sábado, 8 de agosto de 2009

Lección 7: Vivir como hijos de Dios / Edición para Maestros

El sábado enseñaré...
Texto Clave: 1 Juan 3:1-10.

Enseña a tu clase a:

Saber que somos hijos de Dios y estamos llamados a ser como él.
Sentir el gozo de estar envueltos en el amor de Dios.
Hacer la decisión de responder al amor de Dios resistiendo la tentación a pecar.

Bosquejo de la Lección

1. Saber: Somos llamados a ser como nuestro Padre

A. ¿Cómo entiendes el concepto de ser semejantes a Dios cuando lo veamos (1 Juan 3:2) ¿De qué modo la idea de que los niños se parecen a sus padres terrenales te ayuda a profundizar tu comprensión de este concepto?
B. Satanás quería ser como Dios; Adán y Eva quisieron ser como Dios: ¿De qué modo esta ambición difería de la promesa de que seremos como Dios cuando lo veamos?

2. Sentir: Cobijados en un manto de amor

A. ¿Qué sinónimos te recuerda la palabra dado (1 Juan 3:1)? ¿Cómo te sientes cuando te das cuenta de que esto describe la manera en que Dios te ama?
B. A veces nos ponemos impacientes esperando nuestra herencia prometida en el cielo: ¿Cómo podemos alimentar un espíritu de paciencia y de gozo?

3. Hacer: Resistir y regocijarnos

A. ¿De qué modo la Cruz nos proporciona el antídoto para nuestras insuficiencias?
B. ¿Por qué ningún costo es demasiado alto para permitirte eliminar el pecado de tu vida?

Resumen

Dios nos concede su amor, llamándonos para ser sus hijos y ofreciéndonos la victoria sobre el pecado.

CICLO DE APRENDIZAJE

PASO 1: ¡Motiva!

Concepto clave: Ser llamados hijos de Dios es un privilegio que demanda una vida responsable.

Solo para los maestros: Al estudiar la lección de esta semana, concéntrate en los privilegios y las obligaciones de ser hijos de Dios.

Dios es amor. Todas las religiones están de acuerdo con esto. Sin embargo, si se nos preguntara cómo se expresa ese amor, muy probablemente las respuestas apuntarían a los beneficios que Dios da: el sol y la luna, la lluvia y una cosecha abundante, la salud y la riqueza. En la Biblia, el amor de Dios se manifiesta no solo en bendiciones materiales sino también en relaciones: él creó la humanidad a su imagen, envió a su único Hijo para morir a fin de salvar a los pecadores, y los hace sus hijos. ¡Ante esta generosidad, Juan queda prácticamente sin palabras! Exclama: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre” (1 Juan 3:1).

Analiza: ¿De qué manera está involucrado el amor de Dios al hacernos sus hijos? (Juan 3:16; Rom. 5:7, 8).

PASO 2: ¡Explora!

Solo para los maestros: Juan usa muchas veces la frase nacido de Dios (1 Juan 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18). Subraya que la vida cristiana no es un accidente, sino el resultado de la obra redentora de Cristo (Juan 3:1-3, 16; Col. 2:12, 13; Tito 3:4-7). Al aceptar esta obra por fe, “nacemos de nuevo” y, por ello, somos llamados hijos de Dios (Rom. 8:14). Analiza con la clase qué significa nacer de nuevo en relación con ser llamados hijos de Dios.

Comentario de la Biblia

Aquel que llamó a la existencia a los mundos por la palabra de su boca (Sal. 33:9) por medio de su palabra encarnada ahora nos ha llamado a ser sus hijos. Por naturaleza somos pecadores, en enemistad con Dios. Estamos enemistados con nuestro Creador. Pero, por medio de Cristo Jesús, somos reconciliados (2 Cor. 5:18), estamos en paz con él (Rom. 5:1) y ahora somos adoptados como sus hijos (Efe. 1:5). Esta es una realidad indudable. Pero, ser hijos de Dios no es solo un privilegio sino también una profunda responsabilidad.
I. Ser hijos de Dios: El privilegio (1 Juan 3:1, 2)

Con Dios como el Creador, todos los seres humanos son sus hijos. Pero, siendo creyentes, somos hijos en un sentido especial: redimidos del pecado y adoptados en la familia escatológica de Dios. Esta idea de adopción retrocede al propósito divino original inherente al Pacto. Ese propósito era crear una familia redimida que heredaría el Reino de Dios, a diferencia de nuestra primera familia, que falló al elegir un camino que era contrario a la voluntad de Dios. El designio humano no tiene nada que ver con esta adopción: fue realizada por Jesús, “según el puro afecto” de la voluntad de Dios, “para alabanza de la gloria de su gracia” (Efe. 1:5, 6).

Por cuanto somos adoptados en la familia de Dios, ya no somos extraños, huérfanos o distantes, abandonados para vagar en el desierto desesperado del pecado. Más bien, Dios ha puesto un círculo de amor alrededor de nosotros, y hemos llegado a ser los herederos privilegiados de su promesa del Pacto. Por esto “somos hijos de Dios” (1 Juan 3:2). Ese es nuestro privilegio actual. El mundo puede no entenderlo. La comunidad a nuestro alrededor, ajena a la revelación de Cristo, puede no captar su profundidad. Pero nosotros estamos seguros de ello. Lo que es más, hay un futuro añadido al privilegio presente. No sabemos plenamente cómo será ese futuro, pero “sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).

Ser semejantes a Jesús, estar con él, verlo cara a cara: qué maravilloso privilegio es este para los hijos de Dios. Por eso, Juan exclamó: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre” (1 Juan 3:1).

Analiza: “Nacidos de Dios” puede ser contrastado con “nacidos del diablo”. Enumera algunas características que bien pueden ser ubicadas en cada categoría, incluyendo lo que puede aparecer superficialmente como cualidades positivas.
II. Ser hijos de Dios: La responsabilidad (1 Juan 3:1-10)

Habiéndonos mostrado el elevado privilegio de ser hijos de Dios, el apóstol rápidamente bosqueja tres grandes obligaciones que son inherentes a la condición de ser hijos de Dios.

Primero, los hijos de Dios viven con la esperanza de la segunda venida de Cristo. Esto demanda una vida de pureza así como Jesús es puro (vers. 3). Si los creyentes han de ser como Jesús cuando venga (vers. 2), deben ser semejantes a él aquí. La santificación nunca puede ser minimizada en un creyente que espera el retorno del Señor.

Segundo, los hijos de Dios que permanecen en él no continuarán en el pecado (vers. 6, 9). Juan no está enseñando una perfección sin pecado (ver 1 Juan 2:1) sino la libertad de la cautividad del pecado. Ninguno puede pretender ser cristiano y, no obstante, seguir pecando. La dirección de la vida de un cristiano debe cambiar: del pecado a la justicia, de la oscuridad a la luz, de este mundo al mundo por venir, de los hijos del diablo a los hijos de Dios. El mandato cristiano es claro: pertenecemos a Cristo y, por su gracia, seremos semejantes a él. La integridad moral y espiritual no es una opción entre otras para los hijos de Dios. Una vida santificada es la señal de que uno es hijo de Dios. De otro modo, no tendría valor estar pretendiendo que Jesús “apareció para quitar nuestros pecados” (1 Juan 3:5).

Tercero, los hijos de Dios se darán cuenta plenamente de la seriedad del pecado. El pecado es una rebelión contra la Ley de Dios (vers. 4). Tuvo su origen en el diablo (vers. 8). Costó la vida del Hijo de Dios (vers. 5, 8). Consentir vivir en el pecado es negar a Jesús (vers. 6) y llegar a ser hijos del diablo (vers. 10). Aunque los cristianos no pueden pretender la perfección aquí en la tierra (1 Juan 1:8-10), no deben continuar viviendo en pecado (1 Juan 3:6, 9).

Analiza: Uno de los miembros de tu iglesia cita 1 Juan 3:9 y dice que un cristiano nacido de nuevo no puede pecar. ¿Cómo le contestarías?

PASO 3: ¡Aplica!

Solo para los maestros: somos llamados No solo a ser hijos de Dios, sino también somos sus hijos. Hay una seriedad y un carácter decisivo en cuanto a esto. Pide a los miembros de tu clase que comenten cómo pueden practicar esta verdad en la iglesia y en la comunidad.

Preguntas para reflexionar:

1. La Biblia retrata a la iglesia como una familia bajo la autoridad de Cristo. Todos somos hijos de la misma familia y, por ello, somos hermanos y hermanas. Piensa en casos en los que puedes no haber tratado a otra persona como a un miembro de la familia. ¿Cuál es el remedio para esta falla? 2. Piensa en esto: El Cristo de la historia, el Cristo de la experiencia y el Cristo de la esperanza –de cualquier manera que lo mires– es incompatible con el pecado. ¿Qué puedes hacer para hacer progresar la causa de Cristo?

Preguntas de aplicación:

1. ¿De qué modo se relaciona la espera de la segunda venida de Cristo con el andar en una vida de pureza? Reflexiona sobre 2 Pedro 3:10 al 14. 2. ¿Qué clase de defensa se necesita para luchar en la guerra engañosa de Satanás contra los santos de Dios? (Ver Efe. 6:11).

PASO 4: ¡Crea!

Solo para los maestros: Como hijos de Dios, somos llamados a caminar como hijos de luz. La lección señala dos implicaciones importantes de andar en la luz: 1) vivir en la esperanza de la segunda venida de Cristo y 2) vivir plenamente conscientes de las formas engañosas en que Satanás nos tienta para volver a pecar. Anima a tu clase a aplicar estas implicaciones en sus vidas.

1. Concluye la clase con un himno o una música especial acerca de esta idea muy importante de vivir en la esperanza de la segunda venida de Cristo.
2. Pide a un miembro de la clase que concluya con una oración, pidiendo el cuidado vigilante de Dios durante la semana. Oren especialmente para que ninguno de nosotros sea entrampado por el engaño mientras procuramos andar en la luz del amor de Dios.


Guía de Estudio de la Biblia: Amadas y llenas de amor: Las Epístolas de Juan / Edición Maestros.
Periodo: Trimestre Julio-Septiembre de 2009
Autor: Ekkehardt Mueller, nacido en Alemania, doctor en Teología y Ministerio. Es uno de los directores asociados del Instituto de Investigaciones Bíblica (Biblical Research Institute) de la Asociación General. Sus especialidades son Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis, hermenéutica y teología aplicada. Es casado y tiene dos hijos adultos.
Editor: Clifford Goldstein

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