a ir a él? Nunca os permitáis hablar de una manera descorazonada y desesperada. Si lo hacéis perderéis mucho. Mirando las apariencias, y quejándoos cuando 113 vienen las dificultades y premuras, revelaréis una fe enferma y débil. Hablad y obrad como si vuestra fe fuera invencible. El Señor es rico en recursos: el mundo le pertenece. Mirad al cielo con fe. Mirad a Aquel que posee luz, poder y eficiencia.

Hay en la fe genuina un bienestar, una firmeza de principios y una invariabilidad de propósito que ni el tiempo ni las pruebas pueden debilitar. "Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen: mas los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán".

Hay muchos que anhelan ayudar a otros, pero sienten que no tienen fuerza o luz espiritual que impartir. Presenten ellos sus peticiones ante el trono de la gracia. Rogad por el Espíritu Santo. Dios respalda cada promesa que ha hecho. Con vuestra Biblia en la mano, decid: Yo he hecho como tú has dicho. Presento tu promesa: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y os será abierto".

No solamente debemos orar en el nombre de Cristo, sino por la inspiración del Espíritu Santo. Esto explica lo que significa el pasaje que dice que "el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles".* Dios se deleita en contestar tal oración. Cuando con fervor e intensidad expresamos una oración en el nombre de Cristo, hay en esa misma intensidad una prenda de Dios que nos asegura que él está por contestar nuestra oración "mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos".

Cristo dijo: "Todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá". "Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo".* Y el amado Juan, por la inspiración del Espíritu Santo, dice con gran claridad y certeza: "Si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que demandáremos, 114 sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado".* Presentad, pues, vuestra petición ante el Padre en el nombre de Jesús. Dios honrará tal nombre.

El arco iris rodea el trono como una seguridad de que Dios es verdadero, que en él no hay mudanza ni sombra de variación. Hemos pecado contra él, y somos indignos de su favor; sin embargo, él mismo ha puesto en nuestros labios la más maravillosa de las súplicas: "Por amor de tu nombre no nos deseches, ni trastornes el trono de tu gloria: acuérdate, no invalides tu pacto con nosotros".* Cuando venimos a él confesando nuestra indignidad y pecado, él se ha comprometido a atender nuestro clamor. Él honor de su trono está empeñado en el cumplimiento de la palabra que nos ha dado.

A semejanza de Aarón, que simbolizaba a Cristo, nuestro Salvador lleva los nombres de todos sus hijos sobre su corazón en el lugar santo. Nuestro gran sumo sacerdote recuerda todas las palabras por medio de las cuales nos ha animado a confiar. Nunca olvida su pacto.

Todo el que pida recibirá. A todo el que llame se le abrirá. No se presentará la excusa: No me seas molesto; la puerta está ya cerrada; no quiero abrirla. A nadie se le dirá jamás: No puedo ayudarte. Aquellos que pidan pan a media noche para alimentar a las almas hambrientas, tendrán éxito.

En la parábola aquel que pedía para el forastero recibió todo lo que había menester. ¿Y en qué medida nos concederá Dios a fin de que podamos impartir a los demás? "Conforme a la medida del don de Cristo".* Los ángeles observan con intenso interés para ver cómo trata el hombre a sus semejantes. Cuando ven que alguien manifiesta la simpatía de Cristo por el errante, se apresuran a ir a su lado, y traen a su memoria las palabras que debe hablar y que serán como pan de vida para el alma. Así "Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús".


Guía de Estudio de la Biblia: Amadas y llenas de amor: Las Epístolas de Juan / Notas de Elena de White.
Periodo: Trimestre Julio-Septiembre de 2009
Autor: Ekkehardt Mueller, nacido en Alemania, doctor en Teología y Ministerio. Es uno de los directores asociados del Instituto de Investigaciones Bíblica (Biblical Research Institute) de la Asociación General. Sus especialidades son Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis, hermenéutica y teología aplicada. Es casado y tiene dos hijos adultos.
Editor: Clifford Goldstein

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